La Pequeña "Sobrina" del Millonario es la 2Parte de Tuvimos un Hijo. Relata cómo empezó la historia de Ismaíl Al-Murabarak y Mariané Lombardi, siendo así, puede leerse antes de la 1Parte que es "Tuvimos Un Hijo" queda a elección del lector.
»Sus ojos caramelos, sus mejillas escarlatas; su delicadeza y timidez. El sinónimo inmarcesible de belleza era ella: Mariané«.InmarcesibleUn par de ojos caramelos se clavaron en él. La dueña se movía con desasosiego de un lado a otro posada como un ángel en el centro del vestíbulo, sí, un ángel con el rostro cubierto de abundante cabellera rojiza cayendo sobre sus hombros y espalda. Estaba un poco despeinada y asustadiza. Tenía un precioso vestido grácil, de mangas cortas, batista. Las zapatillas blancas desgastadas y una extraña muñeca de trapo a la que abrazaba, aferrándola con fuerza. Era extraño que a su edad, aún siguiera jugando con muñecas.Además de ser una mirada curiosa, también estaba cargada de cierto temor; es que el intenso parpadeo perpetuo de su tío sobre ella la hacía cohibirse. No había nada avieso en él, pero tampoco encontró sentimientos, porque su mirada se hallaba desértica y carente de emoción casi como si su presencia ahí no le fuera de agrado, o simplemente
Atravesaron un largo pasillo iluminado, en las paredes blancas colgaban unos extraños cuadros en cada extremo. Solo reconoció el nacimiento de Venus, una pintura de Sandro Botticelli con la iluminación focalizada en la obra de arte. Recordó verla en algún viejo libro cuando su padre le permitía tomarlos de la enorme biblioteca de su vieja oficina. Pensar en ello le apresó el pecho, las telarañas de una contundente melancolía y nostalgia la volvió presa de un malestar emocional. Los echaba de menos, tanto que sentir la imperiosa necesidad de tenerlos dolía. La rozó el desapacible sentimiento de la pérdida, el terrible vacío de su ausencia y la de su cariñosa madre, y no se vino abajo porque estaba segura de que no habrían brazos para sostenerla, ni palabras bonitas asegurando un porvenir mejor, nada más susurros lejanos que retornaron de los escondrijos de su mente, cuando el ahora aún no existía y la vida valía la pena vivirla intensamente.Cuando era feliz.La felicidad le fue arre
Tórrido —No te voy a hacer daño, ni mucho menos, Mariané. Y espero que sea de tu agrado la habitación.Se relajó. No había de que preocuparse, su tío era amable y lo único que le quedaba en la vida. Estaba siendo muy dulce y ella solo le daba, a cambio, desconfianza.—Gracias, tío Ismaíl. —soltó dulce. Su fina y cariñosa voz, fue como un soneto a oídos del hombre embelesado.Correspondió con una sonrisa curvada, paseando las yemas de sus dedos sobre una mejilla, trazando una caricia que se desvío a su comisura, entonces se apartó abrupto. Lo que acababa de hacer se lo reprochó su mente, convirtiéndose en una escena indecorosa en su consciencia.Pero lejos estaba de serlo, quizá no se sentía con ese derecho de volverse tan cercano a ella, no así de pronto. Ajena a lo que pensaba, Mariané continuó el escrutinio.Un tocador blanco de madera pulida y reluciente, le robó la atención: lleno de cremas y perfumes, ahí se imaginó peinando su larga cabellera fuego. Había una mesa en la que pe
Sin palabras, recordaba el baño de su antigua recámara como un diminuto espacio con una vieja ducha, un retrete y el lavamanos. Contempló las puertas de la ducha que eran transparentes, sin marco, con varios cabezales de lujo. Él le explicó conciso, que aquellos tres cabezales proporcionaban corrientes de agua relajantes. Le asintió con una tímida sonrisa. Continuó diciéndole que si prefería darse un baño, podía disfrutar de uno espumoso en la bañera. Siguió recorriendo el ostentoso lugar; váter, lavabo de mármol al igual que el piso y las paredes, encimeras sofisticadas de mármol traslúcido. Un armario con varios compartimientos para todo tipo de artículos, incluso medicinas y productos de aseo personal. —El suelo está climatizado, solo debes encender el termostato —explicó aunque la chiquilla seguro no sabía de lo que hablaba —. Luego te muestro, Mariané.—¿Puedo darme un baño con espumas, ahora? —inquirió dejando de lado un poco la timidez.—Cuando quieras. Si necesitas algo, no d
