Pervertido
—Buen día, señorita Ángela —dijo la señora Rotermaller deslumbrándome al abrir las cortinas, me queje con molestia poniendo mis ojos en blanco para taparme con la sabana. —Ya es casi medio día, hoy tiene clases de piano a la 1. Su madre la ha apuntado a clases de spinning. También me aviso que no quiere que vuelva a faltar al desayuno —indico jalando mi cobija para sacarme de la cama, me revolví con enojo levantándome, era una batalla que no iba a ganar.
—Voy al baño, bajaré en 30 minutos. —indique con pesadez mientras arrastraba mis pies.
—Como usted ordene, señorita.
¿En serio? Clases de pilates, no me estaba muriendo en una máquina corredora por hipertensión desde hace más de un año, para ella era tan fácil como ahora decidir algo nuevo para mí con tan solo el chasquido de sus dedos sin siquiera preguntarme si eso era lo que quería hacer, ya no sabía cuántas veces había seguido los deseos de mi madre solo por buscar su aceptación, cuando llegue al salón kara estaba sentada en la mesa leyendo un libro mientras el olor a té embargo mis sentidos, la ignore sentándome con pesadez frente a mi plato ya servido.
—Si madre te viera vestida así te mandaría de nuevo a que te cambies —alce mis ojos de mi plato hacia ella, mire mi chándal gris con zapatillas de deporte y respondí con disgusto.
—No tengo que vestir y actuar en base a lo que ordene mamá, como otras personas que solo hacen lo que ella quiere —soltó una risilla y me miro por fin sacando sus ojos de su libro.
—Estás segura de que soy yo la que ha estado intentando todos estos años ganarse el amor de mamá, ¿crees realmente que me importa mamá o su tonto apellido? Eres tan ingenua como para no tener elección propia, eres su perro y ahora te has dado cuenta.
—¿Y tú ahora no eres lo mismo que yo?
—¿Yo? Yo tengo mis propios planes, y no son los de mamá. Te daré un consejo hermanita…. Empieza a decidir por ti, porque da mucha lástima tu estúpida cara. —Se levantó de la mesa para salir con aquella fría expresión. No podía negar que ella tenía razón, mi madre había decidido hasta el más pequeño detalle de mi vida, y ahora no sabía qué hacer sin ella, había decidido a mi esposo, mi boda, como vestirme, como actuar, que estudiar y donde trabajaría en el futuro. Y lo odio… odio en lo que me he convertido, un perro faldero. Lance la cuchara con rabia en el plato, me levante y salí de aquella casa que presionaban mi garganta.
¶
Camine por las calles del pueblo sintiendo que no había ningún lugar para mí, me había dado cuenta de que tampoco tenía ni un solo amigo real, los que mamá me presentaba en sociedad siempre me rechazaron, y las personas que conocía en el pueblo me trataban como si fuera su patrona, nadie se atrevería a hablar con Haket, temían ofenderlo.
—¿Angela Haket, eres tú verdad? — giré mi mirada deteniendo mis pasos frente a una repostería donde una mujer mayor me observaba. ¿Cómo había caminado tanto? Ni siquiera sabía dónde estaba.
—Ay, si eres tú, te vi en el periódico esta mañana que honor encontramos con la una de las Haket el día de hoy, se lo contaré a mi familia. —Sonreí con fingida amabilidad, sin saber qué decirle, me miro de pies a cabeza e indico con rapidez.
—Vas al gimnasio, ¿verdad? ¿Podrías hacerme un favor cariño? Entrégale esto a Matt, hoy no paso por ellas el holgazán ese —sorprendida miré mis pintas y no podía negar que parecía dispuesta a ir aun gim. La mujer volvió entregándome una bolsa de periódico, con una sonrisa volvió a decir.
—Puse una magdalena adicional para ti, espero que vuelvas para comprarme —Dijo con cariño dando unas palmaditas en mi mejilla.
