— Métemela Damián, quiero que me la metas muy duro y sin compasión. — Él no pudo evitar soltar una carcajada, estaba un cien por ciento seguro que tendría que rogar mucho, saber que Camila también se moría por él, hacía que su ego se elevará rápidamente por las nubes. Sin demoras le quito la que quedaba de ropa, admirando el bello cuerpo de la fémina desnudo, era tan perfecta, un cuerpo hermoso en una hermosa chica, deslizo sus dedos por la suavidad de sus pechos firmes, grandes como pequeños melones maduros, las curvas de sus caderas tenían la forma de una guitarra. Damián empezó a besarla del cuello, acariciándole sus generosos pechos con ambas manos. — Harás lo que yo diga, como yo lo diga, ¿Estamos? — Ella lo apartó, hundiendo sus dedos entre su abundante cabello y jalándolo hacia atrás. Damián se sintió abochornado, usualmente es él quien tira del pelo. No tuvo más opción que tragarse la carcajada y relamer sus labios, esa mujer lo excitaba mucho, ella estaba salvaje y muy dom
Ella atravesó la sala a oscuras, guiándose por una luz lejana que brillaba por el pasillo, el eco de sus pasos y el silencio era tenebroso, podía incluso escuchar el golpeteo de su corazón en su pecho; llegó hasta la cocina, aunque las luces estaban encendidas no había nadie. Camila tenía ocho años cuando abrió los ojos, giro sobre si misma extendiendo la mano buscando la figura de su madre en la extensa cama, cuando no sintió su cuerpo, se sentó, la pequeña luz de la lámpara, alejaba un poco las sombras, iluminando la habitación con una cálida luz ambarina. Se bajó rápido de la cama, la frialdad del suelo le provoco escalofríos, su bata de dormir color rosa le llegaba hasta las rodillas, abrió la puerta mirando la luz en la cocina encendida, camino en silencio por la gran casa a oscuras, tocando la pared para no golpearse con nada en el camino. Su madre estaba frente a la estufa, calentaba la comida para que no se pusiera mala y pudiera comerse al día siguiente, al mismo tiempo que
Llovía Las gotas de lluvia rebotaban contra el techo de lámina de la cocina, el eco del diluvio era un sonido intenso que llenaba toda la casa, no muy lejos de su habitación podía imaginar cómo se formaban los charcos de agua en el patio, el canto de las ranas y grillos que se unían gentilmente como una sinfonía somnolienta; con los ojos cerrados contaba el lapso que tardaban los truenos en retumbar la tierra. Jamás hubiera esperado que amaneciera nublado, apenas ayer el sol estaba en la plenitud del cielo, con una temperatura arriba de los cuarenta grados. Si estuviera en Cancún un clima lluvioso hubiera sido perfecto, lastimosamente en el pueblo de San pedro, la lluvia significaba que no habría luz por lo menos hasta que pasara la tormenta; por lo tanto, a escasos minutos de haber empezado a llover la luz se fue, dejando a Camila sumergida en los sonidos del viento, la lluvia, los truenos y los miles de recuerdos que se reproducían en su cabeza como una serie de televisión. Marbel
El sonido de un auto deteniéndose en la entrada la hizo mirar por la ventana, luego escucho el claxon. Sorprendida de ver a Damián abrirse paso entre la lluvia con un paraguas negro y una bolsa en sus manos se quedó inmóvil mirando la escena por mucho tiempo. Con el cielo cayendo a cantaros no esperaba verlo tal cual habían prometido, asumió que simplemente no vendría; su celular empezó a brillar con un número desconocido, eso la trajo a la realidad, haciéndola correr a la entrada, con las manos temblorosas y la sorpresa marcada en el rostro. Cuando abrió la puerta el hombre entró en una ventisca cálida y mojada, como si amaneciera dentro de su oscuridad, respiro la esencia masculina que le calentó hasta las uñas de los pies. Vestía vaqueros azules, aparentemente nuevos por el color brillante, una camisa manga larga negra con estampado dorado en los hombros, usaba un sombrero negro y botas oscuras de piel. Parecía sacado de alguna feria ganadera, lucía masculino y guapo, con esa
