HEREDERO CAUTIVO

— ¿De verdad le seguirás el juego a tu abuela? —Cuestionó Kenzo a Abner—¿No es más fácil para ti, tomar el control de BBN y ya?

—En cuanto me declaren presidente perderé mi libertad, deseo disfrutarla un poco más —respondió Abner con seriedad.

—A mí no me engañas, tienes algo planeado, ¿cierto? —Los ojos oscuros de Ilan se clavaron en él.

—Por el momento, aguantar a la loca que me pusieron de niñera —al decir esto, Abner tomó su copa y se la terminó de un solo trago.

—La chica es inofensiva, ¿por qué te ensañas tanto con ella? —cuestionó Kenzo.

— ¿Ya la conociste? —Ilan lanzó la pregunta a este último.

—Esta mañana.

— ¿Y, cómo es?  

El par de amigos se envolvieron en una plática sobre Calisto, olvidando por completo la presencia de Abner.

—Es fascinante —aseguró Kenzo ante la mirada incrédula de Abner.

—Entonces, ¿es bonita?

— ¡Es horrenda!, ¡hasta el diablo sentiría escalofríos de solo verla! — Intervino Abner.

—La belleza es subjetiva, querido.

— ¡Exacto!, la encuentras fascinante porque te encantan las cosas espeluznantes. Estoy seguro de que, cuando Ilan la conozca, coincidirá conmigo — aseguró Abner.

— ¡Muero por conocerla! — exclamó Ilan.

—No tiene nada de especial, físicamente es muy simple —señaló Abner mientras se ponía de pie para servirse otro trago, —altanera, nefasta, mandona…

—Tiene una personalidad fuerte y es muy inteligente. Lo que te molesta es que no puedes usar tus encantos con ella, si fuera así, ya te habías librado de este embrollo —lo interrumpió con astucia Kenzo.

—No vengas a analizarme — sentenció Abner —ni tampoco la sobreestimes, es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que yo jamás usaría mis encantos con ella, por eso no le preocupa mostrarse altanera conmigo, de no ser así, ya estaría a mis pies. No es diferente a las otras, al fin y al cabo es mujer…

—Sí, sí, y no hay mujer que se te resista —dijo Ilan, cansado de escuchar lo mismo.

— ¡Exacto! —La arrogancia de Abner se mostró en todo su esplendor cuando se dejó caer en su asiento, cual rey en su trono, triunfante y seguro de su poder sobre los demás.

—Y bueno, también está el hecho de que te trata como idiota.

Abner fulminó a Kenzo con la mirada.

— ¿En serio? —preguntó Ilan sorprendido.

—La muy… arpía le dijo a mi abuela que trabajar conmigo era una pérdida de tiempo y… esa forma que tiene de hablarme… —enfureció solo de recordarlo — como si tuviera retraso mental… ¡No la soporto!, —dijo con los dientes apretados.

—Que la gente te crea estúpido es culpa tuya, amigo, disculpa que te lo diga, pero es la verdad —intervino Ilan.

— ¡Soy más capaz que todos los que están en BBN juntos! — aseveró Abner con fuerza.

—Nosotros lo sabemos, ellos no.

—Es el precio que debes pagar por ser libre, tú lo has dicho, ¿no? —agregó Kenzo.

—No me importan los demás. Me enerva que esa bruja me lo restriegue en la cara, me dan ganas de tomarla por el pescuezo —Abner tomó por el cuello a Ilan —y sacudirla hasta que se le caiga su tonta cabeza — explicaba mientras sacudía a su amigo.

— ¡Oye! —se quejó el moreno.

— ¡Lo siento, lo siento! —el trío se echó a reír.

— Es increíble cómo esa chica insípida nos tiene aquí, debatiendo por ella —señaló Ilan.

— ¡Te digo que es brillante! — Abner rodó los ojos antes los elogios de Kenzo por Calisto.

—Y bien, ¿a dónde iremos?, la noche apenas comienza —exclamó Ilan.

—Sabes bien que no puedo salir y no tengo dinero, todas mis cuentas fueron congeladas —se quejó Abner.

— ¡Amigo, amigo… todo en esta vida tiene solución!, ya me encargué de eso. Que no puedas salir no significa que la diversión no pueda venir hacia ti —una sonrisa siniestra apareció en el rostro de Kenzo.

El trío brindó por la iniciativa de su amigo y poco después, llegó una gran comitiva al departamento del heredero cautivo, cargados de todo lo necesario para llevar a cabo la fiesta más alocada del año. DJ, mujeres, payasos, malabaristas y alcohol, mucho alcohol, fueron recibidos con los brazos abiertos por Abner Barbaren.

La fiesta terminó con el primer rayo de sol del siguiente día. Cuando ninguno de los asistentes pudo seguir manteniéndose en pie.