—G-gracias… —pude decir por fin, abrumada por tanta amabilidad, no hablaba mucho con los pueblerinos, y con los que había hablado me trataban con frialdad y miedo. Sonreí animada comiendo mi magdalena como una pequeña niña al cual había recibido un dulce gratis, despidiéndome de la mujer, me dirigí al gimnasio a unas calles, no era muy difícil encontrarlo, era un edificio bastante grande. Luego caí en cuenta que tenía que entregarle algo, alguien que no conocía de nada, con la emoción del momento ni me expliqué, ni me negué. Ay, Ángela, eres un caso perdido.
¶
Al llegar a la puerta de cristal del establecimiento, me asomé y me fijé que el lugar estaba mínimamente lleno, chicas esculturales y hombres tallados por el mismísimo Thor se movían en sus máquinas con estilo, agazapé mi mirada recordando las palabras de Daniel. “No despiertas ni el más mínimo deseo” apreté mis puños cerrando mis ojos con fuerza. Una mujer entró mirándome con extrañeza, por supuesto que llamaba la atención, parecía una acosadora. Con rapidez entre llegando a recepción, una chica con cabello morado salió de debajo del mostrador con una enorme sonrisa, abrí mis ojos con sorpresa viendo que llevaba cosas metálicas en la cara, y su oreja… ¿Por qué tenía un hueco? ¿Era delincuente? Su vestimenta tampoco era muy normal.
—¿Qué quieres?
—¿Qué?
—Te estoy hablando desde hace cinco minutos, y no respondes, ¿estás drogada?
—Yo jamás probaría nada de eso en mi vida, pero deberías cuidarte, esa oreja no es muy normal como se ve —con molestia deje la bolsa de magdalenas en la recepción, y ella dijo.
—¿Mi oreja? Es una expansión —soltó una carcajada y agrego sonriente. —Está bien, por hacerme reír te pido disculpas, pero es que no tienes la cara ni las pintas de ser alguien muy normal —La miro de arriba abajo preguntándome si se ha visto aun espejo.
—¿Hablas en serio? No creo que tu estés para criticar —nos quedamos mirando en silencio y dije con rapidez.
—Perdón, creo que fui muy imprudente al hablar, no he sido yo últimamente. Te pido disculpas.
—Pero que dices, me gustan las chicas francas y directas, y creo que lo normal no está en nuestro esquema, otro punto para ti. Entonces… ¿Qué buscas? Una suscripción a nuestro maravilloso gimnasio. —Negué con rapidez y pregunté.
—No, yo… hay alguien que se llame Matt, alguien me pidió que le diera esto. —indique.
—Otra loca admiradora, estoy harta de las mujeres de ese mujeriego tonto. —Miro la bolsa y vio las magdalenas, me miro de nuevo y dijo.
—¡¿Te acostaste con él?! —increpo asustada.
—¿Qué? ¡No! Y-yo no lo conozco —solté casi escupiendo las palabras.
—Entonces parque le haces favores, ¿te quieres acostar con él?
—¿Qué? ¡Pero que pasa contigo, no quiero acostarme con tu novio, solo le hago un favor a una buena mujer! —dije con nerviosismo atorando mis palabras. Soltó una explosión entre carcajadas para decir.
—Líbreme dios de ser novia de ese orangután. No te lo preguntaba para cuestionarte, sino para salvarte de ese gigoló loco. —Reí con amargura negando.
—Yo no me preocuparía con una persona como yo.
—Como tú… a qué te refieres —pregunto estañada, nerviosa.
—N-nada… ya me tengo que ir.
—¡Oye espera! —increpo agarrándome del gorro de mi sudadera, la miré incrédula por su descaro y con una sonrisa amistosa, indico.
—Porque no te quedas un poco más, voy a almorzar y no tengo a nadie con quien hablar —le mire extrañada, y sin dejarme responder toma mi brazo de improvisto guiándome hacia las escaleras.
¶
Cuando llegamos a una pequeña terraza destechada, nos sentamos en una mesa con sombrilla, ella deja la bolsa en la mesa sacando dos cajitas de comida, me ofrece una y luego me mira, ve la sorpresa de mi rostro y dice sin vergüenza.
