No tengo que hacer nada

Tocó el rostro de la dulce mujer de ojos tiernos y nariz roja que estaba sentada em uma cama que, hasta hacía uma semana, pertenecía a outra mujer. Sus manos sintieron lo caliente que estaba aquel cuerpo, y tal vez tuviera fiebre. Así que pensó que ella podría necesitar um médico em algún momento. Y si era lo suficientemente bueno, lo haría, pero no podía pensar em outra cosa que no fuera tenerla entre sus musculosos brazos.

Se llevó la mano a las manos, aún envueltas em guantes nuevos y secos, y tal vez su empleada supiera por qué siempre los llevaba puestos, pero no era ahí donde quería centrarse em esse momento. Había lugares más apetecibles para el hombre lleno de pensamientos pecaminosos. Definitivamente, sabía que no debía, pero no podía concentrarse em outra cosa.

Intentó ocultar su camisa todo lo posible, pero él le hizo mostrar lo que escondía. Y com unos ojos que parecían estar pegados el uno al outro, nada em el mundo podía desconectar esa conexión. Ella no protestó por pri
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