La señora Marbella había mandado a construir una pequeña terraza en el jardín cuando Camila tenía quince años, así su preciada hija estudiaría sin que nadie le molestara, un reconfortante escondite al que siempre podía ir cuando necesitaba privacidad.
Habían llegado al lugar con la botella de vodka y varias cajas de jugo de arándano, Camila había puesto música para ambientar el oscuro espacio, mientras que Damián se había sentado en el suelo, el joven se sentía mareado después de beber el segundo trago, sus piernas se sentían ligeramente entumecidas y la boca reseca; abrió tanto como pudo los ojos, en la oscuridad, la dureza de Camila desaparecía; la silueta de su cuerpo lo seducía con un suave baile al ritmo de una lenta canción que se reproducía en el celular de la joven. —¿Estás bien?— Le pregunto a la chica, que había dejado de tararear y permanecía inmóvil, Damián encendió la lámpara de su celular, aunque la luz de la luna iluminaba perfectamente no le bastaba para observar el rostro de la joven. Camila se percató del cuerpo de su compañero en el suelo, no había encendido las luces porque odiaba que la vieran llorar, sin embargo la luna iluminaba lo suficiente para ver la forma de la mesa y los muebles en la pequeña estancia. Cuando vio que Damián encendió la luz del celular instintivamente se secó las lágrimas, pero, aunque las seco antes que él le iluminará el rostro, estas no dejaron de brotar de sus ojos. —Apágala Damián— ordenó, su voz temblorosa y sus ojos enrojecidos no eran lo que ella quería que él recordara esa noche. Con las lágrimas deslizándose lentamente por sus mejillas y el vaso sin vodka en sus manos, empezó a tontear con su cuerpo, moviéndose lentamente de un lado al otro, bailando para tentar al chico que la miraba sin parpadear. Ella pasó delicadamente la mano por su muslo derecho, deslizando sus dedos hasta acariciar su rostro húmedo, se había levantado el vestido en el proceso y sus piernas se mostraban más al joven en el suelo. <tócame> Susurraba en su mente, deseaba las caricias cálidas en su piel de hielo, necesitaba sentir que no estaba sola esa noche; dio un pequeño salto cuando sintió los dedos temblorosos de su acompañante en su tobillo, este subió lentamente tocando su pierna, ella se acercó a su cuerpo, deseando más caricias, su palma dejaba un rastro de anhelo, la otra mano acarició su otra pierna, subieron hasta llegar a sus nalgas donde las masajeo, tratando de agarrarlas en su totalidad. Camila acarició su cabello, pasaba sus delgados dedos entre las oscuras hebras de pelo suave. —Dime que tan borracha estas para saber si debo seguir o no. — Camila subió más a la música y meneo sus caderas cuando las manos de este se detuvieron en su recorrido. — Estoy bien, hazme tuya— Susurro, Damián sonrió en la oscuridad, siempre había soñado con tenerla en su cama, dispuesta, desnuda, con su cabellera desparramada en las almohadas ahora que sus deseos parecían cumplidos empezó a temer que de verdad todo fuera un sueño. —A tus ordenes mi dama. —Susurro, con los labios pegados en la suave piel de sus piernas. Sus nalgas eran tan suaves y firmes; Damián empezó a depositar pequeños besos húmedos en las piernas de la chica, oliendo la fragancia que venía de su parte más íntima, sintió su corazón palpitar con tanta fuerza que pensó que ella podría escucharlo, quería hacerlo rápido y lento al mismo tiempo, desgarrar sus pequeñas ropas con sus dedos y estrellarse en su interior muchas veces sin censura, con las manos temblorosas bajó la ropa interior de la mujer, deslizando sus dedos por la piel de seda. La chica se mordió los labios al ver que Damián olía la tanga en sus manos, aspiraba como un loco y de repente sintió vergüenza, como si fuera su primera vez. —Basta, harás que me arrepienta. —Ella le arrebato la braga y la arrojó lejos, Damián quedó sorprendido y aunque no pudiera apreciar sus ojos en la oscuridad, el nerviosismo de su voz era latente. La deseaba tanto que incluso dolía, la erección que tenía suplicaba por ser liberada, su piel incluso ardía de tanto anhelo, pero nada era más importante que