Cuando despertó, en un principio Olivia no recordaba nada de lo que había pasado. Creyendo que estaba acostada en la cama junto a Erick, se movió para buscar su calor, su cuerpo, y fue entonces, al notar la inusitada dureza bajo su cuerpo, que todas las imágenes acudieron en tropel a su cabeza, con tal fuerza que hasta incluso llegó a sentirse mareada y con nauseas. Abrió los ojos y se incorporó de golpe hasta quedar sentada, contemplando desde aquella posición la horrible habitación, sucia y desconocida, a la que había ido a parar.
— ¿Hola?—llamó, sintiendo que su garganta raspaba como papel de lija—. ¿Hay alguien ahí? El silencio fue su única respuesta. Con las manos por delante de su cuerpo tanteó el aire para tratar de ubicarse un poco en medio de la semi oscuridad que lo cubría todo. Parpadeó varias veces para intentar que sus ojos se adaptasen al entorno, y fue entonces cuando reparó, con el corazón acelerado y el estómago encogido, en el cuerpo— ¿Podría ponerlo de nuevo, por favor? Para Erick, aquellas simples palabras representaron una verdadera sentencia, el inicio de una terrible tortura que parecía no acabar nunca. Sintiendo el cuerpo pesado y el corazón acelerado, se levantó del sofá, caminó hasta el antiguo televisor portátil que habían conseguido únicamente para ese fin, y dio play al video en el pequeño botón del viejo DVD. —Permanezcan atentos, señores—pidió el detective—. Cualquier detalle, por pequeño que pueda parecer, podría llevarnos a descubrir el paradero de la señora Miller. A Erick, sin embargo, le había bastado con ver el video una sola vez para que las terribles imágenes se le quedasen grabadas a fuego en la memoria, por lo que apartó la vista y trató de escuchar lo menos posible. Contemplar cómo golpeaban a su esposa con una pistola y la obligaban a decir toda sarta de estupideces para presionarlo, era una de las peores experiencias que le había tocado vi
—Despierta, Olivia. Despierta, por favor. Al notar que le sacudían el hombro, Olivia abrió de golpe los ojos, pero se mantuvo tan quieta como pudo, decidida a fingir que estaba dormida hasta el último instante. Con toda la rapidez que le permitieron sus aún adormilados sentidos, hizo un repaso de la habitación y de sí misma, contando sus heridas y al mismo tiempo sus posibilidades de defenderse de nuevos ataques. Supo que eran muy pocas, incluso menos que antes, pero no dejó que eso la desanimara. Algo muy dentro de ella le decía que iba a salir de esa situación, que iba a estar bien; solo debía ser fuerte y valiente. —Olivia, ¿estás despierta? En esta ocasión, no le llamó la atención la sacudida en su hombro tanto como el tono de la voz que la apremiaba. Un poco más despierta, analizó y volvió a analizar la voz, tratando de descubrir dónde la había escuchado antes. —Olivia, soy yo, Louisa. Sorprendiéndo
El chaleco anti balas era, tal vez, la prenda más incómoda que jamás le había tocado usar. Era rígido, pesado y picaba en los lugares más inoportunos, pero Erick no se quejó ni una sola vez. Para él, representaba el inicio de una victoria, el comienzo del trayecto que lo llevaría por fin a rescatar a su esposa y también a la madre de sus hijos. Si para lograr algo tan valioso como eso tenía que soportar un poco de incomodidad, estaba más que dispuesto. —Caballeros, nos estamos acercando al lugar del asalto—informó el jefe del equipo de detectives, quien era también el que iba al volante—. Por favor, recuerden el plan. Síganlo al pie de la letra y absténganse de hacer cualquier locura, al menos que quieran echar a perder toda la misión. No hubo necesidad de que lo nombrase para que Erick tuviera muy en claro que aquella última parte iba estrictamente dirigida hacia él. No le gustaba mucho la idea de que un detective retirado con ínfulas de militar le h
—…Fracturadas dos costillas, además de una pequeña contusión y unos cuantos golpes que no tardaran demasiado en sanar. — ¿Está seguro, doctor? —Por supuesto, señor Miller. Le hemos hechos todos los exámenes al menos dos veces para asegurarnos. — ¿Y qué hay del…? —Tampoco se preocupe por eso. Su esposa es una mujer joven, fuerte y con bastante buena suerte. A cualquier otra en su condición no le habría ido tan bien luego de semejante salto a esa velocidad, pero ella salió bien librada. Aun en medio de los múltiples dolores que atacaban su cuerpo desde diferentes ángulos, en incluso a pesar de lo embotada que sentía la cabeza y los sentidos, Olivia fue perfectamente capaz de reconocer a la distancia la voz de Erick, que a sus oídos sonaba profundamente asustada. Sin embargo, no por ello se sintió inclinada a abrir los ojos, levantarse o hacer cualquier cosa que diera a entender que había recuperado el conoci