»Entre ella y yo existe un sentimiento complicado. Puedo verlo a través de su alma transparente y angelical. Desconoce el significado, mientras yo me lo guardo en secreto, incapaz de definir el inaceptable error de sentir esta atracción por un alma pura como ella«ComplicidadA la puesta del sol ya se estaba poniendo el camisón para dormir. La tela suave y liviana se amoldó a su cuerpo. Dio varios giros frente al espejo de cuerpo completo, bailando con cierta torpeza, creyéndose una bailarina o la princesa de un cuento de hadas. Aún sin acostumbrarse al lujo que la rodeada, sentía que no encajaba ahí. Todo lo que veía, tanteaba, sentía, estaba lejos de ella.Pero dentro de su naturaleza vivaz, soñadora e inocente no llegaba a ese punto de estar incómoda. Dejó la danza al escuchar dos toques secos sobre la puerta, entonces recordó que podría ser Brenda. Nerviosa, se aproximó caminando de puntillas. Respiró hondo, arrugando los dedos de los pies y giró con suma cautela el picaporte. S
Ismaíl hizo acto de presencia. Traía en la mano una copa de champagne que terminó de un sorbo. Se aflojó la corbata y tomó asiento al otro extremo de la mesa. Se removió incómoda en la silla. Sintió la potencia de sus zafiros posados en ella, haciendo que los bártulos temblaran entre sus dedos. Bajando la cabeza, los dejó encima de una servilleta doblada.—No te gusta la comida italiana, ¿cierto, Mariané? —indagó casi afirmando. La miraba estudiando sus movimientos. Al ver que se mantuvo taciturna, agregó —: eso sería extraño, después de todo tus raíces son italianas.Estaba tensa. Ni siquiera se movía. ¿Miedo? No estaba segura, tal vez solo era el hecho de no encontrar un puente, cruzarlo y romper con la desconfianza que se ancló en su interior. Ismaíl se aterrorizó de que la pequeña le temiera. Se aclaró la garganta llamando su atención. Ella levantó la cabeza con lentitud, como si no quisiera encontrarse con el lobo. Ismaíl, se le quedó mirando, casi era una mirada aguda, plagada d
Una PromesaMariané se acurrucó en la otomana que estaba en el living junto a la chimenea, tomando un chocolate humeante que hizo Rabab, la había conocido un par de días después de Brenda. De la mujer le llamó la atención que llevase una tela negra en la cabeza, la incertidumbre hizo que le preguntara a su tío. Al final supo que Rabab Manzur usaba siempre un Burka, así eran las cosas al otro lado del mundo y ella se mantenía fielmente a su cultura y religión, aunque estuviera en suelo americano.No discutió más acerca del tema. Lo que le dijo Ismaíl ese día le pareció un asunto complejo y abstruso en su totalidad. —Aquí estás, te estaba buscando por todos lados.La enérgica y americana irreverente, Marina Evans, apareció dejando el trote, soltando un suspiro al saberla enterita; solo estaba tomando un chocolate caliente, no afuera donde el invierno azotaba con violencia.—¿Ya llegó el señor Griezmann? —inquirió fatigada.No odiaba estudiar, pero es que el francés estirado terminaba s
El contacto visual se deshizo con el sonido del timbre. Ismaíl se levantó murmurando que había llegado la cena. Mientras tanto, se quedó en la otomana, incrédula a la idea de poder viajar el próximo verano a la isla de la que atesoraba gratos momentos.Su tío no tardó en regresar, traía dos cajas de pizza y gaseosas. Al final se sentaron cerca de la chimenea, sobre los cojines que habían esparcido encima del alfombrado persa.—Cuéntame de ti, me apena no saber mucho sobre mi sobrina —expresó observando de soslayo la pantalla trémula de su móvil. Ella le sonrió —. Siento que apenas llevas dos días aquí, aunque ya son varios meses, lo único que sé de ti es que te gusta el tiramisú, la lasaña, además le temes a las alturas, por otro lado te gusta la playa.—No me gustan los aviones, pero cuando papá y mamá tenían que viajar, ellos nunca me soltaban la mano. El aterrizaje es lo que me da más miedo.—Debes hacerte a la idea de que para ir a Italia debemos subir a un avión. Pero me sentaré