Después de volver a Londres, fuimos directo a mi departamento. Había hecho creer a Ana que juntos escogeríamos la casa en la que viviríamos, pero en realidad ya la había comprado, porque, de todas las que vimos, sabía que una en particular le encantó. Ese sería mi regalo de bodas y esa tarde le daría la sorpresa.
Ana quedó con Mónica, por lo que aproveché para visitar a Liam y que me informara de algunas cosas relacionadas a la demente de Amber.
—¿Y cómo ha ido la luna de miel? —Me palmeó la espalda mientras caminábamos al salón del penthouse en el que se había mudado desde que su matrimonio terminó.
—Bien, al menos eso creo... —respondí.
Suspiré. Dudaba que Ana hubiera olvidado aquellos estúpidos mensajes.
—No me digas que no pudiste responder en tu primera noche &md
—Hola, cariño. —¿Estás ocupado? —indagó con esa voz melodiosa. Sonreí. —Estoy con mi abuelo, en su restaurante. —Dile que venga a comer con nosotros. Mandaré a preparar su plato favorito —se metió el susodicho en la conversación —El abuelo quiere que lo acompañes a almorzar, cariño. ¿Qué dices? —Pon el altavoz, amor —pidió. Así lo hice. —Listo —avisé. Lo oyó sonreír, divertida. —Dile al abuelo Brandon que jamás le diría que no a un caballero tan apuesto como él —manifestó con coquetería. El abuelo se ruborizó y sonrió como un adolescente. Fruncí el ceño y traté de hacerle ver que no me gustaba para nada la situación. —¿Estás coqueteando con mi abuelo en mis narices? —mascullé con supuesto disgusto. Ana carcajeó. —Yo no tengo la culpa de ser irresistible a pesar de los años —comentó el viejo al levantar ambas manos—. Mejor agradece que heredarás m
A la mañana siguiente, los rayos del sol ingresaron por la ventana desprovista aún de cortinas y sentí el cuerpo cálido de mi mujer removerse.—Buenos días —susurré en su oído.Ella sonrió.—Buenos días, amor —respondió risueña y el calor en mi pecho se hizo inmenso. Besé su hombro desnudo y su cuello. Sentí cómo su piel se erizaba y reaccionaba a mi contacto—. Diego... debemos hablar de algo —murmuró apenas audible.Me acomodé sobre su cuerpo para mirarla a los ojos.—¿Ocurre algo? —pregunté temeroso.—Nada... es solo que, si seguimos así, no tardaré mucho en... —Sus mejillas se tiñeron de un suave carmesí.La miré, confundido.—¿En qué?—En embarazarme, Diego.—&i
Después de regresar al departamento que compartía ahora con mi esposa, me di una larga ducha y traté de borrar de mi mente las amenazas de Amber. Aún no nos habíamos mudado porque Ana amoblaba poco a poco nuestro hogar según sus gustos… Tal vez no llegáramos a hacerlo. Pensaba en marcharme de Londres junto a ella e iniciar una nueva vida en otro país, lejos de toda esta locura.A los ojos de cualquiera, Amber podía parecer una simple y común novia despechada, pero había algo en su mirada que no me terminó de cuadrar. Si tan solo llegara a salir de aquel manicomio... No quería imaginar los problemas que causaría. A leguas se notaba que estaba obsesionada.Salí de la ducha con una toalla enrollada en mi cintura y el pelo mojado. Entrar al vestidor y ver las cosas de Ana, allí junto a las mías, me quitó una sonrisa que pensé no tendr&
Cuando miré a Amber, logré ver un resumen de la vida insignificante que llevaba en aquella época. No iba a negar que me había deslumbrado como un crío por esa maldita mujer, porque lo había hecho. Pero en ningún punto, absolutamente, se comparaba lo que sentí por ella con lo que sentía por Ana.—Señor, lo lamento, pero esta mujer dice que usted la espera. En todo caso, no la pude detener —explicó con temor Margaret. Para entonces, Amber ya estaba en medio de la oficina, a mitad de camino para llegar a mi escritorio.Me encontraba de pie, listo para rodear el mueble y salir a su encuentro para arrastrarla hacia la salida de la empresa.—Está bien, Margaret, pero grábate bien el rostro de la señorita, pues de ahora en más no quiero que vuelva a pisar esta empresa y mucho menos mi oficina.—Entendido, señor, y lo lamento.
