—Despierta bella durmiente —la cariñosa voz de mi madre me sacó de mis sueños. Para variar, soñaba con Jake. Me estiré en el colchón, aún remolona.
—Cinco minutos más…
—Levántate. Tengo que irme y el desayuno está listo y se enfría.
—¿Tan temprano?
—¿Temprano? Son las diez de la mañana Becca.
—Vaya… me dormí.
—Como siempre hija.
—Ya, lo siento —di un salto de la cama y le di un beso en la mejilla.
—¿Qué planes tienes para hoy? —preguntó mientras yo me metía al baño.
—Iremos con Jake, Candice y Kim al centro comercial.
—Eso suena fantástico, ¿necesitas algo de dinero?
—No te preocupes mamá. A la noche habrá una fiesta en casa de Dexter. ¿Puedo ir?
—¿Irás con Jake?
—Claro, y además allá me encuentro con Jenny y Cristal.
—De acuerdo, solo dile que te acompañe de regreso.
—Como siempre madre.
—Es cierto. Bien, debo irme. Diviértanse.
—¡Qué tengas un buen día! —luego de asearme bajé a la cocina, Kim ya estaba sentada en el desayunador devorando unos hot cakes que mi madre había dejado para nosotras. Me serví un poco de leche y la metí en el microondas para que se entibiara.
—¡Qué cara traes Becca! —saludó mi hermanita al verme.
—¿Cara de qué?
—¿Felicidad?
—Puede ser… —respondí con una sonrisa al recordar la visita de Jake la noche anterior. Recogí el vaso de leche y me senté a su lado. Puse en mi plato dos hot cakes y los bañé con miel.
—¿Y a qué se debe tanta alegría?
—Solo soy feliz. Esta tarde iremos al centro comercial con Jake y Candice. ¿Vienes?
—Claro, me encantaría.
Después del desayuno, lavé los platos, mientras Kim ordenaba su habitación. Luego limpié un poco la casa y por último mi dormitorio. Enseguida se hicieron las dos de la tarde y me metí en la ducha, me bañé rápidamente y rebusqué por algo que ponerme. Escogí un vaquero azul oscuro que hacía que mi trasero luciera de infarto, las zapatillas negras, una sudadera blanca, una camisa cuadrillé, me maquillé un poco los ojos y algo de brillo en los labios. Tomé mi chaqueta de jean, guardé mi teléfono y unos dólares en el bolsillo. Aunque hacía 10 años que no veíamos a mi padre, cada mes llegaba un cheque a casa de su parte. Mi madre se negaba a usar ese dinero, así que nos lo daba a modo de mesada. En ocasiones como hoy, me venían bien, quería comprar un vestido para esta noche.
—¡Becca! —gritó mi hermana desde el piso de abajo. Supuse que Jake y su hermana habían llegado, así que me apresuré en bajar. Al llegar al pie de la escalera lo vi apoyado en el umbral de la puerta, los picos de su cabello brillaban bajo el sol. Tenía esa sonrisa de costado picara que me volvía loca. Llevaba una chaqueta oscura tipo militar, un sweater gris oscuro y unos vaqueros negros. Se me estrujó el estómago.
—¿Lista amor? —dijo trayéndome de regreso a la realidad.
—Lista —me abalancé encima suyo, me tomó en brazos en volandas y me plantó un casto beso en los labios.
—Agrrr. Qué asco —dijeron nuestras acompañantes al unísono. Ambos reímos en respuesta. Su padre le había prestado la camioneta, así que nos subimos y en poco más de treinta minutos estuvimos en el centro comercial. Paseamos tomados de la mano, mientras Kim y Candice caminaban delante nuestro charlando animadas. Entramos a unas cuantas tiendas y ambas compraron algunas cosas. Luego Jake quiso un par nuevo de tennis y yo aproveché para escabullirme en una tienda de vestidos y conseguir algo que usar esa noche. Después de varios intentos, me decidí por un vestido corto en gris petróleo de mangas largas y tela de invierno, pero por detrás tenía la espalda cubierta por encaje negro. Al salir pasé por una lencería y me aventuré a comprar un conjunto de ropa interior negra de encaje, muy bonito y un par de medias negras muy gruesas.
