La vuelta fue menos aburrida, pues Marta cambió su asiento con Salva, y no me dejó sola en ningún momento. Creo que pensaba que me derrumbaría si lo hacía.
Ya era hora de dejarle atrás definitivamente, y sólo lo haría si dejaba marchar su corazón, si le devolvía aquel anillo que lo representaba, aunque muriese de dolor al hacerlo, debía llevarlo a cabo.
Aquellas horas para mí fueron un infierno, más aun, sabiendo que pronto le vería, que pronto volvería a sentir su mirada sobre la mía.
Cuando levanté la vista y le vi allí, apoyado en el cajero, mirando hacia el suelo, luciendo despreocupado, casi me desmayo. Él estaba tan tremendamente apuesto, que tan sólo podía arrepentirme, una y otra vez, de haberle apartado de mi lado de la forma en la que lo hice, años atrás, por no haber confiado en sus sentimientos.
Se tersó de repente, parándose recto, sacudiéndose su ropa de calle, intentando parecer presentable. Lucía tremendamente avergonzado, y yo no entendía por qué.
Ambos emprendimos la marcha hacia el otro, sin comprender aquella magia que nos hacía andar sin que apenas nos diésemos cuenta de ello. Y mientras lo hacía recordaba la conversación por mensajería que había tenido con él. Recién, en ese momento, comprendía sus palabras cuando aseguraba haber hablado con una vieja amiga, aquella era Marta, y le había dado una mala noticia. Seguramente aquella sería que debía estar allí, para aclarar las cosas conmigo, a él debía hacerle tan poca gracia como a mí todo aquello.
Nos detuvimos el uno frente al otro, en aquel alborotado aeropuerto, en el que, en aquel momento, tan sólo importábamos él y yo.
Ambos nos observamos, sin saber que decir, mientras yo agarraba mi maleta con fuerza, intentando descargar en ella mi frustración.
Había un nudo en mi garganta, un enorme nudo que me impedía controlar la situación, pero debía hacerlo, debía controlarla, aunque aquello me costase la vida. Carraspeé mi garganta, intentando mantener a raya a esa parte lastimada de mí misma, haciendo que él me prestas toda su atención.
Agarró la caja entre sus manos, y la abrió, despacio, descubriendo aquel anillo en ella. Lo miró con atención, sin tan siquiera levantar la vista de este.
Cerré los ojos, intentando calmarme, porque lo único que quería hacer en aquel momento era huir de allí y llevarme el anillo conmigo, pero no podía hacerlo, necesitaba cerrar esa etapa de mi vida, dejarle atrás.
Lamí mis labios, tragando saliva antes de hablar, para luego abrir los ojos, observándole allí, con la mirada fija en mis labios.
Mis lágrimas salieron en ese justo instante, y no pude hacer nada por detenerlas, aun así, no dejé que mi parte lastimada tomase el control y luché con uñas y dientes para mantener mis sentimientos a raya.
Aquella chica lastimosa que tanto había luchado por ocultar salió a la luz, tan pronto como escuché aquellas palabras, y mis lágrimas lo hicieron con ella.
Había estado guardando aquel anillo, durante años, pensando en ello como su corazón, recordando nuestra promesa, esperanzada porque él volviese algún día, pero para él, aquello no significaba absolutamente nada.
Hubiese sido estupendo que todo acabase de esa forma, que le hubiese dejado marcharse de mi lado cuando se dio la vuelta para hacerlo. Eso hubiese sido lo mejor que podría haberme pasado, pero mi parte lastimada impidió que eso fuese posible, pues necesitaba decir la verdad como si aquello pudiese solucionar algo.
Me di la vuelta, agarré mi maleta, y me perdí de vista, alejándome más y más de él, saliendo por la perta de la terminal, importándome bien poco que estuviese llamándome, durante un largo rato.
