La aludida se estremeció, bajó la cabeza y se dedicó a mirar por la ventanilla esquivando cualquier contacto con él. Ismaíl, suspiró profundo y le dio un sorbo al vino, aún con el cristal entre sus labios, no dejó de observarla. No le habló con dureza, fue flexible; no demasiado severo, trató de convencerse.—Quiero que este verano sea inolvidable para ambos, sé que nos acercará más como familia —explicó cauto.Y era justo esa palabra, familia, azotando con fiereza los pensamientos febriles, desenlaces apasionantes y le recordaba el abismo entre los dos. Al tiempo que la tentación afloraba ignorando prohibiciones, el riesgo de caer y perder el juicio, se pintaba como una idea atractiva, sana y pasajera.Aquellos intrusos pensamientos rondaban su cabeza, a veces solo unas cuantas copas de Whisky lograba mitigar el deseo de tenerla, no solo en su imaginación.—Lo sé. —emitió desinflándose.—¿Lo sabes? —asintió asomando una media sonrisita —. Perdóname, no debí hablarte así, evitemos est
»La primavera debiera tener su nombre, porque ella florece en una sonrisa, una mirada y en su garganta donde descansa un vergel, florece el celestial canto de un ángel, al que deseo con ardor y locura, pero soy indigno de siquiera tocar sus alas«.PrimaveraLas estaciones fueron fugaces, los años pasaron deteniéndose en la primavera de ese año en que Mariané alcanzaba la edad de dieciséis años y una semana después le llegó su primera menstruación. Era toda una montaña rusa de emociones, enfadada, alegre, distante o depresiva. Odiaba no tener el control sobre sí, perder los estribos por una tontera. Ella no era así. Se desconocía al punto de asustarle y la impotencia de no saberse manejar provocaba el malhumor repentino. Esa tarde se enfureció porque su maleable cabellera no se desenredó con facilidad.No estaba Brenda que la ayudara.Resopló por enésima vez, perdiendo la paciencia. Mirándose en el espejo retornó el deseo de llorar, vaciar de su ojos hasta la última lágrima sobre el tu
Lo imitó negando y asintiendo a la vez. Confuso arrugó el ceño, a punto de inquirir nuevamente.—No es lo que cree, ella está bien —se apresuró a decir. Soltó un suspiro aliviado —. Hoy subí a hacer la cama de la niña y encontré las sábanas manchadas de sangre, es su primer periodo. Hablé con ella, estaba un poco asustada, y le dije que es normal lo que le está pasando a su cuerpo, ya sabe, la típica conversación que debiera darle una madre a su hija. Intenté ser lo más concisa posible, por ahora resolvimos el problema, si sabe de que hablo…Parpadeó incrédulo. El día había llegado, y no tenía remota idea de cómo manejar con ello.—Por supuesto —respondió al cabo de unos segundos procesando la noticia —. Le compraré lo que necesita, quizá deba acompañarme, las compras se me dan fatal.—Es que debo irme ahora, se me presentó un incidente familiar. No puedo quedarme, pero puedo hacerle una lista, así no se hace líos.—Me parece perfecto. Gracias por avisarme.Le pasó un bolígrafo y una
»Ella es una flor que me ha hecho perder la cabeza. Pálida como el desapacible invierno pero con el alma calurosa de un veranillo. Me alejo evitando derretir su inocencia, corro presagiando que quedándome solo marchitaré sus pétalos escarlatas. Hasta que la distancia fue nada más un espejismo y decidimos saltar a nuestro propio abismo«.DeseoUn roce inocente, palpitaciones disparadas y su agradable hálito perdiéndose en su aliento. Pronunció su nombre como un loco y despertó aliviado de que fuera un sueño, pero en el fondo de su ser reclamaba con urgencia los dulces labios de Mariané, besarla con avidez y delirio. Bajo la noche oscura que llenaba su habitación, se revolvió el cabello, soltó sonoros suspiros que cargaban con la vergüenza y horror que sentía soñando indecoros con su sobrina. ¿Qué sucedía con él? ¿qué estaba haciéndole esa chiquilla? Los últimos días no podía dejar de pensarla; ella siempre estaba presente en su mente; sus manías, la delicadeza de sus gestos y su sen
