La reunión había salido de lo mejor, pero, aun así, Erick seguía de un humor terrible. Durante más de dos horas se había visto obligado a sonreír y actuar como si en realidad todo marchara de las mil maravillas en su vida, pero ahora que los clientes por fin se habían largado, podía darse el lujo de poner mala cara. Habían pasado dos días ya desde la irrupción de Louisa en su casa, y aunque hasta el momento no había tenido más noticias de ella, la conocía lo suficiente como para temer su silencio más que su presencia. No tenía ni idea de con qué podía salirle, así que se la había pasado todo el rato tratando de controlar la ansiedad que lo carcomía por dentro.
— ¿Erick, tienes un minuto? Molesto por la interrupción, Erick estaba a punto de ponerse a gritar cuando, al mirar hacia la puerta de la sala de reuniones, se dio cuenta de que se trataba nada menos que de Garrick Hudson, su abogado personal y una de las personas más talentosas y profesionales que había conocido jamás. Era un tipo alto y fornido, de piel morena y ojos penetrantes que en aquellos momentos no transmitían nada bueno. Temiendo las noticias que Garrick pudiera llevar con él, Erick le hizo una seña para que entrase. — ¿Cómo ha ido la reunión?—preguntó el abogado, mientras se sentaba en la silla más cercana a la de Erick—. ¿Has conseguido por fin el contrato con los empresarios chinos? —Por fortuna sí—respondió Erick, mientras se apretaba el puente de la nariz con el índice y el pulgar, para tratar de mitigar un poco el creciente dolor de cabeza que no parecía tener intenciones de dejarlo en paz—. Tuvimos que regatear un poco, pero por fin conseguimos esos clientes. —Felicitaciones, hombre. Tenemos que salir a celebrarlo un día de estos. El tono de Garrick pretendía ser jovial, pero Erick lo conocía lo suficiente como para saber reconocer cuando tenía una mala noticia entre manos y se resistía a dársela. Cuando lo miró, pudo ver en sus ojos que tal vez la cosa era mucho peor de lo que había imaginado hasta el momento, así que decidió que era mejor salir de todo aquello cuanto antes. Era como quitarse un curita; debía hacerse de un tirón y sin pensarlo demasiado. —Dilo ya—le pidió a Garrick—. Sea lo que sea, dilo de una vez. —Es que no es bueno—replicó Garrick—. Esto no es nada bueno, amigo. —Ya me has dado noticias malas antes, ¿cuál puede ser la diferencia? —Esta…esta tiene que ver con tus hijos, con los gemelos. Mucho más alerta ahora, Erick se irguió en su asiento y miró al hombre frente a él. Ahora el dolor de cabeza se había ido, siendo sustituido por un frio tremendo producto del miedo, que le caló hasta los huesos y le hizo estremecer el corazón. Tratando de controlarse un poco, preguntó: — ¿Les pasó algo? ¿Están bien? —Tranquilo, tranquilo, no es lo que piensas—contestó Garrick, con lo que Erick sintió que el alma le volvía al cuerpo—. Ellos están bien, no les ha pasado nada. — ¿Entonces qué pasa? ¿Por qué tanto suspenso? —Es que…hace un par de horas me ha contactado el abogado de Louisa. — ¿Louisa tiene abogado? —Así parece—afirmó Garrick—. Y aunque no tengo ni idea de cómo ha podido pagarlo, parece uno bastante bueno que sabe lo que hace. Me ha dicho que Louisa quiere presentar una demanda en tu contra por la custodia total de los gemelos. En sus propias palabras, quiere arrebatarlos de tu vida para que más nunca puedas volver a verlos. Un pitido estridente y continuo llenó de pronto los oídos de Erick, quien tambaleante se levantó de su asiento y caminó hacia un mini bar que había cerca, y que normalmente solía usarse para servir champán o cualquier otra bebida a los clientes que se reunieran con él en la sala. En aquel momento, sin embargo, fue un tema mucho más personal, pues con manos temblorosas se sirvió un vaso de Whisky que se bebió de un solo tirón. Luego del segundo, cuando el ardor del licor ya había atenuado levemente la desagradable sorpresa que se acababa de llevar, se volteó hacia su abogado y le preguntó directamente: — ¿Puede hacerlo? ¿De verdad puede quitarme el derecho de ver a mis hijos? —Si impone una demanda por la custodia, y logra presentar pruebas que convenzan al juez de que no eres un buen padre, me temo que podría lograrlo. — ¿Y qué pasa con ella?