CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

Cuando despertó, en un principio Olivia no recordaba nada de lo que había pasado. Creyendo que estaba acostada en la cama junto a Erick, se movió para buscar su calor, su cuerpo, y fue entonces, al notar la inusitada dureza bajo su cuerpo, que todas las imágenes acudieron en tropel a su cabeza, con tal fuerza que hasta incluso llegó a sentirse mareada y con nauseas. Abrió los ojos y se incorporó de golpe hasta quedar sentada, contemplando desde aquella posición la horrible habitación, sucia y desconocida, a la que había ido a parar.

— ¿Hola?—llamó, sintiendo que su garganta raspaba como papel de lija—. ¿Hay alguien ahí?

El silencio fue su única respuesta. Con las manos por delante de su cuerpo tanteó el aire para tratar de ubicarse un poco en medio de la semi oscuridad que lo cubría todo. Parpadeó varias veces para intentar que sus ojos se adaptasen al entorno, y fue entonces cuando reparó, con el corazón acelerado y el estómago encogido, en el cuerpo
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