A solas respiró profundo, recogió los cuadernos esparcidos en la mesa y lo llevó todo a su habitación. Se lanzó a la cama expulsando un suspiro de felicidad. Al fin podría escuchar las canciones de su playlist en Spotify.Haciéndose bolita recordó que poco faltaba para verano, quizá al igual que el año pasado no iría a ningún lugar del mundo. Mejor no se hacía ilusiones y de paso se ahorraba la molestia. Pasó con los cascos puestos largo y tendido. Tras una ducha caliente, Brenda le llevó la cena. Comió sentada en el sofá blanco, observando a través del cristal de puertas corredizas hacia al balcón, como la tarde se alejaba pintando el horizonte de naranja y un rosa armonioso.—Cielito, ten un feliz fin de semana, te quiero.—Y yo a ti, Brenda. Hasta pronto. —la besó en la mejilla.Al rato se animó a ver un canal de videos musicales online. Buscó en el armario un vestido organdí y regresó al compás de la música, con dificultad imitó los pasos de baile algo complejos. Cantó a todo pulm
Su mente era una maraña de ideas disparatadas sobre él. Incluso retorcidas. Supuso que por eso nunca le permitió que entrase al dormitorio. Temía que viera con sus propios ojos, el verdadero Ismaíl, sus pervertidos gustos. ¿Le gustaba mirar a chicas desnudas? No era menester observar el rostro de la chica para atar que era una adolescente. Entonces su tío era un pedófilo. Abrió los ojos con horror, mientras un chisporroteo causó una hoguera en su interior. Al mismo tiempo de parecerle una locura, su atrevida cabeza paseó entre escenas de amor y desborde de pasión, de esas que miró alguna vez en una película, a escondidas. Solo que fantaseó con la idea de ella como protagonista.Con ser la joven de la pintura.Antes de proyectar la imagen de un posible hombre alto y fornido que se acercaba a ella para besarla con fervor, se vio atrapada por la aparición de Ismaíl desnudo, acabando de salir del baño. Las gotitas resbalaban por todo su torso desnudo. Traía el cabello mojado y revuelto, e
—¿Tienes familia? —curioseó dibujando una hilera de líneas imaginarias en su torso.Volvió al presente que ni siquiera debía vivir a futuro y la besó en la frente, inhalando su aroma. La pregunta surgió intempestiva, aunque él no se atrevería a increpar.—Sí.—¿Por qué no me lo habías contado?—Hasta ahora que lo preguntas —respondió con incomodidad —. Ellos viven al otro lado del mundo. Tengo una hermana, hija del primer matrimonio de mi padre. Pero no somos tan unidos.—Oh, entiendo —respondió, tratando de no hacer demasiadas preguntas y respetando su privacidad, pero era muy curiosa —. ¿Y cómo te sientes al no ser tan cercano con tu familia?—No tiene caso hablar de ello. —¿Por qué?—Digamos que somos diferentes, eso no quiere decir que no le llame. Me mantengo en contacto con ella, también con mi padre —zanjó, deteniendo ese rumbo por el que iba la conversación hacia un terreno movedizo.Mariané se dio cuenta de que no quería hablar de su familia y desistió de una vez por todas,
A la mañana siguiente, la luz del alba se enredaba en su rojizo. Su rostro lucía angelical recibiendo el cálido sol de la mañana iluminando sus mejillas pecosas, también se resbalaba por esas largas y tupidas pestañas cubriendo sus ojos caramelos. Jamás pensó tenerla así, en su cama. Completamente desnuda. Mariané, se movió quedando boca arriba, uno de sus senos se libró de la sábana. Le picaron los dedos por ir a tocarlo. Se contuvo; tuvo la dicha de hacerlo anoche.Dejó de verla, volvió al vestidor anudándose la corbata. Se calzó los zapatos italianos y se puso perfume. Cuando regresó a la habitación, ya su florecilla había despertado. Permanecía sentada en la cama con la sábana oscura aferrada torno a su delgado cuerpo, despeinada, con los ojos plagados de vergüenza.—Buenos días, me alegra que despiertes, dormilona.Su respuesta fue casi muda. Saludó en un tono bajito, como si no quisiera que la escuchara.—Debo irme a trabajar.Asintió y se cubrió el rostro con una de las almohad