Thomas permanecía de pie en ese local, esperando a que el idiota de Monty termine de cambiarse. Castor y Athos también estaban con él, pero ellos ya tenían un traje seleccionado y reservado para la boda de Monty. Sólo faltaban Thomas y el futuro novio. De brazos cruzados, y con su habitual gesto de pocos amigos, Thomas aguardaba impaciente.—Sí sabes que hay personas que tienen que seguir con sus vidas, ¿no? —le preguntó Thomas en voz alta a la cortina cerrada del vestidor. Aunque era muy difícil que Monty no pueda escucharlo del otro lado—. ¡Llevas diez minutos en ese probador! ¿Tanto problema tienes para ponerte un miserable traje?—Sólo un poco más, amigo. Entiende, es mi boda. —la voz de Monty atravesó la cortina. El tono que usaba era alegre y juguetón, casi como si estuviese contando un chiste. Thomas dejó salir un suspiro y siguió aguardando.—Lo está haciendo a propósito —le susurró Athos a Thomas.—Ya lo sé —gruñó el capitán—. Por eso es por lo que me saca de las casillas. Sa
—¡Mira! ¿No es ese Thomas Sclavi? —susurró una muchachita a otra en el centro comercial.—¡Sí! ¡Es verdad! —reconoció su compañera—. ¡Vamos a pedirle un autógrafo!—¡No, no hagas eso! ¿Qué no ves que está con su novia?—¡Ay, no seas tonta! ¡Sólo es un autógrafo! Y esa mujer no puede ser su novia, es demasiado vieja. Debe de ser su mamá.Thomas tosió al escuchar eso y se puso colorado. Su madre, en cambio, dejó salir una risita.—Me halaga saber que me consideran tu novia. Eso quiere decir que no luzco tan vieja —sonrió la mujer. Lo cierto era que se mantenía bien conservada para ostentar casi sesenta años, mantenía su cabello bien teñido, en el color que siempre había tenido cuando las canas no habían aparecido, un cuerpo y un rostro delgado y atlético y muy pocas arrugas en la cara—. Aunque debo confesar que a la otra muchachita la mataría.Su hijo no dijo nada, prefirió continuar caminando hacia el supermercado. Todos los viernes a tarde él y su madre salían a comprar. De manera que
Sophia mostró su pase VIP en la puerta de entrada del predio del Centro de Convenciones.Cómo había cambiado desde la noche de la fiesta de Halloween. Ya no había tumbas ni murciélagos, o esqueletos y colores fantasmagóricos y terroríficos. Ahora todo lucía muy diferente, pues el Ministerio Nacional de Salud había organizado ese evento en todas las capitales del país por el Día Mundial de la Obesidad. Estaban muy afligidos por el resultado del último censo: el 64% de la población tenía sobrepeso, y de ese porcentaje, más de la mitad eran obesos, arrojando un valor particularmente alto en la población infantil.Con estantes y puestos que brindaban diferentes servicios, intentaban concientizar a la población sobre las consecuencias de un peso elevado a corto, mediano y largo plazo. Especialmente para los niños y adolescentes.La jornada prometía ser movida y polémica, pues en la entrada del centro de convenciones se habían apostado movimientos de izquierda, especialmente de activistas p
Louis parpadeó, pero accedió al pedido de Sophia. Salió del camerino y cerró la puerta tras él. En la intimidad de la habitación, Thomas pudo permitirse ser él mismo. Sophia se acercó a él, quien seguía con los brazos cruzados, pero ya no podía ocultar la tensión en sus hombros.Ella lo miró directamente, notando las líneas de preocupación que marcaban su frente.—No tienes que hacerlo si no quieres —dijo Sophia en voz baja, con tono de comprensión—. Sé lo que significa para ti estar aquí y lo difícil que te resulta. No tienes que fingir ser algo que no eres solo por la opinión pública.Thomas dejó escapar un suspiro profundo y se frotó la nuca, una señal clara de su incomodidad.—Es que todo esto me parece tan superficial, Sophia —respondió con honestidad—. ¿En qué ayuda sacarse fotos y grabar videos? Prefiero estar con los chicos, compartir con ellos en el campo, hacer algo real. No quiero ser un títere del estado, ¿me entiendes?Sophia asintió, sabiendo a lo que se refería. Había s
