¡LA NIÑERA!

El humor de Calisto no era particularmente bueno ese día.

Los desmanes de Abner repercuten más allá de su familia y la pobre chica había pasado toda la noche resolviendo los destrozos que el niño mimado de los Barbaren había ocasionado.

Aquello rompió por completo con la rutina muy bien establecida que Calisto llevaba, dormir antes de las diez, levantarse a las seis de la mañana para ejercitarse, luego tomar una ducha y alistarse para el trabajo mientras bebía su té energizante.

Nada de eso había podido hacer, su rutina fue reemplazada por una noche completa en la estación de policía representando a Abner, resolviendo el conflicto con los afectados, que dicho sea de paso eran bastantes, ya que el vehículo del joven dañó varios comercios mientras trataba de huir de la policía.

Calisto no tuvo tiempo ni de ir a su casa a cambiarse, de la estación regresó directo a su oficina, se lavó la cara en el baño y acomodó su cabello lo mejor que pudo para no verse tan desaliñada. Sin éxito.

Al no estar Jairo en la oficina, los deberes para Calisto aumentaban, negándole la oportunidad de almorzar y comer. Era mediodía y la joven solo tenía en el estómago tres tazas de café y un par de galletas.

—No puede ser posible que no hagan nada más que encubrirlo, ¡le hace falta una buena paliza! 

La chica no dejó de proferir insultos en contra de Abner, mientras resolvía sus deberes.

—Señorita Melker, me acompaña a mi oficina, por favor —pidió Jairo apareciendo de pronto frente a ella.

— ¡Señor Murray, buenos días! —lo saludó con entusiasmo — ¡por supuesto! —rápidamente tomó su agenda y se fue tras él.

Jairo tomó asiento frente a su escritorio y miró a Calisto con detenimiento, la joven no destacaba por su estilo de vestir, pero ese día en particular la chica lucía fatal, mal peinada, con el rostro demacrado, aquel traje oscuro que portaba le quedaba enorme y los zapatos estilo abuelita empeoraban todo.

«Tenía que verse así precisamente hoy» —se preguntaba Jairo en su mente.

— ¿Todo bien, señor? — quiso saber Calisto un poco incómoda ante el escrutinio de Jairo.

— ¡Sí, sí!, quiero hablar de algo serio contigo, serás asignada a un nuevo proyecto —dijo él sin más explicación.

— ¿Cómo?, ¿por qué, señor? —Inquirió ella preocupada y sorprendida — ¿hice algo malo? —quiso saber.

—No, cálmate. Es un trabajo muy importante, necesitamos a alguien de confianza y sobre todo muy responsable y capaz… así como tú —Jairo le dedicó una amplia sonrisa a la joven, provocando en ella cierto sonrojo. 

Aunque Jairo estaba en sus cuarenta, era un hombre muy atractivo y caballeroso, Calisto sentía cierta admiración por él, había sido el único en aquel lugar que no la trató como un bicho raro, ni la discriminó por su aspecto.

— ¿Dejaré de trabajar para usted? —preguntó ella con un dejo de tristeza en la voz.

—No, una vez que termine tu trabajo, regresarás conmigo. Claro, si así lo deseas.

—Por supuesto, señor —respondió ella sin dudar — ¿de qué se trata el trabajo?

El semblante de Jairo se tornó serio, ¿cómo explicarle a la joven que tendría que ser la niñera de Abner Barbaren?

—Te encargarás de… no, mejor dicho, asesorarás a una persona sobre todo lo referente la empresa —explicó.

— ¿Qué?, ¿asesora?, ¿cómo? —dijo ella sin entender.

—No es tan difícil, tú sabes de sobra el funcionamiento de la compañía, además se te pagará muy bien, tendrás muchos beneficios —Jairo sintió que acaba de decir la mayor mentira de su vida.

El rostro desconcertado de Calisto lo hizo sentir culpable, no habría ningún beneficio en intentar controlar a Abner, la verdad es que ni siquiera estaba seguro de que aquel plan funcionara.

Ni su propia abuela había logrado mantenerlo en cintura, ¿cómo podría lograrlo esa pobre chica?, una ola de arrepentimiento lo envolvió al haberla sugerido para el trabajo.

—Entiendo —respondió ella con diligencia, como siempre que se le pedía hacer algo —y me permite preguntar, señor, ¿quién es la persona a la que asesoraré? 

¡Qué inocente!

A Jairo se le atoraron las palabras en la boca, no sabía cómo responderle. Una vez que le confesara quién era esa persona, habría muchas más cosas que explicar, ¿cómo decirle que se convertiría en la niñera de Abner, el hombre por el que sentía un gran desprecio ganado a pulso?

—Señor Murray, ya están aquí — avisó la secretaria.

Jairo dejó escapar todo el aire de sus pulmones y se puso de pie.

