Quince minutos después de haber colgado, Erick seguía con el teléfono pegado a la oreja, tratando de descubrir por qué demonios había dicho aquello. Olivia era hermosa, sí, y definitivamente salía más que favorecida en la fotografía del periódico, pero eso era algo que él había planeado mantener para sí mismo. No estaba entre sus planes ni llamarla, ni mucho menos lanzarle cumplidos como si tal cosa. Sin embargo…ahí estaba él, haciendo de romeo barato con la mujer con la que únicamente podría tener una relación estrictamente profesional, nada más. Ella podía ser hermosa, y sexy, y candente (cosas que, por supuesto, sí que era) pero no por ello podía ni debía hacérselo saber. Tenían un trato, y únicamente se relacionarían conforme a lo planeado. Suspirando, dejó el teléfono sobre la mesa y trató de centrarse de nuevo en el trabajo, pese a que se le hacía demasiado difícil, pues su cabeza no paraba de volver una y otra vez a la breve conversación que acababa de mantener con Olivia, y p
Olivia nunca había ido a la ópera, y aunque la verdad tampoco había deseado hacerlo, ahora que por fin se le presentaba la oportunidad de asistir a una de aquellas maravillosas y opulentas funciones…estaba emocionada, por decir lo menos. Mientras se arreglaba frente al espejo, tratando de sentirse cómoda en el carísimo vestido que Erick Miller le había regalado para la ocasión, se dio cuenta de que bien podría no haberse puesto colorete y habría dado exactamente igual, pues, de la emoción, sus mejillas habían adquirido un poderoso tono sonrosado que no había menguado ni un ápice. Según el plan que Garrick, el abogado, había hecho, aquella sería la primera fotografía que les harían besándose, algo que Olivia trataba de ver como normal, un suceso banal y sin demasiada importancia que no era más que parte del trabajo, cuando lo cierto era que, cada vez que pensaba en sus labios sobre los de Erick…bueno, basta con decir que el rubor en sus mejillas aumentaba de intensidad. —Estás muy gua
Habían pasado varios días ya, y Erick se encontraba incapaz de dejar de pensar en el fugaz beso que le había dado a Olivia, lo que era por completo un absurdo, pues ni siquiera había sido un beso con todas las reglas. Sus labios apenas y se habían rosado, pero aun así sentía como si aquel mínimo contacto de su boca con la de ella le hubiera dejado un reguero de fuego que no hacía más que crecer y crecer con cada segundo que pasaba. A menudo, se había sorprendido a sí mismo no solo pensando en ella y en el beso que se habían dado, sino también imaginando distintos escenarios que solo podrían existir dentro de su cabeza: Olivia y él en una cena solo para dos…Olivia y él conversando y riendo con pocas luces, y luego con poca ropa…Besándose, besándose de verdad…Tocándose, explorándose, gimiendo cada uno en la boca del otro mientras se despojaban de la ropa que se interponía entre ellos, impidiendo que el calor de sus cuerpos se fundiera en uno solo…—Papi, ¿estás bien? Tomado por so
Cuando Erick finalmente apareció, Olivia tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para no reírse ante el poema en que se convirtió la cara de Collin, quien ni siquiera le había creído cuando le contó que estaba saliendo con nada menos que el jefe. Aunque la verdadera tortura para Olivia comenzó cuando tuvo que acercarse a Erick y saludarlo con nada menos que un afectuoso beso en la boca. Por su puesto, lo difícil del asunto no provenía del beso en sí, ni mucho menos, sino del hecho de que tenía que fingir ante los demás que lo disfrutaba, mientras que, al mismo tiempo, tenía que lograr que Erick no se diera cuenta que, de hecho, sí lo hacía. Una vez terminó el saludo y los latidos de su corazón recobraron un ritmo más o menos normal, tomó a su supuesto novio de la mano y lo llevó hasta donde estaban sus amigos. Una vez superada la sorpresa inicial de tener entre ellos al más famoso y codiciado multimillonario de toda la ciudad, los amigos de Olivia recibieron con los brazos abiertos al qu
