ESTA SEGUNDA PARTE ESTÁ NARRADA DESDE LA PERSPECTIVA DE DIEGO SULLIVAN Y COMPLEMENTA LAS PARTES NO CONTADAS EN LA PRIMERA PARTE NARRADA POR ANA.
ESPERO LES GUSTE Y SE SORPRENDAN DE QUE LAS COSAS NO HAYAN SIDO COMO ANA PENSABA♥
DIEGO
Estaba muy nervioso por lo que haría, y no era para menos: era el día para pedirle a la única mujer en la que podía confiar ciegamente que fuera mi esposa. A todos los que me conocían, les parecía precipitada mi decisión y hasta con un trasfondo macabro por la fama de donjuán que llevaba a cuestas, pero estaba seguro de que ella era la indicada y no tenía más vueltas que darle al asunto.
Miré por enésima vez la hora en mi reloj. Trataba de tranquilizarme. Faltaba media hora para que ella llegara y calmara mi alma con su cálida mirada.
Una estúpida sonrisa se formó en mis labios y recordé a la perfección el día que la conocí, hace casi
ESTA SEGUNDA PARTE ESTÁ NARRADA DESDE LA PERSPECTIVA DE DIEGO SULLIVAN Y COMPLEMENTA LAS PARTES NO CONTADAS EN LA PRIMERA PARTE NARRADA POR ANA. ESPERO LES GUSTE Y SE SORPRENDAN DE QUE LAS COSAS NO HAYAN SIDO COMO ANA PENSABA♥
—Agradezco el consejo, pero de todas maneras probaré mi suerte. —La mandíbula de aquella mujer se desencajó por mi respuesta inesperada—. Si me disculpan, me retiro. Que sigan disfrutando la noche.Sin esperar que contestaran, di media vuelta para seguir a la dulce Ana.La busqué con la mirada y la vi sirviéndose un ponche con delicadeza. Hasta sus gestos me parecían de lo más exquisitos. Cuando estuve a punto de llegar, un hombre de tal vez mi edad se acercó a ella y le susurró algo al oído. Para mi gusto, estaban demasiado cerca. Por un instante fugaz, creí no tener oportunidad con ella, pero su ceño fruncido ante lo que ese mequetrefe le había dicho me hizo recuperar las esperanzas y apresurar el paso.—¿Crees que encontrarás a alguien mejor que yo? —El hombre, que ahora reconocía como Larry Henderson, un ex compa&ntild
—Señor Sullivan, ¿me escucha? —El camarero me veía con rareza. Entretanto, volví del letargo que significó rememorar el día que conocí a la que deseaba como mi esposa.—Perdón, ¿decía? —indagué para que formulara otra vez sus palabras.—Le preguntaba si deseaba ordenar la bebida —repitió.—Ah, por supuesto. Traiga una botella del vino español habitual —ordené.El joven asintió, retirándose con elegancia.Busqué en el interior de mi chaqueta el papel en el que transcribí lo que Liam sugirió para pedirle a Ana que fuera mi esposa. No podía utilizar palabras que salieran de mi corazón porque no me lo podía permitir. Era simplemente imposible.Me casaría con ella porque sabía que era la indicada, la mujer perfecta para mí. Con
El día de la boda llegó. Al contrario de lo que tal vez todos pensaban, mi madre y mi abuelo estaban más que complacidos con que tomara a Ana por esposa. Ella era increíble; guapa, dulce, buena y muy inteligente.Ana era diseñadora y ya trabajaba para mi madre cuando la conocí. Sin embargo, jamás la había visto. Fui un completo ciego.A pesar de haberme graduado con honores en finanzas, nunca trabajé para ella ni llevé el manejo de las empresas Sullivan porque me juré que en absoluto tocaría el dinero del bastardo de mi padre. Aunque la mayoría creía que era un niño mimado que no se ganaba la vida en nada, sino que simplemente disfrutaba el dinero de su familia, tenía mi propia fortuna por pequeñas inversiones que realicé con lo que el abuelo me cedió, cuando la abuela falleció, y me dejó como único heredero de
