Me gustaría saber a dónde vas

Cesare podría haber olvidado quién estaba abajo, pero Sara había oído absolutamente todo lo que había sucedido arriba aquella noche. Y aún tumbada boca abajo en aquella precaria cama, vistiendo un camisón completamente vulgar y sin sentido de la moda, permanecía pensativa.

Como había hecho con su primer marido, sabía que protestar no solucionaba nada.

A algunos hombres les gustaban las mujeres geniales con personalidad fuerte, pero Cesare Santorini no era uno de ellos. Siempre le gustó dirigirlo todo. En los negocios o en la cama, seguía comportándose con el mismo dominio.

Si a él le gustaban las mujeres delicadas, ella también se convertiría en una. Al menos por el momento, hasta que pudiera reconquistarlo. Porque ese hombre siempre había sido su sueño. Y no solo porque fuera tan guapo y atractivo como un demonio del placer. También había sido siempre el hombre más rico de la región. De hecho, era el más rico del que había oído hablar.

Aun sin cambiarse de ropa porque quería que él
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