Tener sus manos sobre Olivia de aquella forma, fue lo mejor y al mismo tiempo lo peor que podría haberle pasado a Erick; una delicia pero también una completa y absoluta tortura, pues mientras se dedicaba a instruirla y enseñarla a flotar, también tenía que aparentar como si el corazón no le latiera a mil por hora, y eso sin contar la palpitante y dolorosa erección que amenazaba con rasgar su traje de baño. Por suerte para él, resultó que Olivia era una mejor alumna de lo que hubiera creído, y en poco tiempo le agarró el truco a la cosa; no es como si hubiera aprendido a nadar de un momento a otro, pero al menos encontró la forma de no hundirse, con lo que Erick pudo apartar las manos de ellas, no porque de verdad quisiera hacer algo como aquello, sino porque sabía que era lo correcto.Pasaron una tarde realmente hermosa, chapoteando un poco en el agua y hablando más que nada con los ojos, pues tanto uno como otro estaban demasiado encantados con el entorno como para dañarlo con palab
Solo cuando estuvo de vuelta en la habitación, fue que Olivia recordó que debía dormir en la misma cama con Erick. El mismo Erick que ahora era su marido, pero que al mismo tiempo parecía no querer tener nada que ver con ella, a juzgar por lo nervioso que se puso en cuanto ambos se hallaron solos en la recamara. Era evidente que no hallaba la forma de decirle que no tenía ni tiempo ni ganas de continuar lo que habían dejado a medias aquella vez, así que Olivia, tomando la delantera y aguantándose la decepción que aquello le causaba, le dijo: —Si quieres, puedo tender un par de mantas en el suelo o… Pero se detuvo en cuanto vio la expresión que dominaba el rostro de Erick. — ¿Qué dices?—le preguntó éste—. ¿Por qué ibas a hacer eso si aquí en frente tienes una cama en perfectas condiciones? Cada vez más avergonzada con aquella situación, Olivia hizo de tripas corazón para reunir todo el valor que pudo antes de explicarle: —Es que yo…bueno, pensé que tal vez no querías dormir en
Al despertar, el primer pensamiento de Erick fue creer que todo lo que había pasado la noche anterior había sido un sueño. Uno especialmente excitante, pasional y entrañable, sí, pero un sueño al fin y al cabo. No obstante, en cuanto se dio la vuelta en la cama y vio que Olivia seguía a su lado, desnuda, profundamente dormida y más hermosa que nunca, comprobó que todo había sido real. Un descubrimiento que lo hizo sonreír, al mismo tiempo que le aceleraba los latidos del corazón, que de un momento a otro parecía haberse convertido en un tambor salvaje y desenfrenado. Se quedó observando a la hermosa mujer a su lado durante un buen rato, y cuando sintió que sus deseos de acariciarla y besarla eran demasiado fuertes, se levantó con sigilo de la cama, pues no quería despertarla todavía. Se encerró en el cuarto de baño, y tras darse una ducha de agua fría para terminar de despertar, se envolvió en uno de los albornoces que el resort daba como regalo y tomó el teléfono de la habitación.