ella. —Si no quieres está bien, tranquila— El beso que deposito en su piel fue diferente a los otros cargados de deseo, este era tan dulce como tranquilizante, Camila sonrió, había escuchado esa misma frase varias veces con sus anteriores amantes, pero nunca había sonado tan sincera como en la boca de Damián, realmente sintió que estaba bien que ella se echara para atrás, negó rápidamente, pero él no pudo verla. —Continúa, si quiero, enserio. — su voz salió apenas como un susurro, pero era segura y firme, pero sobre todo anhelante... —Si te llegas a sentir abrumada y no quieres seguir, me detendré... Te lo prometo— ella asintió, pero tampoco pudo verla claramente, él jalo de su mano y la hizo sentarse frente a él, con las piernas abiertas, montándolo en suelo, quiso protestar por el incómodo lugar, pudieron haberse sentado en el sofá, o incluso ir a su cuarto. Él le acarició el rostro, deslizando los dedos tiernamente por sus labios, hizo un sendero hasta sus mejillas y recorrer su cuello, con la misma lentitud le recorrió la espalda bajando la cremallera del vestido en el proceso, quería besarla ahora, pero sí lo hacía imaginó que aquel sueño desaparecería como la niebla. Camila estaba atrapada en el deseo, sus manos actuaban por voluntad propia recorriendo el amplio pecho del joven, su perfume le había lavado el cerebro y ahora sólo podía desear una sola cosa, más, más de él, no tuvo la misma amabilidad que tenía el chico, deslizo sus delgados dedos en el marcado abdomen del muchacho, contando con sus dedos el six pack que ondulaban bajo su toque. Damián besó el cuello de la chica, el perfume parecía ser más fuerte en esa zona y aspiro con fuerza, deslizó su lengua hasta la oreja de la dama y entre sus dientes sostuvo su lóbulo mientras ella temblaba entre sus brazos, desabrocho el odioso brasier con dedos habilidosos, el cuerpo de Camila era como un cofre del tesoro, dentro de otro cofre lleno de oro, dentro de otro; sus manos masajeaban sus senos, deseaba más de ella, beso y lamio su piel como si fuera un delicioso postre y vaya que lo era, no había comparación con cualquier otra, la piel de Camila era suave como la crema y fresca como el agua helada; Damián abrió la boca y chupo su seno izquierdo, Camila no pudo evitar un gemido largo, el calor de su boca se sentía tan bien, la humedad en su vagina empezaba a mojar el pantalón del hombre, acarició la cabeza de Damián, la succión se sentía exquisita. Damián bajó sus dedos a la vagina de Camila, él gimió cuando sintió la humedad y el calor de ella, no tardo en encontrar el clítoris y acariciarlo lentamente, los gemidos de placer de la chica era la psicofonía perfecta; la humedad se deslizaba por su mano como agua bendita empapando su mano, deslizó un dedo es su entrada, Camila lo beso en los labios, mordiéndolos, las caderas de la mujer empezaron a moverse al ritmo de su mano, buscando más placer. — ¿Quieres que te la meta? ¿Ah? ¿La quieres dentro? —Camila estaba perdida totalmente, su cuerpo temblaba, sus manos acariciaban a su hombre ¡Y vaya que sí quería tenerla dentro! Damián deslizo en su boca sus dedos mojados con el dulce calor de Camila, era un sabor salado que dilataban sus papilas, un movimiento atrevido que jamás le habían hecho antes; ella cerro los ojos y chupo esos largos dedos con esmero. — Desabrocha el pantalón. — Susurro con voz ronca, el dedo de Damián se deslizaba en círculos en su lengua. Camila gimió de placer cuando el miembro del joven se liberó de un solo movimiento, sus pequeñas manos apenas podían abarcar su gran longitud, estaba caliente y palpitaba, había deseado hacerle un oral pero ahora realmente solo quería ser empalada de una sacrosanta vez. Imagino que su dedo era su miembro, empezó a mover su cabeza en un delicado vaivén al mismo tiempo que le acariciaba la dura de masculinidad que tenía entre sus manos; era tan duro y grueso, sus manos aumentaron la intensidad de sus caricias, apretando el glande suave y esponjado, húmedo por el líquido preseminal. La respiración del joven aumento volviéndose irregular. Ella liberó su dedo, húmedo por su