CAPÍTULO VEINTICUATRO

Por su trabajo, Erick tenía una amplia selección de trajes, todos carísimos y de un muy buen diseño, que no solo lo ayudaban a verse presentable para las importantes reuniones que tenía casi a diario, sino que también le permitían sentirse cómodo y seguro. Nunca había dudado sobre qué ponerse, pues siempre lograba dar con el atuendo perfecto casi que a la primera. Sin embargo, parecía que acababa de hallar la excepción a la regla, pues aunque había tenido nervios de acero al enfrentarse a cientos de empresarios implacables como pirañas, la simple perspectiva de conocer a los padres de la mujer de la que estaba enamorado, con quien se había casado en secreto y por conveniencia, era suficiente para ponerle la carne de gallina y hacer tal estropicio con sus nervios, que cualquier cosa que se ponía le parecía un asco.

— ¿Ya estás listo?

Cuando el reflejo de Olivia apareció en el espejo, Erick tiró sobre la cama la corbata que se había estado probando y se dio la vuelta. Su esposa habí
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