Para cuando finalmente llegaron a la puerta de su casa, Erick estaba tan nervioso que ni siquiera podía hablar. Silencioso como una estatua, y tratando al mismo tiempo de que el temblor de sus manos no lo delatase, tomó las llaves de su bolsillo y abrió la puerta lo más rápido que pudo. Él entró primero, y tras plantar en sus labios una sonrisa que pretendía pasar por un gesto amistoso y despreocupado, se valió de un ademán pomposo y cursi para ofrecerle el paso a Olivia, quien sin disimulo alguno (cosa que le encantó), de inmediato se dedicó a observar con atención todo cuanto la rodeaba. —Bienvenida a mi humilde hogar—le dijo Erick mientras cerraba la puerta tras ella.— ¿Humilde?—graznó Olivia, con la risa tejida entre su voz—. Disculpa que te lo diga, pero esta casa es de todo menos humilde. —Bueno, la verdad es que no me gusta hacer alarde de lo que tengo. —Bien por ti, porque la verdad no me gustan para nada los hombre demasiado pagados de sí mismos. Lo dijo como un comentar
Mucho más rápido de lo que Olivia hubiera creído, el tiempo comenzó a pasar frente a ella sin piedad, y en un abrir y cerrar de ojos tuvo justo encima la fecha de la boda que habría de consumar por fin aquella farsa. Pese a que nunca había sido de esas mujeres que fantasean con el día de su boda desde que tienen uso de razón, una parte más bien pequeña de ella misma siempre había ambicionado algo de ensueño; pequeño, sencillo y a su manera, pero de ensueño de todas formas. En las pocas veces que se había permitido pensar en aquel momento, siempre se había visto a sí misma con un vestido hermoso, blanco y perfecto, caminando hacia el altar de la iglesia de su ciudad natal de la mano de su padre, quien estaba feliz de entregarla a un hombre trabajador que más de una vez le había demostrado lo mucho que la amaba. Pero como el destino casi siempre suele trabajar de formas misteriosas, ahí estaba ella, justo con lo que nunca había pedido: con un vestido sencillo e impersonal, en una capil
Mientras el Jet atravesaba tranquilamente un banco de nubes densas y blancas como el mismo algodón, Erick se dedicó a reñirse con fuerza, tratando de borrar de sus labios la estúpida sonrisa de felicidad que se le había quedado pegada desde que había visto a Olivia caminar hacia él en el altar. En ese momento había estado bien que sonriera, pues se estaba casando y se suponía que debía verse como un novio feliz y emocionado, pero ahora que estaba solo, no tenía por qué seguir aparentando. El problema real, claro, era que no estaba aparentando nada, pues una parte de él (una parte mucho más grande de lo que estaba dispuesto a admitir) se sentía realmente emocionada de que ahora Olivia fuese su esposa. Había sido esa misma parte, de hecho, la que lo había impulsado a darle aquel tremendo beso de telenovela, así como había sido ella también la culpable de que no hubiera podido apartar la mirada de Olivia durante todo el vuelo. Olivia, su ahora esposa, quien se había quedado profundamente
El vuelo había sido tranquilo, a excepción de la pesadilla que la había despertado, con lo que Olivia no pudo sino preguntarse por qué demonios aquellos sueños tan terribles volvían justo en el momento en que se permitía a sí misma relajarse un poco y disfrutar. Como cada vez, las imágenes en su cabeza eran demasiado claras para olvidarse de ellas fácilmente, aunque había decidido fingir desorientación ante Erick para tratar de salvar cualquier metedura de pata que hubiera podido decir de forma inconsciente, pues sabía que si él se enteraba de ese pequeño detalle de su vida que había ocultado, sería terrible. Puede que incluso quisiera terminar su trato antes de tiempo, y la verdad sea dicha, Olivia había empezado a acostumbrarse demasiado a su presencia como para renunciar a ella de forma tan abrupta. Sabía muy bien que en algún momento tendría que hacerlo, pero mientras ese momento llegaba, quería disfrutar cuanto pudiera. Y vaya que lo estaba haciendo, porque aunque un lugar tan h