—Hago dos almuerzos, uno para mi novia y para mí. —Sorprendida tome la cajita de comida intentando no comentar el hecho de que mi madre siempre me indico que me alejara de esa gente, y ella tenía todas las papeletas para que fuera seriamente rechazada por Carmila, pero esta vez y por primera vez elegia lo que yo quería, una sonrisa se formó en boca cuando la oí decir
—Me llamo Galaxy, tú eres Angela Haket ¿verdad? —alce mi mirada llega de comida en la boca borrando mi buen ánimo.
—Te vi en el periódico con tu madre, solo que no te reconocí por las prendas —triste tragué con dificultad diciendo después.
—Si, soy yo, creo que ya debo irme.
—¿por qué? Te molesta lo que te lo preguntara.
—No, pero estoy seguro que a ti te molestara en unos minutos.
—Y eso lo decides tú o yo, termina la comida y siéntate tonta —sorprendida de que me dijera tonta tan a la ligera me volví a sentar. Parecía que su actitud no había cambiado mucho.
—No sé porque piezas todas esas cosas raras, porque no mejor te quedas y conoces el lugar, tal vez te guste.
—Tal vez eché un vistazo, pero luego me tengo que ir —alzo sus manos con inocencia y dijo.
—No seré yo la que te detenga si quieres irte.
—Gracias…
—¿Y ahora porque me agradeces?
—Por la comida, por no cambiar de actitud conmigo. ¿Tu novia no se molestará por la comida?
—¡Que va! Por esa no te preocupes —me sonrió despampanante provocando que se la devolviera genuinamente.
¶
—Pero... ¿quien dice que el sol no tiene ojos y anda entre nosotros…? —alce mi aburrida mirada observando la tonta sonrisa divertida de Matt entrando.
—Hasta que por fin decidiste dar la cara —mire hacia afuera y ya casi atardecía, era un holgazán. Se inclino sobre el mostrador posando su rostro en su mano con esa sonrisilla de idiota malote.
—Vamos Galaxy, mínimo dame la bienvenida con una sonrisa, no vez que rompes mi corazón —le recriminé con la mirada y solté.
—¿Corazón? Pero si ni tienes —soltó una risilla para decir.
—No lo tendré, pero tengo otras cosas mejores, ¿te gustaría que te las muestre? Sin cobro lo prometo.
—Que bobo eres, ya vi todo lo que tenías que mostrarme y prefiero mil veces una vagina. —Soltó una carcajada explosiva llena de júbilo.
—En eso no te discuto, primor —reí levemente cuando pregunto — ¿qué ha pasado en mi ausencia, ¡Dios que bien huele! —metió la mano dentro de la bolsa de las magdalenas y sorprendido dijo.
—¿La señora Priscila estuvo aquí? Amo a esa mujer.
—No, pero casi —le señale estirando mis morros a una chica luchando con una de las máquinas, mire a Matt buscando un resquicio de que la conociera, pero no pareció saber quién era. Angela no había mentido.
—Es Angela Hackett, tenemos una estrella en nuestro gimnasio —vi la leve diversión relucir en esos ojos de niño travieso, sin decir nada más camino hasta ella.
—¡Matt ni se te ocurra! —le murmure por lo bajo, pero ni siquiera me miro, ese imbécil ya iba de nuevo, no podía ver una mujer.
—Que buenas magdalenas trajiste… —soltó un pequeño grito de sorpresa soltando la pesa de sus manos. Se giró hacia Matt claramente nerviosa por su estúpido comentario, le dio un mordisco a la magdalena mientras la miraba con una sonrisa de medio lado. Ese imbécil…. Siempre tenía que hacerse el interesante.
