Nuevamente el calor empezó a subir y la sabana que los cobijaban a empezó a estorbar, Camila se frotó contra su erección, cuando lo escucho gemir sonrió contra su boca.Ella se alejó para apreciar la vista, acarició su pecho y bajó hasta su abdomen marcado. —Te ves tan exquisita desnuda... — Sus pechos al aire parecían dos melones maduros y grandes, los amaso con sus manos, firmes y redondos, los pezones se pusieron duros bajo su toque. —Quiero meterlos a mi boca. Ronroneo con una voz seductora y viril. La respiración de Damián estaba agitada, se imaginaba juntado los pechos de Camila y succionar los pezones juntos, sintió que su amigo se ponía más duro haya abajo, levantó las caderas para que ella lo sintiera, quería estar en su interior, hacerla gritar de placer; Camila disfrutaba de la impaciencia del muchacho, sonrió lasciva y agarro las manos de él con las suyas, empezando mover sus senos de arriba hacia abajo, mientras ella movía las caderas contra su pene para conseguir una
El tiempo pasa y las cosas siguen ahí, la casa aunque un poco más vieja luce exactamente igual que hace siete años; la misma pintura, las mismas flores blancas que adornan el portón de la entrada, los mismo dueños.Camila Barragán era una persona particularmente callada y muy habladora cuando estaba inspirada. Ella miraba por la ventanilla del auto el paisaje que nunca cambiaba; los ranchos, las vacas. Las gallinas caminaban en las calles de terracería, la gente chismosa asomándose por las ventanas para ver pasar la ostentosa camioneta tipo lobo de la familia Orteaga; Ella vestía un sexi vestido corto de color vino con estampado de flores, botines color negro de tacón delgado y hermosas joyas de oro que adornaban su cuello y orejas; su largo cabello negro se alborotaba por la brisa caliente que entraba por la ventana, y su muy cuidadoso maquillaje lentamente parecía estarse derritiendo por el calor asfixiante del día.El clima de Tabasco no se parecía en nada al de Cancún y es obvio
Eran las dos de la mañana y la fiesta no parecía tener fin, Camila se había refugiado en la sala de don Damián después de haber soportado tanto escándalo. Se dejó caer en el viejo y muy costoso sillón de la sala, era tan cómodo que podría dormirse fácilmente, si no fuera por la música a todo volumen que hacía vibrar las ventanas y los cuadros en las paredes, o el doloroso dolor de pies por los tacones y el de espalda por estar perfectamente erguida, bien podría cerrar sus ojos y dormir placenteramente.Un largo suspiro lleno de cansancio abandono su cuerpo, a esta hora, estuviera en su cama acostada, con el celular en la mano escribiéndose con su enamorado, Camila tenía pésimo gusto con los hombres o mala suerte, siempre escogía a puros canallas que llenaban de piedras su corazón, en este momento Arturo era el amor de su vida por decirlo de alguna manera, él es casi diez años mayor que ella; Él tiene treinta y cuatro años, es fotógrafo profesional, soltero, sin hijos aparentemente, c
Camila estaba atrapada en el frenesí del deseo, sus manos actuaban por voluntad propia recorriendo la ancha espalda de aquel hombre, su perfume le había lavado el cerebro y ahora sólo podía desear una sola cosa, más, más de él.La boca de Damián besó el cuello de la chica, sus manos masajeaban sus senos, quería más de ella, Camila dejó escapar un largo y placentero grito cuando los dedos de Damián encontraron la entrada a su sexo, aquel sonido desapareció cualquier razonamiento en su cabeza, no podría ser más un caballero con ella, al menos no durante lo que quedaba de oscuridad.— Gracias por el favor— Camila miró a su acompañante salir del auto, espero pacientemente a que le abrieran la puerta, Damián seguía siendo un caballero, desde muy pequeño siempre se portaba así con cualquier mujer, estaba feliz que no hubiera cambiando eso, se mordió el labio y recorrió con la mirada el porte del susodicho, estaba tan bueno, más que el pan recién hecho, o las tortillas de maíz.— Para eso es
