Mucho más rápido de lo que Olivia hubiera creído, el tiempo comenzó a pasar frente a ella sin piedad, y en un abrir y cerrar de ojos tuvo justo encima la fecha de la boda que habría de consumar por fin aquella farsa. Pese a que nunca había sido de esas mujeres que fantasean con el día de su boda desde que tienen uso de razón, una parte más bien pequeña de ella misma siempre había ambicionado algo de ensueño; pequeño, sencillo y a su manera, pero de ensueño de todas formas. En las pocas veces que se había permitido pensar en aquel momento, siempre se había visto a sí misma con un vestido hermoso, blanco y perfecto, caminando hacia el altar de la iglesia de su ciudad natal de la mano de su padre, quien estaba feliz de entregarla a un hombre trabajador que más de una vez le había demostrado lo mucho que la amaba. Pero como el destino casi siempre suele trabajar de formas misteriosas, ahí estaba ella, justo con lo que nunca había pedido: con un vestido sencillo e impersonal, en una capil
Mientras el Jet atravesaba tranquilamente un banco de nubes densas y blancas como el mismo algodón, Erick se dedicó a reñirse con fuerza, tratando de borrar de sus labios la estúpida sonrisa de felicidad que se le había quedado pegada desde que había visto a Olivia caminar hacia él en el altar. En ese momento había estado bien que sonriera, pues se estaba casando y se suponía que debía verse como un novio feliz y emocionado, pero ahora que estaba solo, no tenía por qué seguir aparentando. El problema real, claro, era que no estaba aparentando nada, pues una parte de él (una parte mucho más grande de lo que estaba dispuesto a admitir) se sentía realmente emocionada de que ahora Olivia fuese su esposa. Había sido esa misma parte, de hecho, la que lo había impulsado a darle aquel tremendo beso de telenovela, así como había sido ella también la culpable de que no hubiera podido apartar la mirada de Olivia durante todo el vuelo. Olivia, su ahora esposa, quien se había quedado profundamente
El vuelo había sido tranquilo, a excepción de la pesadilla que la había despertado, con lo que Olivia no pudo sino preguntarse por qué demonios aquellos sueños tan terribles volvían justo en el momento en que se permitía a sí misma relajarse un poco y disfrutar. Como cada vez, las imágenes en su cabeza eran demasiado claras para olvidarse de ellas fácilmente, aunque había decidido fingir desorientación ante Erick para tratar de salvar cualquier metedura de pata que hubiera podido decir de forma inconsciente, pues sabía que si él se enteraba de ese pequeño detalle de su vida que había ocultado, sería terrible. Puede que incluso quisiera terminar su trato antes de tiempo, y la verdad sea dicha, Olivia había empezado a acostumbrarse demasiado a su presencia como para renunciar a ella de forma tan abrupta. Sabía muy bien que en algún momento tendría que hacerlo, pero mientras ese momento llegaba, quería disfrutar cuanto pudiera. Y vaya que lo estaba haciendo, porque aunque un lugar tan h
Tener sus manos sobre Olivia de aquella forma, fue lo mejor y al mismo tiempo lo peor que podría haberle pasado a Erick; una delicia pero también una completa y absoluta tortura, pues mientras se dedicaba a instruirla y enseñarla a flotar, también tenía que aparentar como si el corazón no le latiera a mil por hora, y eso sin contar la palpitante y dolorosa erección que amenazaba con rasgar su traje de baño. Por suerte para él, resultó que Olivia era una mejor alumna de lo que hubiera creído, y en poco tiempo le agarró el truco a la cosa; no es como si hubiera aprendido a nadar de un momento a otro, pero al menos encontró la forma de no hundirse, con lo que Erick pudo apartar las manos de ellas, no porque de verdad quisiera hacer algo como aquello, sino porque sabía que era lo correcto.Pasaron una tarde realmente hermosa, chapoteando un poco en el agua y hablando más que nada con los ojos, pues tanto uno como otro estaban demasiado encantados con el entorno como para dañarlo con palab
