El tiempo pasa y las cosas siguen ahí, la casa aunque un poco más vieja luce exactamente igual que hace siete años; la misma pintura, las mismas flores blancas que adornan el portón de la entrada, los mismo dueños.
Camila Barragán era una persona particularmente callada y muy habladora cuando estaba inspirada. Ella miraba por la ventanilla del auto el paisaje que nunca cambiaba; los ranchos, las vacas. Las gallinas caminaban en las calles de terracería, la gente chismosa asomándose por las ventanas para ver pasar la ostentosa camioneta tipo lobo de la familia Orteaga; Ella vestía un sexi vestido corto de color vino con estampado de flores, botines color negro de tacón delgado y hermosas joyas de oro que adornaban su cuello y orejas; su largo cabello negro se alborotaba por la brisa caliente que entraba por la ventana, y su muy cuidadoso maquillaje lentamente parecía estarse derritiendo por el calor asfixiante del día. El clima de Tabasco no se parecía en nada al de Cancún y es obvio que extrañaba estar en su casa en la ciudad, todo lo que la hacía sentir cómoda estaba haya, su cama individual, su pequeña colección de novelas de ficción, su trabajo y sus muy pocas amistades, regresar al pueblo era una molestia que tenía que soportar. ¿Pero por qué ir a un lugar donde no quieres estar? En una pequeña localidad de Tabasco vivía su hermana, esa quizás podría ser la razón, pero la verdad era que en ese lugar, en ese caluroso pueblo sin Internet, que en ocasiones no había agua, estaba la tumba de su madre, y ese era el único motivo por el cual agarraba las maletas en sus vacaciones, compraba un boleto de autobús y viajaría quince horas solo para ver una tumba de color blanco con el nombre de su madre en ella. Si tan solo pudiera moverla de lugar la llevaría hasta Cancún para no tener que regresar jamás. Pero eso es otra historia, aunque el tiempo parecía nunca pasar los hechos si, siempre que regresaba a casa, los felices recuerdos del pasado inundaban su mente, recordaría a su madre tan llena de vida, tan amorosa. En el pasado Camila jamás avisaba cuando iba de visita a su pueblo natal, porque cuando llegaba a casa le gustaba sorprender a su madre. Pero ahora, después de aquel día a Camila se le rompia el corazón mil veces nada más de ver el nombre del pueblo, o la calle, o la casa, siempre lloraría al no encontrarla y descubrir que el tiempo si paso, y que la vida sigue, que su madre falleció hace dos años y que ahora estaba sola en el mundo, solo con cerrar sus ojos podía volver en el tiempo, a ese momento cuando abría la puerta con su vieja llave, dejaría las maletas en la sala y caminaría lentamente por toda la casa hasta llegar al patio donde estaría Marbella, regando las plantas sedientas que morían por el calor, dándole de comer a los pollos o haciendo el desayuno en la cocina, imaginaria su voz gritar de emoción cuando la mujer viera a su hija mirarla con una suave sonrisa en los labios, ella dejaría de hacer todo lo que estaba haciendo para correr a recibirla, su madre la abrazaría, y besaría su cara, susurrando "Mi Camila" cien veces, y sería tan feliz de estar en casa, de respirar el olor a animales, el sudor pegajoso, y el calor no importaría, que el celular no funcione tampoco, nada valdría más que estar en los brazos de su madre. -Hemos llegado hija, te ayudo a bajar- la realidad la trajo de su letargo, la burbuja de añoranza se rompió y miro las manos grandes de su padrino esperando por las suyas, aunque no era necesario ellas las tomó y bajó de la camioneta de un salto no muy elegante, todos la trataban así, como si fuera de cristal, como si con el más mínimo golpe se fuera a romper, pero realmente a Camila no le importaba, a ella no le importaba nada. Así era desde que la tragedia cerró su corazón. No es que ella hubiera cambiado mucho, seguía siendo una chica un poco alegre, fiel a sí misma y demasiado ingenua, amable hasta considerarse tonta, e intelectual hasta cierto punto. Si no pensaba en la muerte todo estaba bien, la vida era manejable. -Gracias Padrino. -Damián Orteaga le acarició la cabeza, su gran manaza le alboroto su cabello, aunque Camila se quejó no pudo evitar ser despeinada por la muestra de afecto. Entró a la casa de su padrino con los tacones enterrándose en el pasto, solo a ella se le ocurriría llevar ese tipo de zapatos al rancho, el resto de la familia estaba ahí, su madrina Maricela, una dama en todo su esplendor, la recibió con un caluroso abrazo y un beso en la mejilla, su hermana Daniela también la recibió de la misma manera, su sobrino