—bramó Erick—. ¡Me fue infiel, m*****a sea! ¿Es que acaso no cuenta? —A estas alturas del partido, en realidad no mucho—respondió Garrick, quien con cada palabra que decía se iba viendo mucho más consternado—. En su momento no impusiste la demanda de divorcio por infidelidad porque no querías dañar la imagen de la madre de tus hijos, y como tampoco hay pruebas reales que puedan avalar lo que dices, cualquier juez con dos dedos de frente lo desestimaría. Furioso, Erick tomó el vaso con más fuerza y lo lanzó contra la pared más cercana, donde fue a estrellarse en un millón de minúsculos pedazos, regando el suelo de cristales rotos y licor. Su respiración se había vuelto irregular, y sentía la cara acalorada y sudorosa, por lo que hizo un gran esfuerzo por respirar profundo y calmarse. Si moría de un infarto, jamás podría solucionar aquel problema. — ¿Tengo alguna opción? ¿Algún chance?—le preguntó a Garrick, mientras volvía a tomar asiento para estar un poco más cerca de él—. Sé sincero conmigo, Garrick, te lo ruego. ¿De verdad crees que exista alguna posibilidad de que yo pueda ganar la custodia de los gemelos? Garrick Hudson era un hombre transparente y sincero como pocos, por lo que Erick sabía muy bien que de él no obtendría sino la verdad pura y dura, le gustase o no. Sin embargo, cuando los minutos comenzaron a pasar y seguía sin tener respuesta, comenzó a sentirse todavía más nervioso que antes, pues le dio por pensar que tal vez la cosa pintaba mucho peor de lo que hubiera creído. Decidió esperar y tener un poco de paciencia, pero cuando ya no pudo resistirlo más, explotó: — ¡Responde, hombre! Me estás matando con tanto misterio. —En realidad, sí hay algo—contestó al fin, después de regalarse unos segundos de silencio como para meditar sus palabras—. Aunque te conozco lo suficiente como para saber que no te gustará ni un poco. —No me importa—afirmó Erick—. Sea lo que sea, lo haré con los ojos cerrados si con eso puedo estar seguro de que no voy a perder a mis hijos. En aquella ocasión, fue Garrick quien se levantó. Con la confianza que años de trabajo y amistad habían creado entre Erick y él, se acercó al bar y se sirvió un trago bastante generoso. Tras tomárselo de dos golpes, dejó el vaso donde antes y por fin respondió: —Tendrías, básicamente, que volver a casarte. El primer instinto de Erick fue creer que se trataba de una broma de mal gusto, que encima llegaba en el peor momento posible. No obstante, cuando comprendió por la expresión de su amigo que hablaba muy en serio, se sintió realmente perdido; era como si Garrick hubiera comenzado a hablar un idioma extraño y desconocido de un momento a otro, dejándolo a él de lado sin poder enterarse de nada. — ¿Casarme de nuevo?—repitió—. ¿Y eso cómo demonios podría ayudarme a obtener la custodia de mis hijos? Luego de un segundo vaso de Whisky, Garrick dijo: —Creo que hasta tú mismo sabes que la ley suele amparar con especial fiereza a las mujeres que son madres, por lo que un hombre en tu caso tiene que usar todos los recursos a su alcance para demostrar que puede hacerse cargo de los niños. Si te presentaras ante un juez con una nueva esposa, y una familia conformada, bueno…creo que darías una impresión lo suficientemente buena como para que se inclinara por ti. — ¿Y con quién se supone que me casaría? —Lo ideal sería con una mujer desconocida, de bajo perfil, para que la cosa se vea un poco más creíble. Ambos tendrían que fingir que salen durante un par de