La señora Marbella había mandado a construir una pequeña terraza en el jardín cuando Camila tenía quince años, así su preciada hija estudiaría sin que nadie le molestara, un reconfortante escondite al que siempre podía ir cuando necesitaba privacidad. Habían llegado al lugar con la botella de vodka y varias cajas de jugo de arándano, Camila había puesto música para ambientar el oscuro espacio, mientras que Damián se había sentado en el suelo, el joven se sentía mareado después de beber el segundo trago, sus piernas se sentían ligeramente entumecidas y la boca reseca; abrió tanto como pudo los ojos, en la oscuridad, la dureza de Camila desaparecía; la silueta de su cuerpo lo seducía con un suave baile al ritmo de una lenta canción que se reproducía en el celular de la joven. —¿Estás bien?— Le pregunto a la chica, que había dejado de tararear y permanecía inmóvil, Damián encendió la lámpara de su celular, aunque la luz de la luna iluminaba perfectamente no le bastaba para observar el
Camila sintió un pequeño latigazo de dolor, jamás había estado con un hombre que la tuviera grande, al principio pensó que no podría con el trozo de carne que se levantaba firme, orgulloso de su tamaño, pero en cada centímetro ella anhelaba más, él se detuvo al escuchar los suaves quejidos de dolor de la muchacha, la alejo con amabilidad, preocupado. — ¿Qué haces? —Protesto, tratando de regresar nuevamente al regazo del joven, este la recibió entre sus brazos, pero alejando de su alcance lo que más quería.—Pensé que te había lastimado. Se disculpó, regalándole un beso en la punta de su nariz, eso hizo que el repentino enojo que vibro en su ser desapareciera mágicamente. Camila sonrió encantada. —Estoy bien, hombre tonto, solo quiero tenerte dentro de nuevo. — Sin pensarlo beso la seductora boca del hombre, llevando sus brazos alrededor de su cuello, enterrando sus dedos en las hebras de su cabello, se deleitó en su sabor a licor y pasta de dientes, en el calor abrazador que reinic
Por más que el tiempo pasaba las heridas de Camila se sentían recientes, todos los días eran como el primer día, dolorosos, inconcebibles, todos los días las heridas sangraban, todos los días dolía demasiado que lo único que deseaba era la muerte, su razón de vivir estaba muerta, ¿Por qué ella debería seguir viviendo? Realmente ella pensaba que no tenía nada que le importara, la vida se había vuelto tediosa, aburrida, sin la risa de su madre, sin el amor de su madre, estar viva no valía nada. La casa que Marbella les había heredado era hermosa, demasiado grande y llena de recuerdos en cada esquina, las hermanas Barragán tenían que ignorar el lugar que siempre estaría vacío y que nadie se atrevía a ocuparlo, para siempre estaría vacío, esperando a su dueña que nunca regresaría. Cuando llego a la cocina encontró a su cuñado dándole de comer a su pequeño sobrino, trato de sonreír, pero sus labios apenas se movieron para hacer una mueca seca. —Buenos días cuñado. — Dijo, después se sen
—No, no salgo con nadie por ahora— Dijo Camila. —¡Sí! —. Grito el joven, alzando el puño en señal de victoria, dejando escapar el aire cumulado y delatándose a sí mismo, todo al mismo tiempo. Ahí estaba escondido como un vil chismoso, usando una toalla alrededor de la cintura, pequeñas gotas de agua bajaban lentamente por su piel, trató de cubrir su pecho cruzando los brazos, pero hacerlo también le dio vergüenza, su rostro se pintó de rojo y sus ojos se clavaron directamente en los de ella. Jamás se había sentido como un niño como ahora. Asintió con una sonrisa nerviosa y siguió su camino al cuarto. —Hola, buenas tardes damas. — Dijo cuándo el picaporte no abría. Nervioso, empezó a sentir que la toalla se le caería. Era uno de esos momentos donde la vergüenza era obligatoria y el universo parecía querer humillarlo — ¡Damiancito por favor!— grito su madre al ver que el joven no podía entrar en su habitación, mientras tanto Camila llevo el vaso de limonada a la boca, observando al ho