Mónica me ayudó a sentarme frente al tocador, me quitó el pijama que llevaba puesto y pasó por mi cabeza y brazos el vestido blanco. Cepilló mi cabello y luego de unos minutos, estaba lista.
Cuando ingresamos al despacho de Lucas, no pude evitar llorar porque todo me hacía verlo a él. Jonás me guio hasta un mullido sillón y se sentó a mi lado. Presentes estaban Laura, acompañada de Max, Jonás, Mónica y yo.
Laura se acercó hasta mí, propinándome un cálido abrazo mientras ambas dejábamos salir el llanto. Cuando todo se hubo calmado, el notario comenzó con la lectura del testamento de Lucas.
—A los tres días del mes de mayo, y en pleno uso de mis facultades mentales y atribuciones que me corresponden...
El notario hizo la lectura correspondiente, nombró los bienes que heredamos Eros y yo por un lado, y Laura
3RA. PARTE - FINAL—Ella no lo engañó —intervino Max, aun sabiendo que sí lo había hecho al ser débil con Diego—. Tu hermano sabía que ellos se habían reconciliado y que Ana amaba a Diego, siempre lo supo. Sin embargo, cuando Lucas enfermó, a pesar de amar a Diego y tener la posibilidad de regresar a su lado, prefirió quedarse con tu hermano y apoyarlo en su lucha contra su enfermedad. Es mejor que no la juzgues, Laura, porque ella lo único que hizo fue sacrificar su felicidad por Lucas y no merece el reproche que le estás haciendo...Laura rompió en llanto y salió corriendo del despacho.—No hacía falta que mintieras, Max… —dije como pude.—No mentí, Ana. Tú sacrificaste tu felicidad por Lucas —reafirmó y se lo agradecí.—Ana... —ha
PRÓLOGO «Solo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes». De esa manera me sentí cuando, sin siquiera haberlo imaginado, ella salió de mi vida: inocente. Inocente de mí por jamás haber sopesado la posibilidad de que se marchase de mi lado y mucho menos que quisiera a alguien más. Inocente de mí, que fui un estúpido, un perfecto imbécil que se sintió tan seguro de su amor al punto de no ser capaz de luchar contra mis propios demonios para retenerla. Sin embargo, la seguía queriendo. La amaba a pesar de los años y la distancia, aunque se fue con otro sin mirar atrás a mi corazón y a mi alma, que le habían llorado, rogado para que se quedara. Sentía un vacío inmenso que ella se encargó de dejar en mi pecho, asegurándose antes de que solo su presencia pudiera volver a llenar ese hueco. En sueños me torturaba y mortificaba con sus ojos, con su risa, con su cuerpo desnudo que clamaba mi
ESTA SEGUNDA PARTE ESTÁ NARRADA DESDE LA PERSPECTIVA DE DIEGO SULLIVAN Y COMPLEMENTA LAS PARTES NO CONTADAS EN LA PRIMERA PARTE NARRADA POR ANA. ESPERO LES GUSTE Y SE SORPRENDAN DE QUE LAS COSAS NO HAYAN SIDO COMO ANA PENSABA♥ DIEGO Estaba muy nervioso por lo que haría, y no era para menos: era el día para pedirle a la única mujer en la que podía confiar ciegamente que fuera mi esposa. A todos los que me conocían, les parecía precipitada mi decisión y hasta con un trasfondo macabro por la fama de donjuán que llevaba a cuestas, pero estaba seguro de que ella era la indicada y no tenía más vueltas que darle al asunto. Miré por enésima vez la hora en mi reloj. Trataba de tranquilizarme. Faltaba media hora para que ella llegara y calmara mi alma con su cálida mirada. Una estúpida sonrisa se formó en mis labios y recordé a la perfección el día que la conocí, hace casi
