Louis parpadeó, pero accedió al pedido de Sophia. Salió del camerino y cerró la puerta tras él. En la intimidad de la habitación, Thomas pudo permitirse ser él mismo. Sophia se acercó a él, quien seguía con los brazos cruzados, pero ya no podía ocultar la tensión en sus hombros.Ella lo miró directamente, notando las líneas de preocupación que marcaban su frente.—No tienes que hacerlo si no quieres —dijo Sophia en voz baja, con tono de comprensión—. Sé lo que significa para ti estar aquí y lo difícil que te resulta. No tienes que fingir ser algo que no eres solo por la opinión pública.Thomas dejó escapar un suspiro profundo y se frotó la nuca, una señal clara de su incomodidad.—Es que todo esto me parece tan superficial, Sophia —respondió con honestidad—. ¿En qué ayuda sacarse fotos y grabar videos? Prefiero estar con los chicos, compartir con ellos en el campo, hacer algo real. No quiero ser un títere del estado, ¿me entiendes?Sophia asintió, sabiendo a lo que se refería. Había s
Sophia, aunque intentó permanecer alejada del ojo de la prensa, fue acosada por los periodistas cuando la vieron cerca de Thomas. En menos de un parpadeo, Sophia se había visto bombardeada de preguntas sobre cómo iba la probation de Thomas, si se consideraba una buena profesional atento al cambio de actitud del rugbier desde que ella estaba interviniendo en su caso, y si habían tenido algún tipo de avance en la relación.La mujer, ante esta situación, se vio intimidada por la agresividad con la que los periodistas le hacían las preguntas, y sin saber qué decir, sólo respondía tímidamente con “lo siento, no puedo responder a eso”, o “no tengo nada que decir”; pero las preguntas no cesaban, hasta que Xavier —quien salió prácticamente de la nada— la tomó de la mano y se la llevó aparte.—No van a molestarnos mientras estés conmigo —le dijo en un susurro, caminando junto a ella y observando los stands a disposición—. Soy menor de edad, y no pueden fotografiarme ni hacerme preguntas.La mu
Mientras Xavier y Sophia continuaban mirando los stands a disposición, el muchachito observó el perfil de la mujer con cierto interés.—Sophia —susurró mientras la mujer observaba unos libros sobre cocina nutritiva.—¿Dime?—Ya casi es mi cumpleaños —anunció Xavier con un hilillo de voz. Sophia parpadeó sorprendida por lo espontáneo del anuncio—. Y me gustaría invitarte, si quieres venir.—¿Y tu madre que va a decir de eso? —preguntó Sophia. Xavier la miró sin comprender a qué se refería.—¿Qué tiene que ver ella con mi cumpleaños? —quiso saber.Ahora la sorprendida era Sophia por las palabras que había dicho el muchacho.—Pues… Que deberías preguntarle si puedes invitarme a la celebración… —explicó.Xavier levantó una ceja, algo desconcertado por lo que había dicho la mujer, y torció la boca.—Mi madre nunca me celebra los cumpleaños. —esas palabras fueron dichas sin ningún tipo de dolor o pena, simplemente había resignación en ellas—. Yo te estaba invitando a la celebración que mi p
La habitación del hotel era un caos total: Calcetines, zapatos, corbatas y pantalones, mezclados con algunas latas de cerveza y cajas de pizzas daban un aspecto descuidado y sucio al lugar a pesar de la sobria y elegante decoración de la habitación. Y es que Monty, Athos, Castor y Thomas estaban usándola de búnker para prepararse para la boda. Thomas movía nerviosamente el pie, sentado en el sofá de la habitación del hotel, observando cómo sus amigos se cambiaban mientras él estaba vestido únicamente con la camisa blanca y una corbata negra sin anudar. Se mordía las uñas con insistencia, frunciendo el ceño en el proceso.—¡Ay, por favor, Thomas! ¡No tiene sentido que estés tan nervioso cuando el que se casa soy yo! —exclamó Monty con una sonrisa. Llevaba todo el día bebiendo cerveza, pero lejos de provocarle algún estado de ebriedad, se encontraba fresco como una lechuga—. ¡Es la hora de la verdad, querido amigo!Thomas lo miró de soslayo sin dejar de comerse las uñas.—No creo que pu
