—Me informaron que habías entrado a la casa llorando y que no te veías bien. ¿Qué sucedió, mi amor? —inquirió impaciente y mi llanto aumentó, pero a la vez una sonrisa se dibujó en mis labios—. Ana, me asustas, cariño. ¿Qué ha ocurrido como para que estés así? —Negué, me aferré a su cuello y Lucas de inmediato me recibió.
—Lloro de felicidad, Lucas. —Me separó de su cuerpo para observarme, confundido—. Estoy embarazada —solté. De la confusión, pasó al asombro.
—¿Estás segura? —preguntó con ilusión y asentí, le enseñé la prueba que daba positiva—. ¡Por Dios, por Dios! Esto tiene que ser un sueño. —La tomó y la contempló, como si estuviera leyendo un resultado de laboratorio extremadament
Sin poder evitarlo, le supliqué a Diego con los ojos que me perdonara.Sus perfectas facciones habían quedado desencajadas por la inesperada noticia. El ruido sonoro de la botella, que se volvió añicos por la caída, me sobresaltó y tiré con rabia mi mano, liberándola del agarre de Lucas. Di media vuelta con desesperación y me perdí por la entrada de la casa, me abrí paso a través de las escaleras para ir a encerrarme en mi habitación.No podía presenciar aquello. Lucas no debió haberle dicho de aquella manera que estábamos esperando un hijo. Bajo ninguna excusa tuvo por qué restregado en la cara que la mujer que amaba y buscaba con desespero, estaba ya casada y, además, embarazada.Mónica me siguió y mientras me derrumbaba en la cama a llorar por toda la situación, mi amiga cerró la puerta y acudió a con
Pasamos el fin de semana en Santorini, lugar donde, según Lucas, nació una nueva Ana y surgió realmente nuestra relación. Además, quería darle la sorpresa que seríamos padres a Diana, esa mujer de hierro a la que quería como a una madre. Cuando regresamos a Houston, fuimos a la consulta de la nueva doctora de Lucas y las noticias eran alentadoras. Estaba respondiendo de manera positiva al tratamiento y, a partir de la semana dieciséis de gestación, me harían las pruebas necesarias para que, al poco tiempo de nacido nuestro hijo, pudieran hacerle el trasplante que necesitaba.—Doctora, esas pruebas que le practicarán a mi esposa, ¿no dañarán al bebé? —indagó preocupado Lucas.—En absoluto, señor Marshall —afirmó con muchísima seguridad—. Las pruebas que le practicaremos no son invasivas, lo que signific
Podía jurar que la pose que adquirió no era genuina y que la sonrisa que trataba de emitir era forzaba. Que estaba más tenso de lo que jamás lo noté. Llegó hasta mí y se agachó para darme un beso casto en la frente, sin decir nada más.—Estuve preocupada, Lucas. No respondías a mis llamadas, ¿está todo bien? —Acaricié su rostro y él cerraba los ojos como si hace tiempo no hubiera sentido mi tacto.—Todo bien, princesa. Lamento haberte preocupado —respondió más relajado y tomó asiento a mi lado—. ¿Cómo estuvo tu día?—Bien, preocupada. En general, bastante bien. Ya los malestares prácticamente desaparecieron y el bebé creo que se ha movido, no sabría decirlo, tal vez fue mi imaginación, pero me hubiera gustado que estuvieras aquí —dije un tanto trist
Hace unos días cumplí con las treinta y nueve semanas de embarazo, estaba impaciente por tener a mi bebé en brazos.Todos nuestros amigos estaban pendientes de mí, de mi estado y también de todas las necesidades del bebé.Llenaron la casa de regalos innecesarios.Lucas y yo habíamos comprado todo lo que precisaba, pero los futuros tíos, al parecer, serían demasiado complacientes.Lucas vivía nervioso y cada instante, con insistencia, preguntaba si sentía molestias, si me encontraba bien, si quería ir a la clínica. Estaba más histérico que yo y realmente me causaba mucha gracia y ternura. Sería un gran padre. Mi ginecólogo me dio la opción de un parto programado; mi negativa fue rotunda. Quería dar a luz de manera natural, sin la epidural que me hiciera sentir menos dolor. Yo quería vivir el hermoso momento de ser madr
Lucas 2 años después…Me costaba asimilar que mi final estaba cerca. Sin embargo, no me arrepentía de nada, más que dejarla sola y enfrentarse con una realidad que jamás se formó en su mente. Mentirle durante todo este tiempo, valió la pena porque logré una felicidad que no había concebido pudiera existir. La enfermedad, aunque no hizo estragos por fuera, me estaba consumiendo por dentro desde hace un año. Sin embargo, ninguna de las alternativas que me ofrecían, eran viables para mí.Santorini le había sentado tan bien, que cada día estaba más bella y, nuestro hijo, que hoy cumplía dos años, se parecía aún más a ella.Miré a mi alrededor, suspirando. La casa estaba llena de recuerdos y amor por cada rincón donde volteara a ver, en especial ese día, que todo
—No es el caso, ¿contenta? —respondí para que se contentara, pero ella solo enarcó una ceja, esperando algo más. Suspiré y bajé los hombros en señal de rendición—. Es de su ex esposo, y precisamente cuando ellos se estaban reconciliando, sucedió lo de mi enfermedad y Ana decidió dejar todo por quedarse a mi lado —expliqué para satisfacerla y sus orbes se entornaron.—¿Cómo es que no lo sabe? ¿Cómo no se dio cuenta que estaba embarazada de otro hombre? Y lo más importante... aquel hombre, ¿la dejó ir sin más?—Ya le dije lo que necesitaba saber. Lo demás… sobra.—Es que, si es el caso de que se estaban reconciliando y ella lo dejó por usted, ese hombre debería saber que será padre. No entiendo cómo su esposa no pudo darse cuenta que el hijo que esper
—Yo no soy como el hombre que abandonó a tu madre, Jonás. No me apartaré de Ana por nada ni por nadie, y amo a ese bebé desde el momento en que supe que venía en camino. Lo quiero como si fuera mío y lo amaré siempre de la misma manera. Así que no tienes de qué preocuparte y mejor llévame a casa, porque Ana no ha parado de llamar. —Me puse de pie y revisé el móvil con innumerables llamadas perdidas de ella.—Está bien, pero esta conversación aún no acaba, Lucas.De camino, mientras conducía, Jonás recibió una llamada de Ana y me sentí un miserable por saber lo que haría con ella y ese niño, pero, de todos modos, eso no me detendría.—Tienes que decirle —murmuró en el auto y solo callé. Sería en vano discutir con él.Al entrar a la casa, fui direct
Una enfermera comenzó a llamarnos.—¡Familiares de Ana Marshall! —De inmediato me acerqué hasta ella con la ansiedad a flor de piel—. ¿Usted es su esposo? —indagó.—Sí. Dígame cómo se encuentra mi esposa —prácticamente rogué y ella negó con la cabeza, causó que mi corazón se detuviera por instantes.—Lo lamento, señor, pero no tengo esa información —acotó al notar mi pálido semblante—. Vine a comunicarle que su hijo se encuentra en la habitación asignada tanto para él, como para su madre. Estamos cuidando de él, pero sería bueno para el pequeño tener a su padre cerca, dada las circunstancias. —Asentí y Jonás se acercó hasta nosotros.—¿Podemos verlo? —preguntó ansioso.—Lo pueden ver por