Tener que volver a la realidad después de pasar una semana entera nada menos que en Hawái, representó un golpe mucho más duro de lo que Olivia hubiera creído, y más aun teniendo en cuenta las circunstancias que los habían obligado a ella y a Erick a reducir un viaje que, en un principio, estaba planeado para dos semanas enteras. El mensaje de Louisa había sido como un enorme puñetazo de realidad justo en la boca del estómago, y si para ella había sido difícil tener que recordar la naturaleza del trato que tenía con Erick, no quería ni imaginarse lo terrible que había sido para él recordar una vez más que estaba a punto de perder a sus hijos para siempre. Luego de haberse entregado por fin al deseo que ambos compartían, su relación se había vuelto mucho más abierta, profunda y, en general, ahora gozaban de una confianza que antes no existía. Hablaban de lo que fuera, y si bien es cierto que no se habían atrevido a tocar el tema del trato que los unía, su naturaleza y el hecho de que
Por las mañanas, a Erick Miller le gustaba contemplar la ciudad. Todos los días, sin excepción, se levantaba a las cinco y media (una hora antes de que su alarma sonara) y luego de darse una ducha de agua fría para despertar todas las terminaciones nerviosas se su cuerpo, hacía media hora de ejercicio, se duchaba de nuevo y finalmente, con una taza de café y vestido para comenzar su día, se paraba justo en frente de la enorme ventana panorámica que dominaba casi la totalidad de una de las paredes de su sala, desde donde se veía con bastante claridad toda la ciudad de Nueva York. Desde esa altura, no se oía más que su respiración, así que esos minutos de contemplativo silencio lo calmaban bastante. Aquella mañana, sin embargo, algo cambió. Mientras contemplaba en silencio la ciudad en la que había vivido toda su vida, comenzó a escuchar extraños ruidos fuera de su pent-house, unos ruidos que fueron haciéndose más y más fuertes hasta que lograron picarle la curiosidad. Dejando de lado
La reunión había salido de lo mejor, pero, aun así, Erick seguía de un humor terrible. Durante más de dos horas se había visto obligado a sonreír y actuar como si en realidad todo marchara de las mil maravillas en su vida, pero ahora que los clientes por fin se habían largado, podía darse el lujo de poner mala cara. Habían pasado dos días ya desde la irrupción de Louisa en su casa, y aunque hasta el momento no había tenido más noticias de ella, la conocía lo suficiente como para temer su silencio más que su presencia. No tenía ni idea de con qué podía salirle, así que se la había pasado todo el rato tratando de controlar la ansiedad que lo carcomía por dentro. — ¿Erick, tienes un minuto? Molesto por la interrupción, Erick estaba a punto de ponerse a gritar cuando, al mirar hacia la puerta de la sala de reuniones, se dio cuenta de que se trataba nada menos que de Garrick Hudson, su abogado personal y una de las personas más talentosas y profesionales que había conocido jamás. Era un
Justo cuando estaba a punto de rendirse, Olivia encontró por fin una oferta que prometía bastante. En un minúsculo cuadrito del último periódico que se había prometido revisar antes de tirar la toalla, encontró un anuncio que llamaba a todos los interesados en formar parte del turno de limpieza nocturno de nada menos que las oficinas Miller, en el centro mismo de la ciudad. Un edificio enorme e imponente al que Olivia se dirigía en aquel momento, luego de arreglarse y peinarse para la que bien podía ser su entrevista más importante hasta el momento. Solo le faltaba un año para terminar su carrera, y como había llegado por fin el momento en el que la cosa se hacía más cuesta arriba antes de mejorar, no podía darse el lujo de pasar más días sin dinero ni trabajo.Ni siquiera tenía auto, pues se había visto en la necesidad de vender su viejo escarabajo para poder costearse gran parte del último semestre, así que había tenido que pedirle prestado el auto a Trina, quien por suerte tenía pl
Cuando estaba estresado o preocupado por algo, Erick solía enfrascarse en el trabajo de tal forma que la madrugada lo sorprendía en la oficina, frente al computador con los ojos cansados pero la mente muy despierta, casi siempre sumergida de lleno en los negocios que reclamaban toda su atención, para así ahorrarse la mortificación de pensar en aquello que deseaba evitar. Estaba tan acostumbrado a su proceder, que nunca habría creído que pudiera llegar el momento en el que realmente odiara esa tendencia suya tan autodestructiva. Sin embargo, uno suele cambiar de perspectiva drásticamente cuando se queda encerrado en un ascensor, aunque Erick había tenido un poco de suerte en aquella ocasión, pues la mujer que iba con él era una realmente bonita. De hecho, era muy guapa y, en definitiva, lo único bueno de todo aquel asunto. Hacía tan solo unas horas que había recibido el mensaje más desagradable de toda su vida, de parte claro, de Louisa. En él, la mujer exponía claramente sus condici