Por su puesto que las travesuras de Abner no pasarían desapercibidas, e iba a ser reprendido por ellas, Calisto se encargaría de que a Abner no le quedaran ganas de volver a romper las reglas.

—Nadie va a volver a poner en duda mi desempeño por culpa de ese descerebrado —se juraba a sí misma.

La pobre mujer casi escupe el hígado cuando fue despertada por la misma matriarca de los Barbaren reclamando los disparates de su nieto y dejando muy en claro que de ahora en adelante sería ella la responsable de los fallos de Abner. Advirtiendo que solo le quedaban un par de oportunidades más, si Abner fallaba de nuevo, la echaría a la calle junto con él. 

Calisto se arrepintió de haber tomado el trabajo. Lo hizo porque le interesaron los beneficios, pero ahora temía terminar peor de lo que ya estaba.

«¡Mal parido, infeliz!, ¡esta me la pagas!» —despotricaba en su mente contra él. 

— ¡Buen día!, hágame un favor y llame a la policía —le ordenó sin dudar al recepcionista del lujoso edificio.

— ¿Cómo? — dijo el hombre.

—Lo que escuchó. Llame a la policía ahora mismo, ¿tiene cuerpo de seguridad en el edificio? — indago ella.

—Señorita, no entiendo. ¿Para qué llamar a la policía? —decía el hombre mientras limpiaba el sudor de su regordete rostro.

—Llame a seguridad, dígales que los veo en el Penthouse de los Barbaren, ahora mismo. Y cuando llegue la policía, guíelos también.

— ¿Los Barbaren?, No, no puedo hacer eso —tartamudeó el mayordomo.

—Créame, si no lo hace, será despedido. ¡Hágalo ahora mismo! —A Calisto se le agotaba la paciencia. 

El pobre hombre tomó el teléfono con las manos temblorosas e hizo lo que la chica le pidió.

—Seguridad ya va para allá —anunció.

—Bien, los veo ahí —dijo ella antes de ponerse en marcha.

Una vez en el sitio, Calisto pidió a seguridad que abrieran la puerta.

Sodoma y Gomorra se quedaban cortas para lo que encontró dentro del departamento, era un milagro que siguiera en pie.

Calisto se sintió asqueada. 

Mujeres y hombres desnudos por todos lados. Y no es que le incomodara la desnudez humana, sino que algunos estaban bañados en vómito y otros sabrá Dios de qué.

Un basurero olería mejor que ese lugar. Muebles manchados, decoración rota, retazos de ropa regados por doquier, preservativos usados aquí y allá.

— ¡Llévenselos a todos! — ordenó con voz firme.

El cuerpo de seguridad no tardó en obedecerla, previamente les advirtió que era una orden directa de Gala Barbaren y les aseguró que nadie tomaría represalias contra ellos.

Las exclamaciones de sorpresa no se hicieron esperar por parte de los fiesteros que mantenían algo de conciencia.

Calisto comenzó a recorrer el lugar en busca de Abner. Al primero que encontró fue a Kenzo, estaba en la habitación principal con tres chicas.

— ¡Llévense a estos también! —ordenó.

—Continuó su camino por la habitación y en la bañera se encontró con un hombre moreno a medio vestir, en su mano derecha aún sostenía una botella de vino.

— ¡A este también! — dijo sin dudar.

Ambos hombres fueron arrastrados por la seguridad.

«¿Dónde estás?» —Se preguntaba ansiosa a sí misma — «no creo que hayas sido tan listo como para huir».

Como una revelación, una de las cortinas que cubría el enorme ventanal que rodeaba el edificio se movió, dejando ver tras de sí a Abner en la terraza. Para sorpresa de Calisto no estaba dormido, ni desnudo, ni acompañado por alguna mujer.

Abner recargaba su cuerpo sobre el barandal de cristal con la mirada fija en el vacío y el rostro pensativo. Calisto se detuvo a observarlo unos segundos.

«¿Qué hace ahí?, debería estar tirado de borracho» —pensó.

La nula confianza que tenía en él, la llevó a creer que algo estaba tramando. Hacer una fiesta de aquella magnitud y mantenerse sobrio era muy sospechoso.

Calisto mandó llamar a un par de elementos de seguridad que la siguieron hasta la terraza.

—Llegas tarde —señaló él en cuanto se percató de su presencia.

— ¿Me estabas esperando? —inquirió ella incrédula.

—Dijiste que vendrías muy temprano —rebatió él.

—Y así fue. Me entretuve sacando la basura, hoy hay mucha —señaló la joven con desdén.

—Suerte con eso —se burló Abner.

—Sí, bueno, ya casi termino. ¡Llévenselo!— ordenó con voz firme.

