Camila sintió un pequeño latigazo de dolor, jamás había estado con un hombre que la tuviera grande, al principio pensó que no podría con el trozo de carne que se levantaba firme, orgulloso de su tamaño, pero en cada centímetro ella anhelaba más, él se detuvo al escuchar los suaves quejidos de dolor de la muchacha, la alejo con amabilidad, preocupado.
— ¿Qué haces? —Protesto, tratando de regresar nuevamente al regazo del joven, este la recibió entre sus brazos, pero alejando de su alcance lo que más quería.—Pensé que te había lastimado. Se disculpó, regalándole un beso en la punta de su nariz, eso hizo que el repentino enojo que vibro en su ser desapareciera mágicamente. Camila sonrió encantada.
—Estoy bien, hombre tonto, solo quiero tenerte dentro de nuevo. — Sin pensarlo beso la seductora boca del hombre, llevando sus brazos alrededor de su cuello, enterrando sus dedos en las hebras de su cabello, se deleitó en su sabor a licor y pasta de dientes, en el calor abrazador que reinicio sus deseos, cerró los ojos olvidándose del sexo, sintiendo su corazón empezar a palpitar con dureza dentro de caja torácica, el calor le llego hasta la punta de los pies, recorriendo cada pedazo de su cuerpo, se sintió tan segura y protegida, como si al fin hubiera llegado a casa; Damián la estrecho contra su cuerpo, sorprendido de aquella boca maravillosa, de sus labios expertos que se deslizaban contra los suyos con hambre y plenitud, de los dedos que se enredaban en su pelo con fuerza. Cuando al fin lograron separarse, sus ojos se encontraron en la oscuridad, estaba tan sorprendida por aquel beso, por aquel calor, por todo lo había sentido y dejado de sentir, el tiempo realmente se congelo durante esos preciados segundos. — Siéntate en mi verga mujer. — Su voz profunda se metió en su cabeza, Camila obedeció, puso sus manos en el amplio pecho de Damián, levantándose lo suficiente para que la punta del miembro volviera a tocar su entrada, lo beso nuevamente cuando un gemido de dolor le atravesó las piernas, Damián fue abriéndose paso lentamente en su interior, al principio con lentas estocadas que introducían más de él en cada movimiento, ella grito en cada centímetro, ahora entendía por qué sus amigas decían entre más grande mejor, definitivamente se sentía mejor. El interior de Camila era apretado, Damián mordió sus labios y contó hasta cien en su mente, Ella lo montaba lentamente, matándolo en cada entrada, sentía que pronto estallaría, el sudor escurría por la frente de la chica, su aliento era acelerado, sus pechos subían y bajaban, estaba asombrado. —Me estas quemando. Me quemas Camila. Dijo, apretando los dientes, sintiendo su clímax cerca — Cógeme Damián, hazme venir, quiero que duela. — pidió, nuevamente besándolo en los labios. Su cordura fue derribada en ese momento, acostó a la mujer en el frio suelo, abriendo sus piernas con mucho cuidado, besando su boca nuevamente, callando sus gemidos con su lengua, dejo de ser amable y se enterró en su interior de un solo golpe. — ¡Aaah! — grito, enterrando sus uñas en su espalda, él la tomó de las caderas, arremetiendo contra ella con fuerza, no pudo evitar gemir en cada estocada, entraba y salía de ella cada vez rápido, más duro, el mundo parecía quebrase en un millón de estrellas, el calor aumento, el sudor de sus cuerpos hacían que la fricción fuera incluso más maravillosa. Damián sintió como el interior de Camila apretaba con fuerzas su miembro, con una fuerte sacudida y un grito de placer de la chica sintió que había llegado, segundos después su propio clímax le llego como un tornado devastador, sintió vaciarse en el interior palpitante de la mujer, se quedó inmóvil sobre el cuerpo húmedo de la mujer, beso sus hombros y la curva de sus senos, sus hombros, salió de ella lentamente, recorriendo su vientre con suaves besos. —¿Damián? — susurro Camila, con la voz aletargada. —¿Mmh? — se detuvo. —Buenas noches. — Camila se dejó desvanecer, el cansancio del viaje, el alcohol, el sexo, le pasaron factura. la inconciencia la trago, llevándola a un profundo sueño.Damián llevo el cuerpo durmiente de Camila hasta la habitación de la chica, la dejo caer sobre la cama con delicadeza, la arropó entre sus mantas y encendió el aire acondicionado; sobre su cama, con los ojos cerrados y la respiración tranquila, miro la paz en su rostro, deslizo los dedos por largo cabello de la dama, sosteniendo entre sus manos mechones oscuros de pelo, quiso acurrucarse a su lado y despertar con ella, Desafortunadamente la luz del día empezaba a filtrarse por la ventana, a esta hora imaginó que las personas de la fiesta, incluidos sus padres deberían estar durmiendo por la borrachera, se acercó al cuerpo de la chica durmiente, beso sus labios lentamente sintiendo esa electricidad palpitante que recorría todo su cuerpo, se alejó, mirando una vez más su rostro antes de salir por la puerta y dejarla sola.
