En Hawái.El cuarto día avanzó de prisa, por segunda vez desde que estaban en ese nuevo país, Aurora y Massimo habían abandonado la isla para volver a cruzar el puente y esta vez, aun bajo protesta del rubio magnate, recorrieron los menos de quinientos metros de ese puente que sentía realzaba la hermosa vista de aquel paradisiaco lugar, Aurora disfrutaba de sentir el viento con la brisa suavemente salada golpearles los cuerpos mientras caminaban como lo hacían algunas otras personas más. Nunca antes había permanecido tomados de la mano tanto tiempo como en esos días, y aquello fue algo que ella no pasó por alto.—¿Qué quieres hacer? — preguntó el rubio al casi haber terminado de cruzar.Aurora sonrió. — Cuando llegamos vi algunas estatuas, ¿podemos ir? me encantaría tomar muchas fotos y también escuché de otros miradores. — le dijo animada la hermosa pelirroja.—Bien, entonces haremos eso. — aceptó con media sonrisa Massimo, mientras se dirigían al auto que ya los esperaba y que había
—Me siento como una niña en vacaciones. — confesó Aurora al comer de postre un pastel de queso y fresas, y helado de chocolate.Él sonrió de forma torcida mientras sólo la veía terminar de comer. —Dudo que una niña experimente lo que tú por las noches. — le dijo y le guiñó un ojo en lo que Aurora consideró un acto bajo y desleal.—¿Quieres callarte? — dijo Aurora viendo si alguien había alcanzado a escuchar.Y es que, si bien sabía que pocos podrían escucharlos, moriría de la pena de imaginar que alguien lograra entender y ver, que a lo que él se refería, era a esa pasional entrega de la que siempre caían presos; a lo que ella no quiso negarse la noche pasada. Su piel se le erizó de volver a recordarlo… pero Massimo tenía razón cuando le dijo que no había acto más íntimo que ese. El magnate de cabello rubio la miraba con una sonrisa satisfecha, mientras ella, ruborizada, le lanzaba una mirada fulminante.—Ya te dije que nadie nos entiende. — aseguraba Massimo divertido al ver la cara
—Cuanto tiempo sin verte, sobrino. Dime, ¿Cómo está mi hermana? — le cuestionó Brunella a Akira, mirándolo despectivamente.Akira sonrió de medio lado. — Ella está bien, aunque preocupada por usted, tía, después de todo, la gente normal cuando muere, no vuelve a levantarse del pozo en donde se quedan pudriéndose. — respondió suspicaz el rubio bronceado.Brunella frunció el entrecejo.—Por supuesto, no lo hacen, ahora dime, ¿Qué te trae por aquí?, dudo mucho que hayas venido a saludar a tu tía a la que siempre despreciaste. — respondió Brunella sin permitirle el paso a su departamento a su sobrino.—En eso, tienes razón, no estoy aquí por razones fraternales. — respondió Akira con indiferencia. — He venido aquí de parte de la Condesa de Capua…quiere que te alejes, Brunella, de Aurora y Massimo, así como que dejes de apoyar a la familia Hancock…de lo contrario, terminaras en un agujero peor del que saliste. — dijo tajante el rubio bronceado.Brunella se cruzó de brazos, y soltó una risa
—Massimo. — susurró Aurora apenas con voz, después de escuchar lo dicho por su amado esposo, y ver aquella fotografía de su supuesta madre junto a los resultados de ADN. Su respiración se aceleró suavemente. — Esto…es terrible… — sollozó la pelirroja, al finalmente comprender porque sus “padres”, siempre la habían tratado como poco menos que basura. — ¿Por qué lo hicieron?, si esto es real, ¿Por qué me separaron de mi padre?, Dios, esto es tan horrible, no logro asimilarlo, no puedo…no puedo… — dijo la pelirroja al finalmente soltar en llanto.Massimo tan solo apretó a su amada esposa contra sí mismo, en un intento por consolarla…aunque sabía que no había consuelo alguno que pudiese reparar el terrible daño que ese par de infelices le habían hecho. Luego de varios segundos en los que Aurora casi pierde la capacidad de respirar, ella se giró a verlo.Massimo se apartó un paso viendo también sus grandes y hermosos ojos verdes brillar debido a las lágrimas que seguían resbalando por sus