meses, y luego comprometerse y casarse para darle más veracidad al asunto. La mujer en cuestión tendría que ser alguien que pudiera salir tan beneficiada del trato como tú, para tener plena seguridad que no te delatará. El pitido de antes había sido sustituido de golpe por una terrible sensación de mareo, no sabía si por el alcohol que había tomado, o por la cantidad tan grande de información que acababa de recibir. ¿De verdad tendría que valerse de una treta tan ridículamente novelesca para salvar su relación con sus hijos? Estaba más que dispuesto a hacer cualquier cosa por ellos, claro que sí, pero… ¿Y si no funcionaba? ¿Y si el engaño se descubría y al final todo empeoraba? Eran demasiadas las cosas que podían salir mal, y en un asunto tan importante como aquel, no podía arriesgarse como si nada. —Tú solo piénsalo, ¿de acuerdo?—le pidió Garrick, mientras se acercaba hasta él y le colocaba una mano en el hombro para tratar de reconfortarlo un poco—. Sé que es algo arriesgado y muy loco, pero ahora mismo es la única manera que se me ocurre para que puedas salir bien parado de esto. Sin embargo, comprendo que es una decisión muy importante, así que consúltalo esta noche con la almohada y ya luego de dices qué quieres hacer. Y vaya que tuvo oportunidad de consultarlo con la almohada, porque esa misma noche, a las tres y tanto de la madrugada, Erick seguía despierto, tendido boca arriba en su cama mientras se esforzaba por encontrar alguna solución, pidiendo, al mismo tiempo, que algún rayo divino cayera del cielo y le iluminara el pensamiento. Hasta ese punto había llegado su desesperación. Muchas eran las horas que había pasado tratando de conciliar el sueño, por lo que, cuando el reloj digital de su despertador marcó las cuatro de la mañana, se levantó por algo de tomar. En su camino hacia la cocina, sin embargo, cruzó frente a la puerta de la habitación que en su momento había pertenecido a los gemelos, y no pudiendo resistir la tentación, se olvidó de todo y entró. La habitación seguía exactamente igual a como estaba el día en que Louisa se marchó de la casa, llevándose consigo a los gemelos. Ahí estaban las cunas, los juguetes, e incluso uno que otro artículo personal y de aseo que había quedado olvidado por las prisas de su ex mujer. Mientras paseaba lentamente por todo el lugar, mirando y toqueteando una que otra cosa de forma distraída, Erick se abandonó a su propio dolor y comenzó a llorar de forma silenciosa, pues el duro camino que había tenido que recorrer para llegar al éxito le había enseñado que el mundo se rendía a los pies de aquellos hombres que se imponían ante sus sentimientos. Una lección que se le había grabado a fuego en la memoria, y que incluso en momentos como aquel le resultaba difícil ignorar. Mientras seguía rondando por la habitación como un alma en pena, se cruzó con una fotografía de los gemelos, y entonces no pudo hacer nada por controlarse. Terminó por comprender que estaba solo y no tenía por qué guardarse nada, así que cayó de rodillas al suelo y se dejó ir por completo. Chillando y maldiciendo por momentos, recordó las escenas más terribles de su niñez, propiciadas por un padre ausente y una madre desnaturalizada. El pensar que sus hijos pudieran correr la misma mala suerte que él, lo llenó de miedo, aunque al mismo tiempo le dio el valor necesario para decidirse por fin. Si tenía que volver a casarse y fingir una vida feliz para que sus hijos sí tuvieran una auténtica, lo haría sin importar las consecuencias… Cuando se trataba de los gemelos, Erick estaba dispuesto a todo.Justo cuando estaba a punto de rendirse, Olivia encontró por fin una oferta que prometía bastante. En un minúsculo cuadrito del último periódico que se había prometido revisar antes de tirar la toalla, encontró un anuncio que llamaba a todos los interesados en formar parte del