Cenamos por aquel hermoso lugar, pues encontramos un lugar cubano que estaba delicioso y no era muy caro, y luego nos fuimos a bailar a un pub que el camarero muy gentilmente nos recomendó, pues nos había cogido cariño al decirle que éramos españoles, pues al parecer adoraba nuestro país.
No dejé de reír en toda la noche, olvidándome por completo de Borja, pasándomelo en grande junto a mis amigos, bebí más de lo que me hubiese gustado, pero llegados a ese punto me daba igual, nadie me conocía y era libre, aunque doliese admitirlo.
Salva y yo pronto volvimos a tener aquella complicidad de siempre, esa que tanto me gustaba, haciendo el tonto, sin pensar en nadie más, para luego bailar en la pista de baile, dejándonos llevar por el alcohol que había en nuestros cuerpos, bailando descaradamente.
Pero al parecer Salva tenía otros planes para mí, pues me agarró del brazo y tan pronto como ladeé la cabeza para mirarle sentí sus labios, sobre los míos, indicándome lo desesperado que estaba él por pasar a otro nivel.
Debía dejarme llevar, ¿no es cierto? – pensaba una parte de mí, mientras le devolvía el beso, aferrándome a sus labios, incapaz de apartarle de mí, porque había añorado durante tanto tiempo volver a ser besada así, y en aquel momento tan sólo quería seguir allí, aunque aquellos no fuesen los labios que quería besar.
Tenía pensado poner una tirita en mi corazón y alejarme lo más que podía de mis sentimientos hacia Borja, pero tan pronto como le vi en mi mente, repitiendo sus últimas palabras antes de dejarme, aquel “Siempre”, aparté a mi mejor amigo, culpándome a mí misma por haber siquiera pensado en sacar a mi ex jefe de mi corazón.
Salva me miró sin comprender, aterrado de que pudiese estar enfadada con él, y lo estaba, con él y conmigo misma, pero tan pronto como recordé que no podía esperar a Borja, que ya no era mío, olvidé mi enfado.
Me abalancé sobre él en ese justo instante, volviendo a aferrarme a sus labios, mientras le agarraba del cuello y me quedaba ahí, intentando alejar a Borja de mis pensamientos.
Dolía, terriblemente, hacer aquello. Dolía más de lo que una vez pensé que podría hacerlo, pero, aun así, no me detuve, ni aparté a Salva ni un palmo.
Caminé hacia la barra, antes de que él pudiese haber dicho nada más, y me senté en uno de los taburetes, para luego pedir otra copa y quedarme allí, mirando hacia mi Martini. Acababa de comportarme como una zorra con Salva, lo sabía perfectamente, y me odiaba a mí misma por ello, pero no me arrepentía de lo que había hecho. Durante aquellos años, lo que sentía por Borja me había convertido en una persona que no era, me había convertido en una persona fría, egocéntrica y materialista, huyendo por todos los medios de los sentimientos, cerrando mi corazón de una forma que nunca pensé que pudiese hacer.
Mi móvil vibró, dentro de mi bolsillo, obligándome a sacarlo y mirar hacia él, tenía una llamada entrante de Pablo. La colgué, y puse el móvil sobre la mesa, para luego dar un sorbo a mi vaso, bebiendo la copa entera, por lo que hice una señal al camarero para que me sirviese otra. Mi celular volvió a vibrar sobre la barra, logrando que volviese a mirar hacia él, volviendo a encontrar el nombre de mi amante reflejado en él, alargué la mano para coger la copa que acababan de servirme, y me la bebí de un trago, poniendo el billete sobre la barra. Sin esperar cambio alguno me puse en pie, dándome cuenta de lo borracha que estaba en aquel justo momento, para luego caminar con dificultad hacia la salida del garito y descolgar el teléfono, que no dejaba de vibrar en mi mano.
Colgué el teléfono, sin tan siquiera responder, aterrada con todo aquello, conmigo misma, porque tan pronto como volví a escuchar su voz, llamando hacia mí, todos los sentimientos que había encerrado en un lugar de mi corazón volvieron a la luz, haciendo que doliese mucho más. Mis lágrimas salieron, dejando a la zorra en la que me había convertido fuera de combate, conllevando a que esa parte lastimada de mí, esa que escondía de todos los demás, saliese a la luz.