No captas mis coqueteos PARTE 1¿Qué es esto? ¿Y dónde se mete? Empecé a trastear con curiosidad aquella máquina de ejercicio cambiando y nivelando las pesas, creo que ya empezaba a entenderla, si aprendía cómo funcionaba, tal vez la usara como recompensa por mi esfuerzo. Sonriente tome otra de las pesas, retirando el sudor de mi frente, sin aviso escuche a alguien decir.—Qué buenas magdalenas estoy viendo… —pegue un buen salto girándome con rapidez para posar mis manos sobre en mi trasero. Acaso acababa de mirarme el trasero, su sonrisa fue lo primero que capto mi atención, sus dientes blancos relucieron sobre los voluptuosos labios. Le pego un mordisco a su magdalena y entonces supe que se había referido eso, agazape mi mirada, sintiéndome tonta, por supuesto Ángela, que esperabas… un hombre como él no insinuaría nada sobre ti. Apreté entre mi puño el sobresaliente de mi pantalón.—Ey… ¿Helloooo? Tierra llamando a la luna, ¿estás aquí? —Le miré de nuevo, saliendo de mí ensimismo, c
No captas mis coqueteos parte 2Matt me sentó de nuevo donde estaba con Galaxy hace tan solo unos segundos sosteniendo a un mi mano entre la suya, mis nervios estaban a flor de piel como si una brisa erizara mi piel dándome un fuerte escalofrío, le mire de reojo mientras ignoraba sus dichosas miradas intensas. Cansada ya de su insístete sonrisa pregunté.—¿Qué? Porque me mira así.—Porque me divierte tu nerviosa actitud. Hubieras visto tu cara cuando te dije que le haría el amor a tu mano.—No estoy nerviosa, soy cuidadosa con los extraños que es diferente.—Prometo cuidarte y hacerlo con mucho cuidado —dijo levantando su mano en una solemne promesa mientras sonreía alegre por las tonterías de doble sentido que soltaba. —¿Y por qué tendría que confiar en alguien como voz? —increpe soltando mi mano de nuevo de sus manos. —Lo único que has hecho es molestarme y burlarte de mí, nada profesional de su parte si trabaja aquí —increpe mirándolo mal levantándome.—Okey, tienes razón, me he c
Como no me di cuenta«—Digámosle que tenemos que ir a otro lugar.—Tú crees que se lo crea.—Lo que crea o no, no es de nuestro problema. No aguanto que nos vea con ella ni un minuto más. ¿Has visto su aspecto? Da mucha vergüenza.—Si no fuera porque es una Hakett, te juro que ni le hablaba, son tan diferentes entre kara y ella. —Soltaron unas carcajadas entre ellas. Cuando de repente Abrí la puerta del baño provocando que dejaran de reír asustadas, me acerqué hasta el lavabo fregando mis manos mientras el silencio reinaba en el baño. Las miré y dije.—Oye Angela solo estamos bromeando, así que no lo tomes en cuenta.—No necesitan quedarse conmigo si querían quedar bien, así que precinto de ustedes… ya pueden irse. —Seque mis manos con una toallita cuando una de las chicas propino.—¿Qué? pero quien te crees que eres marrana. —Increpo tomando mi mano para que la mirara, con expresión seria la observe mientras la presión en mi mano crecía bajo su puño, con una sonrisa mordaz.—Crees qu
Como no me di cuenta. Parte 2Ay dios mío, me sentía como una de esas rebeldes incomprendidas por su familia escapando todas las noches para quedar con su novio y luego unos mese darse cuenta que estaba embarazada. Creo… que exageraba un poco, pero estaba muy nerviosa y todo parecía muy malo, este no era mi mundo… era una chica de libros que pasaba sus horas estudiando para algún día ser la mejor. Y ya ni siquiera era una niña, rondaba los 25 debía dar ejemplo de madurez.—¿Están listas para mover el bote? —inquirió Galaxy en voz alta por encima de la fuerte música que retumbaba en nuestros oídos, me miro esperando unas repuesta cuando sentí como aparto mi nerviosa mano del mechón de mi cabello. La miré sorprendida y dije.—¿Qué pasa?—No estes nerviosa Angela, estarás con nosotros todo el tiempo. —Kiara poso una mano en mi hombre, y rápidamente intenta mantener la calma, no quería verme como una tonta.—Y mas le vale que sea así —increpo cruzado de brazos delante de nosotras, capitan