saliva. — La quiero dentro. — susurro en un gemido quejumbroso. Él tomo sus caderas entre sus fuertes manos, enterrando sus dedos en la suave carne, la levanto como si no pesara nada y puso su miembro en la caliente entrada de la chica.Camila sintió un pequeño latigazo de dolor, jamás había estado con un hombre que la tuviera grande, al principio pensó que no podría con el trozo de carne que se levantaba firme, orgulloso de su tamaño, pero en cada centímetro ella anhelaba más, él se detuvo al escuchar los suaves quejidos de dolor de la muchacha, la alejo con amabilidad, preocupado. — ¿Qué haces? —Protesto, tratando de regresar nuevamente al regazo del joven, este la recibió entre sus brazos, pero alejando de su alcance lo que más quería.—Pensé que te había lastimado. Se disculpó, regalándole un beso en la punta de su nariz, eso hizo que el repentino enojo que vibro en su ser desapareciera mágicamente. Camila sonrió encantada. —Estoy bien, hombre tonto, solo quiero tenerte dentro de nuevo. — Sin pensarlo beso la seductora boca del hombre, llevando sus brazos alrededor de su cuello, enterrando sus dedos en las hebras de su cabello, se deleitó en su sabor a licor y pasta de dientes, en el calor abrazador que reinic
Por más que el tiempo pasaba las heridas de Camila se sentían recientes, todos los días eran como el primer día, dolorosos, inconcebibles, todos los días las heridas sangraban, todos los días dolía demasiado que lo único que deseaba era la muerte, su razón de vivir estaba muerta, ¿Por qué ella debería seguir viviendo? Realmente ella pensaba que no tenía nada que le importara, la vida se había vuelto tediosa, aburrida, sin la risa de su madre, sin el amor de su madre, estar viva no valía nada. La casa que Marbella les había heredado era hermosa, demasiado grande y llena de recuerdos en cada esquina, las hermanas Barragán tenían que ignorar el lugar que siempre estaría vacío y que nadie se atrevía a ocuparlo, para siempre estaría vacío, esperando a su dueña que nunca regresaría. Cuando llego a la cocina encontró a su cuñado dándole de comer a su pequeño sobrino, trato de sonreír, pero sus labios apenas se movieron para hacer una mueca seca. —Buenos días cuñado. — Dijo, después se sen
—No, no salgo con nadie por ahora— Dijo Camila. —¡Sí! —. Grito el joven, alzando el puño en señal de victoria, dejando escapar el aire cumulado y delatándose a sí mismo, todo al mismo tiempo. Ahí estaba escondido como un vil chismoso, usando una toalla alrededor de la cintura, pequeñas gotas de agua bajaban lentamente por su piel, trató de cubrir su pecho cruzando los brazos, pero hacerlo también le dio vergüenza, su rostro se pintó de rojo y sus ojos se clavaron directamente en los de ella. Jamás se había sentido como un niño como ahora. Asintió con una sonrisa nerviosa y siguió su camino al cuarto. —Hola, buenas tardes damas. — Dijo cuándo el picaporte no abría. Nervioso, empezó a sentir que la toalla se le caería. Era uno de esos momentos donde la vergüenza era obligatoria y el universo parecía querer humillarlo — ¡Damiancito por favor!— grito su madre al ver que el joven no podía entrar en su habitación, mientras tanto Camila llevo el vaso de limonada a la boca, observando al ho
Ella parecía no darse cuenta de lo sensual y bella que era, estaba sentada con las piernas cruzadas, reposaba su rostro sobre su mano mientras miraba el paisaje; su vestido se había levantado indiscretamente , mostrando un poco más de sus piernas; miro a su izquierda y Damián parecía distante, como si solo su cuerpo estuviera ahí en modo automático y sus pensamientos estuvieran en otro lugar del globo terráqueo; trató de calmarse y se preparó mentalmente para dejarle en claro que la noche pasada había sido un error que debía olvidar. Pero ¿Cómo empezaba? después de haberse calmado y meditado y sobre todo recordado un poco, había disfrutado tanto, los besos, el calor, las caricias, sería una hipocresía de su parte negarlo. Él encendió la radio, donde las canciones eran un popurrí variado de música romántica y regional mexicano, les esperaba quince minutos de camino y aún no sabía cómo romper el silencio. Un silencio un poco confuso, porque a pesar de las dudas y todo el lío que había e
