¡Esposa, abre!

Si llegar a la fiesta había sido difícil, Cesare definitivamente no había previsto lo que sería volver con la mujer, a la que había ofendido profundamente más de una vez aquella noche, aunque no supiera por qué.

Un rayo atravesó el cielo, pero no fue una sorpresa para ninguno de los dos. El tiempo era realmente inestable en aquel momento, y el trayecto hasta la granja aún sería largo, así que se limitó a dar una orden al conductor.

Madson se sintió incómodo de inmediato, pero no había forma de protestar. Dentro del coche descapotable, bajo una lluvia torrencial, pronto estuvo completamente mojada.

El pelo de la parte superior de la cabeza empezó a gotearle por la cara y sobre el delgado cuello, y ella se retorció. Aquel movimiento nunca habría sido deliberado, pero por alguna razón Cesare no podía apartar los ojos de ella mientras lo hacía.

El coche se detuvo frente a un suntuoso local. Y por mucho que Madson hubiera deseado dos habitaciones, sabía que no era posible.

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