Cuando estaba estresado o preocupado por algo, Erick solía enfrascarse en el trabajo de tal forma que la madrugada lo sorprendía en la oficina, frente al computador con los ojos cansados pero la mente muy despierta, casi siempre sumergida de lleno en los negocios que reclamaban toda su atención, para así ahorrarse la mortificación de pensar en aquello que deseaba evitar. Estaba tan acostumbrado a su proceder, que nunca habría creído que pudiera llegar el momento en el que realmente odiara esa tendencia suya tan autodestructiva. Sin embargo, uno suele cambiar de perspectiva drásticamente cuando se queda encerrado en un ascensor, aunque Erick había tenido un poco de suerte en aquella ocasión, pues la mujer que iba con él era una realmente bonita. De hecho, era muy guapa y, en definitiva, lo único bueno de todo aquel asunto.
Hacía tan solo unas horas que había recibido el mensaje más desagradable de toda su vida, de parte claro, de Louisa. En él, la mujer exponía claramente sus condiciones, que se reducían básicamente a una sola cosa: el dinero. Según le decía, estaba dispuesta a desistir de sus intenciones de quitarle la custodia de los niños, siempre y cuando Erick accediera a darle el control total del fondo de dos millones anuales que había preparado para sus hijos. Tenía tres meses para decidir, y aunque sonaba como mucho tiempo, la verdad es que ya sentía la presión. Por un lado, temía perder para siempre el contacto con sus pequeños, mientras que por el otro se sentía reacio a darle el dinero a Louisa, pues sabía que solo estaría alimentando sus caprichos. Garrick le había dicho que el mensaje podría servir como prueba en el juicio, pero el saberse con algo de su parte no lo había calmado lo suficiente, así que había decidido volcarse como tantas otras veces en su trabajo. Y ahora, ahí estaba, encerrado en un ascensor en mitad de la noche, en compañía de una mujer hermosa que lucía más nerviosa con cada segundo que pasaba. — ¿Se encuentra bien?—le preguntó Erick, al ver que la mujer se retorcía las manos con violencia. —Sí, sí, estoy…estoy bien—respondió ella, con voz nerviosa, sin dejar de retorcerse las manos y mirar frenéticamente todo cuanto la rodeaba. —Disculpe que se lo diga, pero no parece estar precisamente bien. Cuando ella lo miró, Erick sintió que su pecho era de pronto golpeado por una punzada. En los hermosos ojos de aquella mujer se arremolinaba un miedo tan denso y profundo, que Erick se sintió sobrepasado por su deseo de cuidarla y hacerla sentir cómoda. Luego, cuando se dio cuenta del ritmo tan desbocado que de un momento a otro habían adquirido sus pensamientos, logró calmarse un poco y se dijo que no pasaba nada si le hacía un poco de conversación para que se distrajera, eso mientras se solucionaba el desperfecto del ascensor. —Es que no me gustan los espacios cerrados, ¿sabe?—respondió por fin la mujer, cuyo rostro se veía pálido a pesar de estar bañado por la mortecina luz de emergencia. — ¿Es claustrofóbica? —No creo, no. —Pues si no es, se le parece bastante. Esta vez, fue ella quien se echó a reír, con lo que Erick pudo relajarse, pues al menos con eso sabía que por lo pronto la mujer a su lado no caería presa del histerismo. No obstante, también se dio cuenta de lo bonita que se veía su inesperada compañera cuando reía de esa forma, tan despreocupada, tan libre, tan…bueno, eso. Se veía muy bonita mientras se reía, pero no por ello tenía que quedarse mirándola como un completo imbécil, así que se obligó a apartar la mirada mientras ella recuperaba poco a poco la seriedad. —Por cierto, soy Olivia—se presentó poco después. Erick estaba a punto de decirle su nombre cuando las luces volvieron de golpe y el ascensor al completo se estremeció, como queriendo ponerse en marcha. Sin embargo, apenas habían pasado unos pocos segundos cuando todo volvió a quedar estático y bañado por aquella horrenda luz roja que no paraba de parpadear cada tanto. — ¿Qué ha sido eso?