Capitulo cinco

Camila sintió un pequeño latigazo de dolor, jamás había estado con un hombre que la tuviera grande, al principio pensó que no podría con el trozo de carne que se levantaba firme, orgulloso de su tamaño, pero en cada centímetro ella anhelaba más, él se detuvo al escuchar los suaves quejidos de dolor de la muchacha, la alejo con amabilidad, preocupado.

— ¿Qué haces? —Protesto, tratando de regresar nuevamente al regazo del joven, este la recibió entre sus brazos, pero alejando de su alcance lo que más quería.

—Pensé que te había lastimado. Se disculpó, regalándole un beso en la punta de su nariz, eso hizo que el repentino enojo que vibro en su ser desapareciera mágicamente. Camila sonrió encantada.

—Estoy bien, hombre tonto, solo quiero tenerte dentro de nuevo. — Sin pensarlo beso la seductora boca del hombre, llevando sus brazos alrededor de su cuello, enterrando sus dedos en las hebras de su cabello, se deleitó en su sabor a licor y pasta de dientes, en el calor abrazador que reinicio sus deseos, cerró los ojos olvidándose del sexo, sintiendo su corazón empezar a palpitar con dureza dentro de caja torácica, el calor le llego hasta la punta de los pies, recorriendo cada pedazo de su cuerpo, se sintió tan segura y protegida, como si al fin hubiera llegado a casa; Damián la estrecho contra su cuerpo, sorprendido de aquella boca maravillosa, de sus labios expertos que se deslizaban contra los suyos con hambre y plenitud, de los dedos que se enredaban en su pelo con fuerza.

Cuando al fin lograron separarse, sus ojos se encontraron en la oscuridad, estaba tan sorprendida por aquel beso, por aquel calor, por todo lo había sentido y dejado de sentir, el tiempo realmente se congelo durante esos preciados segundos.

— Siéntate en mi verga mujer. — Su voz profunda se metió en su cabeza, Camila obedeció, puso sus manos en el amplio pecho de Damián, levantándose lo suficiente para que la punta del miembro volviera a tocar su entrada, lo beso nuevamente cuando un gemido de dolor le atravesó las piernas, Damián fue abriéndose paso lentamente en su interior, al principio con lentas estocadas que introducían más de él en cada movimiento, ella grito en cada centímetro, ahora entendía por qué sus amigas decían entre más grande mejor, definitivamente se sentía mejor.

El interior de Camila era apretado, Damián mordió sus labios y contó hasta cien en su mente, Ella lo montaba lentamente, matándolo en cada entrada, sentía que pronto estallaría, el sudor escurría por la frente de la chica, su aliento era acelerado, sus pechos subían y bajaban, estaba asombrado.

—Me estas quemando. Me quemas Camila. Dijo, apretando los dientes, sintiendo su clímax cerca

— Cógeme Damián, hazme venir, quiero que duela. — pidió, nuevamente besándolo en los labios. Su cordura fue derribada en ese momento, acostó a la mujer en el frio suelo, abriendo sus piernas con mucho cuidado, besando su boca nuevamente, callando sus gemidos con su lengua, dejo de ser amable y se enterró en su interior de un solo golpe.

— ¡Aaah! — grito, enterrando sus uñas en su espalda, él la tomó de las caderas, arremetiendo contra ella con fuerza, no pudo evitar gemir en cada estocada, entraba y salía de ella cada vez rápido, más duro, el mundo parecía quebrase en un millón de estrellas, el calor aumento, el sudor de sus cuerpos hacían que la fricción fuera incluso más maravillosa.

Damián sintió como el interior de Camila apretaba con fuerzas su miembro, con una fuerte sacudida y un grito de placer de la chica sintió que había llegado, segundos después su propio clímax le llego como un tornado devastador, sintió vaciarse en el interior palpitante de la mujer, se quedó inmóvil sobre el cuerpo húmedo de la mujer, beso sus hombros y la curva de sus senos, sus hombros, salió de ella lentamente, recorriendo su vientre con suaves besos.

—¿Damián? — susurro Camila, con la voz aletargada.

—¿Mmh? — se detuvo.

—Buenas noches. — Camila se dejó desvanecer, el cansancio del viaje, el alcohol, el sexo, le pasaron factura. la inconciencia la trago, llevándola a un profundo sueño.

