—Señora Barbaren —la llamó su asistente con temor.
El pobre hombre sabía de sobra que quien le daba malas noticias a la matriarca de la familia Barbaren, se llevaba siempre la peor parte.
La mujer de cabello blanco le echó una mirada endurecida, no necesitaba ni preguntar, la actitud nerviosa del hombre le decía todo.
— ¡Muéstrame! — le ordenó.
Su asistente colocó la tablet sobre la mesa de té, delante de la señora, rápidamente juntó sus manos y comenzó a jugar con los dedos. Ya sabía lo que le esperaba y supo que sería peor cuando la anciana cerró los ojos por segundo y profirió un fuerte bufido.
— ¡No puede ser posible! — estalló —. ¿¡Cómo es que logra meterse en tantos problemas!?
—Están realizando todos los arreglos —aseguró el hombre en un fallido intento de aminorar la ira de la mujer.
— ¿Arreglando?, ¡son una bola de ineptos! —estalló lanzando la tableta con toda la fuerza que le fue posible.
—Señorita, tranquilícese, le puede hacer daño… —el asistente agradeció que no se la hubiera lanzado a él.
—No me tranquilizo ni una m****a. ¡No deben arreglar nada!, ¡deben evitar que estas cosas pasen! Ese es su único trabajo y no cumplen con ello —reclamó —. Llama a Jairo, dile que venga a verme de inmediato — ordenó.
El asistente se apresuró a cumplir con las órdenes de la mujer, al cabo de unos minutos Jairo Murrayl ya se encontraba frente a ella, tal y como lo había pedido.
—Un descaro total — exclamó ella en cuanto lo tuvo enfrente.
—Solo fue un choque más, nada nuevo —rebatió el hombre con serenidad, ganándose ser atravesado por la afilada mirada de la anciana.
—No, esta vez fue más allá, no le basta con organizar carreras clandestinas, encima maneja borracho y ¡se estrella!, poniendo en riesgo su vida. Sumado a todo eso, alardea frente a todo el mundo que es intocable, se burla de todo con un cinismo impresionante…
La pobre mujer estaba al borde del colapso.
—Lo mejor que podemos hacer es ignorarlo como siempre, señora Gala. Ha intentado de todo y su nieto sigue igual… —aconsejó Jairo resignado.
— ¿Tan pronto te has rendido? —señaló la mujer —. ¡Es un maldito Barbaren!, generaciones de linaje familiar pesan sobre él, ¡me niego a que desperdicie su vida de esta manera!
— Ya lo ha intentado todo, señora, sé que es su nieto y lo adora, pero no tiene remedio ese muchacho.
Jairo había sido por años la mano derecha y hombre de confianza de la familia Barbaren, se sabía a detalle los problemas que el heredero de la familia ocasionaba.
—No, la realidad es que no hemos hecho nada. Lo hemos dejado ser, con la esperanza de que un día cambie por sí solo. No soy estúpida, Jairo, sé de sobra que eso jamás sucederá, es momento de tomar medidas en serio —aseguró con voz fuerte la anciana.
— ¿Y qué es exactamente lo que piensa hacer?, ¿vivir pegada a él?, ¿vigilarlo a toda hora para que se comporte como debe? —inquirió burlón —. No me parece la mejor de las ideas, señora.
— ¡Eres un idiota igualado! — rezongó ella —. Si tengo que hacerlo lo haré —dejo salir un pesado suspiro —. Ya soy vieja, Jairo, no viviré para siempre, es hora de que mi nieto haga frente a su destino.
—Supongo que ya no hay más que perder.
Jairo podría no estar de acuerdo con las decisiones de la señora Gala, no obstante jamás le negaba su apoyo.
—Necesitamos a alguien que, además de vigilarlo, le ayude a limpiar esa imagen de imbécil que se ha pintado, alguien que conozca bien la empresa, de carácter fuerte, que no se deje engañar por mi nieto y que sea de confianza, por supuesto.
—No es tarea fácil —rebatió Jairo.
—Pagaré lo que sea —aseguró la abuela Barbaren con un dejo de desesperación en su voz.