y su cuñado, todos parecían feliz de tenerla en casa después de dos largos años de ausencia. La comida fue servida, el alcohol y la cerveza fueron sacados del refrigerador y puestos en una hielera, la fiesta estaba comenzando y las personas iban llegando poco a poco, viejas amistades de su madre y por ende conocidos de ella, maestros, doctores, terratenientes y capataces, todos saludaban y se sentaban en la gran mesa, comían y bebían y el tiempo pasaba tan rápido que pronto llegó la noche, todos parecían olvidar que doña Marbella no estaba y disfrutaban como si nada, quizás por eso odiaba regresar, porque se daba cuenta que era la única que seguía sufriendo, que su vida se había parado en el momento que llegó a casa y cuando quiso dejar las maletas en la sala no pudo hacerlo, porque habían demasiadas personas que obstaculizaban la entrada, porque había un ataúd en medio de la sala, porque su madre estaba dentro del ataúd dormida y jamás despertaría de nuevo. Esa vez fue tan doloroso como increíble, y todos los días se repite en sus sueños como un limbo eterno. Ver que todos podían seguir, dolía hasta los huesos.Eran las dos de la mañana y la fiesta no parecía tener fin, Camila se había refugiado en la sala de don Damián después de haber soportado tanto escándalo. Se dejó caer en el viejo y muy costoso sillón de la sala, era tan cómodo que podría dormirse fácilmente, si no fuera por la música a todo volumen que hacía vibrar las ventanas y los cuadros en las paredes, o el doloroso dolor de pies por los tacones y el de espalda por estar perfectamente erguida, bien podría cerrar sus ojos y dormir placenteramente.Un largo suspiro lleno de cansancio abandono su cuerpo, a esta hora, estuviera en su cama acostada, con el celular en la mano escribiéndose con su enamorado, Camila tenía pésimo gusto con los hombres o mala suerte, siempre escogía a puros canallas que llenaban de piedras su corazón, en este momento Arturo era el amor de su vida por decirlo de alguna manera, él es casi diez años mayor que ella; Él tiene treinta y cuatro años, es fotógrafo profesional, soltero, sin hijos aparentemente, c
Camila estaba atrapada en el frenesí del deseo, sus manos actuaban por voluntad propia recorriendo la ancha espalda de aquel hombre, su perfume le había lavado el cerebro y ahora sólo podía desear una sola cosa, más, más de él.La boca de Damián besó el cuello de la chica, sus manos masajeaban sus senos, quería más de ella, Camila dejó escapar un largo y placentero grito cuando los dedos de Damián encontraron la entrada a su sexo, aquel sonido desapareció cualquier razonamiento en su cabeza, no podría ser más un caballero con ella, al menos no durante lo que quedaba de oscuridad.— Gracias por el favor— Camila miró a su acompañante salir del auto, espero pacientemente a que le abrieran la puerta, Damián seguía siendo un caballero, desde muy pequeño siempre se portaba así con cualquier mujer, estaba feliz que no hubiera cambiando eso, se mordió el labio y recorrió con la mirada el porte del susodicho, estaba tan bueno, más que el pan recién hecho, o las tortillas de maíz.— Para eso es
La señora Marbella había mandado a construir una pequeña terraza en el jardín cuando Camila tenía quince años, así su preciada hija estudiaría sin que nadie le molestara, un reconfortante escondite al que siempre podía ir cuando necesitaba privacidad. Habían llegado al lugar con la botella de vodka y varias cajas de jugo de arándano, Camila había puesto música para ambientar el oscuro espacio, mientras que Damián se había sentado en el suelo, el joven se sentía mareado después de beber el segundo trago, sus piernas se sentían ligeramente entumecidas y la boca reseca; abrió tanto como pudo los ojos, en la oscuridad, la dureza de Camila desaparecía; la silueta de su cuerpo lo seducía con un suave baile al ritmo de una lenta canción que se reproducía en el celular de la joven. —¿Estás bien?— Le pregunto a la chica, que había dejado de tararear y permanecía inmóvil, Damián encendió la lámpara de su celular, aunque la luz de la luna iluminaba perfectamente no le bastaba para observar el