—Espera un momento aquí, te mandaré llamar —le pidió a Calisto mientras salía de la oficina envuelto en un aire de misterio.

Calisto se desparramó en la primera silla que estuvo a su alcance, estaba completamente agotada. Le intrigaba el nuevo trabajo que tendría que realizar, no obstante, tanto su cuerpo como su mente, se encontraban tan exhaustos que lo dejo correr.

Además, Jairo había mencionado una buena paga, y sí que necesitaba un incremento en sus ingresos, así podría terminar de pagar más rápidamente sus deudas y mudarse a un mejor departamento.

Mientras Calisto seguía haciendo planes, en la oficina principal era otro cantar, Abner daba vueltas por todo el despacho como león enjaulado, exasperado por lo que, a su pensar, solo eran ocurrencias de la abuela.

Deseaba que todo terminara rápido para poder seguir la diversión con la hermosa rubia que su abuela lo obligó a echar de su departamento.

Apenas habían pasado una noche juntos y aunque para al joven no significó nada extraordinario, le serviría para desahogar su temperamento pasional en lo que encontraba a alguien más.

— ¡Siéntate, me estás mareando! —le ordenó su abuela.

—Abuela, dame ya el castigo y terminemos con esto, tengo muchas cosas que hacer.

Su abuela lo miró con una ceja alzada, no podía creer el descaro y cinismo de su nieto.

— ¡Jairo, por fin llegas! — exhaló un suspiro de alivio creyendo que, como las veces anteriores, Jairo le comunicaría a su abuela que todo estaba resuelto y él sería libre de irse.

—Buen día, Abner —lo saludó con pocos ánimos —todo está listo, señora — anunció.

— ¡Perfecto! —Exclamó Abner deteniéndose en medio de la oficina con los brazos extendidos y un aire de triunfo que no le duraría mucho —. Es hora de irme.

— ¡Siéntate, todavía no comenzamos! —dijo con voz severa la abuela.

— ¿Es en serio todo esto? —inquirió Abner a Jairo.

— ¿Tenemos cara de estar bromeando? —Respondió con seriedad —toma asiento, por favor.

Abner endureció el gesto, tal situación comenzaba a molestarlo.

—Así estoy bien —respondió.

—Bien, como prefieras —dijo su abuela al tomar asiento frente al escritorio —como te lo informé, todas tus cuentas están bloqueadas, se quedarán así hasta que seas anunciado como el nuevo presidente de BBN.

Abner torció los ojos.

—Sigues con lo mismo abuela — reprochó.

—Este asunto es serio, Abner —aseveró ella — de ahora en adelante, nada de fiestas, te concentrarás por completo en tu preparación…

— ¡Bien!, si lo que quieres es nombrarme presidente, ¡hazlo!, ahora mismo si quieres. Haré todo el teatrito, déjame ser libre y ustedes manejan todo, como hasta ahora —propuso él.

— ¡Eres tan brillante como idiota! —Exclamó la abuela claramente molesta —tendrás el apellido, pero no estás a la altura… ni siquiera te acercas a ser digno de ese puesto, mocoso insolente, tu imagen está por los suelos —señaló.

— ¿Y entonces?, ¿por qué quieres hacerlo?, francamente abuela no te entiendo —refutó Abner.

—Porque es… —la abuela suspiró cansada —lo harás y punto. Faltan meses para el nombramiento, en este tiempo te prepararás, limpiaremos tu imagen y te convertiremos en el hombre que siempre has debido ser.

Abner comenzó a carcajearse.

—Esto no va a funcionar abuela.

—Más te vale que sí, porque de no hacerlo, no volverás a ver un peso y te desterraré por completo de la familia.

Un destello en la mirada de su abuela, le hizo saber que esta vez sí iba en serio con sus amenazas.

— ¡Yo no lo quiero!, ¡no quiero, abuela! —estalló.

—Cuida tu tono de voz conmigo —le advirtió ella —y me importa un carajo lo que tú quieras. Por años has sido solo tú, ya te toca sacrificarte por esta familia —dirigió su mirada a Jairo —llámala —pidió.

Cinco minutos después, Calisto apareció en frente a ellos, Abner le dio una mirada rápida y con eso tuvo suficiente para decidir que la chica no era digna de su atención.

Su abuela por un segundo pensó en arrepentirse, aquella muchacha la hacía sentirse incómoda y hoy particularmente, lucía como una loca acabada de salir del manicomio, temió que en lugar de ayudar a su nieto, lo estaba poniendo en peligro.

—Toma asiento por favor —amablemente le pidió Jairo a Calisto.

Al ver la confianza con la que Jairo trataba a la joven, las preocupaciones de la matriarca de los Barbaren disminuyeron un poco, pero solo un poco.  

La abuela irguió su cuerpo y se dirigió a su nieto haciendo acopio de todo su poder sobre él.

