—Eso es todo por ahora. — decía el nuevo profesor, Julio Hancock, mientras terminaba su clase de pediatría.Julio había tenido que repasar todo en tan solo unos días, para no quedar expuesto al ridículo por culpa de Juliana; después de todo, y aun cuando era legalmente un médico pediatra, no había ejercido jamás aquella profesión que hizo tan solo para complacer a su madre.—¿Ya viste?, el nuevo profesor es guapísimo y muy joven. — decía una estudiante a otra.—Si, y dicen que es además el hijo de una familia muy importante estadounidense, ósea que tiene mucho dinero… — murmuró la otra.—Tal vez deberíamos lanzarnos para bien que se lo gana, después de todo, y con lo que Aurora Bianco ha hecho al treparse sobre Massimo Bensiali, sabemos que no habrá consecuencias. — afirmó una estudiante más.Aurora cerró el libro, y después de guardar sus cosas, paso de largo a aquellas estudiantes que estaban hablando mal de ella; los rumores sobre ella y Massimo, aunque infundados, ya se habían reg
Aurora admiraba los hermosos paisajes. Habían recorrido durante aproximadamente diez minutos, la terracería de un desconocido camino que se hallaba por una angosta vereda. Luego de un gran rato, llegaban a una planicie, aunque aún no detenían su camino, ya había terminado de oscurecer por completo, la pelirroja observó con las luces del auto un gran y viejo árbol que era rodeado por arbustos y pastos altos.—¿Hay un nuevo mirador? — preguntó ella y se sintió tonta ante su absurda y desubicada pregunta al recordar las palabras dichas por él, aquel no era un nuevo mirador, sino uno que se encontraba algo oculto.Ahora que se veía ahí, el nerviosismo y expectación por el qué ocurriría y cómo ocurriría, la invadieron repentinamente...incluso había dejado de pensar en todo aquello que la había estado atormentando antes de la llegada de su esposo, meditó Aurora.—Sí, unos kilómetros más adelante, con vista al mar y la ciudad. — respondió el apuesto magnate, mientras volteaba atrás para esta
En aquella planicie, las pasiones desbordaban. El rubio magnate se coló entre las hermosas y cremosas piernas de su esposa, y volvió a su boca; buscó desnudarla, pero le era imposible con ese maldito vestido al que rápidamente odio, mordió su labio al terminar insatisfecho ese beso.—Ven…— Massimo le pidió a ella, y la tomó de la mano para incorporarla mientras él se sentaba.—Massimo… ¿de verdad…? — Aurora logró hablar y su voz sonó entrecortada.Su cabello tan rojo como el fuego, se había revuelto y sus blancas mejillas se encontraban encendidas. El apuesto magnate tan solo la tomó de la cintura, y la obligó a montarse sobre él. Su estado físico también estaba alterado, su atormentada virilidad, se presionó contra la expuesta intimidad de Aurora al sentirla sobre él y con ello, la respiración del rubio se hizo profunda y pausada, y buscó moverse suavemente bajo ella, anhelando ya el placer que ese curvilíneo cuerpo podía proporcionarle.—Aurora…— él gimió roncamente cuando ella se m
Aquella noche, el reloj no reflejaba las horas, y tan solo el viento entre las hojas de los altos árboles, se escuchaba fuera de las ventanas de aquel lujoso auto. Afuera y frente a ellos, se extendía la planicie casi infinita de las ciudades pequeñas que, una a una, construían un camino luminoso hasta llegar al gran orbe de la ciudad de Palermo mucho más lejos, la obscuridad que los rodeaba, solo era desvanecida suavemente por la enorme luna que se alzaba sobre ellos, y varias luciérnagas presentes solo en lugares como esos. El silencio casi total solo era quebrado por el sonido de las voces y gemidos de ese par de amantes dentro de ese costoso auto.Aurora movió su cadera alargando el suave y tortuoso ritmo que Massimo había impuesto, sorprendiéndose a ambos con ello.—Así, Aurora…así…— Massimo jadeó al continuar probando de los perfectos senos de su amada esposa, pero con sus manos apretadas en sus caderas, indicándole un delicioso ritmo para ambos… por el momento.Cuando Aurora ap