—Creo que tengo a la persona correcta para ese trabajo.
— ¿Quién? —quiso saber de inmediato la anciana.
—Mi asistente —respondió sin dudar el hombre.
—Esa chica —señaló con incredulidad y desdén la abuela —. Es… cómo decirlo amablemente... muy ordinaria.
—Precisamente por eso — aseguró él.
Le incomodaba admitirlo, pero aunque a él la chica le parecía esplendorosa, no podía negar el hecho de que su personalidad no generaba empatía hacia los demás.
—La señorita Melker es brillante — agregó.
—Me dan escalofríos cada vez que la veo — refunfuñó la mujer —. Se pasea por la empresa como si fuera un alma en pena, apenas y habla, ¿no sé cómo es que puedes decir eso? —rebatió.
—No es la más sociable, lo admito, sin embargo, conoce a la perfección la empresa, es discreta y… bueno, si existe alguien a quien su nieto no sea capaz de dominar y manipular con sus encantos, definitivamente es Calisto Melker.
— ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? —inquirió la anciana Barbaren.
— Bueno, se ha encargado de limpiar algunos de los desastres de Abner y estoy seguro de que coincide con nosotros al decir que ese muchacho necesita mano dura.
Por decir lo menos. La única vez que Calisto llegó a quejarse del trabajo fue cuando le ordenaron arreglar los destrozos ocasionados por el heredero de la familia Barbaren. Inconsciente, niño mimado y mocoso inútil, fueron los insultos más decentes que la joven profirió aquella vez.
Aunque Jairo la escuchó por accidente, a la joven no le preocupaba en lo más mínimo esconder su desagrado por la actitud despilfarradora, egocéntrica, grosera y altanera de Abner Barbaren.
Gala Barbaren pareció meditarlo por unos instantes. No estaba segura de que ese improvisado plan funcionara, pero debía intentar todo para que su nieto aceptara el mando de los Barbaren y sobre todo, se convirtiera en el hombre con la capacidad necesaria para cargar con el legado familiar.
De no ser así, todo lo que los Barbaren representaban desaparecería en manos de algún miembro de la familia a los que ella no consideraba dignos para tomar ese lugar, como los hijos o nietos de su cuñada Olga, muerta hacía varios años a causa de cáncer de páncreas.
Gala adoraba a su cuñada, habían sido las mejores amigas, pero esta perdió el apellido Barbaren al casarse con el ambicioso Noel Merien. Por desgracia, la descendencia de Olga heredó la mala entraña de Noel, por lo que, aunque eran parte del linaje Barbaren, no eran considerados como tal.
Abner era nieto e hijo de un primogénito Barbaren por lo tanto, estar al frente de la familia y los negocios, era su derecho de sangre y nombre. Aunque Gala pasó a ser una Barbaren solo por su matrimonio con el abuelo de Abner, defendía el legado de la familia a capa y espada y jamás permitiría que el apellido perdiera poder.
—Prepara a la chica, la veremos esta misma tarde —ordenó a Jairo.
— ¿Hoy mismo?, se necesitan por lo menos un par de días, Abner no es cosa fácil —rebatió el hombre.
Más que preparación necesitaba tiempo para convencer a Calisto, sabía de sobra que se negaría a trabajar con Abner.
—Tiempo es lo que menos tenemos, Jairo. Yo me encargaré de mi nieto.
Dicho esto despidió con un gesto a Jairo y mandó llamar a su chofer, era el momento de hacerle una visita a su nieto.
— ¡Ay!, pero qué escándalo, ¡Dios!, ¿qué tiene uno que hacer para que lo dejen descansar en paz? —exclamó Abner molesto y aturdido por el fuerte sonido del timbre.
No ayudaba el dolor de cabeza que lo aquejaba en aquel momento.
—Morir, eso es lo que se tiene que hacer para descansar en paz —señaló la abuela Barbaren frente a él, al abrir la puerta.
— ¿Abuela? —Abner limpió sus ojos esperando, mejor dicho, rezando, para que la imagen de su abuela frente a él, fuera un invento de su imaginación.