—¡Por Dios! Te haré mía y jamás, óyeme bien, jamás te dejaré ir. —Mis palabras fueron tan desesperadas, tan posesivas por mi nuevo descubrimiento, que necesitaba hacerle saber que estaría ligada a mí por siempre. Sus días, sus noches y todo lo que la rodeaba, me pertenecían. Sería mía hasta que el aliento se nos fuera y todavía después si se podía.Ya sin poder contenerme, la hice mía despacio, buscando que su cuerpo se acostumbrara a mí, aunque aquello me torturaba.Era un simple mortal, un ser humano que tenía límites, el cual agonizaba en el proceso de hacer suya a la mujer que apenas descubrió que amaba. El solo pensar en ese sentimiento, volvió trémulo mi organismo. Gotas de sudor resbalaron de mi rostro para caer sobre el hermoso cuerpo de mi mujer.Noté cómo pequeña
Tomé con prisa de la maleta un pantalón corto de playa y me lo puse. Salí desesperado tras ella. Pregunté a las personas de recepción si vieron a mi esposa y me señalaron que salió corriendo del hotel hacia la playa, por lo que me apresuré en ir hacia la misma dirección. Anduve varios minutos y traté de encontrarla, pero mi piel sentía que estaba lejos porque el cosquilleo habitual cuando la tenía cerca no se hacía presente.De pronto, mis ojos se abrieron por la sorpresa que me causó aquella imagen: Ana, mi Ana, era sujetada por otro hombre.Mi corazón se detuvo, mi pecho se oprimió y la respiración se me dificultó. Presioné mis puños con fuerza y tragué con dificultad al ver aquella escena. Por Dios que mataría a ese infeliz si no la soltaba de inmediato.Ya no podía negar lo que sucedía c
Aproveché su distancia para reparar mis ojos en ella. Su cercanía me provocaba ese escozor indescriptible, algo inexplicable. El hormigueo que viajaba por todo mi cuerpo cuando la tenía así, tan cerca y a la vez tan lejos, no tenía otra razón más que el amor que representaba para mí.Llegamos a nuestra suite. Mis ganas de estrecharla y besarla como un demente estaban a punto de volverme loco. Para mi sorpresa, ella no esperó a que arregláramos el problema, no aguardó ninguna argumentación de mi parte y solo caminó con furia hasta nuestra habitación. Luego salió de allí con su maleta en mano. La suite tenía otra recámara, por lo que no me quedó dudas de que su intención era cambiarse de alcoba y evitar mi presencia.—¿Qué crees que haces? —no pude evitar cuestionar.Caminé con rapidez hasta el
Después de volver a Londres, fuimos directo a mi departamento. Había hecho creer a Ana que juntos escogeríamos la casa en la que viviríamos, pero en realidad ya la había comprado, porque, de todas las que vimos, sabía que una en particular le encantó. Ese sería mi regalo de bodas y esa tarde le daría la sorpresa.Ana quedó con Mónica, por lo que aproveché para visitar a Liam y que me informara de algunas cosas relacionadas a la demente de Amber.—¿Y cómo ha ido la luna de miel? —Me palmeó la espalda mientras caminábamos al salón del penthouse en el que se había mudado desde que su matrimonio terminó.—Bien, al menos eso creo... —respondí.Suspiré. Dudaba que Ana hubiera olvidado aquellos estúpidos mensajes.—No me digas que no pudiste responder en tu primera noche &md
—Hola, cariño. —¿Estás ocupado? —indagó con esa voz melodiosa. Sonreí. —Estoy con mi abuelo, en su restaurante. —Dile que venga a comer con nosotros. Mandaré a preparar su plato favorito —se metió el susodicho en la conversación —El abuelo quiere que lo acompañes a almorzar, cariño. ¿Qué dices? —Pon el altavoz, amor —pidió. Así lo hice. —Listo —avisé. Lo oyó sonreír, divertida. —Dile al abuelo Brandon que jamás le diría que no a un caballero tan apuesto como él —manifestó con coquetería. El abuelo se ruborizó y sonrió como un adolescente. Fruncí el ceño y traté de hacerle ver que no me gustaba para nada la situación. —¿Estás coqueteando con mi abuelo en mis narices? —mascullé con supuesto disgusto. Ana carcajeó. —Yo no tengo la culpa de ser irresistible a pesar de los años —comentó el viejo al levantar ambas manos—. Mejor agradece que heredarás m