De nuevo estaba en el juzgado, y de nuevo, para la desgracia y la incomodidad de Olivia, se hallaba bajo la atenta mirada del mismo tipo extraño de la última vez, quien no parecía interesado en nada que no fuera ella, cosa que a Olivia le ponía los pelos de punta, pues no entendía qué podía querer aquel tipo con ella, si ni siquiera se conocían y no tenían nada en común, más allá de que, según le había dicho Erick, él era la nueva pareja de la mujer que había sido, antes que ella, la esposa de su esposo. Todo un auténtico enredado de telenovela, sí, pero aun y con todo eso no era suficiente para que la mirase de aquella forma.
— ¿Estás bien? Al escuchar la voz de Erick, Olivia apartó la mirada del tipo y la centró en su esposo, quien estaba justo frente a ella, al otro lado de la baranda que separaba sus asientos de todo lo demás. —Todo bien—respondió Olivia, tratando de actuar normal—. ¿Qué hay de ti? — ¿Me creerías si t—Papi, ¿tu nueva novia es bonita? Como siempre solía suceder, la pregunta de Lisa tomó a Erick completamente desprevenido, por lo que solo pudo mirarla a través del retrovisor sin saber qué decir, ni tampoco sin poder ocultar el rubor que, de golpe, cubrió todo su rostro. El que sí pudo reaccionar a tiempo fue Louis, quien golpeó juguetonamente a su hermana en el hombro antes de replicar: —Claro que es bonita, boba. — ¿Y tú cómo sabes que es bonita?—replicó Lisa—. Todavía no la has visto. Con cara de sabelotodo, Louis cruzó los brazos sobre el pecho antes de responder: —Pues lo sé porque papá es muy guapo. — ¿Y eso que tiene que ver? —Que si papá es guapo, su novia tiene que ser también muy guapa. Sin poder hacer nada para evitarlo, Erick se echó a reír ante las ocurrencias de sus hijos, lo que provocó que éstos interrumpieran su pequeño debate para voltear
Durante los días siguientes, Olivia tuvo que recordarse a sí misma con dureza que nada de aquello era verdad, que esa familia no le pertenecía y que su lugar estaba, por desgracia, muy lejos de ellos. Pese a eso, no pudo evitar encariñarse más y más con aquellos niños tan dulces, inteligentes y divertidos. Poco a poco, se habían ido haciendo parte de su vida y de su rutina, tanto así, que un mes después de haberlos conocido no podía contemplar su día sin antes conversar con ellos, jugar un poco y ayudarlos a prepararse para el colegio. Sabía que era una tonta por tomarse tantas libertades, así como sabía que cuando llegase por fin el momento de la separación tendría que sufrir, pero mientras esos momentos llegaban, se dijo que no pasaba nada si disfrutaba un poco. Erick, por otro lado, era un cuento completamente diferente. Más de una vez, durante aquel tiempo, lo había pillado mirándola con una sonrisa en los labios, aunque también con una expresión muy extraña en s
—Que sí, Erick, que estoy bien. No me pasa nada. Por milésima vez aquella tarde, durante el almuerzo, Erick acababa de hacerle a su esposa la misa pregunta, y aunque había recibido exactamente la misma respuesta que en todas las veces anteriores, ésta no terminaba de convencerlo. A su parecer, Olivia se mostraba nerviosa, asustada y pensativa, casi como si tuviera tantas cosas en la cabeza que simplemente no pudiera concentrarse en nada más. Aunque tampoco descartó por completo la posibilidad de que él, Erick, estuviera viendo cosas donde en realidad no las había. Últimamente había estado pensando mucho en su acuerdo, en lo que sentía por Olivia y en lo destrozado que sin duda quedaría su corazón cuando ella se marchase por fin. Tal vez por eso era que estaba paranoico, quizá todo se debía a una jugarreta de su preocupada cabeza. —Papi, ¿hoy no trabajaste?—preguntó Louis, mientras pinchaba a consciencia uno de sus guisantes con el tenedor. <
Aquel día, Olivia se encontró incapaz de concentrarse en sus clases, pese a que sus exámenes finales estaban peligrosamente cerca, por lo que era completamente consciente de que debía poner de su parte para aprobarlos y poder graduarse por fin. Sin embargo, parecía que una parte de ella se empeñaba en llevarle la contraria a consciencia, pues mientras miraba al profesor y se esforzaba por escuchar lo que decía, su mente regresaba constantemente a la escena de la pequeña persecución que, por desgracia y como para recalcarle que no había sido cosa de su imaginación, le había pasado de nuevo justo aquella misma mañana, mientras iba de camino a la universidad.Pese a que el día había comenzado de la mejor manera, con una espectacular sesión de sexo candente y salvaje con Erick, al salir del edificio algo muy dentro de ella seguía insistiendo en que las cosas no iban tan bien como aparentaban; era una especie de presentimiento que se le había instalado en el pecho, haciendo que