—preguntó la mujer, Olivia, mientras poco a poco volvía a caer en su nerviosismo—. ¿Se va…se puede llegar a caer esta cosa? —No, claro que no—respondió Erick, pese a que, de hecho, esa era una probabilidad. Una muy remota, pero aun así contaba—. Están tratando de reparar la falla y por eso se han encendido las luces. Seguro que dentro de poco lo arreglan. — ¿Cree que vayamos a pasar mucho tiempo aquí? —No sabría decirle—Erick la miró, y al darse cuenta de que estaba sudando todavía más, no pudo evitar aconsejarla—: Aunque yo le diría que se quite ese delantal por el momento, a menos que quiera morir calcinada aquí dentro. La mujer se dedicó a mirarlo con ojos abiertos como platos durante algunos segundos, hasta que se percató del consejo que acababa de recibir y decidió ponerlo en práctica. Una vez despojada del delantal de limpieza, Erick pudo ver que debajo llevaba puesto un bonito conjunto que la hacía ver aún más hermosa de lo que se veía antes. Y más importante aún, lucía también mucho más joven, por lo que no pudo evitar preguntar: — ¿Qué edad tiene? Cuando la mujer volvió a mirarlo, ésta vez con la pregunta claramente escrita en el rostro, Erick le explicó: —Luce muy joven para ser del personal de limpieza. —No sabía que había un mínimo de edad requerida. —En realidad no la hay, no—respondió Erick—. Es solo que uno esperaría ver a jóvenes como usted estudiando, o trabajando en otras cosas. —Mi compañero de turno, Collin, es más o menos de mi edad. — ¿De verdad?—Erick estaba sorprendido, pues hasta el momento no tenía conocimiento de que personas tan jóvenes ocuparan aquellos cargos en su empresa—. No lo sabía… En el breve silencio que siguió, Erick se encontró sintiéndose un tanto avergonzado, pues siempre había pensado que un jefe que no conociera a fondo a sus empleados no era más que una farsa, y ahora resultaba que, de hecho, él mismo lo era. En su interior, se prometió que en cuanto lograse salir del atolladero en el que Louisa lo había metido, se encargaría de darles a todos sus empleados la atención que se merecían. —Y no es que importe, pero sí lo hago—dijo entonces Olivia. — ¿Cómo dice?—preguntó Erick, quien había perdido un poco el hilo de la conversación. Con una sonrisa, Olivia explicó: —Estudio derecho en la universidad de Nueva York. Y justamente por eso es que tomé este trabajo, porque me permite costearme gastos de alquiler y, en general, todos los gastos que conlleva estudiar una carrera como la mía. Aunque no quiso admitírselo, ante aquella avalancha de información una corazonada se instaló en el pecho de Erick, como un aviso de que aquella chica era la que, sin saberlo, había estado buscando. Esa que, según Garrick, podría verse tan beneficiada como él de un matrimonio falso…pero no, definitivamente no. Se veía a leguas de distancia que aquella mujer era una persona centrada y muy enfocada en sus responsabilidades, y seguramente tenía novio o prometido, por lo que no podía aceptar la propuesta. Y Erick, por supuesto, no estaba pensando en hacerla. — ¿Y usted cómo se llama?—inquirió entonces la mujer, con una sonrisilla que a Erick le provocó cierto cosquilleo en la parte baja del abdomen. Estaba otra vez a punto de decírselo cuando todo volvió a la normalidad. Las luces de emergencia dieron paso a las normales, el ascensor volvió a estar en funcionamiento y en poco tiempo, las puertas frente a ellos se abrieron en el piso al que Olivia había querido ir desde el principio. Con un suspiro de alivio, se puso el delantal, y luego de cruzar el umbral de la puerta, se volvió hacia Erick y lo miró fijamente durante algunos segundos, mientras esperaba que las puertas se volvieran a cerrar. —No me ha dicho todavía cómo se llama—le recordó con una sonrisa. — ¿De verdad importa tanto?—respondió Erick, quien, sin darse cuenta, había comenzado a corresponderle a su sonrisa—. ¿Por qué está tan interesada? —No es que esté especialmente interesada, y tampoco es que importe mucho. — ¿Y entonces? —Es solo que le acabo de obsequiar un buen resumen de mi vida sin siquiera conocerlo, y pensé que al menos podría tener la amabilidad de decirme su nombre. Era, por supuesto, una razón más que válida, pero aún y con todo eso Erick decidió esperar un poco antes de ceder, pues sospechaba que tras decirle su nombre, la mujer frente a él se sentiría un tanto cohibida, ya que le había contado su vida nada menos que a su jefe principal, el dueño y creador de las empresas que acababan de emplearla para que pudiera costear sus estudios. Y no es que quisiera presumir, es solo que había terminado por tomarle gusto a aquella atmosfera ligeramente amistosa que había entre ellos dos, y no quería matarla tan rápido. —Bueno, ya