Estás loca.

Poco convencido, Cesare Santorini prácticamente sintió que flotaba bajo el suelo de madera de la elegante sala, mientras la ingeniosa mujer sonreía a todo el mundo atrayendo cualquier atención de forma involuntaria y natural. Era como un imán para los ojos, y aunque Madson Reese era igual, había en ella una sensualidad difícil de explicar. Pero mirarla era como olvidar que había otra mujer viviendo en esta tierra.

Cesare Santorini tragó el líquido de su segundo vaso y la observó como un halcón, mientras los demás hombres hacían lo mismo. Parecía muy extraño, porque aquella mujer, si no era su esposa, parecía fuera de lo común, y solo podía ser una hermana gemela perdida. No había otra explicación.

Lo más conflictivo para él era saber que si ella no era realmente Madson Reese, ¿qué podía hacer con los celos que sentía, que casi le aplastaban el alma con su pesadez y brutalidad? ¿Y por qué tenía que bailar tanto? ¿Por qué tantos hombres querían tocarla? Tragó saliva mientras se recostab
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