El reloj dio por fin las doce de la noche, y Erick, con la mirada fija en él, sintió que su corazón, atenazado por el miedo, la angustia y la desesperación, se detenía abruptamente. Tal como había hecho las últimas tres horas, se dedicó a caminar de un lado al otro de la estancia, tratando de regular su respiración para no desmayarse. — ¿Y si llamas a su amiga o a sus padres?—preguntó Garrick, quien parecía estar agotando las ideas ofrecidas—. Tal vez…bueno, no sé, tal vez haya decidido abandonar el trato y esté con alguno de ellos. —Olivia no haría eso. —Pero… — ¡Ella nunca haría eso!—exclamó Erick, deteniéndose abruptamente para darse la vuelta y fulminar a su amigo con la mirada—. La conozco bien, y además…además ya llamé a su amiga y no sabe nada de ella desde que se reunieron hoy temprano. Sus padres no viven cerca, y llamarlos solo serviría para preocuparlos. Durante un momento pareció que Garrick s
Cuando despertó, en un principio Olivia no recordaba nada de lo que había pasado. Creyendo que estaba acostada en la cama junto a Erick, se movió para buscar su calor, su cuerpo, y fue entonces, al notar la inusitada dureza bajo su cuerpo, que todas las imágenes acudieron en tropel a su cabeza, con tal fuerza que hasta incluso llegó a sentirse mareada y con nauseas. Abrió los ojos y se incorporó de golpe hasta quedar sentada, contemplando desde aquella posición la horrible habitación, sucia y desconocida, a la que había ido a parar. — ¿Hola?—llamó, sintiendo que su garganta raspaba como papel de lija—. ¿Hay alguien ahí? El silencio fue su única respuesta. Con las manos por delante de su cuerpo tanteó el aire para tratar de ubicarse un poco en medio de la semi oscuridad que lo cubría todo. Parpadeó varias veces para intentar que sus ojos se adaptasen al entorno, y fue entonces cuando reparó, con el corazón acelerado y el estómago encogido, en el cuerpo
— ¿Podría ponerlo de nuevo, por favor? Para Erick, aquellas simples palabras representaron una verdadera sentencia, el inicio de una terrible tortura que parecía no acabar nunca. Sintiendo el cuerpo pesado y el corazón acelerado, se levantó del sofá, caminó hasta el antiguo televisor portátil que habían conseguido únicamente para ese fin, y dio play al video en el pequeño botón del viejo DVD. —Permanezcan atentos, señores—pidió el detective—. Cualquier detalle, por pequeño que pueda parecer, podría llevarnos a descubrir el paradero de la señora Miller. A Erick, sin embargo, le había bastado con ver el video una sola vez para que las terribles imágenes se le quedasen grabadas a fuego en la memoria, por lo que apartó la vista y trató de escuchar lo menos posible. Contemplar cómo golpeaban a su esposa con una pistola y la obligaban a decir toda sarta de estupideces para presionarlo, era una de las peores experiencias que le había tocado vi
—Despierta, Olivia. Despierta, por favor. Al notar que le sacudían el hombro, Olivia abrió de golpe los ojos, pero se mantuvo tan quieta como pudo, decidida a fingir que estaba dormida hasta el último instante. Con toda la rapidez que le permitieron sus aún adormilados sentidos, hizo un repaso de la habitación y de sí misma, contando sus heridas y al mismo tiempo sus posibilidades de defenderse de nuevos ataques. Supo que eran muy pocas, incluso menos que antes, pero no dejó que eso la desanimara. Algo muy dentro de ella le decía que iba a salir de esa situación, que iba a estar bien; solo debía ser fuerte y valiente. —Olivia, ¿estás despierta? En esta ocasión, no le llamó la atención la sacudida en su hombro tanto como el tono de la voz que la apremiaba. Un poco más despierta, analizó y volvió a analizar la voz, tratando de descubrir dónde la había escuchado antes. —Olivia, soy yo, Louisa. Sorprendiéndo