me doy cuenta de que su nombre no es algo que quiera ventilar así como así—observó la chica, al darse cuenta de que las puertas del ascensor habían comenzado a cerrarse y Erick seguía sin decirle su nombre. Sonaba ligeramente decepcionada, pero a pesar de ello se quedó frente a las puertas, como si quisiera mantener viva la esperanza hasta el último momento. Y Erick, quien de pronto se había convertido en un niño juguetón, esperó también hasta el último segundo, y cuando las puertas estaban casi que cerradas y solo quedaba una mísera rendija por la que apenas y se podían ver, la miró a los ojos y dijo por fin: —Mi nombre es Erick Miller, y ha sido un gusto conocerla, Olivia.— ¿Estás bien? Casi parece que hubieras visto un fantasma. Como en modo automático, y sin darse real cuenta de lo que hacía, luego de salir del ascensor Olivia había seguido con su trabajo, limpiando oficinas y escritorios sin poder creerse que acabara de tener una conversación tan cercana con nada menos que Erick Miller, el señor todopoderoso por quien ahora podría seguir pagando sus estudios… ¡Y encima mientras ambos estaban encerrados en un ascensor! Simplemente era algo demasiado grande para digerir, y estaba tan apenada por el tono tan informal y desinteresado con el que se había dirigido a su jefe, que sentía deseos de volver a buscarlo y pedirle disculpas, pero, por supuesto, no lo había hecho, y ahora ahí estaba…entregando su turno mientras Collin, su compañero, la miraba de arriba abajo, al mismo tiempo que trataba hacerla hablar. —Oye, de verdad me estás asustando—le siguió diciendo—. Llevas como quince minutos doblando y desdoblando el delantal sin parar, y no sé si quit
En cuanto Garrick entró en su oficina, Erick contuvo el aliento y lo miró, casi esperando que le soltara una mala noticia; nunca había sido especialmente dado a las fatalidades, pero aquellos últimos días habían terminado por ser tan convulsos y difíciles, que empezaba a acostumbrarse. Sin embargo, cuando miró a su abogado pudo ver en los ojos de éste un rayo de esperanza que le devolvió un poco de la tranquilidad que había ido perdiendo. Solo para no parecer tan desesperado como en realidad estaba, aguardó pacientemente a que Garrick terminara de entrar y se sentase frente a su escritorio. Una vez lo hubo hecho, le preguntó por fin: — ¿Me tienes algo? —Sí, yo diría que sí—respondió Garrick, quien no se veía tan tenso ni preocupado como últimamente. Otra buena señal. — ¿Buenas noticias o malas noticias? —Pues…yo diría que buenas—tomó su portafolio, lo abrió, y luego de depositar una carpeta entre ellos dos, agregó—: Admito que al principio no estaba muy seguro, pero parece que est
Un mes después de haber comenzado con su nuevo trabajo, Olivia estaba contenta. También un poco cansada, sí, pero principalmente contenta. Había tenido que hacer de tripas corazón para aprender cómo balancear su tiempo entre las clases y el deber y no morir en el intento, pero una vez le había tomado el hilo, le resultó pan comido. Comenzó a hacer muy buenas migas con Collin y sus amigos, pagó todas sus deudas, comenzó a reunir para un auto nuevo y, en general, puso algo de orden en el pequeño desastre en el que se había convertido su vida. Lo único malo, es que no había podido sacar a Erick Miller de su cabeza, ni de sus fantasías nocturnas, donde el muy condenado seguía paseándose cada tanto muy ufano, aun cuando ni siquiera lo había vuelto a ver desde aquella primera y única vez en el ascensor, por lo que se obligó a hacerse a la idea de que era lo mejor, y que en realidad su breve encuentro no había sido más que una casualidad de una en un millón…Sin embargo, justo cuando estaba
Minutos antes de su primera cita con Olivia, Erick descubrió que estaba mucho más nervioso de lo que habría esperado estar, lo que, al mismo tiempo, lo hacía sentirse como un estúpido. Aquella no era, por supuesto, la primera vez que se veía a sí mismo en una situación como esa. Antes de casarse con Louisa, habían sido muchas las mujeres con las que había salido a comer, a bailar o al teatro; no le gustaba presumir, pero sus citas siempre solían ser un rotundo éxito, lo que le había concedido una confianza enorme que no había hecho sino crecer conforme el tiempo iba pasando. Ahora, sin embargo, no podía dejar de sentirse como un preadolescente asustadizo y temeroso, con las manos cubiertas de sudor y el corazón acelerado por lo que estaba a punto de pasar. Le gustaba decirse a sí mismo que era por todo el tema de la custodia de sus hijos y lo importante que aquella treta era, pero la verdad es que el simple hecho de ver a Olivia de nuevo también tenía mucho que ver. Frente al espejo,