A diferencia de Monty parecía que era Thomas el que se casaba. Miraba continuamente el reloj de su muñeca y observaba la calle desde la entrada de la iglesia donde esperaban a los invitados y a la novia. El flamante novio reía a las carcajadas junto con los compañeros de rugby del equipo de Los Espartanos, incluido al buen Red y al resto del plantel deportivo, pero Thomas estaba taciturno, preocupado de que Sophia no llegue a tiempo para la ceremonia.—Relájate —le dijo Athos a Thomas en un susurro—. Esto tiene que ser divertido, o no tiene sentido casarse.—Yo estoy relajado —mintió el capitán—. Pero Sophia no ayuda llegando tarde.—De hecho, nadie está tarde hasta que no llegue la novia —reflexionó Castor.Thomas no podía con sus nervios.—Ya debería de estar aquí, ella no es de demorarse así… —repetía—. Estoy seguro de que no va a venir.—Ella te dijo que iba a venir, ¿no? Entonces confía en ella.—Pero ¿y si no viene? Ella siempre es puntual, ya tendría que estar aquí. La invitaci
La música llenaba el salón, el vals había dado inicio y no sólo los esposos bailaban, sino también algunos invitados. Pero no era un vals propiamente dicho, sino que Monty y Vicky habían decido dejar de lado esa tradición para abrir el baile con canciones románticas famosas, creando un ambiente tenue, romántico y delicado en el salón. Thomas permanecía de pie junto a su mesa, con la mano aun tendida hacia Sophia, esperando a que acepte su invitación. Ambos jóvenes se miraban a los ojos con una mezcla de expectativa y nerviosismo.—¿Seguro de que quieres bailar conmigo? —preguntó Sophia. Thomas la miró con esa sonrisa ladeada que siempre ocultaba algo más.—¿Tienes miedo de pisarme los pies?Una sonrisa suave y seductora salió de los labios de Sophia mientras extendía su mano hacia él.—No soy yo quien debería preocuparse.Le tomó de la mano con una firmeza que la hizo sentir segura, pero al mismo tiempo, un cosquilleo recorrió su piel al contacto. La sentía fuerte y cálida, y el calor
Los labios de esos dos amantes seguían apenas unidos, más por el fuego y la pasión que se había desatado en el interior de la pareja, que por ese delicado roce que se había transformado en un beso. Tan delicado y sutil como el aleteo de una mariposa que provoca un huracán, Sophia y Thomas no se separaban del otro. Tenían los dedos entrelazados fuertemente, en el pequeño espacio que se había creado entre ellos en ese beso, apoyándose en el pecho de su acompañante; aferrándose a su presencia, temiendo dejarse arrastrar por las emociones que surgían como un rio embravecido.Fue Thomas el que rompió el contacto con la boca de Sophia, pero no así la conexión. Cuando se retiró, entreabrió los ojos y observó el semblante de la mujer. Su rostro estaba relajado y con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, de la misma manera en que había recibido el beso.Sophia dejó escapar un suspiro profundo, como si intentara recuperar algo de la realidad que había perdido en ese instante. Sus ojos s
El silencio que siguió fue casi insoportable. Sophia sintió que su corazón estaba a punto de romperse, o de escapar, no estaba segura. Finalmente, respiró profundamente y levantó la mano para rozar la mejilla de Thomas con sus dedos.—No sé cómo seguir adelante con esto… —admitió en un susurro quebrado—. Pero tampoco sé cómo dejarte ir.Thomas cerró los ojos, como si sus palabras fueran tanto una bendición como una maldición. Los cálidos dedos de Sophia eran brasas ardientes en su piel… Cuando volvió a abrirlos, ella vio algo nuevo en ellos: una promesa.—Entonces no me dejes.El mundo parecía detenerse mientras él se inclinaba hacia ella. Por un instante, Sophia pensó que iba a besarla, pero Thomas se detuvo. Su aliento cálido rozaba su piel. Su frente se volvió a encontrar con la de ella, y esta vez, no fue un gesto robado por la emoción del momento, sino una elección deliberada, cargada de significado.—Estoy dispuesto a arriesgarlo todo por ti, Sophia. —Su voz era un susurro grave