Epílogo

—Es linda, mamá. ¿Puedo quedarme con ella? —inquirió Lizzy sujeta a la cuna en la que Malak dormía.

Iba a responderle cuando Ismaíl llegó.

—Ya es hora de ir a la cama, princesa —objetó su padre alzándola en sus brazos, en el acto la llenó de besos, haciendo que se partiera de la risa.

—¿Me vas leer un cuento? Brenda no está, por favor, por favor —insistió uniendo sus manitas a modo de ruego.

—Claro que sí, mi amor —continuó con los mimos, poco después la depositó en el suelo, acarició su coronilla —. Espérame en tu dormitorio.

—De acuerdo, papi —la nena se dirigió a mí de brazos abiertos —. Buenas noches, mamá.

—Descansa, angelito. —susurré besando su mejilla.

Al quedarnos a solas, miré a Ismaíl. Corté cada centímetro entre nosotros, y me enredé en su cuello en punta de pies. Juguetón, rozó nuestras narices, con una sonrisa en sus labios que me estaban tentando a besarle.

—¿Qué esperas? —inquirió sensual, incitando, dejando expuesto el deseo al fijar la mirada en mi boca.

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