Afuera la lluvia aumentó su fuerza, dejándose caer contra la tierra en un vago intento de inundarla, los rayos sonaban uno detrás de otro prometiendo destruir todo a su paso, pero eso no era nada comparado con la tormenta que se desato en su interior; Camila miró la devoción en Damián, aquellos ojos sinceros hicieron mella en su pecho llegando a estremecer cada fibra de su cuerpo, la sinceridad en cada una de sus palabras era latente como un ser vivo, tan tangible que podía tomarla entre sus dedos, sería tan fácil cerrar los ojos a su amargo dolor y dejarse subir a las nubes con aquella maravillosa promesa de un amor profundo.Tan sencillo como respirar, tan doloroso hacerlo, la agonía dentro de su ser se resistió a la esperanza de aquellas sublimes palabras, la tristeza la abrazo por la espalda, aferrándose a ella con sus filosas garras que se clavaban en su piel, le susurró al oído la posibilidad de caer en una trampa tan cruel como el amor, aquel monstro le dijo lo egoísta que ser
A Damián se le hizo piedra el corazón apenas escucho el sollozo de su mujer, se dio la vuelta y aunque llovía sobre ellos, las lágrimas de ella no pasaban desapercibidas, no podía irse aunque su orgullo o su reputación dependiera de eso, sus piernas se movieron solas, corriendo hacia ella, sus brazos rápidamente la rodearon, un cuerpo tan pequeño, indefenso y temblosos; la abrazo fuerte, tratando de pegar alguna parte que estuviera rota, ella volvió a sostenerlo pero esta vez agarró un puño de su camisa mojada. — Por favor...vamos adentro. — Susurro acurrucada en su pecho. Él la levanto entre sus brazos como una princesa, besándole la frente, protegiéndola del clima. Suspiro agradecida del buen corazón de Damián, se sentía como una vil mentirosa, uso la última arma: las lágrimas; desgraciadamente solo puede usarse tres veces, más de tres dejan de perder efecto. Escurriendo agua lo llevó a su habitación, donde la dejo ponerse en pie con suavidad, sosteniéndola con cuidado. Una vez
Nuevamente el calor empezó a subir y la sabana que los cobijaban a empezó a estorbar, Camila se frotó contra su erección, cuando lo escucho gemir sonrió contra su boca.Ella se alejó para apreciar la vista, acarició su pecho y bajó hasta su abdomen marcado. —Te ves tan exquisita desnuda... — Sus pechos al aire parecían dos melones maduros y grandes, los amaso con sus manos, firmes y redondos, los pezones se pusieron duros bajo su toque. —Quiero meterlos a mi boca. Ronroneo con una voz seductora y viril. La respiración de Damián estaba agitada, se imaginaba juntado los pechos de Camila y succionar los pezones juntos, sintió que su amigo se ponía más duro haya abajo, levantó las caderas para que ella lo sintiera, quería estar en su interior, hacerla gritar de placer; Camila disfrutaba de la impaciencia del muchacho, sonrió lasciva y agarro las manos de él con las suyas, empezando mover sus senos de arriba hacia abajo, mientras ella movía las caderas contra su pene para conseguir una
El tiempo pasa y las cosas siguen ahí, la casa aunque un poco más vieja luce exactamente igual que hace siete años; la misma pintura, las mismas flores blancas que adornan el portón de la entrada, los mismo dueños.Camila Barragán era una persona particularmente callada y muy habladora cuando estaba inspirada. Ella miraba por la ventanilla del auto el paisaje que nunca cambiaba; los ranchos, las vacas. Las gallinas caminaban en las calles de terracería, la gente chismosa asomándose por las ventanas para ver pasar la ostentosa camioneta tipo lobo de la familia Orteaga; Ella vestía un sexi vestido corto de color vino con estampado de flores, botines color negro de tacón delgado y hermosas joyas de oro que adornaban su cuello y orejas; su largo cabello negro se alborotaba por la brisa caliente que entraba por la ventana, y su muy cuidadoso maquillaje lentamente parecía estarse derritiendo por el calor asfixiante del día.El clima de Tabasco no se parecía en nada al de Cancún y es obvio