—Voy de salida mamá. Te veo a la noche —me despedí de ella mientras tomaba una manzana de la encimera y corría hacía la puerta. Otra vez me había quedado dormida y se me hacía tarde para ir al colegio.
—¡No te entretengas a la salida Becca! —me recordó mientras la puerta se cerraba.
Cuando llegué a la acera aminoré el paso, mi estómago gruñó, la noche anterior tampoco pude comer nada y ya estaba por morir de hambre. Di un gran mordisco a mi manzana y me supo a gloria. Me coloqué los cascos de mi MP3 y seleccioné para el camino algo de Eminem.
Unas manos rodearon mi cintura y me apretaron contra su pecho. Sonreí sin siquiera voltear, sabía que era él. Podía notarlo, incluso sin verlo. Su aroma a bosque, el calor de su cuerpo y su dulce aliento en mi nuca me avisaron que se trataba de mi único y gran amor.
—Jake… —susurré mientras me posaba sus labios en mi cuello.
—Hola muñeca —dijo su melodiosa voz cuando quitó los cascos de mis oídos. Me giré para quedar frente a él. Apretó más su agarre a mi cintura, posesivo, como siempre. Eso me hizo reír. Sus gruesos labios se curvaron en forma pícara y me mostró sus filas de blancos dientes. Se acercó más a mi boca y yo la abrí de manera inmediata, pero no me besó, como cada vez, solo dejó una casi imperceptible distancia entre nuestros labios, esperando que yo hiciera el resto. Pasé mis manos por su nuca, apoyando mis antebrazos en sus anchos hombros, me puse de puntillas y lo besé con esmero. Sus manos, rápidamente se agarraron a mi blusa. Estábamos tan cerca que podía sentir el latido de su corazón sobre mi pecho.
—Te extrañé anoche —admití cuando al fin pudimos separarnos y retomar el camino hacia la prepa.
—También yo, pero tenía entrenamiento temprano y ya sabes cómo se pone el coronel Gilbert si llego tarde.
—¿Sigue dándote la lata con que te unas a los Marines? —pregunté una vez más. La enorme presión que su padre, el coronel Frank Gilbert, ejercía sobre Jake, era inaudito.
—Cada día de mi vida Becks. No va a desistir y lo sabes. Es una cuestión de herencia. Cada hombre de la familia Gilbert estuvo en los Marines, yo no seré la deshonra familiar.
—¿Qué voy a hacer sin ti, Jake? —susurré en un hilo de voz.
—Tranquila muñeca, aún faltan unos meses para tener que enlistarme. Disfrutemos el tiempo juntos y no pienses en eso.
Cuando llegamos a la escuela, mi mejor amiga, Jenny, me estaba esperando. Nos saludamos cariñosamente, Jake nos acompañó hasta nuestro salón y después se marchó al suyo. Me quedé en la puerta, viéndolo partir con un nudo en la garganta. Tratando de hacerme la idea de que pronto se marcharía por un buen tiempo. El corazón se me estrujó.
—¿Qué tienes Becca? —la voz de mi amiga me sacó de mis pensamientos.
—Nada, entremos antes de que nos metamos en problemas.
Nos sentamos, una detrás de la otra, como lo hicimos durante los 11 años que cursábamos juntas, desde el kínder. Abrí mi cuaderno y me puse a garabatear absolutamente perdida en mis recuerdos.
Jake y yo nos conocíamos desde un par de años atrás, cuando comencé mi primer año de la prepa. Su imponente figura me llamó la atención desde el primer día, pero él parecía no tener ojos para mí, luego supe, que le gustaba demasiado, por eso, trataba de no mirarme mucho. Al menos, no mientras yo lo veía. Estaba en segundo, y todas las niñas babeábamos por él. La primera vez que lo vi luchar, me quedé pasmada, una mezcla de miedo, orgullo y preocupación me invadió durante todo el torneo. Cuando terminó, luego de su aplastante victoria, se acercó a las gradas donde yo estaba y con una sonrisa me invitó a tomar un helado. Acepté en un segundo. Desde ese día hemos sido novios. Mi madre y mi hermana lo aman tanto como yo, aunque no puedo decir lo mismo de su familia, estoy segura que no soportan que yo sea su novia. Me lo dejan en claro cada vez que me ven. Jake venía de una buena familia, su padre, el coronel es un Marine retirado con honores, su madre es la presidenta del Club de Campo de Bay Creek, Pittsburg. Una familia de clase alta, y no ven con buenos ojos a mi madre, soltera y con dos hijas, que divide su tiempo en dos trabajos. Como estilista en el salón de belleza local y de mesera en el restaurante Bahía Creek. La verdad es que estoy muy orgullosa de ella, cuando mi progenitor se largó, ella no se quedó a llorar por su ausencia, salió adelante sola y nosotras se lo agradecemos.
El timbre que anunciaba el final de la clase sonó y como un resorte me levanté.
—Bien, dime qué te pasa, llevas toda la mañana encerrada en ti misma —Jenny había notado mi ausencia y me lo hacía saber.