—Desde este momento, serás acompañado e instruido por la señorita Melker —tanto Abner como Calisto dirigieron su mirada sorprendida hacia la anciana.

—Ella llevará tu agenda. Hemos preparado una serie de actividades y eventos que nos ayudarán a mostrarte como un caballero digno, responsable y comprometido, si se te ocurre faltar, siquiera a uno —dijo la mujer con firmeza — te echaré a la calle sin nada, Abner. La señorita Melker, te instruirá en qué hacer, además, administrará tu tiempo y tu dinero.

Abner volvió a mirar a Calisto, esta vez con más detenimiento, puso una cara de asco, la imagen de la chica le pareció de lo más desagradable, ¿cómo soportaría verla a diario, si no la toleraba ni por unos segundos?

El disgusto que revoloteaba al interior de Calisto incrementó al ver la manera tan desdeñosa con que este la miraba. Prefería mil veces ser despedida, que trabajar con el mimado e inútil de Abner, sin embargo, no podía darse ese lujo, las deudas le llegaban hasta el cuello.

Miró a Jairo en busca de apoyo, tenía la esperanza de que aquello fuera solo un truco para asustar a Abner, pero este se mantenía imperturbable.

— ¡Has enloquecido abuela!, ¡no necesito una niñera!  Solo… solo ¡mírala! —soltó sin pudor.

A Calisto le dieron ganas de abofetearlo.

Sí, no era la reina de la moda, pero tampoco merecía ser juzgada por su aspecto, era más capaz que todos los presentes en aquella sala, juntos.

—Cuida tus palabras —dijo Jairo, intercediendo por Calisto.

—Con todo respeto, Sra. Barbaren —intervino la joven —agradezco la oportunidad, pero no tengo intención de tomar este trabajo —soltó con toda frialdad en su voz —me gustaría ser optimista, pero dado al historial de su nieto, esto solo será una pérdida de tiempo y esfuerzo.

— ¿Disculpa? —Intervino Abner — ¿me tomas por estúpido?

—Yo no he dicho nada, si su percepción a mis palabras lo hace sentir de esa manera, es asunto suyo, joven —le respondió sin siquiera mirarlo.

Abner se puso rojo del coraje, las palabras de la chica eran un golpe directo a su orgullo.

—Eres una…

— ¡Basta! —la voz de la abuela resonó por todo el despacho —ya todo está dicho, espero el mayor esfuerzo por parte de ambos.

Ver cómo Calisto le hacía frente a su nieto sin titubear, la hizo sentir optimista, bien lo dijo Jairo, la chica tenía carácter. No podía negar que su aspecto daba un poco de miedo, sin embargo, por la actitud de la chica, estaba segura de que no se dejaría manipular por su aspecto… a Abner no le servirían de nada sus encantos frente a ella.

—Jairo le dará todo lo necesario, señorita Melker, inician mañana a primera hora.

Calisto no hizo más que asentir e ignorar la rabieta que Abner hacía tras su abuela mientras esta salía de la oficina.

— ¿Hice algo malo? —preguntó la joven a Jairo — ¿Quiere despedirme y no sabe cómo hacerlo?, ¿busca que renuncie yo misma? —reprochó.

— ¿Qué?, ¡por supuesto que no! —respondió Jairo consternado por las deducciones de la joven.

— ¿Entonces, por qué me hace esto? —inquirió con decepción.

Jairo era su mentor, sentía una gran admiración por él, nunca se imaginó que la enviara a ser la niña de Abner.

—Es una buena oportunidad para ti —aseguró él.

— ¿En qué? —Replicó ella —explíqueme cómo ser la niñera de ese insolente me va a beneficiar —reclamó.

—Constantemente te has quejado de su comportamiento.

Ella lo miró con los ojos muy abiertos 

—Para nadie es un secreto que Abner no es de tu agrado, siempre reprochas su comportamiento.

En ese momento no solo no le agradaba, sentía odiarlo.

—Bueno, ahora tienes la oportunidad de reformarlo. Eres brillante Calisto, no pensé en nadie mejor para lograrlo que tú —afirmó él.

— ¡Como si eso fuera posible! — se mofó la joven. 

Ni siquiera su familia había logrado hacerlo.

Jairo se acercó a ella y la tomó por los hombros.

—No será fácil, pero confío en ti, sé que lo lograrás — dijo para infundirle valor. 

Ante el contacto de Jairo, Calisto sintió una emoción inexplicable dentro de ella, no obstante supo ocultarla bien.

—No lo decepcionaré, señor —aseguró.

Como la joven brillante que era, en su mente ya se maquilaba el plan perfecto para hacerle pasar un verdadero calvario a Abner. Si no podía evitar trabajar con él, por lo menos disfrutaría torturándolo.

Curiosamente, en otro punto de la ciudad, pero en el mismo instante, Abner planeaba lo mismo, convertiría la vida de Calisto en un infierno hasta lograr deshacerse de ella.

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