Ella sabía que era un sueño, miro el rostro de su madre, jovial, con pequeñas arrugas cerca de sus ojos color avellana y la noble sonrisa en sus labios delgados, como si el hecho desgarrador nunca hubiera pasado y la realidad fuera solo un mal sueño. Camila se aferró al regazo de su madre quien gentilmente le acariciaba el cabello; quería preguntarle si aún vivía, porque en un rincón de su cabeza sabía que estaba muerta, ¿Se enojaría? Posiblemente se burlaría de ella, cerró los ojos disfrutando del calor de sus manos, quizás y sí era pesadilla y su madre aún estaba viva, se convenció que todo había sido un mal sueño y que aquel momento era real. Respiro profundamente la suave esencia de gardenias blancas mezclado con un aroma a formol, la fragancia le quemaba la nariz y era difícil de ignorar, pero su anhelo fue más fuerte y se apretó contra su madre, nada le haría soltarla de nuevo. Camila abrió los ojos lentamente al nuevo día, miro el techo blanco de su habitación sin saber dónde se encontraba, apenas ayer había estado acostada en su pequeña cama, ahora estaba en una más espaciosa, más lujosa de la que tenía, comprendió entonces que estaba en casa de su madre. Lentamente se fue incorporando, sus sábanas favoritas descansan en sus piernas, sus almohadas, el ropero, las ventanas y las cortinas, todo estaba en su lugar de siempre, parecía que el tiempo se había congelado en su adolescencia, más sin embargo, el dolor de cabeza por la resaca la hacían volver a sentir la realidad, su respiración se volvió pesada, regresar de aquel sueño tan vivido era como entrar al infierno, sintió que moriría, su corazón dolía demasiado, sus ojos se llenaron de lágrimas, y la rabia y la impotencia salieron de su garganta en forma de gritos desgarradores que rompieron el silencio y la quietud del día. La puerta de la habitación se abrió con fuerza, estrellándose contra la pared con un ruido seco, con el corazón en la garganta su hermana mayor, Daniela irrumpió en su sufrimiento. Se miraron la una a la otra, Daniela buscaba el mal que acosaba a Camila, cuando vio que su hermana lloraba desconsolada se apresuró en ir a su lado, sosteniendo su cuerpo entre sus brazos, dándole consuelo. Camila se aferró a su hermana, tratando de rescatar la poca estabilidad que había perdido. — Tuve un sueño espantoso Dani, soñé que mamá murió, fue tan real, su cuerpo, el velorio, tengo miedo—La voz de la chica era apenas un débil susurro sollozante, Daniela se mordió los labios, sin saber que decir, pues aquellas palabras también calaban en su ser, negó con la cabeza y la apretó con más fuerza contra su pecho. — ¿Dónde está mamá? ¿Puedes llamarla? Dani, quiero ver a mamá... por favor— El dolor en la voz de su hermana la hicieron llorar, Daniela siempre había tenido que ser la fuerte, pero había veces que deseaba poder romperse, la locura en los ojos de Camila, la desesperación, el dolor inmensurable de su hermana era lo que la obligaba a no ir por ese camino. — Cami, tienes que calmarte... Sabes que paso, sabes que ella ya no está, mamá si murió. — La suave voz de su hermana se quebró al decir las últimas tres palabras, sin embargo, no lloró, tenía que ser firme y mantener la cordura, por ella, por Camila, por su madre, quien siempre la considero fuerte. — Mamá murió...— Apenas susurro las palabras, su hermana mayor la abrazo con más fuerzas, Camila entendió que lo que tuvo fue un sueño solamente y que ahora estaba en la realidad. — Tranquila, ya pasó, cálmate, te traeré un poco de agua, no llores más, a mamá no le gustaría verte así. — susurro su hermana. Daniela depósito un beso en su frente antes de irse, miró como su hermana atravesaba la puerta, y una vez sola, se atrevió a llorar de nuevo, un poquito más, para aguantar el dolor. La realidad se sentía como una pesadilla, el sueño era mejor. Después de minutos eternos seco su llanto, se puso en pie y busco ropa para vestirse.Por más que el tiempo pasaba las heridas de Camila