— ¿Has averiguado algo sobre de ellos? — cuestionaba Brunella a su femenina asistente. — No señora, nada en realidad salvó lo que ya sabemos, es algo extraño considerando que ambos Bianco tan solo son un par de sirvientes, pero nadie en realidad parece saber nada sobre ellos, antes de que llegaran a trabajar a la mansión Bensiali. — respondió la joven acomodando sus gafas. Brunella Bensiali frunció el entrecejo, resultaba en realidad bastante curioso que nadie supiese nada al respecto del pasado de los Bianco; era casi como si no hubiese nada en su vida que no fuese la mansión de su fallecido esposo. Algo de aquello, se sentía extraño, quizás, demasiado. — Llama al detective Ramírez, de la DEA, si alguien puede escombrar en el pasado de alguien, definitivamente es el. — ordenó la mujer. Viendo salir a su joven asistente, la cruel mujer observó con detalle aquellas fotografías de los padres de Aurora Bianco, disfrutando por todo lo alto de sus vidas como si hubiesen nacido en c
Aquella tarde lluviosa se sentía, quizás, demasiado oscura. Aurora escuchaba la clase del profesor Hancock mientras observaba aquellas brillantes gotas de lluvia, deslizarse sobre los cristales de las ventanas de aquella aula. Lo que había hecho con Massimo en aquel páramo desolado, había sido bastante atrevido, y los recuerdos de ese ardiente encuentro, llegaban a ella una y otra vez haciendo que sus mejillas se sonrojaran.—Los embarazos en menores de edad, conllevan una serie de riesgos cuya importancia puede ser desde leve hasta de suma gravedad. Las madres adolescentes tienen un mayor riesgo de sufrir eclampsia, endometritis puerperal, infecciones sistémicas, anemia, enfermedad gestacional hipertensiva, traumatismo y sangramientos durante el parto que una mujer en una óptima edad adulta, en cuanto a los bebés de madres adolescentes, tienen un mayor riesgo de padecer bajo peso al nacer, nacimiento prematuro, afección neonatal grave, infecciones bacterianas, sífilis congénita, pala
En su lujoso auto de camino a casa, Massimo se detuvo en una tienda de dulces. Había recordado que los caramelos suaves de fresa y los dulces de leche, eran los preferidos de su amada Aurora cuando aún era una niña. Tomando un par de bolsas de cada uno, el apuesto magnate los pagó en la caja; se los entregaría a Aurora después de la fiesta de Halloween.Las calles comenzaban a llenarse, y en los barrios normales que tenía que atravesar para llegar a su lujoso departamento, Massimo observó con ternura a los niños pequeños luciendo coloridos y originales disfraces, siendo llevados de la mano por sus padres en su divertida travesía para conseguir dulces.Muy pronto, esperaba, Aurora le daría la feliz noticia de que serían padres…y el problema con su herencia también quedaría resuelto.Mirando a los pequeños, repentinamente Massimo comenzó a imaginarlo, una hija o un hijo nacido de Aurora. ¿Cómo sería una criatura nacida de su amor, con la belleza de su esposa y su prominente apellido? Es
La pista de baile se había llenado repentinamente de un mar de estudiantes que bailando se divertían. Aurora, en los brazos de Massimo, bailaba animadamente esperando pronto encontrarse con su querida profesora Kristen, la única razón por la que estaba allí. Halloween era una de sus festividades extranjeras predilectas. Massimo observaba el iluminado rostro de su esposa, que parecía estar disfrutando mucho de aquel momento, y animándose también, el rubio magnate también comenzaba a disfrutar de aquello.Ser un hombre poderoso y acaudalado, no era tan divertido como cualquiera que viese desde afuera pudiese creer; en realidad pocas eran las veces que podía divertirse tan solo por el placer de hacerlo, todo el tiempo, sus deberes para mantenerse en aquella posición con la que había nacido, lo absorbían casi por completo…sin Aurora, no habría soportado tal presión, meditó.Tomando por la cintura a su princesa, el magnate ataviado de príncipe, sonrió enormemente y bailo como no lo había n