Lucas
2 años después…
Me costaba asimilar que mi final estaba cerca. Sin embargo, no me arrepentía de nada, más que dejarla sola y enfrentarse con una realidad que jamás se formó en su mente. Mentirle durante todo este tiempo, valió la pena porque logré una felicidad que no había concebido pudiera existir. La enfermedad, aunque no hizo estragos por fuera, me estaba consumiendo por dentro desde hace un año. Sin embargo, ninguna de las alternativas que me ofrecían, eran viables para mí.
Santorini le había sentado tan bien, que cada día estaba más bella y, nuestro hijo, que hoy cumplía dos años, se parecía aún más a ella.
Miré a mi alrededor, suspirando. La casa estaba llena de recuerdos y amor por cada rincón donde volteara a ver, en especial ese día, que todo
—No es el caso, ¿contenta? —respondí para que se contentara, pero ella solo enarcó una ceja, esperando algo más. Suspiré y bajé los hombros en señal de rendición—. Es de su ex esposo, y precisamente cuando ellos se estaban reconciliando, sucedió lo de mi enfermedad y Ana decidió dejar todo por quedarse a mi lado —expliqué para satisfacerla y sus orbes se entornaron.—¿Cómo es que no lo sabe? ¿Cómo no se dio cuenta que estaba embarazada de otro hombre? Y lo más importante... aquel hombre, ¿la dejó ir sin más?—Ya le dije lo que necesitaba saber. Lo demás… sobra.—Es que, si es el caso de que se estaban reconciliando y ella lo dejó por usted, ese hombre debería saber que será padre. No entiendo cómo su esposa no pudo darse cuenta que el hijo que esper
—Yo no soy como el hombre que abandonó a tu madre, Jonás. No me apartaré de Ana por nada ni por nadie, y amo a ese bebé desde el momento en que supe que venía en camino. Lo quiero como si fuera mío y lo amaré siempre de la misma manera. Así que no tienes de qué preocuparte y mejor llévame a casa, porque Ana no ha parado de llamar. —Me puse de pie y revisé el móvil con innumerables llamadas perdidas de ella.—Está bien, pero esta conversación aún no acaba, Lucas.De camino, mientras conducía, Jonás recibió una llamada de Ana y me sentí un miserable por saber lo que haría con ella y ese niño, pero, de todos modos, eso no me detendría.—Tienes que decirle —murmuró en el auto y solo callé. Sería en vano discutir con él.Al entrar a la casa, fui direct
Una enfermera comenzó a llamarnos.—¡Familiares de Ana Marshall! —De inmediato me acerqué hasta ella con la ansiedad a flor de piel—. ¿Usted es su esposo? —indagó.—Sí. Dígame cómo se encuentra mi esposa —prácticamente rogué y ella negó con la cabeza, causó que mi corazón se detuviera por instantes.—Lo lamento, señor, pero no tengo esa información —acotó al notar mi pálido semblante—. Vine a comunicarle que su hijo se encuentra en la habitación asignada tanto para él, como para su madre. Estamos cuidando de él, pero sería bueno para el pequeño tener a su padre cerca, dada las circunstancias. —Asentí y Jonás se acercó hasta nosotros.—¿Podemos verlo? —preguntó ansioso.—Lo pueden ver por
1RA. PARTE - FINAL2 AÑOS DESPUÉS...Las olas chocaban con violencia contra las rocas sobre donde se erigía nuestra casa. El viento soplaba con suavidad, ondeaba mi largo y castaño cabello hacia atrás. Mis manos aferradas a aquella terraza que fue mi refugio desde la primera vez que pisé Santorini, me permitían acercarme con seguridad para apreciar hacia más abajo, cómo las aguas parecían furiosas y buscaban escapar de los muros que significabas aquellas piedras. Aspiré el aroma salino y cerré mis ojos, dejando viajar a mi alma hasta esa playa en la que fui tan feliz. Tal vez algún día mis pies se pudieran deslizar de nuevo sobre esa blanca arena. Quizás nunca pudiera ver otra vez aquel único paisaje del horizonte que tantas veces admiré, sentada a su lado, recostando mi cabeza en su hombro y vi
2DA. PARTE - FINALNuestros cuerpos se fundieron como nunca lo habían hecho. Sentí la entrega de mi esposo como si fuera la última vez que me haría el amor, como si tomara de mí todo sin dejar para después nada más, pues ya no existiría un momento igual.Luego de haber yacido juntos aquella tarde, Lucas me regaló un collar de zafiros, muy similares al color de sus luceros, para que, al usarlos, recordara siempre cómo él me veía y me hizo prometerle que cuando Eros se enamorara de la mujer correcta y la pidiera en matrimonio, le cedería la joya para que se la obsequiara como símbolo del amor puro que le profesaba.Esa noche festejamos el cumpleaños de Eros y fue tan emotivo que derramé muchas lágrimas. Mi hijo estaba feliz y Lucas también, logrando el mismo sentimiento en todo mi ser. ¿Y cómo no estarlo? Todos nue
Mónica me ayudó a sentarme frente al tocador, me quitó el pijama que llevaba puesto y pasó por mi cabeza y brazos el vestido blanco. Cepilló mi cabello y luego de unos minutos, estaba lista.Cuando ingresamos al despacho de Lucas, no pude evitar llorar porque todo me hacía verlo a él. Jonás me guio hasta un mullido sillón y se sentó a mi lado. Presentes estaban Laura, acompañada de Max, Jonás, Mónica y yo.Laura se acercó hasta mí, propinándome un cálido abrazo mientras ambas dejábamos salir el llanto. Cuando todo se hubo calmado, el notario comenzó con la lectura del testamento de Lucas.—A los tres días del mes de mayo, y en pleno uso de mis facultades mentales y atribuciones que me corresponden...El notario hizo la lectura correspondiente, nombró los bienes que heredamos Eros y yo por un lado, y Laura
3RA. PARTE - FINAL—Ella no lo engañó —intervino Max, aun sabiendo que sí lo había hecho al ser débil con Diego—. Tu hermano sabía que ellos se habían reconciliado y que Ana amaba a Diego, siempre lo supo. Sin embargo, cuando Lucas enfermó, a pesar de amar a Diego y tener la posibilidad de regresar a su lado, prefirió quedarse con tu hermano y apoyarlo en su lucha contra su enfermedad. Es mejor que no la juzgues, Laura, porque ella lo único que hizo fue sacrificar su felicidad por Lucas y no merece el reproche que le estás haciendo...Laura rompió en llanto y salió corriendo del despacho.—No hacía falta que mintieras, Max… —dije como pude.—No mentí, Ana. Tú sacrificaste tu felicidad por Lucas —reafirmó y se lo agradecí.—Ana... —ha
PRÓLOGO «Solo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes». De esa manera me sentí cuando, sin siquiera haberlo imaginado, ella salió de mi vida: inocente. Inocente de mí por jamás haber sopesado la posibilidad de que se marchase de mi lado y mucho menos que quisiera a alguien más. Inocente de mí, que fui un estúpido, un perfecto imbécil que se sintió tan seguro de su amor al punto de no ser capaz de luchar contra mis propios demonios para retenerla. Sin embargo, la seguía queriendo. La amaba a pesar de los años y la distancia, aunque se fue con otro sin mirar atrás a mi corazón y a mi alma, que le habían llorado, rogado para que se quedara. Sentía un vacío inmenso que ella se encargó de dejar en mi pecho, asegurándose antes de que solo su presencia pudiera volver a llenar ese hueco. En sueños me torturaba y mortificaba con sus ojos, con su risa, con su cuerpo desnudo que clamaba mi