Volví a la tienda deportiva y Jake me miró extrañado.
—¿Dónde estabas?
—Había olvidado comprar algo para mi mamá —inventé y el asintió. Luego fuimos por algo de comer a una de las cafeterías de ahí y regresamos a casa.
—Pasaré por ti a las nueve —me advirtió Jake mientras nos despedíamos.
—Estaré lista amor. Te veo luego —le di un beso suave en los labios, me despedí de Candice y entramos.
—Hola niñas. ¿Cómo la pasaron? —preguntó mi madre desde el sofá, estaba mirando las noticias.
—De maravilla, Candice es muy divertida —respondió Kim despatarrándose a su lado y poniendo los pies sobre las piernas de mi madre. Ella le regaló una cálida sonrisa y se giró en mi búsqueda.
—¿Y tú cariño?
—La pasamos muy bien y aproveché a comprarme algunas cosas.
—Me alegro que hayan tenido un buen día.
—¿Qué tal el tuyo mamá? —pregunté mientras me acercaba al respaldo del sofá.
—Agotador, esas mujeres copetudas son una pesadilla, pero dejan buenas propinas. ¿Quieren pizza?
—Por supuesto —respondió Kim aplaudiendo.
—Yo paso, iré a la fiesta. ¿Recuerdas?
—Cierto, bien, más para nosotras.
Reí y subí las escaleras hasta mi dormitorio. Dejé las bolsas sobre la cama, me quité la ropa y me metí a la ducha, cuando salí me puse el conjunto que había comprado, las medias y el vestido, busqué mis botas de caña alta y me recogí el pelo en un rodete algo descuidado, dejando caer algunos mechones sueltos. Me maquillé un poco los ojos con negro, algo de rímel, rubor rosa en las mejillas y brillo en los labios. Me bañé en perfume y busqué el tapado negro que mi madre me hizo comprar el invierno anterior, guardé mi teléfono en el bolsillo y bajé.
Kim y mi madre devoraban una gran pizza de pepperonis acompañadas por unas cocas colas de dieta frente al televisor. Miraban una comedia romántica.
—¿Tienes la noche libre mamá? —pregunté al verla en pijama.
—Sí cariño. Ralph me ha dado descanso hoy.
—Bien, lo mereces.
—Vaya Becca. ¡Estás hermosa hija! —confesó en un suspiro cuando me vio.
—Gracias.
—Te ves bien hermanita.
—Gracias chicas —di una vuelta sobre mis pies para que me vieran bien y mi madre silbó mientras Kim aplaudía. Las tres reímos a carcajadas. El timbre de la puerta sonó y yo me remordí el labio inferior. Tenía muy en claro lo que quería esta noche de Jake. Y estaba decidida a conseguirlo. Abrí y mi corazón se detuvo, lucía maravilloso, con su chaqueta de cuero negra, una camisa negra con puños blancos y su vaquero azul claro.
—Vaya… estás hermosa amor —dijo mientras sus ojos me repasaron por completo.
—Gracias amor, tú también —le di un beso en la mejilla. Saludó a mi madre y a Kim desde la puerta.
—Buenas noches señora Baker.
—Diviértanse niños, pero no demasiado.
—No se preocupe, yo cuido de ella.
—Lo sé cariño.
Tomó mi mano y comenzamos a caminar hasta casa de Dex, no vivía muy lejos de la mía, apenas unas ocho cuadras.
Durante el trayecto charlamos de nada en particular, se lo notaba nervioso y por descontado yo lo estaba. Mis manos temblaban, pero entre las suyas, me sentía segura. Así qué traté de relajarme.
Tocamos timbre en casa de Dexter y Cristal salió a recibirnos con su sonrisa normal. Era la persona más feliz del mundo. Estaba segura.
—Vaya… que bien te ves Becca y tú tampoco estás mal Jake.
—Lo mismo digo —respondió mi novio con una sonrisa y apretándome más a su cuerpo. Sonreí ante su gesto, a veces era muy posesivo, pero eso me encantaba.
Toda la preparatoria estaba allí. Y muchos chicos y chicas que jamás había visto. Le entregué mi tapado a Cristal y Jake su chaqueta.