Los hombres tras ella no tardaron en abalanzarse sobre Abner, quien lucía estupefacto ante la situación.

— ¿Qué crees que haces? —exclamó al mismo tiempo que forcejeaba con aquellos hombres.

— ¿No fui clara?, estoy sacando la basura —le respondió ella con arrogancia.

— ¡Ni siquiera estoy ebrio! 

— ¡Rompiste las reglas! —demandó ella.

— ¡Dijeron que no podía salir! —rebatió él.

— ¡Nada de fiestas! Si te tomaras en serio las cosas y pensarás en las consecuencias de tus actos, lo habrías entendido —Calisto dio media vuelta y lo dejó despotricando a sus espaldas.

— ¿Así es como cuidan de mi imagen?, ¿qué dirán de mí si soy arrestado?, ¡mi abuela estará furiosa! —Abner se retorcía luchando por soltarse.

—Ella ya está furiosa, pero no conmigo —dijo con burla —tengo un desastre que arreglar, te veo después —hizo un gesto con las manos indicando que se lo llevaran.

Abner fue sacado a rastras mientras escupía sapos y culebras por la boca.

—Es la primera vez que no te diviertes en una fiesta y terminas encerrado —se burló Kenzo.

— ¿Quieres callarte? — demandó su amigo con voz de hielo. —Esa m*****a pagará por esto, juro que lo hará.

Abner permitió aquella fiesta con toda la intención de molestar a Calisto, ansiaba ver la cara que pondría cuando viera aquel desastre. Ilusamente, creyó que sería una forma de demostrarle que podía seguir haciendo lo que le venía en gana y que ella solo estaba ahí para limpiar su desastre.

Le salió el tiro por la culata y la chica resultó ser más astuta que él.

—Ya demostró su poder y sin duda es más de lo que te esperabas, amigo — señaló Kenzo.

—Estás encerrado por su culpa, ¿cómo puedes defenderla?

—Saldremos pronto — aseguró el otro.

— ¡Tú! —Se dirigió hacia el moreno tumbado en el suelo, —eres un maldito abogado, ¡sácanos de aquí! —ordenó.

— Amigo, no estoy en condiciones de pelear por nuestra libertad —dijo Ilan en un quejido, la resaca lo estaba matando —pero no te preocupes, mi hermano ya se está encargando de todo, saldremos pronto.

La bilis hervía dentro de Abner, bien dicen que la cárcel te aviva la imaginación y en aquel momento la de Abner estaba en su pleno apogeo, imaginando una y mil formas de cobrarse la osadía.

— Tardaste demasiado —señaló Calisto al ver a Abner aparecer en el departamento, lucia molesto y aterrador —perdimos todo el día, ya es hora de irme.

Abner no hacía más que mirarla con odio puro en sus ojos.

—Esto es lo que veríamos hoy —le mostró una serie de documentos, —los dejaré aquí, dales una repasada, por favor. ¿Ya te diste cuenta de lo que pasa cuando no cumples con tus deberes?

— ¿Por qué sigues aquí?— declaró Abner con voz fúnebre.

—Tenía que limpiar tu desastre, una vez más. ¡De nada! —respondió sin ánimos Calisto.

Todo el día se la pasó monitoreando la limpieza del departamento y se encargó de que las notas sobre el encarcelamiento de Abner fueran a favor de él.

— ¿Mi desastre? —Se mofó Abner, — ¡tú me enviaste a la cárcel!

—Ya te diste cuenta de que es lo que pasa cuando no cumples con tus deberes —ahora la que se burlaba era ella.

—Debes entender que las cosas así conmigo no funcionan —Abner, amenazante, dio un par de pasos hacia Calisto.

—Unas palmaditas y a dormir, eso es lo que ya no funciona, el tiempo en el que no se te reprendió por lo que hacías, se terminó —Calisto también camino hacia él, sin dejarse amedrentar.

—Eres una tonta si crees que vas a poder conmigo —dijo acercándose aún más.

— ¡Bueno!, idiota ya eres, no me sorprende que me subestimes —declaró Calisto terminando de cerrar el espacio entre los dos.

Quedaron tan cerca que sus alientos chocaban entre sí.

Pese a que sus ganas de destruirla eran infinitas, Abner no evitó notar que la piel de Calisto era bonita, tan pálida y limpia que parecía de porcelana, un deseo de acariciarla cruzó por su mente de manera fugaz, sorprendiéndolo por completo.

— ¡Ya lárgate! —bufó en la cara de la joven.

—Nos vemos mañana. 

No se molestó en rodearlo, así que chocó su hombro contra el cuerpo de Abner, por supuesto que este ni se inmutó, era el doble de alto y fuerte que ella.

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