La vida de Natalia rápidamente tomó una nueva rutina: despertarse en las mañanas, alistar a sus hijos, verlos marchar con rumbo al colegio, esperar durante horas su regreso, ayudarlos en sus deberes escolares y luego dormir.En ese itinerario el nombre de Fabián no tenía ningún protagonismo. La realidad era que Natalia no lo veía casi. Ambos esposos simplemente no coincidían en lugar ni tiempo. Pero cuando Fabián estaba en casa y parecía tener algo de espacio libre en su apretada agenda, se concentraba en compartir con los niños únicamente. Natalia se limitaba a verlos convivir desde una hendidura en la puerta. Nunca se involucraba, consciente de que no era bienvenida en aquellos momentos.Ahora estaba un poco harta de todo eso, harta de que sus días fueran todos exactamente iguales. ¿Por qué de ser así, qué diferencia habría entre su vida pasada y esta? ¿Acaso no era lo mismo que hacía con Roberto? ¿Ver cómo la vida le pasaba por encima?Pero no, ya no era la misma tonta capaz
—Roberto es mi esposo, Fabián —le recordó Ana Paula, alejándose un poco y mirando hacia todos lados en busca de ojos curiosos. Lo menos que necesitaba era que las habladurías de la gente llegarán a los oídos inestables de su marido—. No quiero que este encuentro se malinterprete.—¿Por qué habría de hacerlo? —se encogió de hombros, indiferente—. Que yo sepa, no estamos haciendo nada malo. Y además, este es un lugar público en el que cualquiera puede encontrarse.—Eso lo sé —reconoció ella—. Pero, me refiero a que Roberto puede pensar diferente, así que…—¿Qué pasa? ¿Acaso no te tiene confianza? —cuestionó con interés, deseando escuchar una negativa, para recordarle que Roberto era un imbécil y que no la merecía.—Ese no es el punto, Fabián —lo reprendió rápidamente, elevando un poco la voz al ver que quería tergiversar todo. —Me iré, Ana Paula —dijo él, al ver que su presencia realmente parecía incomodarla—. Me iré porque no es mi intención causarte problemas. Pero recuerda que, si a
Luego de haber recibido la nula colaboración de parte de Fabián para reanudar sus estudios académicos, Natalia se sumergió en una especie de depresión. Paso varios días decaída, pensando en si realmente debía conformarse con el estilo de vida que estaba llevando actualmente. Es decir, tenía un techo donde dormir, comida sobre la mesa, y un buen colegio para sus hijos. Debería sentirse agradecida en lugar de querer aspirar a más. «¿Pero estaba mal querer superarse?», se preguntó en silencio, mientras veía por la ventana como las horas transcurrían en la soledad de su habitación. En ese lugar no tenía más ocupaciones que esperar, había un personal que se encargaba de la limpieza, de la comida e inclusos de las labores de jardinería que tanto le gustaban. Ya había intentado ayudar, por supuesto que sí, pero los empleados se mostraron temerosos de permitir una cosa así. —Es usted la señora de la casa —le recordaron con un tono bajo y educado—. No podemos permitir que sus manos se ensu
Efectivamente, Fabián no le hizo ningún halago referente a su apariencia. Esto la mantuvo de muy mal humor el resto del camino.Cuando llegaron a la imponente mansión Buendía, la curiosidad de Natalia revivió ávidamente. —¿Qué hacemos aquí? ¿Cuál es el motivo?—Negocios —contestó su esposo con simpleza. No hubo más explicación, ni siquiera algunos consejos de cómo debía comportarse.—¿Y los niños? ¿Quién los cuida? —Intentó mantener la conversación para ahuyentar sus nervios.—Están en buenas manos. No debes preocuparte por eso —por primera vez en ese día, su voz se suavizó un poco.Natalia no tuvo más opción que aceptar esa respuesta por ahora.Se aproximaron entonces al interior de la enorme casa y los ojos de Natalia se deslizaron por todos los rincones. Detalló el suelo de mármol pulido, la escalera de caracol que ascendía elegantemente al segundo piso, las paredes adornadas con obras de arte que seguramente costaban una fortuna, y los tapices antiguos.Una sola palabra saltó
