En ese instante para no ponerse a llorar buscó a tientas el control remoto y la apagó. Luego se tumbó en el sofá, y reflexionó. La linda rubia de la pantalla era la señora Al-Murabarak, pero ella tenía adentro su esencia, su mitad, un trocito de ambos en la matriz, la conexión eterna llenando un vacío enorme. No importaba nada más cuando un angelito vivía en sus entrañas.La pelirroja batió la cabeza, harta de los embates de recuerdos marchitos. No lo necesitaba, a pesar del ardor por las garras del antaño arañando su interior, quería creer que no le hacía falta una pieza con su nombre en el rompecabezas de su vida.—¡He llegado! —gritó Kelly depositando las llaves en la mesita del recibidor. Pudo oir el impacto del acero contra el vidrio.Saltó de su lugar, o eso intentó, temiendo caerse. Encontró a su amiga poniendo las bolsas en el mesón. Una sonrisita se extendió en su rostro, le había traído el tarro de helado sabor a chocolate.—Eres la mejor, gracias. —pronunció en un rodeo efu
Con el corazón rebotando imperioso en su caja torácica, contó los segundos, el tiempo exacto en el que sus ojitos se conectaron a los suyos. Sentirlo acurrucado en su pecho, su fragilidad y delicadeza, le despertó el incondicional instinto maternal. Lo besó con lágrimas empapándole todo el rostro.Descomunal marea emocional corría por su torrente sanguíneo. Con regocijo lo acunó. No podía medirse la sobredosis de alegría expresada en sus vivaces ojos caramelos, en sus comisuras dibujando una linda sonrisa.Mamá…Era madre.La felicidad llegaba envuelta en una mantita azul, el color de sus ojos preciosos y no dejaba de ser perfecto el instante por más que dolía una parte de sí; él la miraba, quieto. Ella le sonreía, enamorada y estudiando con alegría la ternurita en sus brazos.Fue amor a primera vista.Amor bonito.Amor perfecto.Amor eterno.Ocurrió una hermosa sincronía entre sus corazones latiendo a la par, galopando unidos. Estaba en el lugar correcto y en el momento exacto, lo su
—Descuide, sé que tiene un vida bastante ocupada; gracias por tomarse la molestia de venir. —expresó mientras le daba pecho al varoncito.La mujer negó con una sonrisa en su atractivo rostro.—Cómo crees… Nunca será una molestia. Cuídense mucho, en otra oportunidad pasaremos un lindo rato. —volvió a decir y luego se fue.Kelly había ido por unos cafés; de modo que a solas con el bebé en la habitación, se dedicó a consentirlo. Le susurró despacio que siempre estaría a su lado, que no lo dejaría nunca y le prometió amarlo sin reservas.—Ahora somos tu y yo… bueno, también está la tía Kelly —le repasó su diminuta naricita —. Te amo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Es obvio que no me comprendes, claro que no, solo eres un bebé; yo sí lo hago, cielo.Lo aspiró con dulzura. Estaba segura de que su amor por él no tenía comparación, iba más allá de lo imposible, lejos, transitando el infinito inmenso.El decurso continuó, Mariané perdió la beca universitaria, no podía ser madre y li
Mariané no podía evitar pensar en él, en aquel hombre poderoso y adinerado que la hizo sentir frágil y fuerte a la vez. La relación clandestina que tuvieron no había terminado bien y, como consecuencia, había quedado embarazada de su hijo. Mariané se había convencido a sí misma de que podía cerrar ese capítulo de su vida, de que podía fingir que todo estaba bien. Pero la verdad era que no podía sacar a aquel hombre de su mente y cada noche lloraba su ausencia. Sin embargo, sabía que pasar la página no significaba olvidar el pasado, sino avanzar y escribir una nueva historia, una historia que incluía lo malo y lo bueno.Sin embargo, aun así, Mariané se sentía rota.Y entonces, el destino los volvió a juntar. A pesar de que al principio trataron de ignorarse, el amor que sentían el uno por el otro era demasiado fuerte como para negarlo. Pero a pesar de ello, Mariané seguía sintiéndose rota, y no podría perdonarlo con facilidad. Pero en medio de ese dolor, había un pequeño rayo de esper