—Agradezco el consejo, pero de todas maneras probaré mi suerte. —La mandíbula de aquella mujer se desencajó por mi respuesta inesperada—. Si me disculpan, me retiro. Que sigan disfrutando la noche.Sin esperar que contestaran, di media vuelta para seguir a la dulce Ana.La busqué con la mirada y la vi sirviéndose un ponche con delicadeza. Hasta sus gestos me parecían de lo más exquisitos. Cuando estuve a punto de llegar, un hombre de tal vez mi edad se acercó a ella y le susurró algo al oído. Para mi gusto, estaban demasiado cerca. Por un instante fugaz, creí no tener oportunidad con ella, pero su ceño fruncido ante lo que ese mequetrefe le había dicho me hizo recuperar las esperanzas y apresurar el paso.—¿Crees que encontrarás a alguien mejor que yo? —El hombre, que ahora reconocía como Larry Henderson, un ex compa&ntild
—Señor Sullivan, ¿me escucha? —El camarero me veía con rareza. Entretanto, volví del letargo que significó rememorar el día que conocí a la que deseaba como mi esposa.—Perdón, ¿decía? —indagué para que formulara otra vez sus palabras.—Le preguntaba si deseaba ordenar la bebida —repitió.—Ah, por supuesto. Traiga una botella del vino español habitual —ordené.El joven asintió, retirándose con elegancia.Busqué en el interior de mi chaqueta el papel en el que transcribí lo que Liam sugirió para pedirle a Ana que fuera mi esposa. No podía utilizar palabras que salieran de mi corazón porque no me lo podía permitir. Era simplemente imposible.Me casaría con ella porque sabía que era la indicada, la mujer perfecta para mí. Con
El día de la boda llegó. Al contrario de lo que tal vez todos pensaban, mi madre y mi abuelo estaban más que complacidos con que tomara a Ana por esposa. Ella era increíble; guapa, dulce, buena y muy inteligente.Ana era diseñadora y ya trabajaba para mi madre cuando la conocí. Sin embargo, jamás la había visto. Fui un completo ciego.A pesar de haberme graduado con honores en finanzas, nunca trabajé para ella ni llevé el manejo de las empresas Sullivan porque me juré que en absoluto tocaría el dinero del bastardo de mi padre. Aunque la mayoría creía que era un niño mimado que no se ganaba la vida en nada, sino que simplemente disfrutaba el dinero de su familia, tenía mi propia fortuna por pequeñas inversiones que realicé con lo que el abuelo me cedió, cuando la abuela falleció, y me dejó como único heredero de
—¡Por Dios! Te haré mía y jamás, óyeme bien, jamás te dejaré ir. —Mis palabras fueron tan desesperadas, tan posesivas por mi nuevo descubrimiento, que necesitaba hacerle saber que estaría ligada a mí por siempre. Sus días, sus noches y todo lo que la rodeaba, me pertenecían. Sería mía hasta que el aliento se nos fuera y todavía después si se podía.Ya sin poder contenerme, la hice mía despacio, buscando que su cuerpo se acostumbrara a mí, aunque aquello me torturaba.Era un simple mortal, un ser humano que tenía límites, el cual agonizaba en el proceso de hacer suya a la mujer que apenas descubrió que amaba. El solo pensar en ese sentimiento, volvió trémulo mi organismo. Gotas de sudor resbalaron de mi rostro para caer sobre el hermoso cuerpo de mi mujer.Noté cómo pequeña
Tomé con prisa de la maleta un pantalón corto de playa y me lo puse. Salí desesperado tras ella. Pregunté a las personas de recepción si vieron a mi esposa y me señalaron que salió corriendo del hotel hacia la playa, por lo que me apresuré en ir hacia la misma dirección. Anduve varios minutos y traté de encontrarla, pero mi piel sentía que estaba lejos porque el cosquilleo habitual cuando la tenía cerca no se hacía presente.De pronto, mis ojos se abrieron por la sorpresa que me causó aquella imagen: Ana, mi Ana, era sujetada por otro hombre.Mi corazón se detuvo, mi pecho se oprimió y la respiración se me dificultó. Presioné mis puños con fuerza y tragué con dificultad al ver aquella escena. Por Dios que mataría a ese infeliz si no la soltaba de inmediato.Ya no podía negar lo que sucedía c