Sophia, aunque intentó permanecer alejada del ojo de la prensa, fue acosada por los periodistas cuando la vieron cerca de Thomas. En menos de un parpadeo, Sophia se había visto bombardeada de preguntas sobre cómo iba la probation de Thomas, si se consideraba una buena profesional atento al cambio de actitud del rugbier desde que ella estaba interviniendo en su caso, y si habían tenido algún tipo de avance en la relación.La mujer, ante esta situación, se vio intimidada por la agresividad con la que los periodistas le hacían las preguntas, y sin saber qué decir, sólo respondía tímidamente con “lo siento, no puedo responder a eso”, o “no tengo nada que decir”; pero las preguntas no cesaban, hasta que Xavier —quien salió prácticamente de la nada— la tomó de la mano y se la llevó aparte.—No van a molestarnos mientras estés conmigo —le dijo en un susurro, caminando junto a ella y observando los stands a disposición—. Soy menor de edad, y no pueden fotografiarme ni hacerme preguntas.La mu
Mientras Xavier y Sophia continuaban mirando los stands a disposición, el muchachito observó el perfil de la mujer con cierto interés.—Sophia —susurró mientras la mujer observaba unos libros sobre cocina nutritiva.—¿Dime?—Ya casi es mi cumpleaños —anunció Xavier con un hilillo de voz. Sophia parpadeó sorprendida por lo espontáneo del anuncio—. Y me gustaría invitarte, si quieres venir.—¿Y tu madre que va a decir de eso? —preguntó Sophia. Xavier la miró sin comprender a qué se refería.—¿Qué tiene que ver ella con mi cumpleaños? —quiso saber.Ahora la sorprendida era Sophia por las palabras que había dicho el muchacho.—Pues… Que deberías preguntarle si puedes invitarme a la celebración… —explicó.Xavier levantó una ceja, algo desconcertado por lo que había dicho la mujer, y torció la boca.—Mi madre nunca me celebra los cumpleaños. —esas palabras fueron dichas sin ningún tipo de dolor o pena, simplemente había resignación en ellas—. Yo te estaba invitando a la celebración que mi p
La habitación del hotel era un caos total: Calcetines, zapatos, corbatas y pantalones, mezclados con algunas latas de cerveza y cajas de pizzas daban un aspecto descuidado y sucio al lugar a pesar de la sobria y elegante decoración de la habitación. Y es que Monty, Athos, Castor y Thomas estaban usándola de búnker para prepararse para la boda. Thomas movía nerviosamente el pie, sentado en el sofá de la habitación del hotel, observando cómo sus amigos se cambiaban mientras él estaba vestido únicamente con la camisa blanca y una corbata negra sin anudar. Se mordía las uñas con insistencia, frunciendo el ceño en el proceso.—¡Ay, por favor, Thomas! ¡No tiene sentido que estés tan nervioso cuando el que se casa soy yo! —exclamó Monty con una sonrisa. Llevaba todo el día bebiendo cerveza, pero lejos de provocarle algún estado de ebriedad, se encontraba fresco como una lechuga—. ¡Es la hora de la verdad, querido amigo!Thomas lo miró de soslayo sin dejar de comerse las uñas.—No creo que pu
A diferencia de Monty parecía que era Thomas el que se casaba. Miraba continuamente el reloj de su muñeca y observaba la calle desde la entrada de la iglesia donde esperaban a los invitados y a la novia. El flamante novio reía a las carcajadas junto con los compañeros de rugby del equipo de Los Espartanos, incluido al buen Red y al resto del plantel deportivo, pero Thomas estaba taciturno, preocupado de que Sophia no llegue a tiempo para la ceremonia.—Relájate —le dijo Athos a Thomas en un susurro—. Esto tiene que ser divertido, o no tiene sentido casarse.—Yo estoy relajado —mintió el capitán—. Pero Sophia no ayuda llegando tarde.—De hecho, nadie está tarde hasta que no llegue la novia —reflexionó Castor.Thomas no podía con sus nervios.—Ya debería de estar aquí, ella no es de demorarse así… —repetía—. Estoy seguro de que no va a venir.—Ella te dijo que iba a venir, ¿no? Entonces confía en ella.—Pero ¿y si no viene? Ella siempre es puntual, ya tendría que estar aquí. La invitaci