Por las mañanas, a Erick Miller le gustaba contemplar la ciudad. Todos los días, sin excepción, se levantaba a las cinco y media (una hora antes de que su alarma sonara) y luego de darse una ducha de agua fría para despertar todas las terminaciones nerviosas se su cuerpo, hacía media hora de ejercicio, se duchaba de nuevo y finalmente, con una taza de café y vestido para comenzar su día, se paraba justo en frente de la enorme ventana panorámica que dominaba casi la totalidad de una de las paredes de su sala, desde donde se veía con bastante claridad toda la ciudad de Nueva York. Desde esa altura, no se oía más que su respiración, así que esos minutos de contemplativo silencio lo calmaban bastante. Aquella mañana, sin embargo, algo cambió. Mientras contemplaba en silencio la ciudad en la que había vivido toda su vida, comenzó a escuchar extraños ruidos fuera de su pent-house, unos ruidos que fueron haciéndose más y más fuertes hasta que lograron picarle la curiosidad. Dejando de lado
La reunión había salido de lo mejor, pero, aun así, Erick seguía de un humor terrible. Durante más de dos horas se había visto obligado a sonreír y actuar como si en realidad todo marchara de las mil maravillas en su vida, pero ahora que los clientes por fin se habían largado, podía darse el lujo de poner mala cara. Habían pasado dos días ya desde la irrupción de Louisa en su casa, y aunque hasta el momento no había tenido más noticias de ella, la conocía lo suficiente como para temer su silencio más que su presencia. No tenía ni idea de con qué podía salirle, así que se la había pasado todo el rato tratando de controlar la ansiedad que lo carcomía por dentro. — ¿Erick, tienes un minuto? Molesto por la interrupción, Erick estaba a punto de ponerse a gritar cuando, al mirar hacia la puerta de la sala de reuniones, se dio cuenta de que se trataba nada menos que de Garrick Hudson, su abogado personal y una de las personas más talentosas y profesionales que había conocido jamás. Era un
Justo cuando estaba a punto de rendirse, Olivia encontró por fin una oferta que prometía bastante. En un minúsculo cuadrito del último periódico que se había prometido revisar antes de tirar la toalla, encontró un anuncio que llamaba a todos los interesados en formar parte del turno de limpieza nocturno de nada menos que las oficinas Miller, en el centro mismo de la ciudad. Un edificio enorme e imponente al que Olivia se dirigía en aquel momento, luego de arreglarse y peinarse para la que bien podía ser su entrevista más importante hasta el momento. Solo le faltaba un año para terminar su carrera, y como había llegado por fin el momento en el que la cosa se hacía más cuesta arriba antes de mejorar, no podía darse el lujo de pasar más días sin dinero ni trabajo.Ni siquiera tenía auto, pues se había visto en la necesidad de vender su viejo escarabajo para poder costearse gran parte del último semestre, así que había tenido que pedirle prestado el auto a Trina, quien por suerte tenía pl
Cuando estaba estresado o preocupado por algo, Erick solía enfrascarse en el trabajo de tal forma que la madrugada lo sorprendía en la oficina, frente al computador con los ojos cansados pero la mente muy despierta, casi siempre sumergida de lleno en los negocios que reclamaban toda su atención, para así ahorrarse la mortificación de pensar en aquello que deseaba evitar. Estaba tan acostumbrado a su proceder, que nunca habría creído que pudiera llegar el momento en el que realmente odiara esa tendencia suya tan autodestructiva. Sin embargo, uno suele cambiar de perspectiva drásticamente cuando se queda encerrado en un ascensor, aunque Erick había tenido un poco de suerte en aquella ocasión, pues la mujer que iba con él era una realmente bonita. De hecho, era muy guapa y, en definitiva, lo único bueno de todo aquel asunto. Hacía tan solo unas horas que había recibido el mensaje más desagradable de toda su vida, de parte claro, de Louisa. En él, la mujer exponía claramente sus condici