¡Espero que les este gustando!! ¡A mi me encanta escribirlos! Ahora si, palabra de hada que voy a escribir todos los dias.
Pudo notar que Peter no estaba feliz de su decisión, como si él pudiera oler algo que ella no, lo cual era razonable, por eso Elena no dijo nada cuando al salir, el alfa dejó la puerta abierta, como indicando que estaria ahi, que él podría venir por ella cuando ella lo decidiera correcto. Elena sabía que Richards no era una persona violenta, no la iba a lastimar, y de alguna manera, ella sentía que le debía algo, al menos una explicación. Lo había dejado casi en el altar después de todo. —¿Está mi madre contigo? —Richard giró su rostro para mirarla, poniendo una mueca sombría en el rostro. —No. Elena no le creía. —¿Cómo nos encontramos? —Tu madre… —Elena hizo una mueca mientras asentía, porque por supuesto que esto tenía que ver con su progenitora—. Tu madre, Elena, está preocupada, todo este tiempo te ha estado buscando. —Claro y que yo haya sido la luna de la manada no tiene nada que ver con eso —La chica se movió un poco, para intentar sentarse mejor, a pesar de que l
Lo peor y lo mejor de todo es que no fue nada incómodo. Elena se movió a su cama, junto a su hijo y lo recostó sobre su corazón, porque de esa manera le habían enseñado en el hospital que tenía que hacerse. Ya había puesto muchas almohadas alrededor del colchón, de manera que el nido estaba perfectamente hecho, para que ella se acomodara. Luego, sin apresurarse, muy respetuosamente Peter se metió en la cama con ella, sin tocarla, solo permaneciendo ahí, a su lado, bajo las sábanas. Su cuerpo estaba emitiendo calor instantáneamente, de manera que ella se sintió cansada enseguida, cansada, pero segura también. Peter se acomodó en su costado, afirmando su cabeza en su palma y mirando a ambos, tanto a Elena como a Paul. —Aun no puedo creer que no me di cuenta que estabas embarazada —se encontró escuchando de parte de Peter, quien estaba mirando al niño recién nacido sobre su torso—. Bueno, supongo que… cierta parte de mi si lo sabía. —Claro, como tu nariz —le dijo ella, sonriendo—.
Elena podía sentir la culpa de Peter mientras entraban por fin a su pueblo. Era un pueblo muy pequeño, no con más de 300 habitantes, donde hacían fiestas, se unían con otros, cantaban, bailaban y celebraban todo juntos. Había sido lindo la primera parte de su vida, cuando solo se enfocaba de celebrar la unión y no cuando ella era la unión. Eso era en lo que pensaba mientras veía las casas, las tiendas y todo eso que los hacía únicos. Ninguno de ellos sabía que en el nuevo auto que cruzaba sus calles venía lo que ellos siempre habían considerado como su luna, la omega que iba a abrir el camino a una nueva era, un nuevo inicio de la manada, donde las costumbres pudieran, de alguna manera, volverse incluso más fuerte. Ninguno de ellos había esperado a que ella huyera, y si lo hacía, mucho menos hubieran esperado que volvería. Lo cual tenía todo el sentido del mundo porque ahora venía solo por su hijo. —¿Te sientes mejor? —Elena giro su rostro para ver a Peter, quien estaba sentado e
Su madre había tenido nueve meses para pensar y Elena tenía que aplaudirle ante eso. No solo por lo que le estaba proponiendo, sino porque en minutos, había destruido todo lo que ella pensaba que su madre era. Elena había pensado que jamás había sido vista por la mujer, pero la realidad era otra, ahora, mientras hablaba, le dejaba claro que ella siempre había visto su cara real. Elena ya no era un misterio para esa mujer, lo cual no era tan cool como ella hubiera esperado, porque si de algo era buena su madre, era para utilizar sus desventajas como fortalezas. Ella sabía que Paul era la manera. —Podrás entender que si vuelves, si te quedas con nosotros, tu hijo va a sobrevivir el frío invierno, el caluroso verano y todo el viento del otoño —siguió diciendo la mujer, como si lo que dijera tuviera todo el sentido, porque por supuesto, lo tenía—. Sabes que aca estara mas que sano, cuidado y protegido. —¿Dices que aceptas a mi hijo? —le preguntó Elena, incrédula ante lo que escuchaba.
