Capitulo tres

Camila estaba atrapada en el frenesí del deseo, sus manos actuaban por voluntad propia recorriendo la ancha espalda de aquel hombre, su perfume le había lavado el cerebro y ahora sólo podía desear una sola cosa, más, más de él.

La boca de Damián besó el cuello de la chica, sus manos masajeaban sus senos, quería más de ella, Camila dejó escapar un largo y placentero grito cuando los dedos de Damián encontraron la entrada a su sexo, aquel sonido desapareció cualquier razonamiento en su cabeza, no podría ser más un caballero con ella, al menos no durante lo que quedaba de oscuridad.

— Gracias por el favor— Camila miró a su acompañante salir del auto, espero pacientemente a que le abrieran la puerta, Damián seguía siendo un caballero, desde muy pequeño siempre se portaba así con cualquier mujer, estaba feliz que no hubiera cambiando eso, se mordió el labio y recorrió con la mirada el porte del susodicho, estaba tan bueno, más que el pan recién hecho, o las tortillas de maíz.

— Para eso estamos señorita, para servir. — Damián ofreció su mano a la joven, ella la aceptó de buena y gana y salió del coche, camino a la entrada de su casa y empezó a buscar las llaves.

— ¿Quieres pasar un rato? — Pregunto, mirando al joven de reojo, él estaba apoyado sobre el auto, con los brazos cruzados y una sonrisa en el rostro. Sintió un nudo en el estómago al pensar en las cosas que quería hacerle, no era bueno, no era correcto, pero su parte codiciosa deseaba al chico. Una noche, solo una vez.

— ¿Por una tasita de café? — Camila sonrió a Damián, estúpido hombre guapo y vil, la ponía nerviosa, no podía negarlo pero tampoco iba admitirlo, se giró hacia él cuando logro abrir todas las puertas, imitó su pose, sonriendo tentadoramente, una noche volvió a repetirse, solo una noche.

— Podría ser...— dijo, deslizando las palabras lentamente como el caramelo fundido. Mirarla era como ver las puertas del cielo abiertas, un camino lleno de promesas maravillosas, sin retorno.

— Me encantaria pasar— Le susurro la chica, estaba tan nerviosa que le temblaban las manos, su vientre se apretó y empezó a sentir latir su interior de anhelo. Él dio un paso hacia ella, mirando como la imponente mujer parecía volverse más delicada, más pequeña conforme avanzaba. — Después de tí — Para su sorpresa, los ojos de la dama parecieron brillar de puro deleite, con la espalda recta y los brazos cruzados, se adentró a la casa donde lentamente las luces se fueron encendiendo a su paso.

Respiro profundamente, controlar sus ansias nunca había sido tan difícil, seco sus manos húmedas de sudor en la parte delantera de sus vaqueros, entro en la casa, cerrando las puertas para que nadie más entrara, sintió que estaba dentro de un sueño, tenía miedo de despertar.

Después de dos largos años de ausencia la casa de su madre seguía exactamente igual, como si la mujer nunca se hubiera marchado, los muebles seguían estando en el mismo sitio, la televisión y el equipo de sonido en la sala, muchos cuadros de ella en las paredes, las puertas de madera barnizadas, las perillas relucientes y el calor del día evaporándose al abrir las ventanas, miro el cuarto de su madre, cerrado, sin ninguna luz adentro, se detuvo unos segundos mirando el picaporte, sabía que al abrir aquella puerta nadie estaría adentro, pero aun así la esperanza en su pecho hizo doler su corazón;

— ¿Camila? — La voz del muchacho la regreso al presente, sintió la soledad esfumarse cuando sus ojos hicieron contacto con los él, le tomo la mano, sonriendo al sentir el calor en su piel fría; caminaron hacia la cocina.

— ¿Y cómo te ha ido en Cancún? — Pregunto después que la chica soltó su mano para ir a la alacena, miro sus caderas, deteniéndose demasiado en la redondez de su trasero, se imaginó a si mismo detrás de ella, agarrándola por la cintura, pegando sus labios en su delicado cuello para dejar besos húmedos en esa suave piel morena, trago el nudo en su garganta, desviando la mirada a otra parte.

— Es demasiado ruidoso, algunas veces puedes dormir con la suave melodía de una lluvia de balas por tu colonia. — Contesto, riéndose de sus palabras; Damián sonrió, vacilante, volvió a mirarla cuando sintió su presencia más cerca.

— Pará ti, es como el año nuevo. — Ambos rieron al mismo tiempo, recordando esos instantes de su niñez; el padre de Damián disparaba al cielo doce veces cada fin de año y aunque hubo muchas protestas por los invitados, la mayoría ya estaban tan ebrios que apenas que se daban cuenta de lo que estaba pasando. Hasta que una vez le cayó una bala en el pie a un invitado. Desde entonces los disparos se detuvieron.

Camila había sacado una botella de vodka y otra de kaluha de la alacena, dos vasos rocas y leche evaporado del refrigerador. Damian enarco una ceja, no era fan del licor.

— ¿Cómo te gusta más, ruso negro o blanco? — Camila ponía dos cubos de hielo lo bastante grande para llenar los vasos, puso el vodka y el kaluha y miró a Damián esperando su respuesta, la cara del chico era un poema, se debatía entre el horror y la curiosidad.

—Creo que me gustan más las rusas.— Su respuesta la hizo parpadear de incredulidad, sonrio nuevamente y no pudo evitar sonrojarse, Damian observo cada detalle de aquel color carmesí que cubria las mejillas de Camila, se sentia nervioso y atraido, pero sin dunda alguna, más nervioso. sus manos temblaban.

—El ruso blanco lleva la leche y el ruso negro solo Kaluha y el vodka y las rusas para mí son...— Damián miro las manos de Camila tocarse sus generosos senos y juntarlos, su rostro era sensual y la vista de sus pechos moverse de arriba y abajo era tan sexi, definitivamente quería una rusa

— Tú elige por mí. — Dijo en vez de arrastrarla hasta sus brazos. Camila terminó las bebidas al agregar la crema y revolver con una cuchara. coloco el vaso al alcance del joven, sin dejar de mirarlo, sus ojos negros eran pasionales, podía sentir como la acariciaba con la mirada.

Olía maravillosamente a café, Damián tomó un sorbo, era un trago dulce y refrescante, parecía café frío con leche, se tomó el vaso con rapidez y lo dejó delante de ella. Nunca había tomado más que una cerveza de vez en cuando, era la primera vez que probaba el licor y aunque al comienzo no sintió más que el dulzor, sintió como su cuerpo empezaba a calentarse con demasiada rapidez.

— Está vez, tómalo despacio, no es carrera Damián— Dijo Camila con una sonrisa en sus labios, le hizo otro ruso blanco y con ademan de la cabeza lo invito a seguirla.

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