— ¡Yo estoy a punto de descansar en paz para siempre por tu culpa! —señaló ella en modo dramático, al mismo tiempo que lo hacía a un lado para entrar al departamento.
—Tú siempre tan dulce, abuelita — dijo con sarcasmo el joven.
— ¡Cállate, insensato!, y no me digas abuelita —dijo con voz furiosa —. No finjas demencia, sabes de sobra por qué estoy aquí.
—Abuela, hacer corajes tan temprano puede hacerte daño, ven, siéntate, tomemos algo —Abner se acercó a ella para ayudarla a sentarse, sin embargo, la anciana le propinó un par de bastonazos por la espalda.
— ¡Abuela!, ¡estás loca!, ¡eso duele! —se quejó el joven.
— Eres un desvergonzado, Abner. A mí es a la que le duele ver cómo es que desperdicias tu vida —señaló dolida la abuela.
—Abuela, no te pongas así, la vida es para disfrutarse y eso es lo que yo estoy haciendo, disfruto mi vida, no la desperdicio —aseguró su nieto mientras se acercaba a ella y la envolvía en los brazos.
Ni siquiera la anciana se escapaba de la manipulación de Abner y sus encantos.
— ¡Ya no más! — aseveró la anciana.
—Estás siendo demasiado melodramática, necesitas relajarte —el joven hizo amago de ayudarla a sentarse ignorando por completo las palabras de su abuela.
¡Dije que no! — exclamó ella propinándole un nuevo golpe al chico.
— ¡Demonios abuela!, no me golpees, ¡ya no soy un niño! —se quejó.
— ¡Demuéstralo! —demandó ella —. Ya es hora de que te comportes como el hombre que eres y hagas frente a tus responsabilidades.
— Sabes que yo no nací para eso, lo hemos discutido muchas veces y dejé muy en claro que no tengo interés alguno por tomar el mando de los Barbaren.
Su humor relajado, bromista y divertido se esfumó al instante. Una sombra de ira velaba sobre él.
El tema de ser la cabeza de la familia le producía repugnancia, se negaba a perder su amada libertad, sacrificarla por hundirse en negocios, papeleo y responsabilidades.
—Te equivocas, querido, es precisamente para lo que naciste, es tu destino y no puedes seguir ignorándolo —aseveró la abuela acariciando suavemente el rostro de su nieto —. Ve y cámbiate —ordenó —lo de anoche fue tu último desastre, comenzarás con tú… entrenamiento, en la próxima junta serás anunciado como el nuevo presidente de BBN y líder de los Barbaren.
Las carcajadas que profirió Abner interrumpieron a la anciana.
—Eres buena con las bromas, abuela —dijo aun riendo.
—No es una broma, todas tus cuentas han sido congeladas. Incluso la herencia que dejaron tus padres —le notificó dejando a su nieto boquiabierto.
— ¡No puedes hacer eso! — demandó él.
—Claro que puedo y lo hice, ¿quieres los beneficios de ser un Barbaren?, ¡pues gánatelos! El poder viene junto a una gran responsabilidad, muchacho, entre más rápido lo entiendas mejor para ti. Tienes cinco minutos, te espero abajo y dile a la zorra que tienes en la habitación, que es la última vez que se ven.
Para la señora Gala no pasó desapercibido que su nieto tenía compañía y una que no era de su agrado. Abner debía casarse con una mujer digna, de buena familia y con una reputación intachable, tal y como lo habían hecho sus antecesores.
La anciana salió del departamento dejando a su joven nieto confundido en medio de la estancia, sin dejarle otra opción más que seguirla.