Camila sintió un pequeño latigazo de dolor, jamás había estado con un hombre que la tuviera grande, al principio pensó que no podría con el trozo de carne que se levantaba firme, orgulloso de su tamaño, pero en cada centímetro ella anhelaba más, él se detuvo al escuchar los suaves quejidos de dolor de la muchacha, la alejo con amabilidad, preocupado. — ¿Qué haces? —Protesto, tratando de regresar nuevamente al regazo del joven, este la recibió entre sus brazos, pero alejando de su alcance lo que más quería.—Pensé que te había lastimado. Se disculpó, regalándole un beso en la punta de su nariz, eso hizo que el repentino enojo que vibro en su ser desapareciera mágicamente. Camila sonrió encantada. —Estoy bien, hombre tonto, solo quiero tenerte dentro de nuevo. — Sin pensarlo beso la seductora boca del hombre, llevando sus brazos alrededor de su cuello, enterrando sus dedos en las hebras de su cabello, se deleitó en su sabor a licor y pasta de dientes, en el calor abrazador que reinic
Por más que el tiempo pasaba las heridas de Camila se sentían recientes, todos los días eran como el primer día, dolorosos, inconcebibles, todos los días las heridas sangraban, todos los días dolía demasiado que lo único que deseaba era la muerte, su razón de vivir estaba muerta, ¿Por qué ella debería seguir viviendo? Realmente ella pensaba que no tenía nada que le importara, la vida se había vuelto tediosa, aburrida, sin la risa de su madre, sin el amor de su madre, estar viva no valía nada. La casa que Marbella les había heredado era hermosa, demasiado grande y llena de recuerdos en cada esquina, las hermanas Barragán tenían que ignorar el lugar que siempre estaría vacío y que nadie se atrevía a ocuparlo, para siempre estaría vacío, esperando a su dueña que nunca regresaría. Cuando llego a la cocina encontró a su cuñado dándole de comer a su pequeño sobrino, trato de sonreír, pero sus labios apenas se movieron para hacer una mueca seca. —Buenos días cuñado. — Dijo, después se sen
—No, no salgo con nadie por ahora— Dijo Camila. —¡Sí! —. Grito el joven, alzando el puño en señal de victoria, dejando escapar el aire cumulado y delatándose a sí mismo, todo al mismo tiempo. Ahí estaba escondido como un vil chismoso, usando una toalla alrededor de la cintura, pequeñas gotas de agua bajaban lentamente por su piel, trató de cubrir su pecho cruzando los brazos, pero hacerlo también le dio vergüenza, su rostro se pintó de rojo y sus ojos se clavaron directamente en los de ella. Jamás se había sentido como un niño como ahora. Asintió con una sonrisa nerviosa y siguió su camino al cuarto. —Hola, buenas tardes damas. — Dijo cuándo el picaporte no abría. Nervioso, empezó a sentir que la toalla se le caería. Era uno de esos momentos donde la vergüenza era obligatoria y el universo parecía querer humillarlo — ¡Damiancito por favor!— grito su madre al ver que el joven no podía entrar en su habitación, mientras tanto Camila llevo el vaso de limonada a la boca, observando al ho
Ella parecía no darse cuenta de lo sensual y bella que era, estaba sentada con las piernas cruzadas, reposaba su rostro sobre su mano mientras miraba el paisaje; su vestido se había levantado indiscretamente , mostrando un poco más de sus piernas; miro a su izquierda y Damián parecía distante, como si solo su cuerpo estuviera ahí en modo automático y sus pensamientos estuvieran en otro lugar del globo terráqueo; trató de calmarse y se preparó mentalmente para dejarle en claro que la noche pasada había sido un error que debía olvidar. Pero ¿Cómo empezaba? después de haberse calmado y meditado y sobre todo recordado un poco, había disfrutado tanto, los besos, el calor, las caricias, sería una hipocresía de su parte negarlo. Él encendió la radio, donde las canciones eran un popurrí variado de música romántica y regional mexicano, les esperaba quince minutos de camino y aún no sabía cómo romper el silencio. Un silencio un poco confuso, porque a pesar de las dudas y todo el lío que había e
— Métemela Damián, quiero que me la metas muy duro y sin compasión. — Él no pudo evitar soltar una carcajada, estaba un cien por ciento seguro que tendría que rogar mucho, saber que Camila también se moría por él, hacía que su ego se elevará rápidamente por las nubes. Sin demoras le quito la que quedaba de ropa, admirando el bello cuerpo de la fémina desnudo, era tan perfecta, un cuerpo hermoso en una hermosa chica, deslizo sus dedos por la suavidad de sus pechos firmes, grandes como pequeños melones maduros, las curvas de sus caderas tenían la forma de una guitarra. Damián empezó a besarla del cuello, acariciándole sus generosos pechos con ambas manos. — Harás lo que yo diga, como yo lo diga, ¿Estamos? — Ella lo apartó, hundiendo sus dedos entre su abundante cabello y jalándolo hacia atrás. Damián se sintió abochornado, usualmente es él quien tira del pelo. No tuvo más opción que tragarse la carcajada y relamer sus labios, esa mujer lo excitaba mucho, ella estaba salvaje y muy dom