Como no me di cuenta. Parte 3—Vaya… tu sí que eres el alma de la fiesta —Ángela alzo su mirada de la mesa, mostrándome un rostro de mejillas sonrosadas. Esbozo una sonrisa embriagada, alzo su botella de cerveza en alto.—Bienvenido Matthew… —sonreí levemente bajando su mano mientras me sentaba a su lado.—Ahora me siento mal, no era un cumplido exactamente, era sarcasmo lindura. —Río levemente para decir.—Ya lo sé… estoy ebria, más no he perdido mis funciones primarias. Así que te presentaré a mis amigos; Botella número… botella número… ¿Diez? Creo… ya no sé cuánto llevo la verdad —indico soltando con una risilla que me pareció la más genuina. Creo que al menos el alcohol hizo algo bueno en ella, siempre está con una regida expresión, como si todo el tiempo intentara contenerse.—Bueno, por lo menos hiciste nuevos amigos — indiqué burlón.—Ya sé que me veo penosa, no tienes que seguir burlándote de lo aburrida que soy. —Yo no diría aburrida, en palabras vulgares lo definirá como si
De vuelta al mundo real—Gracias… —dijo con ignorancia de lo que estaba provocando, parecía inmersa en su mundo. Hipnotizado la miré sin poder aguantarme las ganas de acercarme hasta sus labios, sentir su aliento cálido sobre mis labios, deslice mi mano por su cadera siguiendo su ritmo lento, pero no pareció tener ganas de alejarse esta vez… Era ella y un deseo voraz. Apoyó su rostro en mi pecho mientras movía sus caderas, podía sentir su suave cabello y el dulzor de su champú de anís, dulce… completamente pegados, inmersos en mi deseo de disfrutarla y su deseo de bailar «Quiero devorarla… quiero hacer la mía» Pose mi mano en mi ojo izquierdo conteniendo la abrumadora fuerza. Ángela se volvió hacia mí, deteniéndose, dejándome a medias de mi fantasía. Tomo mi rostro en sus manos seduciéndome con esa, introducían inocente, no tenías idea de nada, Ángela Haket…—Hazlo… sé que quiere hacerlo. —Puse un mechón en detrás de su oreja mirándola con necesidad.—Voy…—Si, lo sé… yo lo deseo igua
Devuelta a la realidadAntes de salir del baño, entreabrí la puerta buscando a ese descarado, al no escucharlo abrí la puerta al completo tapando mi cuerpo con preocupación, eche una mirada a la habitación y no parecía que hubiera rastro de él, solo había un desorden a su paso y el olor de lo que perecía una habitación de soltero. Embriagada de aquel olor tan intenso, mi respiración empezó a acelerarse sin entender el porqué de mi malestar, caminé hasta su cómoda y lentamente abrí su cajón, sintiéndome una sucia, pero simplemente era más fuerte que yo aquella curiosidad, metí la mano dentro tocando la tela de sus bóxeres… ¿Y si lo olía? Encontraría aquella fragancia que llamaba como una dulce melodía, pase, saliva, con dificultad cuando escuche decir.—¿No recuerdo que tuviera tu ropa interior en mi cómoda? —cerré con fuerza el cajón, sorprendida, me volví hacia atrás con rapidez, viendo su leve sonrisa maliciosa brillar en su rostro —Y-yo… es que… —indique nerviosa tomando un mechón
El dolor de un almaSería mal amiga, si pensara siempre mal de Matt, tantos años a su lado apoyándolo hasta en las decisiones más difíciles de su vida, hasta habíamos escapado juntos como hermanos, y nuestra unión era mucho más fuerte que cualquier otra cosa en el mundo. Le apreciaba, pero le conocía tan bien… sabía el dolor que cargaba, y como le encantaba destruirse a sí mismo. Así que cuando se llevó a Ángela me preocupe. Al despertarme esta mañana y llegar al gimnasio para empezar mi rutina no vi ni Ángela ni a Matt, supe que nada bueno había pasado.—Estás preocupada, lo puedo sentir esta mañana —indico sky con su suave voz. Mire de nuevo la entrada suspirando con malestar.—Imposible no estar preocupada con Matt. Y por lo que me contó paúl, lo pillo mintiéndole descaradamente cuando le pregunto si se había acostado con Ángela.—No podéis intervenir con el deseo interno de las personas. —Indico sky leyendo su libro con atención.—No me quejaría si la mujer con la que se quiere re