Jamás en mi vida me había sentido de la manera en que lo hice cuando escribí una de las cartas. En ella plasmaba mentiras que herían mi alma, porque eran mis propias mentiras y me entristecía más por mí que por él, porque cada embuste me alejaría un poco más de Diego, logrando solo su desprecio, mientras yo me ahogaba en falsedades. De ahora en más, solo me quedaba emitir sonrisas falsas que disimularan mi frustración e impotencia que sentía por cómo terminaban las cosas, porque era inevitable pensar que, para mí, en el momento en que daba por finalizado todo tipo de unión con Diego, mi vida sentimental también acababa.
Tal vez con el tiempo, lograra estabilidad al lado de Lucas y del niño o niña que prometí gestar por su bien, pero, por ninguna razón o circunstancias, mi corazón volvería a sentir lo que solo a
Me froté los brazos y apoyé la frente en el cristal, cerré los ojos e imaginé qué estaría haciendo, qué estaría pensando… tal vez para ese momento me odiaba con todas sus fuerzas, tal vez ni siquiera mi nombre deseaba oír y no podía culparlo.¿Me estaría odiando? ¿Qué habrá sentido con lo que escribí? ¿Qué habrá pensado cuando no aparecí?Apenas se cumplirían cuatro días desde que nos despedimos en el aeropuerto. Cinco días desde la última vez que vibré entre sus brazos. Seis días desde que Lucas llamó y entró en ese estado deplorable, siete días desde que supe toda la verdad, ocho días desde la primera vez que volví a sentirme viva por su sola presencia.¿Cómo haría para seguir sin él?¿Cómo h
Desperté de repente con un intenso dolor de cabeza. Estaba en mi cama, cubierto con una manta hasta el cuello. Traté de incorporarme, pero no pude hacerlo. Levanté la manta y noté que estaba desnudo.«¿Qué carajos había pasado?».—Hasta que al fin despiertas, bella durmiente. —Max entraba sonriente a la habitación con un delantal puesto y unas pantuflas.¿Pero qué mierda hacía de esa manera?Caminó hacia las ventanas y corrió por completo las cortinas, dejó que los rayos de sol ingresaran por ellas. Me cubrí el rostro porque la luz intensificaba mi dolor de cabeza. Max sonrió de oreja a oreja y se llevó ambas manos a la cintura. De verdad que se veía extremadamente ridículo; camisa gris, pantalones de traje azul real, unas pantuflas y un delantal. No pude evitar reír a carcajadas ante la imagen
—Hasta que por fin te encuentro...Esa voz...Esos ojos...Esos labios...Sentí cómo mis piernas fallaban y traté de no moverme para no desplomarme en ese mismo instante.—Diego... —susurré sorprendida y él dio un paso hacia mí.—Sí, soy Diego. El hombre con el que juraste pasar el resto de tu vida, con quien hace poco más de tres semanas compartiste más que tu cuerpo. Al que dejaste plantado, sin explicación alguna, y al que luego abandonaste, dejándole un simple papel con palabras iguales a veneno. Sí, Ana. Ese hombre, Diego, soy yo. Me alegra que aún lo recuerdes.De mis labios entreabiertos escapó un gemido de sorpresa. No sabía qué decir y aún me costaba procesar que fuera él. Pestañeé varias veces para asegurarme de que no estaba soñando, que no maquinaba todo
—Sí, Diego. Me casaré y lo mejor es que te marches, esto ya no tiene sentido. —Tragué con dificultad a cada paso que decía aquello.—¿Qué no tiene sentido? ¡Qué no tiene sentido, Ana! —preguntó entre dientes, buscó mis ojos que esquivaron su vista de reproche—. ¿Y yo qué? ¿Qué papel juego en todo esto? Porque déjame decirte que cada vez estoy más confundido.—Ninguno, Diego. Entiende...—¡Qué quieres que entienda! —chilló—. ¡Qué mierda quieres que entienda! ¿Que jugaste conmigo? ¿Eso quieres que entienda? —inquirió descontrolado al pasar las manos por el rostro.—No jugué contigo… —susurré como pude y las lágrimas aparecieron porque ya no podía más.—¿Y esto qu&
—Me informaron que habías entrado a la casa llorando y que no te veías bien. ¿Qué sucedió, mi amor? —inquirió impaciente y mi llanto aumentó, pero a la vez una sonrisa se dibujó en mis labios—. Ana, me asustas, cariño. ¿Qué ha ocurrido como para que estés así? —Negué, me aferré a su cuello y Lucas de inmediato me recibió.—Lloro de felicidad, Lucas. —Me separó de su cuerpo para observarme, confundido—. Estoy embarazada —solté. De la confusión, pasó al asombro.—¿Estás segura? —preguntó con ilusión y asentí, le enseñé la prueba que daba positiva—. ¡Por Dios, por Dios! Esto tiene que ser un sueño. —La tomó y la contempló, como si estuviera leyendo un resultado de laboratorio extremadament
Sin poder evitarlo, le supliqué a Diego con los ojos que me perdonara.Sus perfectas facciones habían quedado desencajadas por la inesperada noticia. El ruido sonoro de la botella, que se volvió añicos por la caída, me sobresaltó y tiré con rabia mi mano, liberándola del agarre de Lucas. Di media vuelta con desesperación y me perdí por la entrada de la casa, me abrí paso a través de las escaleras para ir a encerrarme en mi habitación.No podía presenciar aquello. Lucas no debió haberle dicho de aquella manera que estábamos esperando un hijo. Bajo ninguna excusa tuvo por qué restregado en la cara que la mujer que amaba y buscaba con desespero, estaba ya casada y, además, embarazada.Mónica me siguió y mientras me derrumbaba en la cama a llorar por toda la situación, mi amiga cerró la puerta y acudió a con
Pasamos el fin de semana en Santorini, lugar donde, según Lucas, nació una nueva Ana y surgió realmente nuestra relación. Además, quería darle la sorpresa que seríamos padres a Diana, esa mujer de hierro a la que quería como a una madre. Cuando regresamos a Houston, fuimos a la consulta de la nueva doctora de Lucas y las noticias eran alentadoras. Estaba respondiendo de manera positiva al tratamiento y, a partir de la semana dieciséis de gestación, me harían las pruebas necesarias para que, al poco tiempo de nacido nuestro hijo, pudieran hacerle el trasplante que necesitaba.—Doctora, esas pruebas que le practicarán a mi esposa, ¿no dañarán al bebé? —indagó preocupado Lucas.—En absoluto, señor Marshall —afirmó con muchísima seguridad—. Las pruebas que le practicaremos no son invasivas, lo que signific
Podía jurar que la pose que adquirió no era genuina y que la sonrisa que trataba de emitir era forzaba. Que estaba más tenso de lo que jamás lo noté. Llegó hasta mí y se agachó para darme un beso casto en la frente, sin decir nada más.—Estuve preocupada, Lucas. No respondías a mis llamadas, ¿está todo bien? —Acaricié su rostro y él cerraba los ojos como si hace tiempo no hubiera sentido mi tacto.—Todo bien, princesa. Lamento haberte preocupado —respondió más relajado y tomó asiento a mi lado—. ¿Cómo estuvo tu día?—Bien, preocupada. En general, bastante bien. Ya los malestares prácticamente desaparecieron y el bebé creo que se ha movido, no sabría decirlo, tal vez fue mi imaginación, pero me hubiera gustado que estuvieras aquí —dije un tanto trist