NO-NO-NO-NO – Me exigía, esta vez sin pronunciarlo – NO PUEDO SER ASÍ DE PATÉTICA OTRA VEZ – Insistía, golpeando mi corazón, intentando acallarlo, pero parecía imposible, pues mis lágrimas salieron en ese justo instante – ESTÚPIDA – Grité, haciendo que mi parte luchadora golpease a esa inútil.
Marta apareció entonces, parecía como si la hubiese llamado, porque en cuanto nuestras miradas se cruzaron corrió hacia mí, y me abrazó, con fuerza, como si supiese por lo que estaba pasando.
Ninguna de las dos dijo nada más hasta que hubimos llegado a mi habitación. Marta me quitó los zapatos tan pronto como me recosté sobre la cama, sin tan siquiera desvestirme, y me quedé mirando hacia la nada, mientras ella se ponía en pie y me echaba un último vistazo, pensando en marcharse hacia su habitación.
Ella sabía lo difícil que era para mí pedir ayuda, sabía que debía de haber sido muy complicado para mí rogar por compañía, así que sonrió, calmada, y se sentó en la cama, acariciando mi mano izquierda, intentándome dar apoyo.
La abracé con fuerza, mientras ella me devolvía el abrazo, y me quedaba sobre su brazo, dejando escapar mi dolor por primera vez en mucho tiempo, al mismo tiempo que ella daba leves golpes en mi espalda, intentando calmarme.
Sonreí hacia ella, al notar sus buenos deseos hacia nosotros, dándome cuenta de que ya no había nada de rencor entre nosotras, sobre Borja. Y luego hablé.
Aquella noticia dejó claro algo más que evidente: Marta no conocía aquella noticia, pues me miró con la boca abierta tras escuchar aquello, momento que aproveché para volver a esconder mi cabeza en su regazo y cerrar los ojos.
Cuando desperté aquella mañana, tenía las pilas cargadas, así que empecé a hacer la maleta con una enorme sonrisa en mi rostro, pues mi mejor amiga estaba allí haciéndome bromas, al ponerme el sombrero con el que empecé el viaje. No dejamos de reírnos durante un buen rato, hasta que los recuerdos de la noche anterior hicieron mella en mí, logrando que perdiese la sonrisa y mirase hacia ella, comprendiendo la situación.No quiero volver – me quejé horrorizada, al recordar su voz, a través de aquella llamada telefónica.¿Sabes qué haremos antes de irnos? – preguntó, divertida, cogiéndome de la mano para atraerme hacia ella – Iremos a hacernos fotos, tú y yo, para tener recuerdos sobre nuestra estancia aquí.¿Sesión de risa
La vuelta fue menos aburrida, pues Marta cambió su asiento con Salva, y no me dejó sola en ningún momento. Creo que pensaba que me derrumbaría si lo hacía.Creo, sinceramente, que deberíais quedar y hablarlo, Lau – me dijo, tras largo rato en silencio, cuando sobrevolábamos la ciudad. Negué con la cabeza en señal de que no quería hablar sobre ello – sé que este tema es doloroso para ti, pero …¿Es que no escuchaste lo que dice la última vez? – espeté, cansada de aquella conversación que ella se aferraba a seguir manteniendo – él tiene novia.Estuve hablando con él – declaró, dejándome sorprendida con ello, pues jamás pensé que ellos estuviesen en contacto – él dice que sólo es un malentend
No derramé una lágrima más en todo el camino a casa, ni siquiera cuando llegué a mi cómodo hogar, dejando la maleta en el recibidor, para luego llegar al salón, tumbarme sobre el sofá, encendiendo la tele, cogiendo el móvil para enviarle un mensaje a Marta.Yo:“Gracias por esto, lo necesitaba. Ahora que todo ha acabado, siento que puedo respirar”Marta:“Él perdió todos los números de teléfono hace un año y medio, ¿eso lo sabías no?”Yo:“No, no lo sabía”Reconocí, pues era cierto, no tenía ni idea de aquello. Lo cual explicaba a la perfección la razón por la que él no me había reconocido cuando le hablé, un par de días at