—No dejo de pensar en Jake, pronto tendrá que enlistarse y no sé cómo haremos.
—¿Su padre sigue con eso?
—Sí, pero él también lo quiere.
—Pensé que con el tiempo desistiría.
—No lo hará, y Jake tampoco.
—Estarán bien, encontrarán la forma de seguir juntos.
—Eso espero.
En la cafetería nos encontramos con el resto del grupo, incluido mi Jake que apenas me vio, se le dibujó una sonrisa en los labios y estiró su mano para tomar mi bandeja. Me senté a su lado y besé su mejilla cariñosamente. Mike y Jenny comenzaron con su habitual pelea de palabras, la tensión que había entre esos dos no se podía disimular más, se gustaban, pero ninguno daba el paso. Dexter y Cristal eran otra historia, estar con ellos era a veces incómodo, no dejaban de besarse y tocarse, como si no soportaran estar separados. La charla fluyó alrededor del próximo torneo de lucha que los chicos debían enfrentar. Jake era el capitán del equipo y el mejor de todos. Como una idiota me quedé observándolo mientras le mostraba a Dex un movimiento. Me perdí en su piel trigueña, en sus largas pestañas que enmarcaban sus almendrados ojos marrones; los picos de su pelo del color del caramelo me hacían babear. Su nariz apenas más ancha de lo que correspondería a su bella cara y su mandíbula bien definida. Estaba tan enamorada de ese hombre, que haría cualquier cosa por esperarlo. Y para completar la perfección de mi novio, le agregaba su metro noventa de estatura y su fuerte y musculosa figura, producto del entrenamiento riguroso que hacía cada día. Las venas de sus brazos se marcaron cuando imitó el gesto de un agarre y mi boca tembló. Me removí en mi asiento y carraspeé para poder volver a la realidad.
—¿Estás bien Becks? —preguntó en mi oído mi luchador.
—Sí, solo pensaba en lo mucho que te amo.
—No más que yo a ti muñeca —respondió y me dio un casto beso en los labios.
El timbre nos avisó que la hora del almuerzo había acabado, Jake tomó mi mano y me condujo hasta el salón.
—Luego tengo práctica, ¿me esperas?
—Tengo clase de teatro, así que sí.
—Bien, te veo luego —me regaló un beso en la mejilla y se fue. Me metí a la clase y luché por prestar atención, era mi asignatura favorita, literatura y ese año estábamos estudiando a los grandes dramaturgos ingleses. Sonreí al pasar al lado del profesor P, como solíamos llamarlo, era demasiado joven como para ser profesor y muy guapo también. Con su cabello y ojos oscuros, y su aire español.
—¿Necesitas un nuevo libro Rebecca? —preguntó el señor P cuando salía de la clase, teníamos una especie de pacto, cada semana me daba un libro nuevo para leer, solo por placer, sabía de mi amor por la lectura y que deseaba, algún día, convertirme en escritora.
—Aún no termino "El retrato de Dorian Gray", señor P.
—Bien, la próxima clase, entonces. Buen fin de semana.
—Igual para usted.
Mientras me dirigía a la clase de teatro, me crucé con Cristal, compartíamos esa asignatura extra curricular.
—¿Qué planes tienes para este fin de semana Becca?
—Nada seguro, supongo que saldré con Jake, como de costumbre. Quizás cine y cena.
—Hay una fiesta en casa de Dex, sus padres saldrán de la ciudad.
—Suena bien, le diré a Jake.
—¿Qué rayos te pasa Jake? —Mike me traía de vuelta a la tierra con un fuerte golpe en mi hombro.—Nada, solo intentaba concentrarme, pero parece que no puedes estar callado nunca —respondí dándole un empujón y él cayó sentado sobre el banco de los vestuarios.—Eso tienes por nenaza —rebatió Dexter desde el otro costado, entre risas, apuntando a Mike con el dedo.—¡Ya déjense de tonterías niñas! ¡A entrenar! —El entrenador Spencer cortó los juegos de manos entre nosotros en un grito.Terminé de cerrar mis tennis y nos dirigimos hacia la cancha de futbol. Luego de una hora de sudar como cerdos dando vueltas en la pista de atletismo y la sesión de ejercicios de abdominales, sentadillas y lagartijas, nos metimos en la cancha cubierta para realizar algunas técnicas de piso. Mi contrincante f
—Despierta bella durmiente —la cariñosa voz de mi madre me sacó de mis sueños. Para variar, soñaba con Jake. Me estiré en el colchón, aún remolona.—Cinco minutos más…—Levántate. Tengo que irme y el desayuno está listo y se enfría.—¿Tan temprano?—¿Temprano? Son las diez de la mañana Becca.—Vaya… me dormí.—Como siempre hija.—Ya, lo siento —di un salto de la cama y le di un beso en la mejilla.—¿Qué planes tienes para hoy? —preguntó mientras yo me metía al baño.—Iremos con Jake, Candice y Kim al centro comercial.—Eso suena fantástico, ¿necesitas algo de dinero?—No te preocupes mamá. A la noche habrá una fiesta en casa de Dexter. &iqu
