CAPITULO 63

Me removí despacio y fui despertando por la molestia que me generaba la luz del sol que ingresaba por la ventana. Giré para buscarlo y se encontraba allí, recostado, dormía con tranquilidad y sujetaba mi cuerpo por la cintura. Por unos segundos, volteé levemente y admiré la belleza del hombre colosal que fue mi esposo y que aún amaba con locura. Recordé las veces que sus ojos y su boca desarmaron cualquier barrera que le imponía cuando trataba de conseguirme, de conquistarme. Ese rostro masculino de perfectas facciones, pestañas y cejas tupidas, fueron mi perdición desde siempre.

Regresé de inmediato a mi posición, disfruté del calor que su cuerpo emanaba. Como si sintiera mis movimientos, acercó aún más mi cuerpo al suyo y hundió su nariz en mi pelo, aspiró el olor. La piel se me erizó, el calor comenzó a subir hasta mis mejillas

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