se sentían recientes, todos los días eran como el primer día, dolorosos, inconcebibles, todos los días las heridas sangraban, todos los días dolía demasiado que lo único que deseaba era la muerte, su razón de vivir estaba muerta, ¿Por qué ella debería seguir viviendo? Realmente ella pensaba que no tenía nada que le importara, la vida se había vuelto tediosa, aburrida, sin la risa de su madre, sin el amor de su madre, estar viva no valía nada. La casa que Marbella les había heredado era hermosa, demasiado grande y llena de recuerdos en cada esquina, las hermanas Barragán tenían que ignorar el lugar que siempre estaría vacío y que nadie se atrevía a ocuparlo, para siempre estaría vacío, esperando a su dueña que nunca regresaría. Cuando llego a la cocina encontró a su cuñado dándole de comer a su pequeño sobrino, trato de sonreír, pero sus labios apenas se movieron para hacer una mueca seca. —Buenos días cuñado. — Dijo, después se sen
—No, no salgo con nadie por ahora— Dijo Camila. —¡Sí! —. Grito el joven, alzando el puño en señal de victoria, dejando escapar el aire cumulado y delatándose a sí mismo, todo al mismo tiempo. Ahí estaba escondido como un vil chismoso, usando una toalla alrededor de la cintura, pequeñas gotas de agua bajaban lentamente por su piel, trató de cubrir su pecho cruzando los brazos, pero hacerlo también le dio vergüenza, su rostro se pintó de rojo y sus ojos se clavaron directamente en los de ella. Jamás se había sentido como un niño como ahora. Asintió con una sonrisa nerviosa y siguió su camino al cuarto. —Hola, buenas tardes damas. — Dijo cuándo el picaporte no abría. Nervioso, empezó a sentir que la toalla se le caería. Era uno de esos momentos donde la vergüenza era obligatoria y el universo parecía querer humillarlo — ¡Damiancito por favor!— grito su madre al ver que el joven no podía entrar en su habitación, mientras tanto Camila llevo el vaso de limonada a la boca, observando al ho
Ella parecía no darse cuenta de lo sensual y bella que era, estaba sentada con las piernas cruzadas, reposaba su rostro sobre su mano mientras miraba el paisaje; su vestido se había levantado indiscretamente , mostrando un poco más de sus piernas; miro a su izquierda y Damián parecía distante, como si solo su cuerpo estuviera ahí en modo automático y sus pensamientos estuvieran en otro lugar del globo terráqueo; trató de calmarse y se preparó mentalmente para dejarle en claro que la noche pasada había sido un error que debía olvidar. Pero ¿Cómo empezaba? después de haberse calmado y meditado y sobre todo recordado un poco, había disfrutado tanto, los besos, el calor, las caricias, sería una hipocresía de su parte negarlo. Él encendió la radio, donde las canciones eran un popurrí variado de música romántica y regional mexicano, les esperaba quince minutos de camino y aún no sabía cómo romper el silencio. Un silencio un poco confuso, porque a pesar de las dudas y todo el lío que había e
— Métemela Damián, quiero que me la metas muy duro y sin compasión. — Él no pudo evitar soltar una carcajada, estaba un cien por ciento seguro que tendría que rogar mucho, saber que Camila también se moría por él, hacía que su ego se elevará rápidamente por las nubes. Sin demoras le quito la que quedaba de ropa, admirando el bello cuerpo de la fémina desnudo, era tan perfecta, un cuerpo hermoso en una hermosa chica, deslizo sus dedos por la suavidad de sus pechos firmes, grandes como pequeños melones maduros, las curvas de sus caderas tenían la forma de una guitarra. Damián empezó a besarla del cuello, acariciándole sus generosos pechos con ambas manos. — Harás lo que yo diga, como yo lo diga, ¿Estamos? — Ella lo apartó, hundiendo sus dedos entre su abundante cabello y jalándolo hacia atrás. Damián se sintió abochornado, usualmente es él quien tira del pelo. No tuvo más opción que tragarse la carcajada y relamer sus labios, esa mujer lo excitaba mucho, ella estaba salvaje y muy dom