Si alguna vez pensé que simples palabras no herían, estaba equivocado, porque aquellas que acababa de escuchar me habían desmembrado el alma.Aprovechando la conmoción que atravesaba, Ana salió disparada de mi oficina y cerró la puerta de un portazo. Di pasos certeros para alcanzarla, cuando una mano me detuvo, entonces recordé que aquella malnacida seguía allí. Volteé con furia hacia ella y, sin poder evitarlo, la tomé del cuello con descontrol.Jamás había experimentado la necesidad de lastimarla cuando ella me hizo tanto daño, pero hoy solo deseaba verla agonizar y morir despacio para que dejara de causar daño y dolor a su paso.—Suéltame... —balbuceó mientras sus manos luchaban para que las mías se aflojaran. Con brusquedad, la solté. Su cuerpo cayó al suelo.—No lo vales —escupí rab
Salí de inmediato para la clínica con el corazón en la boca. Mi amada y dulce Ana atravesaba un mal momento. Lo menos que podía hacer era estar allí… a su lado. Ya después le preguntaría las razones por las que no me dijo que íbamos a ser padres. El médico me informó que, a causa de una fuerte crisis emocional, se había dado el desenlace y que Ana necesitaría mucho apoyo por la ansiedad que tenía en relación a convertirse en madre. Además, aún no se lo habían dicho y aguardaban a que se calmara para hacerlo. Sangró demasiado, por lo tanto, fue imposible revertir lo ocurrido, pero todavía debían intervenirla. No querían que estuviera tensa y nerviosa para hacerlo.Optaron por mantenerla en la duda. Cuando la hubieron sedado, procedieron a realizar la intervención que consistía más que nada en corroborar q
—Entonces eso quiere decir que aún no le dijiste nada. No le hablaste de Amber ni mucho menos de tus sentimientos —concluyó, y asentí—. Por Dios, hijo mío. Tuviste que haberle dicho cuando te advertí tantas veces que algo así podría suceder. Realmente no sé qué decir, pues comprendo a la perfección que esté furiosa y que te haya pedido el divorcio. Sin embargo, aún estás a tiempo de decirle la verdad, Diego. Mientras las cosas estén tibias, hazlo. De no hacerlo, perderás a tu esposa. Sé que eso te dolería mucho. Solo basta con verte, mi pequeño, basta con mirar tus hermosos ojos para darse cuenta de cuánto amas a esa muchacha.—Lo sé, mamá, y siento que todo lo que dices está ocurriendo. Ella... Ana simplemente ya no me quiere en su vida. En cuanto a decirle que la amo, lo he intentado muchas veces y
Después de rememorar aquel momento, sacudí la cabeza para intentar serenarme. Caminé lento hasta aquella fotografía y la tomé entre mis manos. Tragué con dificultad y la volví a admirar por algunos segundos.—Que el cielo me perdone si es blasfemia, pero juro por mi vida que volverás conmigo. si no es el caso, prefiero morir… a vivir y no tenerte —le hablé como un loco a la foto antes de propinarle un beso y guardarla en el pequeño bolso que llevaba conmigo.Me dirigí hacía la salida. Pude sentir cómo mi alma y mi corazón se desprendían de mi cuerpo, rehusándose a marcharse de allí. Sostuve por unos diez minutos el pomo de la puerta. Con resignación y tristeza, al fin pude cerrarla. Sentí que cerraba las puertas de una vida al lado de la mujer que amaba.No sabía cómo haría para dejarla en pa