No te estoy persiguiendo.

Madson Reese caminó por el vasto jardín sin pensar demasiado hacia dónde se dirigía ni en los peligros que podría correr, porque se había acostumbrado a la tranquilidad del entorno en el que vivía. Así que, sin pensar demasiado en el frío que sentía o en la falta de ropa adecuada para salir de una mansión con calefacción y una elegante chimenea, avanzó ciega de rabia, murmurando para sí misma.

¿Cómo podía tener la osadía de decirle lo que podía o no podía hacer? ¿Por qué se creía con derecho si nunca había sido su marido? Madson pensó que debería haber anulado el matrimonio que nunca se consumó y todo lo ocurrido se habría resuelto rápidamente, sin tanto sufrimiento. Sin el riesgo de que él descubriera a sus propios hijos y la castigara llevándoselos a la granja como herederos suyos. Ella nunca podría soportar estar lejos de sus bebés tan queridos, y tampoco podría soportar volver a la escena de humillación y dolor tras ellos. Pero a pesar de toda la angustia que sentía, seguía estand
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