Capitulo cuatro

La señora Marbella había mandado a construir una pequeña terraza en el jardín cuando Camila tenía quince años, así su preciada hija estudiaría sin que nadie le molestara, un reconfortante escondite al que siempre podía ir cuando necesitaba privacidad.

Habían llegado al lugar con la botella de vodka y varias cajas de jugo de arándano, Camila había puesto música para ambientar el oscuro espacio, mientras que Damián se había sentado en el suelo, el joven se sentía mareado después de beber el segundo trago, sus piernas se sentían ligeramente entumecidas y la boca reseca; abrió tanto como pudo los ojos, en la oscuridad, la dureza de Camila desaparecía; la silueta de su cuerpo lo seducía con un suave baile al ritmo de una lenta canción que se reproducía en el celular de la joven.

—¿Estás bien?— Le pregunto a la chica, que había dejado de tararear y permanecía inmóvil, Damián encendió la lámpara de su celular, aunque la luz de la luna iluminaba perfectamente no le bastaba para observar el rostro de la joven.

Camila se percató del cuerpo de su compañero en el suelo, no había encendido las luces porque odiaba que la vieran llorar, sin embargo la luna iluminaba lo suficiente para ver la forma de la mesa y los muebles en la pequeña estancia. Cuando vio que Damián encendió la luz del celular instintivamente se secó las lágrimas, pero, aunque las seco antes que él le iluminará el rostro, estas no dejaron de brotar de sus ojos.

—Apágala Damián— ordenó, su voz temblorosa y sus ojos enrojecidos no eran lo que ella quería que él recordara esa noche.

Con las lágrimas deslizándose lentamente por sus mejillas y el vaso sin vodka en sus manos, empezó a tontear con su cuerpo, moviéndose lentamente de un lado al otro, bailando para tentar al chico que la miraba sin parpadear.

Ella pasó delicadamente la mano por su muslo derecho, deslizando sus dedos hasta acariciar su rostro húmedo, se había levantado el vestido en el proceso y sus piernas se mostraban más al joven en el suelo.

<tócame> Susurraba en su mente, deseaba las caricias cálidas en su piel de hielo, necesitaba sentir que no estaba sola esa noche; dio un pequeño salto cuando sintió los dedos temblorosos de su acompañante en su tobillo, este subió lentamente tocando su pierna, ella se acercó a su cuerpo, deseando más caricias, su palma dejaba un rastro de anhelo, la otra mano acarició su otra pierna, subieron hasta llegar a sus nalgas donde las masajeo, tratando de agarrarlas en su totalidad.

Camila acarició su cabello, pasaba sus delgados dedos entre las oscuras hebras de pelo suave.

—Dime que tan borracha estas para saber si debo seguir o no. — Camila subió más a la música y meneo sus caderas cuando las manos de este se detuvieron en su recorrido.

— Estoy bien, hazme tuya— Susurro, Damián sonrió en la oscuridad, siempre había soñado con tenerla en su cama, dispuesta, desnuda, con su cabellera desparramada en las almohadas ahora que sus deseos parecían cumplidos empezó a temer que de verdad todo fuera un sueño.

—A tus ordenes mi dama. —Susurro, con los labios pegados en la suave piel de sus piernas.

Sus nalgas eran tan suaves y firmes; Damián empezó a depositar pequeños besos húmedos en las piernas de la chica, oliendo la fragancia que venía de su parte más íntima, sintió su corazón palpitar con tanta fuerza que pensó que ella podría escucharlo, quería hacerlo rápido y lento al mismo tiempo, desgarrar sus pequeñas ropas con sus dedos y estrellarse en su interior muchas veces sin censura, con las manos temblorosas bajó la ropa interior de la mujer, deslizando sus dedos por la piel de seda.

La chica se mordió los labios al ver que Damián olía la tanga en sus manos, aspiraba como un loco y de repente sintió vergüenza, como si fuera su primera vez.

—Basta, harás que me arrepienta. —Ella le arrebato la braga y la arrojó lejos, Damián quedó sorprendido y aunque no pudiera apreciar sus ojos en la oscuridad, el nerviosismo de su voz era latente. La deseaba tanto que incluso dolía, la erección que tenía suplicaba por ser liberada, su piel incluso ardía de tanto anhelo, pero nada era más importante que ella.