El viento soplaba fuerte e implacable y ese constante golpeteo sobre el cristal, me despertó. La voracidad contenida en los giros feroces azotando la ventana de mi habitación, no me permitía dormir bien; cansada de dar vueltas en la cama, de hacerme ovillo sobre la colcha sin conciliar el sueño, me levanté. Tuve que frotarme los ojos y alumbrar con el flash de mi teléfono para orientarme un poco. La tormenta hacía de las suyas en el exterior. Me abracé, envolviendo los brazos a mi alrededor. Lo más probable es que la luz retornara hasta que hubiera amainado la tempestad. Salí dando trompicones, todavía adormilada. Me dirigí a la habitación de Isaac, ahí lo encontré sucumbido al descanso. Desde el marco de su dormitorio, lo observé con una media sonrisa. Era un niño increíble, no se inmutaba ante los estruendos de un relámpago, o de los truenos. Sin embargo el pequeño valiente que dormía plácido, era también delicado y susceptible a las alergias por gatos y perros. Además de temerle a
—¡No! —grité histérica —. No puedo hacerlo, Kelly.Caminé en círculos. Al final me desplomé, deshecha, en el sofá. Todo se detenía en el momento equivocado, me sentía en un callejón sin salidas. A empujones la vida me lanzaba con dirección a él. No quería verlo, encontrarlo de nuevo y tener que sostener su mirada en una lucha indescifrable. —Iba a pasar en cualquier momento, debes asumirlo como una adulta. —aseguró sentándose a mi lado. —No lo entiendes. —apunté con una sonrisa de amargura. Enojo, preocupación y ansiedad, todo dentro de mí, una guerra fría. —Créeme que sí, Mariané —refutó acariciando mis hombros —. Al verlo no tienes que ir al grano y contarle sobre Isaac, todo será en el momento oportuno, cuando tú lo creas conveniente. —No, hablaré con Anastasia y le pediré que reasigne la entrevista a Valentina. —hablé decidida. —No más evasión, Mariané. Enfréntate a la situación, y no te escondas como una cobarde —aconsejó con ese tono de madre que quiere lo mejor para su hi
Asintió nada más, luego tecleó en la Mac y pisó un botón a su alcance, era el interfono. —Espere, es que la secretaria todavía no llega, pero le avisaré a su asistente. —Sí, no te preocupes. —me encogí de hombros.Ella continuó en lo suyo, no tardó en hablar con otra persona a través del aparato. —¿Ha llegado la periodista? —Así es, Danna, necesito que le avises al señor Al-Murabarak. —Entendido, acaba de meterse a su oficina, ¿algo más? La recepcionista me miró y negué con la cabeza. —Es todo, gracias —después de colgar, se dirigió a mí —. La oficina del jefe se encuentra en el penúltimo piso, es el ochenta y nueve, ¿necesita que la dirija? Tragué grueso, la aversión por las alturas no dejaba de parecerme un escenario asfixiante. ¡¿Ochenta y nueve?! —No, creo que puedo sola, gracias. —De acuerdo, feliz día. —Igual para ti. —correspondí girando sobre mi eje. »Allá vamos, Mariané«. Dentro de la caja metálica, inhalé y exhalé hasta calmarme. Solo sería un minuto cuando muc
No existió tanta tensión que ahora acorralando lo que fue de nosotros. La invisibilidad de un muro imaginario no interfería, nada que impidiera su cercanía perturbadora. No me hacía bien tenerlo a unos pocos centímetros. —Ismaíl…—Dime que no estoy delirando o algo parecido. —inspeccionó mi rostro, acariciando mi mejilla hasta provocar el bochorno carmesí sobre mi tez.Me obligué a poner distancia y pretender que no me afectaba en absoluto. —No debería de sorprenderte el que esté aquí, sabías de antemano que vendría. —repliqué usando un tono gélido. —Creí que llegaría otra Mariané Lombardi —susurró esbozando una sonrisa. Bromeaba, y lo hacía en un momento sin gracia —. La verdad me da mucho gusto que estés aquí.Tragué grueso, ¿por qué sonreía? ¿acaso lo hacía adrede? Sabía lo mucho que podía ponerme nerviosa y no me estaba ayudando. De pronto me envolvió un peligroso calor, intenté aplacarlo retrocediendo de su fisonomía abrasadora. —Florecilla…—No me llames así —protesté sería