No derramé una lágrima más en todo el camino a casa, ni siquiera cuando llegué a mi cómodo hogar, dejando la maleta en el recibidor, para luego llegar al salón, tumbarme sobre el sofá, encendiendo la tele, cogiendo el móvil para enviarle un mensaje a Marta.Yo:“Gracias por esto, lo necesitaba. Ahora que todo ha acabado, siento que puedo respirar”Marta:“Él perdió todos los números de teléfono hace un año y medio, ¿eso lo sabías no?”Yo:“No, no lo sabía”Reconocí, pues era cierto, no tenía ni idea de aquello. Lo cual explicaba a la perfección la razón por la que él no me había reconocido cuando le hablé, un par de días at
Me acariciaba la espalda, con las yemas de los dedos, desde mi trasero hasta mi cuello, haciéndome estremecer. Miré hacia él, con calma. Estaba recostado en mi cama, justo en frente de mí.Esto no cambia nada – espeté, intentando alejarle de mí, al darme cuenta de lo que estar allí significaba. Necesitaba dejarle fuera de mi vida, no podía volver a engancharme por él.Esto lo cambia todo – aseguró, sin dejar de acariciarme, pareciendo calmado, comenzando entonces a aclarar algo sobre lo que yo tenía dudas, sin que tan solo le hubiese preguntado al respecto – Lo único que le dije a esa entrevistadora fue que mi corazón pertenecía a una mujer.Borja, han pasado tres años, ¿me vas a decir que no ha habido nadie en tres años? – pregunté, haciendo
Tendemos a pensar que las cosas podrán arreglarse mágicamente, que después del tiempo, el dolor, las mentiras y el añoro, todo puede arreglarse con unas pocas palabras. Estamos tan tremendamente enganchados a la televisión y el cine, que realmente pensamos que la vida real será de esa misma manera. Pensamos que todo se arreglará, que cuando el chico del que estamos enamoradas, ese que hemos esperado por más de tres años, vuelve a nuestras vidas… todo se arreglará mágicamente y seremos felices, y comeremos perdices.Pero en la vida real las cosas no suceden así, en la vida real hay mentiras, dolor, desolación y amores nuevos todo el tiempo, y eso hace que te des cuenta de la realidad: has estado viviendo en el pasado, en un cuento de hadas que tú misma inventaste, por mucho tiempo. Porque ni él es esa persona que creíste que era, esa persona que
La música de Mouse resonaba en todo el local, mientras yo, vestida con el mismo vestido con el que había salido de casa, y el rostro sin maquillar, los aclamaba desde la barra, ante su divertida mirada, frente a mí.¿Cuál es tu canción favorita? – preguntó, en voz alta, lo suficiente como para hacerse escuchar. Le sonreí, dejando de prestar atención a la actuación.My Friend – respondí, haciéndole reír con ello, pues también era su favorita – es la primera canción que escuché de ellos.La única que compuse para este disco – aceptó, haciéndome reír, porque le recordaba allí, sentado en el suelo de su habitación, a mis pies, justo después de haberse acostado conmigo la primera vez, cambiando notas aquí
Aquella noche llovía, mientras miraba hacia la ventana, admirando aquel fenómeno de la naturaleza, con un trozo de pizza en la mano, sobre su sofá, con él a mi lado, dándome cuenta de que no quería estar en ningún otro lugar.Estoy llena – declaré, dejando el trozo de piza sobre el cartón abierto que minutos antes la había contenido, completamente entera. Miré hacia él, observando como él me devolvía la mirada – gracias por este día, por hacer que me olvide de todo.Soy bueno en eso, ya lo sabes – aseguró, mientras yo ensanchaba la sonrisa, recostándome entonces sobre su pecho, sintiendo su brazo rodeándome, con comodidad y calma – Me alegro de que esta vez te quedes.Me alegro de que seamos amigos – le dije, haciéndole reí
A veces sucede, que tienes que dejar un trabajo en el que no te sentías realizada, para darte cuenta de que es la decisión acertada, de que estás por buen camino, de que las cosas van a empezar a mejorar.Tomaba una copa, junto a mi compañera Paula, mientras Pedro nos miraba con detenimiento, pues sabía que yo debía estar trabajando y no allí.¿Estás bien? – quiso saber Paula, refiriéndose, por supuesto a mi denigrante estado en el trabajo – que pregunta la mía, es obvio que no…Ahora estoy bien – la calmé, con una sonrisa en el rostro, dándome cuenta de que era cierto – acabo de darme cuenta de las ganas que tenía de dejar ese trabajo – bromeé, riéndome junto a ella, pues sabía que se sentía de la misma forma.Levanté la
Ajustábamos las cuentas en la barra, especulando sobre si deberíamos ir a tomar un helado, cuando sucedió, el móvil de Fonsi comenzó a sonar y este lo cogió, para luego perder la sonrisa, aunque intentó fingir delante de mí que no pasaba nada, yo sabía que algo sucedía.¿Crees que les he caído bien? – preguntó él, haciendo que dejase de prestar atención hacia mi amigo y mirase hacia él – Ey – me llamó, al darse cuenta de que algo ocurría. Sonreí, intentando fingir que todo estaba bien, no quería estropear aquella noche con mis miedos y suposiciones.Les has caído muy bien – admití, observando como él se mordía le labio, nervioso, mirando hacia mí, entusiasmado con la idea de formar parte de aquello.
Entré por la parte de atrás, justo como él me sugirió, mientras una extraña sensación me albergaba, al darme cuenta de lo mucho que me apetecía verle. Subí las escaleras, y me detuve al verle allí, con la puerta abierta, esperándome.Ambos nos sonreímos el uno al otro, mientras yo entraba en su casa, y él cerraba la puerta tras de mí, seguimos avanzando hacia el salón, y entonces me detuve para mirarle, dispuesta a hablar por primera vez desde que había llegado.¿Quién se ha creído que es para presentarse aquí cuando mejor lo estábamos pasando? – pregunté, molesta con Borja, pensé que se asustaría tan pronto como me oyese hablar de él, pero al contrario de lo que siempre pensé, él sonrió, y dejó que siguiese hablando – El muy idiota dice que qui