La alarma sonó incansablemente, pero por más que lo intentaba no podía abrir los ojos. No quería abrirlos. Finalmente, unos minutos después desistí y me levanté. Era sábado y desearía dormir hasta tarde, pero no había caso eran las 7.00 a.m. y tenía torneo. Aún dormido me metí al baño, abrí la llave del agua caliente y dejé que la temperatura se ajustara. Último torneo intercolegial del año. Si ganábamos, al año siguiente íbamos a los estatales otra vez. Lavé mis dientes y me metí a la ducha, me enjaboné con pereza, odiaba las mañanas y odiaba pasar el fin de semana lejos de Becks. Desde aquella noche en casa de Dexter estaba más enamorado de ella, justo cuando pensé que no era posible amarla más.Sequé mi cuerpo y me metí en mi armario buscando el equipo deportivo del
Las vacaciones por las Navidades comenzaron, así que no tenía que levantarme temprano para ir al colegio. Me removí perezosa en la cama, pero ya no sentía el calor de su cuerpo junto al mío. Una mueca de dolor se dibujó en mi rostro al notar que ya no estaba. Decidí levantarme y antes de bajar, pasé por el baño a lavarme los dientes. Cuando llegué a la cocina Kimmy estaba luchando con la sartén tratando de preparar unos huevos. Sonreí ante la imagen de su duelo.—¡Ganador… la sartén por K.O.! —grité detrás de ella y me gané una mirada asesina en respuesta.—Vete al diablo.—Qué carácter hermanita. Deja que ya sigo yo.Por supuesto no opuso ninguna resistencia y me entregó el mando de la cocina. Traté de salvar los huevos revueltos, metí un poco de bacon en la plancha y un po
El despertador sonó a las 6.30 a.m. y salté como un resorte de la cama, era muy temprano y sábado. Pero no me importaba, era el día de los enamorados, pero más importante aún, el cumpleaños de Becks. Y le tenía preparado un día maravilloso. Luego de la ducha bajé corriendo las escaleras y sin detenerme en la cocina salí de casa, tomé el auto de mi madre y manejé hasta la casa de Rebecca. Cuando llegué a su porche, llamé a la puerta, sabía que Karen estaría preparándose para ir a trabajar. Unos segundos después ella abrió con cara de sorpresa.—Buenos días Jake. ¿Te caíste de la cama?—Buenos días señora Baker. Madrugué para pedirle un favor.—Muy bien, dime.—Quisiera prepararle el desayuno a Becks y luego llevarla a pasear, no iremos lejos y cuidar&eac
La llegada de abril trajo consigo el tan esperado baile de promoción. Todos estaban ansiosos, como Junior, era la primera vez que podríamos participar y para los Senior, sería el último baile antes de la graduación. Durante el almuerzo Jenny y Cristal no paraban de hacer planes para ir de compras. Jake, Dex y Mike estaban más preocupados por los estatales que por el baile. Yo por mi parte, no podía dejar de pensar en lo poco que faltaba para que tuviéramos que separarnos. Los meses parecían haberse esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Y si bien tratamos de disfrutar al máximo cada día, en el fondo ambos estábamos temiendo que terminaran las clases.—Tierra llamando a Becks —bromeó en mi oído Jake. Traté de dibujar una sonrisa, pero no llegó a mis ojos.—Hola.—¿Otra vez amor?—No pasa nada
—Debes dejar de perder el tiempo Jake. Pronto serás un hombre —mi padre no me daba tregua, cada día lo mismo. Se la pasaba quejando que aún no tenía nada resuelto y en unas semanas estaría en la escuela de infantería.—Déjame disfrutar el tiempo que me queda aquí —me quejé cansado de sus sermones.—Crece de una vez. Es solo una chica. Conocerás miles durante tu vida.—Estás equivocado.—Ya verás Jake. El diablo sabe más por viejo que por diablo.—¿Puedo retirarme? —pregunté levantándome de la mesa, mi madre asintió y subí a mi habitación.Me tiré boca abajo en la cama. Rendido de las peleas, la tristeza por tener que irme y dejar a Becks, a mis amigos, a mi ciudad.Tarde en la noche me escabullí, como de costumbre, en el dormitorio de Re
El comienzo del verano trajo consigo una eterna despedida. Teníamos las semanas contadas para estar juntos, antes de la partida de Jake. Me armé de coraje, no me permití llorar y desperdiciar nuestro tiempo juntos.Pasamos cada tarde en el muelle más apartado de la marina, solo los dos. Por la noche nos reuníamos con algunos amigos. Aunque otros como Mike, Dex y Cristal estaban de vacaciones fuera.Jenny no me sacaba el ojo de encima, sabía por descontado, que, aunque lucía una gran sonrisa, por dentro lloraba a mares.Por las noches paseábamos por la ciudad. O íbamos al cine y a cenar. Algunas noches nos juntábamos en la playa alrededor de una fogata. Fueron varias las noches que nos permitimos beber unas cuántas cervezas para tratar de llevarlo lo mejor posible esos días.A modo de sorpresa le preparé a Jake un video casero con saludos de todo el mundo. Y un recor