Damián llevo el cuerpo durmiente de Camila hasta la habitación de la chica, la dejo caer sobre la cama con delicadeza, la arropó entre sus mantas y encendió el aire acondicionado; sobre su cama, con los ojos cerrados y la respiración tranquila, miro la paz en su rostro, deslizo los dedos por largo cabello de la dama, sosteniendo entre sus manos mechones oscuros de pelo, quiso acurrucarse a su lado y despertar con ella, Desafortunadamente la luz del día empezaba a filtrarse por la ventana, a esta hora imaginó que las personas de la fiesta, incluidos sus padres deberían estar durmiendo por la borrachera, se acercó al cuerpo de la chica durmiente, beso sus labios lentamente sintiendo esa electricidad palpitante que recorría todo su cuerpo, se alejó, mirando una vez más su rostro antes de salir por la puerta y dejarla sola.

Ella sabía que era un sueño, miro el rostro de su madre, jovial, con pequeñas arrugas cerca de sus ojos color avellana y la noble sonrisa en sus labios delgados, como si el hecho desgarrador nunca hubiera pasado y la realidad fuera solo un mal sueño. Camila se aferró al regazo de su madre quien gentilmente le acariciaba el cabello; quería preguntarle si aún vivía, porque en un rincón de su cabeza sabía que estaba muerta, ¿Se enojaría? Posiblemente se burlaría de ella, cerró los ojos disfrutando del calor de sus manos, quizás y sí era pesadilla y su madre aún estaba viva, se convenció que todo había sido un mal sueño y que aquel momento era real.

Respiro profundamente la suave esencia de gardenias blancas mezclado con un aroma a formol, la fragancia le quemaba la nariz y era difícil de ignorar, pero su anhelo fue más fuerte y se apretó contra su madre, nada le haría soltarla de nuevo.

Camila abrió los ojos lentamente al nuevo día, miro el techo blanco de su habitación sin saber dónde se encontraba, apenas ayer había estado acostada en su pequeña cama, ahora estaba en una más espaciosa, más lujosa de la que tenía, comprendió entonces que estaba en casa de su madre.

Lentamente se fue incorporando, sus sábanas favoritas descansan en sus piernas, sus almohadas, el ropero, las ventanas y las cortinas, todo estaba en su lugar de siempre, parecía que el tiempo se había congelado en su adolescencia, más sin embargo, el dolor de cabeza por la resaca la hacían volver a sentir la realidad, su respiración se volvió pesada, regresar de aquel sueño tan vivido era como entrar al infierno, sintió que moriría, su corazón dolía demasiado, sus ojos se llenaron de lágrimas, y la rabia y la impotencia salieron de su garganta en forma de gritos desgarradores que rompieron el silencio y la quietud del día.

La puerta de la habitación se abrió con fuerza, estrellándose contra la pared con un ruido seco, con el corazón en la garganta su hermana mayor, Daniela irrumpió en su sufrimiento.

Se miraron la una a la otra, Daniela buscaba el mal que acosaba a Camila, cuando vio que su hermana lloraba desconsolada se apresuró en ir a su lado, sosteniendo su cuerpo entre sus brazos, dándole consuelo. Camila se aferró a su hermana, tratando de rescatar la poca estabilidad que había perdido.

— Tuve un sueño espantoso Dani, soñé que mamá murió, fue tan real, su cuerpo, el velorio, tengo miedo—La voz de la chica era apenas un débil susurro sollozante, Daniela se mordió los labios, sin saber que decir, pues aquellas palabras también calaban en su ser, negó con la cabeza y la apretó con más fuerza contra su pecho.

— ¿Dónde está mamá? ¿Puedes llamarla? Dani, quiero ver a mamá... por favor— El dolor en la voz de su hermana la hicieron llorar, Daniela siempre había tenido que ser la fuerte, pero había veces que deseaba poder romperse, la locura en los ojos de Camila, la desesperación, el dolor inmensurable de su hermana era lo que la obligaba a no ir por ese camino.

— Cami, tienes que calmarte... Sabes que paso, sabes que ella ya no está, mamá si murió. — La suave voz de su hermana se quebró al decir las últimas tres palabras, sin embargo, no lloró, tenía que ser firme y mantener la cordura, por ella, por Camila, por su madre, quien siempre la considero fuerte.

— Mamá murió...— Apenas susurro las palabras, su hermana mayor la abrazo con más fuerzas, Camila entendió que lo que tuvo fue un sueño solamente y que ahora estaba en la realidad.

— Tranquila, ya pasó, cálmate, te traeré un poco de agua, no llores más, a mamá no le gustaría verte así. — susurro su hermana.

Daniela depósito un beso en su frente antes de irse, miró como su hermana atravesaba la puerta, y una vez sola, se atrevió a llorar de nuevo, un poquito más, para aguantar el dolor. La realidad se sentía como una pesadilla, el sueño era mejor. Después de minutos eternos seco su llanto, se puso en pie y busco ropa para vestirse.

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