Solo cuando estuvo de vuelta en la habitación, fue que Olivia recordó que debía dormir en la misma cama con Erick. El mismo Erick que ahora era su marido, pero que al mismo tiempo parecía no querer tener nada que ver con ella, a juzgar por lo nervioso que se puso en cuanto ambos se hallaron solos en la recamara. Era evidente que no hallaba la forma de decirle que no tenía ni tiempo ni ganas de continuar lo que habían dejado a medias aquella vez, así que Olivia, tomando la delantera y aguantándose la decepción que aquello le causaba, le dijo: —Si quieres, puedo tender un par de mantas en el suelo o… Pero se detuvo en cuanto vio la expresión que dominaba el rostro de Erick. — ¿Qué dices?—le preguntó éste—. ¿Por qué ibas a hacer eso si aquí en frente tienes una cama en perfectas condiciones? Cada vez más avergonzada con aquella situación, Olivia hizo de tripas corazón para reunir todo el valor que pudo antes de explicarle: —Es que yo…bueno, pensé que tal vez no querías dormir en
Al despertar, el primer pensamiento de Erick fue creer que todo lo que había pasado la noche anterior había sido un sueño. Uno especialmente excitante, pasional y entrañable, sí, pero un sueño al fin y al cabo. No obstante, en cuanto se dio la vuelta en la cama y vio que Olivia seguía a su lado, desnuda, profundamente dormida y más hermosa que nunca, comprobó que todo había sido real. Un descubrimiento que lo hizo sonreír, al mismo tiempo que le aceleraba los latidos del corazón, que de un momento a otro parecía haberse convertido en un tambor salvaje y desenfrenado. Se quedó observando a la hermosa mujer a su lado durante un buen rato, y cuando sintió que sus deseos de acariciarla y besarla eran demasiado fuertes, se levantó con sigilo de la cama, pues no quería despertarla todavía. Se encerró en el cuarto de baño, y tras darse una ducha de agua fría para terminar de despertar, se envolvió en uno de los albornoces que el resort daba como regalo y tomó el teléfono de la habitación.
Tener que volver a la realidad después de pasar una semana entera nada menos que en Hawái, representó un golpe mucho más duro de lo que Olivia hubiera creído, y más aun teniendo en cuenta las circunstancias que los habían obligado a ella y a Erick a reducir un viaje que, en un principio, estaba planeado para dos semanas enteras. El mensaje de Louisa había sido como un enorme puñetazo de realidad justo en la boca del estómago, y si para ella había sido difícil tener que recordar la naturaleza del trato que tenía con Erick, no quería ni imaginarse lo terrible que había sido para él recordar una vez más que estaba a punto de perder a sus hijos para siempre. Luego de haberse entregado por fin al deseo que ambos compartían, su relación se había vuelto mucho más abierta, profunda y, en general, ahora gozaban de una confianza que antes no existía. Hablaban de lo que fuera, y si bien es cierto que no se habían atrevido a tocar el tema del trato que los unía, su naturaleza y el hecho de que
Por las mañanas, a Erick Miller le gustaba contemplar la ciudad. Todos los días, sin excepción, se levantaba a las cinco y media (una hora antes de que su alarma sonara) y luego de darse una ducha de agua fría para despertar todas las terminaciones nerviosas se su cuerpo, hacía media hora de ejercicio, se duchaba de nuevo y finalmente, con una taza de café y vestido para comenzar su día, se paraba justo en frente de la enorme ventana panorámica que dominaba casi la totalidad de una de las paredes de su sala, desde donde se veía con bastante claridad toda la ciudad de Nueva York. Desde esa altura, no se oía más que su respiración, así que esos minutos de contemplativo silencio lo calmaban bastante. Aquella mañana, sin embargo, algo cambió. Mientras contemplaba en silencio la ciudad en la que había vivido toda su vida, comenzó a escuchar extraños ruidos fuera de su pent-house, unos ruidos que fueron haciéndose más y más fuertes hasta que lograron picarle la curiosidad. Dejando de lado