turno de limpieza nocturno de nada menos que las oficinas Miller, en el centro mismo de la ciudad. Un edificio enorme e imponente al que Olivia se dirigía en aquel momento, luego de arreglarse y peinarse para la que bien podía ser su entrevista más importante hasta el momento. Solo le faltaba un año para terminar su carrera, y como había llegado por fin el momento en el que la cosa se hacía más cuesta arriba antes de mejorar, no podía darse el lujo de pasar más días sin dinero ni trabajo.Ni siquiera tenía auto, pues se había visto en la necesidad de vender su viejo escarabajo para poder costearse gran parte del último semestre, así que había tenido que pedirle prestado el auto a Trina, quien por suerte tenía pl
Cuando estaba estresado o preocupado por algo, Erick solía enfrascarse en el trabajo de tal forma que la madrugada lo sorprendía en la oficina, frente al computador con los ojos cansados pero la mente muy despierta, casi siempre sumergida de lleno en los negocios que reclamaban toda su atención, para así ahorrarse la mortificación de pensar en aquello que deseaba evitar. Estaba tan acostumbrado a su proceder, que nunca habría creído que pudiera llegar el momento en el que realmente odiara esa tendencia suya tan autodestructiva. Sin embargo, uno suele cambiar de perspectiva drásticamente cuando se queda encerrado en un ascensor, aunque Erick había tenido un poco de suerte en aquella ocasión, pues la mujer que iba con él era una realmente bonita. De hecho, era muy guapa y, en definitiva, lo único bueno de todo aquel asunto. Hacía tan solo unas horas que había recibido el mensaje más desagradable de toda su vida, de parte claro, de Louisa. En él, la mujer exponía claramente sus condici
— ¿Estás bien? Casi parece que hubieras visto un fantasma. Como en modo automático, y sin darse real cuenta de lo que hacía, luego de salir del ascensor Olivia había seguido con su trabajo, limpiando oficinas y escritorios sin poder creerse que acabara de tener una conversación tan cercana con nada menos que Erick Miller, el señor todopoderoso por quien ahora podría seguir pagando sus estudios… ¡Y encima mientras ambos estaban encerrados en un ascensor! Simplemente era algo demasiado grande para digerir, y estaba tan apenada por el tono tan informal y desinteresado con el que se había dirigido a su jefe, que sentía deseos de volver a buscarlo y pedirle disculpas, pero, por supuesto, no lo había hecho, y ahora ahí estaba…entregando su turno mientras Collin, su compañero, la miraba de arriba abajo, al mismo tiempo que trataba hacerla hablar. —Oye, de verdad me estás asustando—le siguió diciendo—. Llevas como quince minutos doblando y desdoblando el delantal sin parar, y no sé si quit
En cuanto Garrick entró en su oficina, Erick contuvo el aliento y lo miró, casi esperando que le soltara una mala noticia; nunca había sido especialmente dado a las fatalidades, pero aquellos últimos días habían terminado por ser tan convulsos y difíciles, que empezaba a acostumbrarse. Sin embargo, cuando miró a su abogado pudo ver en los ojos de éste un rayo de esperanza que le devolvió un poco de la tranquilidad que había ido perdiendo. Solo para no parecer tan desesperado como en realidad estaba, aguardó pacientemente a que Garrick terminara de entrar y se sentase frente a su escritorio. Una vez lo hubo hecho, le preguntó por fin: — ¿Me tienes algo? —Sí, yo diría que sí—respondió Garrick, quien no se veía tan tenso ni preocupado como últimamente. Otra buena señal. — ¿Buenas noticias o malas noticias? —Pues…yo diría que buenas—tomó su portafolio, lo abrió, y luego de depositar una carpeta entre ellos dos, agregó—: Admito que al principio no estaba muy seguro, pero parece que est