Aquella mañana, Aurora y Massimo recién despertaban bastante animados, y disfrutaban el uno del otro después de aquella nueva e inesperada propuesta de matrimonio, que el rubio magnate le había hecho a su esposa. Luego de haber salido del acuario, Massimo llevó a un yate a la hermosa pelirroja, y este les dio un recorrido por las islas cercanas que se extendió hasta la madrugada, todavía desayunado en ese lugar antes de tirarse a hacer el amor en su cama una y otra vez sin cansarse del otro. Aurora se había negado rotundamente a pensar en “su verdadero origen”, y había decidido guardar los problemas en una maleta y simplemente dedicarse a disfrutar el resto del viaje junto a su amado.—Buenos días, mi reina. — dijo Massimo dejando un beso sobre los labios de su esposa.Aurora sonrió. —Buenos días, cariño, en verdad me siento agotada, creo que dormimos muy poco anoche, ¿No lo crees? — respondió la pelirroja y luego bostezó.Massimo sonrió de medio lado. — Si descansar no fuera necesari
En Hawái, la noche había llegado después de un largo día de compras y preparativos para la ceremonia que habría dentro de dos días más, Aurora, sin poder evitarlo, se sentía completamente nerviosa, pues aun y cuando no era su primera boda, sí que era la primera que realmente había deseado...nadie la estaba obligando a casarse. —¿Preocupada o arrepentida? — preguntó Massimo al sentarse al lado de su esposa, y besarle un hombro desnudo.—Nada de eso, sólo un poco nerviosa. — admitió ella al voltear a verlo y besarle sus labios.—¿Dónde quieres que cenemos? — volvió a preguntarle el rubio sobre sus labios. — Mañana será un día de preparaciones pues pasado mañana será el gran día. — agregó Massimo dándole un suave golpe a Aurora, con su dedo en la punta de la nariz.—Lo sé. — dijo ella sintiendo su estómago revolverse nervioso y ansioso. —¿Tú dónde quieres cenar? — devolvió a cambio, y sintiendo un escalofrió recorrerla, vio que estaban a 25 de noviembre, en tan solo un mes seria su fies
—Ella es una chica hermosa…y la quiero para mí. — decía el adolescente Massimo Bensiali mirando por el ventanal de su estudio a Aurora Bianco.Aquella jovencita limpiaba la maleza de los jardines junto a su padre, y su bonito rostro estaba manchado con barro. Sus cabellos eran rojos como el fuego que llevaba por dentro, y sus ojos eran de un verde esmeralda que siempre miraban a Massimo con desprecio desde que eran solo unos niños y por razones desconocidas. Tocándose la mejilla golpeada, Massimo Bensiali sonrió. Esa chica, nuevamente, acababa de rechazarlo.—Ella es solo la hija de un par de viejos sirvientes y es dos años más joven que usted, no está a la altura del heredero Bensiali. Su deber es casarse con una mujer de su mismo rango y posición, y ya se hablado de ello; la señorita Juliana Hancock será su prometida; Juliana ha nacido en la cuna de una poderosa familia estadounidense que traerá mayor prestigio aun a los Bensiali, así que cuando tenga edad suficiente… ——Cuando tenga
—Lo lamento, señor Bensiali, pero no tengo nada que celebrar con usted. Con su permiso. — respondió Aurora a Massimo, cuando esté la tomó abruptamente de la mano.—¿Quién es el? — cuestionó Massimo mirando a aquel joven de cabellos negros y ojos grises que lo miró a cambio extrañado.Aurora, con discreción y esperando que nadie hubiese notado aquella conducta tan cuestionable de Massimo, le sonrió y se acercó a él.—Eso no es de su incumbencia, señor. Me retiro, y le pido sea lo que el señor Mauro esperaba que fuera, mantenga la compostura propia del heredero Bensiali. No debe olvidar que yo solamente soy la hija de los sirvientes, como bien usted me lo recordó cuando éramos niños, así que no pierda la calma por causa de una mujer insignificante. — respondió Aurora sagaz, dejando a Massimo con una expresión de enojo marcada en su rostro.—¿Vas a dejarme aquí viviendo mi luto en soledad?, ¿Cuánto tiempo más vas a estar enojada por eso? Pasó hace tantos años que ya no tiene la mayor impo