El humor de Calisto no era particularmente bueno ese día.Los desmanes de Abner repercuten más allá de su familia y la pobre chica había pasado toda la noche resolviendo los destrozos que el niño mimado de los Barbaren había ocasionado.Aquello rompió por completo con la rutina muy bien establecida que Calisto llevaba, dormir antes de las diez, levantarse a las seis de la mañana para ejercitarse, luego tomar una ducha y alistarse para el trabajo mientras bebía su té energizante.Nada de eso había podido hacer, su rutina fue reemplazada por una noche completa en la estación de policía representando a Abner, resolviendo el conflicto con los afectados, que dicho sea de paso eran bastantes, ya que el vehículo del joven dañó varios comercios mientras trataba de huir de la policía.Calisto no tuvo tiempo ni de ir a su casa a cambiarse, de la estación regresó directo a su oficina, se lavó la cara en el baño y acomodó su cabello lo mejor que pudo para no verse tan desaliñada. Sin éxito.Al no
Con la firme convicción de llevar su plan hacia el éxito, Calisto se presentó en el apartamento de Abner muy temprano, llevaba consigo la agenda de eventos y actividades que la abuela y Jairo planearon para él. Se tomó la libertad de hacerle unos pequeños ajustes para medir las reacciones de Abner, aparte de su insolencia, arrogancia y su constante falta de respeto hacia los demás, no sabía mucho acerca de él.—Tendré que averiguar tus debilidades —dijo para sí misma, mientras esperaba a que Abner se dignara a abrirle la puerta.Dispuesta a hacerlo el tiempo que fuera necesario, esperó un par de minutos antes de volver a aporrear el timbre con ímpetu. El pensar en cómo perturbaba el sueño de Abner, la hizo sonreír.— ¡Dios!, ¡esto no es posible! —rugió Abner al levantarse —¡mataré a quien esté detrás de esa puerta!, ¡juro que lo haré! —despotricaba el hombre mientras caminaba a paso pesado hacia la puerta. —¡Dios santo! —exclamó espantado al ver a Calisto con una sonrisa siniestra de
—Comencemos entonces, soy todo tuyo.Abner apareció en la estancia, llevaba puesto un pantalón de vestir color caqui y camisa en color crema, mocasines y el cabello muy bien peinado. El hombre era todo un adonis y aunque Calisto no era ciega, su desprecio por él le servía como repelente ante sus encantos.—El desayuno está ahí —dijo ella señalando hacia la encimera de la cocina sin despegar la vista de la tablet que sostenía —de ahora en adelante, llevará una dieta muy estricta.—Estoy en forma —replicó él.—Es una forma decente de decir que su abuela quiere desintoxicar su sistema —explicó la chica.— ¿Desintoxicar? — preguntó confundido.—Sí, bueno, se ha bebido el océano pacífico en alcohol —señaló ella sin pudor.— No soy alcohólico —aclaró indignado Abner.—La negación es la primera fase —se burló Calisto.—Tu sarcasmo me molesta.—Se acostumbrará —respondió Calisto fríamente.—No lo creo —dijo entre dientes Abner.—Le informaré sobre sus deberes —anunció ella —además de la dieta
—Dara, ¿qué haces ahí? —la chica levantó la vista y sus profundos ojos azules resplandecieron al ver a su amiga aparecer frente a ella.— ¡Esperándote!, ¿qué más estaría haciendo afuera de tu apartamento? —respondió con una enorme sonrisa.— ¡Lo siento!, las cosas se complicaron un poco —se defendió Calisto.—Abre la puerta primero y ahorita me cuentas todo, muero de frío.— ¿Frío? —pero si ya estamos en primavera.—Sabes que soy sensible al clima y hoy el viento está particularmente helado.—Querrás decir fresco.—Anda, abre y deja de darme la contraria —demandó la chica de cabello lila.— ¡Está bien, está bien!, entremos — Calisto colocó sus cosas en el suelo para abrir la puerta de su departamento, esta necesitaba un poco de fuerza para abrir.Aseguraba que no la reparaba porque funcionaba como un seguro contra delincuentes, no cualquiera podría abrirla sin saber el truco de cómo hacerlo, pero la verdad es que nunca ajustaba con su sueldo para mandarla reparar.— ¡Hogar, dulce hoga