—Te ves hermosa muñeca —susurró en mi oído mientras me abrazaba por detrás.
—Gracias amor, tú estás tan guapo…
—Oigan tortolitos, menos arrumacos y más acción —nos recriminó Mike mientras nos saludaba.
Había comida y bebida por doquier. Después de comer una porción de pizza me aventuré a tomar una cerveza, necesitaba coraje para hacer lo que pretendía. Jake y los chicos charlaban animados sobre un partido de futbol. Y yo hablaba con Jenny, pero no podía prestarle atención.
Al cabo de un rato mi novio me sacó a bailar y movimos el esqueleto unas cuantas canciones, hasta que una lenta llegó. Me tomó con firmeza por la cintura y me acercó a él. Pasé mis manos por su cuello y apoyé mi cabeza en su duro pecho. A pesar de que yo medía 1.73 metros apenas si le llegaba a los hombros. Su aliento me hizo cosquillas en el pelo y me puse de puntillas para besarlo. Nuestras lenguas se encontraron y nos besamos con pasión. Sus manos acariciaban mi espalda y mis dedos se enredaron en su pelo.
—Llévame a otro lugar Jake. Quiero que estemos solos —dije finalmente.
—¿Estás segura?
—Jamás estuve tan segura de algo.
Tomó mi mano y luego de hacerle unas señas a Dex subimos las escaleras. Conocía la casa de nuestro amigo así que noté cuando pasamos de largo por su dormitorio. Pero nos detuvimos en la habitación de sus padres. Jake abrió y me dejó pasar primero. Mis manos sudaban y mis piernas temblaban. Estaba muy nerviosa, esta sería la primera vez para mí, Jake me había confesado que no era la suya. Pero eso no me molestaba. Entre nosotros era diferente. Me detuve al pie de la cama y me giré temblorosa. Él se acercó lentamente a mí, con las manos en los bolsillos, como hacía cada vez que estaba nervioso. Sus hermosos ojos marrones brillaban expectantes, me mordí el labio ansiosa y nerviosa.
—Tranquila amor. Si no estás lista, no tenemos que hacerlo.
—Lo estoy. Es solo que… no sé cómo hacerlo.
—No te preocupes por eso. Yo me encargaré de ti —asentí, me rodeó la cintura con sus fuertes brazos y me besó con posesión. Yo subí lentamente mis manos por su pecho, sus hombros y finalmente enredé mis dedos en su pelo. Sus manos viajaron a mis nalgas y lo apretó en un jadeo, escucharlo me hizo temblar y me erizó la piel.
Me levantó por el trasero, anudé mis piernas a su cintura y suavemente me recostó en la cama. Abrí mis piernas para darle lugar y una de sus manos paseó por ella lentamente. Mientras la otra se adueñó de mi seno y lo acarició con firmeza. Jadeé en su boca y él mordió mi labio inferior. Gemí en respuesta. Mis manos buscaron los botones de su camisa y comencé a desabrocharlos con dedos temblorosos mientras él dejaba miles de besos en mi cuello. Cuando por fin acabé la tarea le quité la camisa y la visión de su cuerpo me consumió, el mío dejó de temblar y en cambio sentí que me prendía fuego.
Jake se alejó de mí y bajó hasta el borde de la cama, tomó mi pierna con suavidad y me quitó una a una las botas, en una caricia subió con sus manos por mis piernas hasta mi cadera y me sacó las medias. Luego fue el turno de mi vestido. Su mirada me recorrió por completo y soltó un leve gemido cuando notó mi ropa interior.
—Para ti —admití entre jadeos al ver su expresión.
—Increíblemente hermosa… —busqué el botón de su vaquero, lo desabroché con rapidez y él se los quitó por completo. Luego su bóxer.
—Dios mío… eres perfecto —dije entre jadeos. Sonrió complacido y volvió a besarme, desabrochó mi sostén y besó mis pechos, mi espalda se separó del colchón y gemí con fuerza. Sus dedos buscaron mis bragas y las quitó con decisión.
—¿Estás segura amor? —preguntó mientras se enderezaba levemente.
—Absolutamente. Confío en ti Jake.