Les obsequio una cuna. Elena no podía estar más molesta al respecto. Tenía un cabezal con dibujos de estrellas y un eclipse lunar, con medio lado lleno de soles y medio lado lleno de lunas llenas. El fondo estaba pintado como en la noche estrellada de Van Gogh, pero de un azul mucho más intenso. Elena se cruzó de brazos viendo como lo habían dejado en medio de su pequeño departamento, obstaculizando el camino hacia todos lados. Peter detrás suyo guardó silencio un momento, mientras cargaba a Paul. —Es grande —mencionò, mientras hacía el favor de cerrar la puerta detrás de ellos. —Lo peor es que ella sabe que es grande, por eso la pidió hacer de tal manera, para recordarme mi lugar y el de Paul —Elena se movió un poco más cerca, viendo los miles de regalos que había dentro—. Tenemos que regalar todo esto. —¿Cómo dices? —Si lo mantenemos ella sabrá que lo necesitamos. —Pero lo necesitamos. —La cuna que me dio el hospital es perfectamente funcional, ningún niño necesita una
Elena no estaba feliz de ver a Richards. Mucho menos de saber que su ex prometida había aparecido como un fantasma simplemente para hacerse ver, sobre todo el día de hoy, que era el día donde pensaba recompensar a Peter por toda la ayuda que había recibido de su parte. Ahora tenía a su antiguo prometido y a la antigua prometida del supuesto padre de su bebe. Era una relación complicada, por supuesto, en lo absoluto algo con lo que quería lidiar ahora mismo, así que dio un paso adelante, encarando a Rich incluso cuando a lo mejor no era lo que debería hacer ahora mismo, al final, eso solo creaba una reacción para el muchacho, le hacía ver que era la manera de hacerla reaccionar. —¿Qué haces aquí? —le pregunto, frunciendo el ceño. —Luces hermosa hoy —respondió el chico. Ella frunció los labios, porque le había gustado el cumplido. —Te pregunte qué haces aquí —siguió diciendo la chica, cruzándose de brazos—, no me siento cómoda contigo viniendo a mi casa desde que se robaron a m
Para ser justos, Elena supo que era un error apenas había enviado el mensaje, sin embargo, eso no iba a detener a su culpa, ni mucho menos a Richards. Los fuegos artificiales ya habían ocurrido, Peter había sostenido a Paul todo el camino por el muelle y la había ido a dejar a su casa intacta, sin haberle cobrado un simple dólar, cuando le llegó la llamada de su ex prometido. Claramente luego de enviarle ese primer mensaje, Elena había ignorado su telefono, sin embargo, jamás espero que luego de eso, lo que Richards hiciera fuera enviarle mensaje tras mensaje, contándole su vida, todo de ella y luego, diciéndole que no buscaba molestarla que llamaría luego de dos horas. Bueno, luego de dos horas era justo el momento en el que ella había dejado a Paul recostado a su lado y ahora estaba sentada en su nido frío. Y podía ser eso o todo lo demás, pero en ese momento, parecía una falta gravísima de respeto no responderle al hombre que estaba ofreciendo no solamente calentar su cama, sino,
Elena Moonflower se prometió a sí misma que el día en que cayeran pétalos de rosas del cielo purpura sería el día en el que se entregaría a otro alfa. Antes había sido la luna prometida para un poderoso alfa, también había dejado que otro de esos se metiera entre sus piernas y la embarazara, aunque no juzgaba muy duro ese pequeño detalle, porque le había dado la cosa que más amaba en la vida; su hijo. Aun así, no quería nada que ver con otro alfa, no importaba de qué manada fuera, ni del sol, ni oscura, ni de nada, los quería lejos, los necesitaba lejos, lejos de ella y de su hijo. Ni siquiera aunque no supiera exactamente cómo vivir sin dinero, sin amigos y por otra persona. Sin embargo, luego de un tiempo, sabía que se le haría imposible evitarlos, de manera que la forma en la que conoció a Peter Bluenight fue justo cuando todo se le iba de las manos. Peter era un alfa dueño del bar cabaret más famoso de la ciudad, usualmente se enfocaban en el arte detrás de la sensualidad, pero a