CAPÍTULO VEINTISÉIS

Al despertar, lo primero que Erick notó fue el calor que lo envolvía como una manta. Desorientado y sin recordar casi nada, se removió un poco antes de abrir los ojos y encontrarse de frente con la tierna mirada de Olivia. Solo entonces recordó todo lo que había pasado, y aunque seguía sintiéndose cómodo y protegido entre los brazos de su esposa, sintió que una parte especialmente grande de su mundo se tambaleaba peligrosamente, amenazando con caer por completo al vacío.

— ¿Qué hora es?—preguntó mientras se incorporaba, tratando de no romper el abrazo de Olivia—. ¿Qué pasó?

—Son casi las seis—respondió Olivia con una tímida sonrisa—. No sé si lo recuerdas, pero estuvimos hablando un rato y supongo que estabas muy cansado, porque te dormiste poco después de eso.

— ¿Por qué no me despertaste para ir a la cama? Debes estar incómoda a más no poder.

—En realidad no me importa. Además, no quería despertarte.

Ante esto, Erick fue golpeado por una inmensa y poderosa ola del más puro
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