—Si no quieres está bien, tranquila— El beso que deposito en su piel fue diferente a los otros cargados de deseo, este era tan dulce como tranquilizante, Camila sonrió, había escuchado esa misma frase varias veces con sus anteriores amantes, pero nunca había sonado tan sincera como en la boca de Damián, realmente sintió que estaba bien que ella se echara para atrás, negó rápidamente, pero él no pudo verla.

—Continúa, si quiero, enserio. — su voz salió apenas como un susurro, pero era segura y firme, pero sobre todo anhelante...

—Si te llegas a sentir abrumada y no quieres seguir, me detendré... Te lo prometo— ella asintió, pero tampoco pudo verla claramente, él jalo de su mano y la hizo sentarse frente a él, con las piernas abiertas, montándolo en suelo, quiso protestar por el incómodo lugar, pudieron haberse sentado en el sofá, o incluso ir a su cuarto.

Él le acarició el rostro, deslizando los dedos tiernamente por sus labios, hizo un sendero hasta sus mejillas y recorrer su cuello, con la misma lentitud le recorrió la espalda bajando la cremallera del vestido en el proceso, quería besarla ahora, pero sí lo hacía imaginó que aquel sueño desaparecería como la niebla.

Camila estaba atrapada en el deseo, sus manos actuaban por voluntad propia recorriendo el amplio pecho del joven, su perfume le había lavado el cerebro y ahora sólo podía desear una sola cosa, más, más de él, no tuvo la misma amabilidad que tenía el chico, deslizo sus delgados dedos en el marcado abdomen del muchacho, contando con sus dedos el six pack que ondulaban bajo su toque.

Damián besó el cuello de la chica, el perfume parecía ser más fuerte en esa zona y aspiro con fuerza, deslizó su lengua hasta la oreja de la dama y entre sus dientes sostuvo su lóbulo mientras ella temblaba entre sus brazos, desabrocho el odioso brasier con dedos habilidosos, el cuerpo de Camila era como un cofre del tesoro, dentro de otro cofre lleno de oro, dentro de otro; sus manos masajeaban sus senos, deseaba más de ella, beso y lamio su piel como si fuera un delicioso postre y vaya que lo era, no había comparación con cualquier otra, la piel de Camila era suave como la crema y fresca como el agua helada; Damián abrió la boca y chupo su seno izquierdo, Camila no pudo evitar un gemido largo, el calor de su boca se sentía tan bien, la humedad en su vagina empezaba a mojar el pantalón del hombre, acarició la cabeza de Damián, la succión se sentía exquisita.

Damián bajó sus dedos a la vagina de Camila, él gimió cuando sintió la humedad y el calor de ella, no tardo en encontrar el clítoris y acariciarlo lentamente, los gemidos de placer de la chica era la psicofonía perfecta; la humedad se deslizaba por su mano como agua bendita empapando su mano, deslizó un dedo es su entrada, Camila lo beso en los labios, mordiéndolos, las caderas de la mujer empezaron a moverse al ritmo de su mano, buscando más placer.

— ¿Quieres que te la meta? ¿Ah? ¿La quieres dentro? —Camila estaba perdida totalmente, su cuerpo temblaba, sus manos acariciaban a su hombre ¡Y vaya que sí quería tenerla dentro!

Damián deslizo en su boca sus dedos mojados con el dulce calor de Camila, era un sabor salado que dilataban sus papilas, un movimiento atrevido que jamás le habían hecho antes; ella cerro los ojos y chupo esos largos dedos con esmero.

— Desabrocha el pantalón. — Susurro con voz ronca, el dedo de Damián se deslizaba en círculos en su lengua.

Camila gimió de placer cuando el miembro del joven se liberó de un solo movimiento, sus pequeñas manos apenas podían abarcar su gran longitud, estaba caliente y palpitaba, había deseado hacerle un oral pero ahora realmente solo quería ser empalada de una sacrosanta vez.

Imagino que su dedo era su miembro, empezó a mover su cabeza en un delicado vaivén al mismo tiempo que le acariciaba la dura de masculinidad que tenía entre sus manos; era tan duro y grueso, sus manos aumentaron la intensidad de sus caricias, apretando el glande suave y esponjado, húmedo por el líquido preseminal. La respiración del joven aumento volviéndose irregular. Ella liberó su dedo, húmedo por su saliva.

— La quiero dentro. — susurro en un gemido quejumbroso. Él tomo sus caderas entre sus fuertes manos, enterrando sus dedos en la suave carne, la levanto como si no pesara nada y puso su miembro en la caliente entrada de la chica.

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