— ¿De verdad le seguirás el juego a tu abuela? —Cuestionó Kenzo a Abner—¿No es más fácil para ti, tomar el control de BBN y ya?—En cuanto me declaren presidente perderé mi libertad, deseo disfrutarla un poco más —respondió Abner con seriedad.—A mí no me engañas, tienes algo planeado, ¿cierto? —Los ojos oscuros de Ilan se clavaron en él.—Por el momento, aguantar a la loca que me pusieron de niñera —al decir esto, Abner tomó su copa y se la terminó de un solo trago.—La chica es inofensiva, ¿por qué te ensañas tanto con ella? —cuestionó Kenzo.— ¿Ya la conociste? —Ilan lanzó la pregunta a este último.—Esta mañana.— ¿Y, cómo es? El par de amigos se envolvieron en una plática sobre Calisto, olvidando por completo la presencia de Abner.—Es fascinante —aseguró Kenzo ante la mirada incrédula de Abner.—Entonces, ¿es bonita?— ¡Es horrenda!, ¡hasta el diablo sentiría escalofríos de solo verla! — Intervino Abner.—La belleza es subjetiva, querido.— ¡Exacto!, la encuentras fascinante p
Esa frase que dice: “Después de la tempestad viene la calma”, era todo lo contrario a la etapa por la que atravesaban Calisto y Abner. Para esos dos la tormenta apenas se aproximaba. Tras el disturbio en el departamento del joven heredero, por el que fue a dar a la cárcel junto con sus amigos, este se mantenía sorprendentemente dócil y obediente.Escuchaba con atención todo lo que Calisto le enseñaba e incluso llevaba a cabo las tareas que ella le mandaba, sin rechistar.La joven deseaba ser optimista y creer que el escarmiento que le dio mandándolo a arrestar, había funcionado para calmarlo, sin embargo, un sexto sentido la obligaba a desconfiar y mantenerse alerta, al fin de cuentas, solo había pasado un par de días desde aquello.—Pídeles a tus amigos que no interrumpan nuestras clases —demandó ella antes de retirarse.Ese día Kenzo e Ilan se la pasaron en el departamento y el hecho de que ambos no le quitaban la vista de encima, haciéndola sentir una atracción de circo, no era el
— ¡Te dije que no funcionaría! —se quejaba Abner.—Habría funcionado si te hubieras disculpado sin una sonrisa burlona en la cara y hubieras sido un poco más serio y sincero. ¡Era evidente que te estabas burlando de él! —rebatió la joven, mientras le curaba las heridas del rostro.Durante el evento, Abner tenía que disculparse con el anfitrión por haberle robado la virtud a su hija y no responder como es debido… al menos ese era el plan y el joven Barbaren siguió con ello, no obstante, la infructuosa disculpa resultó más ofensiva para el agraviado.—Siento mucho lo que pasó. Digo, no es que yo me lleve toda la culpa, ¿cómo iba a saber que era virgen?, en estos tiempos, ¿quién guarda su pureza hasta los 26 años? —habría dicho Abner, desatando la ira del padre y provocando que este se le fuera encima a los golpes.— ¡Les advertí que no era bueno disculpándome!, —dijo él — ¡Aaah!, ¡eso duele! Calisto presionó con fuerza la herida de su labio intencionalmente.— ¡Podías haberte esforzado
A medida que la convivencia entre Calisto y Abner avanzaba, ambos descubrían aspectos del otro que jamás imaginaron, en este caso, Calisto era la sorprendida al darse cuenta de que, el problemático heredero de los Barbaren, no era tan cabeza hueca como ella lo suponía.Tanta fue su sorpresa que incluso todavía estando en casa de Abner, envió un mensaje a Jairo solicitando el currículum académico del joven, usando la excusa de que quería saber qué tanto conocimiento tenía él, para poder partir de ahí con sus clases.Jairo pareció conforme con la explicación de ella y no tardó en enviarle la información solicitada. Calisto hizo acopio de toda su paciencia para no abrir ahí mismo los documentos, tenía que hacerlo hasta estar en su casa, no podía arriesgarse a que Abner la descubriera.Ese día fue eterno para ella, al terminar su jornada, salió corriendo del lugar, dejando a Abner y sus amigos un poco confundidos por su actitud.—Sí que la sorprendiste, — señaló Ilan —salió corriendo.—Te