— Métemela Damián, quiero que me la metas muy duro y sin compasión. — Él no pudo evitar soltar una carcajada, estaba un cien por ciento seguro que tendría que rogar mucho, saber que Camila también se moría por él, hacía que su ego se elevará rápidamente por las nubes. Sin demoras le quito la que quedaba de ropa, admirando el bello cuerpo de la fémina desnudo, era tan perfecta, un cuerpo hermoso en una hermosa chica, deslizo sus dedos por la suavidad de sus pechos firmes, grandes como pequeños melones maduros, las curvas de sus caderas tenían la forma de una guitarra. Damián empezó a besarla del cuello, acariciándole sus generosos pechos con ambas manos. — Harás lo que yo diga, como yo lo diga, ¿Estamos? — Ella lo apartó, hundiendo sus dedos entre su abundante cabello y jalándolo hacia atrás. Damián se sintió abochornado, usualmente es él quien tira del pelo. No tuvo más opción que tragarse la carcajada y relamer sus labios, esa mujer lo excitaba mucho, ella estaba salvaje y muy dom
Ella atravesó la sala a oscuras, guiándose por una luz lejana que brillaba por el pasillo, el eco de sus pasos y el silencio era tenebroso, podía incluso escuchar el golpeteo de su corazón en su pecho; llegó hasta la cocina, aunque las luces estaban encendidas no había nadie. Camila tenía ocho años cuando abrió los ojos, giro sobre si misma extendiendo la mano buscando la figura de su madre en la extensa cama, cuando no sintió su cuerpo, se sentó, la pequeña luz de la lámpara, alejaba un poco las sombras, iluminando la habitación con una cálida luz ambarina. Se bajó rápido de la cama, la frialdad del suelo le provoco escalofríos, su bata de dormir color rosa le llegaba hasta las rodillas, abrió la puerta mirando la luz en la cocina encendida, camino en silencio por la gran casa a oscuras, tocando la pared para no golpearse con nada en el camino. Su madre estaba frente a la estufa, calentaba la comida para que no se pusiera mala y pudiera comerse al día siguiente, al mismo tiempo que
Llovía Las gotas de lluvia rebotaban contra el techo de lámina de la cocina, el eco del diluvio era un sonido intenso que llenaba toda la casa, no muy lejos de su habitación podía imaginar cómo se formaban los charcos de agua en el patio, el canto de las ranas y grillos que se unían gentilmente como una sinfonía somnolienta; con los ojos cerrados contaba el lapso que tardaban los truenos en retumbar la tierra. Jamás hubiera esperado que amaneciera nublado, apenas ayer el sol estaba en la plenitud del cielo, con una temperatura arriba de los cuarenta grados. Si estuviera en Cancún un clima lluvioso hubiera sido perfecto, lastimosamente en el pueblo de San pedro, la lluvia significaba que no habría luz por lo menos hasta que pasara la tormenta; por lo tanto, a escasos minutos de haber empezado a llover la luz se fue, dejando a Camila sumergida en los sonidos del viento, la lluvia, los truenos y los miles de recuerdos que se reproducían en su cabeza como una serie de televisión. Marbel
El sonido de un auto deteniéndose en la entrada la hizo mirar por la ventana, luego escucho el claxon. Sorprendida de ver a Damián abrirse paso entre la lluvia con un paraguas negro y una bolsa en sus manos se quedó inmóvil mirando la escena por mucho tiempo. Con el cielo cayendo a cantaros no esperaba verlo tal cual habían prometido, asumió que simplemente no vendría; su celular empezó a brillar con un número desconocido, eso la trajo a la realidad, haciéndola correr a la entrada, con las manos temblorosas y la sorpresa marcada en el rostro. Cuando abrió la puerta el hombre entró en una ventisca cálida y mojada, como si amaneciera dentro de su oscuridad, respiro la esencia masculina que le calentó hasta las uñas de los pies. Vestía vaqueros azules, aparentemente nuevos por el color brillante, una camisa manga larga negra con estampado dorado en los hombros, usaba un sombrero negro y botas oscuras de piel. Parecía sacado de alguna feria ganadera, lucía masculino y guapo, con esa