Me acariciaba la espalda, con las yemas de los dedos, desde mi trasero hasta mi cuello, haciéndome estremecer. Miré hacia él, con calma. Estaba recostado en mi cama, justo en frente de mí.Esto no cambia nada – espeté, intentando alejarle de mí, al darme cuenta de lo que estar allí significaba. Necesitaba dejarle fuera de mi vida, no podía volver a engancharme por él.Esto lo cambia todo – aseguró, sin dejar de acariciarme, pareciendo calmado, comenzando entonces a aclarar algo sobre lo que yo tenía dudas, sin que tan solo le hubiese preguntado al respecto – Lo único que le dije a esa entrevistadora fue que mi corazón pertenecía a una mujer.Borja, han pasado tres años, ¿me vas a decir que no ha habido nadie en tres años? – pregunté, haciendo
Tendemos a pensar que las cosas podrán arreglarse mágicamente, que después del tiempo, el dolor, las mentiras y el añoro, todo puede arreglarse con unas pocas palabras. Estamos tan tremendamente enganchados a la televisión y el cine, que realmente pensamos que la vida real será de esa misma manera. Pensamos que todo se arreglará, que cuando el chico del que estamos enamoradas, ese que hemos esperado por más de tres años, vuelve a nuestras vidas… todo se arreglará mágicamente y seremos felices, y comeremos perdices.Pero en la vida real las cosas no suceden así, en la vida real hay mentiras, dolor, desolación y amores nuevos todo el tiempo, y eso hace que te des cuenta de la realidad: has estado viviendo en el pasado, en un cuento de hadas que tú misma inventaste, por mucho tiempo. Porque ni él es esa persona que creíste que era, esa persona que
La música de Mouse resonaba en todo el local, mientras yo, vestida con el mismo vestido con el que había salido de casa, y el rostro sin maquillar, los aclamaba desde la barra, ante su divertida mirada, frente a mí.¿Cuál es tu canción favorita? – preguntó, en voz alta, lo suficiente como para hacerse escuchar. Le sonreí, dejando de prestar atención a la actuación.My Friend – respondí, haciéndole reír con ello, pues también era su favorita – es la primera canción que escuché de ellos.La única que compuse para este disco – aceptó, haciéndome reír, porque le recordaba allí, sentado en el suelo de su habitación, a mis pies, justo después de haberse acostado conmigo la primera vez, cambiando notas aquí
Aquella noche llovía, mientras miraba hacia la ventana, admirando aquel fenómeno de la naturaleza, con un trozo de pizza en la mano, sobre su sofá, con él a mi lado, dándome cuenta de que no quería estar en ningún otro lugar.Estoy llena – declaré, dejando el trozo de piza sobre el cartón abierto que minutos antes la había contenido, completamente entera. Miré hacia él, observando como él me devolvía la mirada – gracias por este día, por hacer que me olvide de todo.Soy bueno en eso, ya lo sabes – aseguró, mientras yo ensanchaba la sonrisa, recostándome entonces sobre su pecho, sintiendo su brazo rodeándome, con comodidad y calma – Me alegro de que esta vez te quedes.Me alegro de que seamos amigos – le dije, haciéndole reí
A veces sucede, que tienes que dejar un trabajo en el que no te sentías realizada, para darte cuenta de que es la decisión acertada, de que estás por buen camino, de que las cosas van a empezar a mejorar.Tomaba una copa, junto a mi compañera Paula, mientras Pedro nos miraba con detenimiento, pues sabía que yo debía estar trabajando y no allí.¿Estás bien? – quiso saber Paula, refiriéndose, por supuesto a mi denigrante estado en el trabajo – que pregunta la mía, es obvio que no…Ahora estoy bien – la calmé, con una sonrisa en el rostro, dándome cuenta de que era cierto – acabo de darme cuenta de las ganas que tenía de dejar ese trabajo – bromeé, riéndome junto a ella, pues sabía que se sentía de la misma forma.Levanté la