— ¡No puedo creer que no me lo hayas contado! El desayuno de Olivia fue brutalmente interrumpido cuando un periódico, como salido de la nada, fue a caer sobre la mesa justo cuando ella pretendía llevarse a la boca apenas su segunda cucharada de cereal. Tras dejar el bol de lado y levantar la vista para mirar la furiosa expresión de Trina, se concentró en el periódico y, al ver la fotografía a todo color que ocupaba cómodamente la primera plana, sintió que se le helaba la sangre, aunque al mismo tiempo fue como si un músculo se le contrajera de forma deliciosa en la parte baja del abdomen. En realidad, era un collage de varias fotografías, todas de ella y de Erick durante la que había sido su primera cita. Ambos riendo en la mesa…, tomándose de la mano…, saliendo juntos del local…ella, Olivia, despidiéndose con un beso en la mejilla...Ya sabía, por su puesto, que la cita en sí no había sido más que una farsa para provocar que la noticia de su relación saliera a la luz, pero, aun así,
Quince minutos después de haber colgado, Erick seguía con el teléfono pegado a la oreja, tratando de descubrir por qué demonios había dicho aquello. Olivia era hermosa, sí, y definitivamente salía más que favorecida en la fotografía del periódico, pero eso era algo que él había planeado mantener para sí mismo. No estaba entre sus planes ni llamarla, ni mucho menos lanzarle cumplidos como si tal cosa. Sin embargo…ahí estaba él, haciendo de romeo barato con la mujer con la que únicamente podría tener una relación estrictamente profesional, nada más. Ella podía ser hermosa, y sexy, y candente (cosas que, por supuesto, sí que era) pero no por ello podía ni debía hacérselo saber. Tenían un trato, y únicamente se relacionarían conforme a lo planeado. Suspirando, dejó el teléfono sobre la mesa y trató de centrarse de nuevo en el trabajo, pese a que se le hacía demasiado difícil, pues su cabeza no paraba de volver una y otra vez a la breve conversación que acababa de mantener con Olivia, y p
Olivia nunca había ido a la ópera, y aunque la verdad tampoco había deseado hacerlo, ahora que por fin se le presentaba la oportunidad de asistir a una de aquellas maravillosas y opulentas funciones…estaba emocionada, por decir lo menos. Mientras se arreglaba frente al espejo, tratando de sentirse cómoda en el carísimo vestido que Erick Miller le había regalado para la ocasión, se dio cuenta de que bien podría no haberse puesto colorete y habría dado exactamente igual, pues, de la emoción, sus mejillas habían adquirido un poderoso tono sonrosado que no había menguado ni un ápice. Según el plan que Garrick, el abogado, había hecho, aquella sería la primera fotografía que les harían besándose, algo que Olivia trataba de ver como normal, un suceso banal y sin demasiada importancia que no era más que parte del trabajo, cuando lo cierto era que, cada vez que pensaba en sus labios sobre los de Erick…bueno, basta con decir que el rubor en sus mejillas aumentaba de intensidad. —Estás muy gua
Habían pasado varios días ya, y Erick se encontraba incapaz de dejar de pensar en el fugaz beso que le había dado a Olivia, lo que era por completo un absurdo, pues ni siquiera había sido un beso con todas las reglas. Sus labios apenas y se habían rosado, pero aun así sentía como si aquel mínimo contacto de su boca con la de ella le hubiera dejado un reguero de fuego que no hacía más que crecer y crecer con cada segundo que pasaba. A menudo, se había sorprendido a sí mismo no solo pensando en ella y en el beso que se habían dado, sino también imaginando distintos escenarios que solo podrían existir dentro de su cabeza: Olivia y él en una cena solo para dos…Olivia y él conversando y riendo con pocas luces, y luego con poca ropa…Besándose, besándose de verdad…Tocándose, explorándose, gimiendo cada uno en la boca del otro mientras se despojaban de la ropa que se interponía entre ellos, impidiendo que el calor de sus cuerpos se fundiera en uno solo…—Papi, ¿estás bien? Tomado por so