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no has regresado al comedor? —la voz desapasionada de Fabián llegó a sus oídos, estremeciendo sus sentidos y avivando el fuego de la rabia que crecía en su interior. —¿Cómo te atreves? —lo volteó a mirar lentamente. Sus ojos castaños llenándose de una flama ardiente que emanaba de su corazón y se concentraba en la palma de su mano como un volcán a punto de erupcionar. —Natalia, me estás haciendo perder el tiempo. Regresa ahora o… La amenaza quedó suspendida en el aire cuando las palabras de Fabián no pudieron ser completadas. Natalia, movida por un coraje que no había experimentado antes, se alzó de puntilla y extendió su brazo en un movimiento rápido que impactó en la mejilla izquierda del hombre. El rostro de Fabián se contorsionó por el golpe. Sorpresa, ira, enojo, un mar de emociones se vieron reflejadas en su cara, al tiempo en que llevaba una mano hasta el lugar afectado y lo masajeaba. —¡Qué demonios! —habló con la estupefacción nublando su semb
El rechinar de la cama, acompañado de los sonidos obscenos que producían sus cuerpos al unirse, llenaba el silencio de la habitación. —Mmm sí, un poco más rápido —gemía la mujer cada vez más fuerte. El hombre tomó sus caderas con sus dos manos, mientras la embestía desde abajo con la firmeza y el empuje que le estaba solicitando. Rápido. Fuerte. Más… Mucho más… —¡Sí! ¡Sí! ¡Oh, sí! La cabeza de la mujer se echó hacia atrás, mientras disfrutaba de la contundencia de aquel orgasmo que acababa de sacudirle el cuerpo entero. Dejó caer entonces su peso a un lado, sintiendo como los fluidos de su marido se deslizaban por sus muslos. El sexo era bueno, no podía negarlo. —¿En qué estás pensando? —preguntó ella un momento después, detallando el semblante de su compañero. Sus ojos abiertos se encontraban perdidos en el aburrido techo, mientras alguna otra cosa invadía sus pensamientos. —No es nada —dijo él, su voz baja y apática. —Mmm, ¿estás seguro? —se recostó de lado
El ceño del hombre se frunció al instante. El enojo pareció ser el sentimiento que saltaba a la vista en su semblante, pero Natalia pudo notar rápidamente que había algo más en la superficie.¿Decepción?¿Dolor?—Lo siento, Fabián. No quise…—Está bien —alzó una mano, silenciándola—. Creo que fue justo lo que quisiste decir, Natalia. Así que será mejor que tratemos esto en otro lugar.Natalia asintió, consciente de que era un tema delicado como para tratar enfrente de sus hijos.—Ya vuelvo —les notificó a los niños. Miró el aparato sobre la cama y luego dijo:—. En un momento decidiremos qué hacer con él. ¿Está bien?Los trillizos se mostraron tristes ante la idea de perder su regalo cuando ni siquiera lo habían estrenado, pero no se atrevieron a contradecir a su madre. Eran niños muy buenos y obedientes.Natalia abandonó la habitación y siguió a Fabián hasta la recámara matrimonial, donde se suponía iban a hablar sobre lo recién ocurrido.—De verdad lo siento —rompió el silencio, cuan
La alarma sonó y Natalia rápidamente se levantó de la cama, dispuesta a comenzar su día con entusiasmo.Se dio un corto baño y se dirigió a la cocina para dar indicaciones especiales a las cocineras sobre el desayuno que deseaba preparar esa mañana.«Debía ser algo especial», se dijo a sí misma emocionada.—Señora, lo lamentamos, pero no podemos permitir que usted…—Shhh. Nadie tiene por qué enterarse —respondió cómplice, mirando al par de mujeres que pretendían negarle el acceso a la estufa y al resto de los materiales.No era la mejor cocinera ni mucho menos. Pero si algo había aprendido en esos años, era que debía hacer todas las cosas con amor.Ese era un ingrediente esencial en cada plato y ese día era requerido más que nunca.Así que se puso manos a la obra para hacer algo delicioso.Una hora más tarde, Natalia tenía el tiempo justo para subir a la habitación de sus hijos y comenzar a alistarlos para el colegio.Debía darse prisa.Ya no eran únicamente ellos los que tenían clase