Un mes después de haber comenzado con su nuevo trabajo, Olivia estaba contenta. También un poco cansada, sí, pero principalmente contenta. Había tenido que hacer de tripas corazón para aprender cómo balancear su tiempo entre las clases y el deber y no morir en el intento, pero una vez le había tomado el hilo, le resultó pan comido. Comenzó a hacer muy buenas migas con Collin y sus amigos, pagó todas sus deudas, comenzó a reunir para un auto nuevo y, en general, puso algo de orden en el pequeño desastre en el que se había convertido su vida. Lo único malo, es que no había podido sacar a Erick Miller de su cabeza, ni de sus fantasías nocturnas, donde el muy condenado seguía paseándose cada tanto muy ufano, aun cuando ni siquiera lo había vuelto a ver desde aquella primera y única vez en el ascensor, por lo que se obligó a hacerse a la idea de que era lo mejor, y que en realidad su breve encuentro no había sido más que una casualidad de una en un millón…Sin embargo, justo cuando estaba
Minutos antes de su primera cita con Olivia, Erick descubrió que estaba mucho más nervioso de lo que habría esperado estar, lo que, al mismo tiempo, lo hacía sentirse como un estúpido. Aquella no era, por supuesto, la primera vez que se veía a sí mismo en una situación como esa. Antes de casarse con Louisa, habían sido muchas las mujeres con las que había salido a comer, a bailar o al teatro; no le gustaba presumir, pero sus citas siempre solían ser un rotundo éxito, lo que le había concedido una confianza enorme que no había hecho sino crecer conforme el tiempo iba pasando. Ahora, sin embargo, no podía dejar de sentirse como un preadolescente asustadizo y temeroso, con las manos cubiertas de sudor y el corazón acelerado por lo que estaba a punto de pasar. Le gustaba decirse a sí mismo que era por todo el tema de la custodia de sus hijos y lo importante que aquella treta era, pero la verdad es que el simple hecho de ver a Olivia de nuevo también tenía mucho que ver. Frente al espejo,
— ¡No puedo creer que no me lo hayas contado! El desayuno de Olivia fue brutalmente interrumpido cuando un periódico, como salido de la nada, fue a caer sobre la mesa justo cuando ella pretendía llevarse a la boca apenas su segunda cucharada de cereal. Tras dejar el bol de lado y levantar la vista para mirar la furiosa expresión de Trina, se concentró en el periódico y, al ver la fotografía a todo color que ocupaba cómodamente la primera plana, sintió que se le helaba la sangre, aunque al mismo tiempo fue como si un músculo se le contrajera de forma deliciosa en la parte baja del abdomen. En realidad, era un collage de varias fotografías, todas de ella y de Erick durante la que había sido su primera cita. Ambos riendo en la mesa…, tomándose de la mano…, saliendo juntos del local…ella, Olivia, despidiéndose con un beso en la mejilla...Ya sabía, por su puesto, que la cita en sí no había sido más que una farsa para provocar que la noticia de su relación saliera a la luz, pero, aun así,
Quince minutos después de haber colgado, Erick seguía con el teléfono pegado a la oreja, tratando de descubrir por qué demonios había dicho aquello. Olivia era hermosa, sí, y definitivamente salía más que favorecida en la fotografía del periódico, pero eso era algo que él había planeado mantener para sí mismo. No estaba entre sus planes ni llamarla, ni mucho menos lanzarle cumplidos como si tal cosa. Sin embargo…ahí estaba él, haciendo de romeo barato con la mujer con la que únicamente podría tener una relación estrictamente profesional, nada más. Ella podía ser hermosa, y sexy, y candente (cosas que, por supuesto, sí que era) pero no por ello podía ni debía hacérselo saber. Tenían un trato, y únicamente se relacionarían conforme a lo planeado. Suspirando, dejó el teléfono sobre la mesa y trató de centrarse de nuevo en el trabajo, pese a que se le hacía demasiado difícil, pues su cabeza no paraba de volver una y otra vez a la breve conversación que acababa de mantener con Olivia, y p