Ella atravesó la sala a oscuras, guiándose por una luz lejana que brillaba por el pasillo, el eco de sus pasos y el silencio era tenebroso, podía incluso escuchar el golpeteo de su corazón en su pecho; llegó hasta la cocina, aunque las luces estaban encendidas no había nadie. Camila tenía ocho años cuando abrió los ojos, giro sobre si misma extendiendo la mano buscando la figura de su madre en la extensa cama, cuando no sintió su cuerpo, se sentó, la pequeña luz de la lámpara, alejaba un poco las sombras, iluminando la habitación con una cálida luz ambarina. Se bajó rápido de la cama, la frialdad del suelo le provoco escalofríos, su bata de dormir color rosa le llegaba hasta las rodillas, abrió la puerta mirando la luz en la cocina encendida, camino en silencio por la gran casa a oscuras, tocando la pared para no golpearse con nada en el camino. Su madre estaba frente a la estufa, calentaba la comida para que no se pusiera mala y pudiera comerse al día siguiente, al mismo tiempo que
Llovía Las gotas de lluvia rebotaban contra el techo de lámina de la cocina, el eco del diluvio era un sonido intenso que llenaba toda la casa, no muy lejos de su habitación podía imaginar cómo se formaban los charcos de agua en el patio, el canto de las ranas y grillos que se unían gentilmente como una sinfonía somnolienta; con los ojos cerrados contaba el lapso que tardaban los truenos en retumbar la tierra. Jamás hubiera esperado que amaneciera nublado, apenas ayer el sol estaba en la plenitud del cielo, con una temperatura arriba de los cuarenta grados. Si estuviera en Cancún un clima lluvioso hubiera sido perfecto, lastimosamente en el pueblo de San pedro, la lluvia significaba que no habría luz por lo menos hasta que pasara la tormenta; por lo tanto, a escasos minutos de haber empezado a llover la luz se fue, dejando a Camila sumergida en los sonidos del viento, la lluvia, los truenos y los miles de recuerdos que se reproducían en su cabeza como una serie de televisión. Marbel
El sonido de un auto deteniéndose en la entrada la hizo mirar por la ventana, luego escucho el claxon. Sorprendida de ver a Damián abrirse paso entre la lluvia con un paraguas negro y una bolsa en sus manos se quedó inmóvil mirando la escena por mucho tiempo. Con el cielo cayendo a cantaros no esperaba verlo tal cual habían prometido, asumió que simplemente no vendría; su celular empezó a brillar con un número desconocido, eso la trajo a la realidad, haciéndola correr a la entrada, con las manos temblorosas y la sorpresa marcada en el rostro. Cuando abrió la puerta el hombre entró en una ventisca cálida y mojada, como si amaneciera dentro de su oscuridad, respiro la esencia masculina que le calentó hasta las uñas de los pies. Vestía vaqueros azules, aparentemente nuevos por el color brillante, una camisa manga larga negra con estampado dorado en los hombros, usaba un sombrero negro y botas oscuras de piel. Parecía sacado de alguna feria ganadera, lucía masculino y guapo, con esa
Afuera la lluvia aumentó su fuerza, dejándose caer contra la tierra en un vago intento de inundarla, los rayos sonaban uno detrás de otro prometiendo destruir todo a su paso, pero eso no era nada comparado con la tormenta que se desato en su interior; Camila miró la devoción en Damián, aquellos ojos sinceros hicieron mella en su pecho llegando a estremecer cada fibra de su cuerpo, la sinceridad en cada una de sus palabras era latente como un ser vivo, tan tangible que podía tomarla entre sus dedos, sería tan fácil cerrar los ojos a su amargo dolor y dejarse subir a las nubes con aquella maravillosa promesa de un amor profundo.Tan sencillo como respirar, tan doloroso hacerlo, la agonía dentro de su ser se resistió a la esperanza de aquellas sublimes palabras, la tristeza la abrazo por la espalda, aferrándose a ella con sus filosas garras que se clavaban en su piel, le susurró al oído la posibilidad de caer en una trampa tan cruel como el amor, aquel monstro le dijo lo egoísta que ser