Tomó un condón de su vaquero y se lo colocó. Mi cuerpo se tensó y mordí tan fuerte mi labio que pude degustar el sabor de mi propia sangre. Con su dedo pulgar soltó mi labio de mis dientes y con su lengua contorneó mi boca. Lo abracé con fuerza y respiré hondo su aroma. Su mano acarició mi entrepierna como la noche anterior y sentí una enorme oleada de fuego recorrerme el cuerpo. Su boca besó cada centímetro de mi cuello y de repente pude sentirlo, suavemente y de a poco se hundió en mí. Al principio se me escapó un grito de dolor. Me ardía, y mi cuerpo se tensó ante la intromisión de su miembro.
—Respira hondo Becks y trata de relajarte, así dolerá menos.
—De acuerdo. Lo intentaré —respondí y traté de hacerle caso, un par de movimientos después, el dolor se había esfumado y el placer absoluto ocupó todo mi cerebro y cada centímetro de mi piel.
—Oh Jake…
—Te amo Becks.
Él se movió por unos cuantos minutos dentro de mí. Yo solo era capaz de gemir y absorber cada sentimiento y emoción que me abrumaba por completo.
De repente todo mi cuerpo se tensó en una contracción generalizada por cada célula de mi ser. Sin poder evitarlo clavé mis uñas en su espalda y entonces me dejé ir. Sus labios se cerraron alrededor de mi boca ahogando un grito de placer. Entonces fue él quien se tensó, su cuerpo comenzó a temblar, luego se relajó y se dejó caer sobre mí.
Nos quedamos inmóviles en esa posición por unas cuantas respiraciones, hasta que salió de mí y fue hasta el baño. Puse mis brazos encima de mi cabeza y calmé mi alborotado corazón.
—¿Estás bien Becks? ¿Te hice daño? —su voz sonaba preocupada y alarmada.
—No amor, estoy bien. Perfectamente diría yo —lo miré a los ojos y vi cómo comenzaba a relajarse. Se recostó a mi lado y me abrazó atrayéndome a su cuerpo. Apoyé mi cabeza en su pecho y acaricié su muy definido vientre.
—Te amo Rebecca Baker. Te amaré siempre. Prométeme que me esperarás y yo volveré a ti muñeca.
—Te esperaré toda la vida Jake. Lo prometo.
La alarma sonó incansablemente, pero por más que lo intentaba no podía abrir los ojos. No quería abrirlos. Finalmente, unos minutos después desistí y me levanté. Era sábado y desearía dormir hasta tarde, pero no había caso eran las 7.00 a.m. y tenía torneo. Aún dormido me metí al baño, abrí la llave del agua caliente y dejé que la temperatura se ajustara. Último torneo intercolegial del año. Si ganábamos, al año siguiente íbamos a los estatales otra vez. Lavé mis dientes y me metí a la ducha, me enjaboné con pereza, odiaba las mañanas y odiaba pasar el fin de semana lejos de Becks. Desde aquella noche en casa de Dexter estaba más enamorado de ella, justo cuando pensé que no era posible amarla más.Sequé mi cuerpo y me metí en mi armario buscando el equipo deportivo del
Las vacaciones por las Navidades comenzaron, así que no tenía que levantarme temprano para ir al colegio. Me removí perezosa en la cama, pero ya no sentía el calor de su cuerpo junto al mío. Una mueca de dolor se dibujó en mi rostro al notar que ya no estaba. Decidí levantarme y antes de bajar, pasé por el baño a lavarme los dientes. Cuando llegué a la cocina Kimmy estaba luchando con la sartén tratando de preparar unos huevos. Sonreí ante la imagen de su duelo.—¡Ganador… la sartén por K.O.! —grité detrás de ella y me gané una mirada asesina en respuesta.—Vete al diablo.—Qué carácter hermanita. Deja que ya sigo yo.Por supuesto no opuso ninguna resistencia y me entregó el mando de la cocina. Traté de salvar los huevos revueltos, metí un poco de bacon en la plancha y un po
El despertador sonó a las 6.30 a.m. y salté como un resorte de la cama, era muy temprano y sábado. Pero no me importaba, era el día de los enamorados, pero más importante aún, el cumpleaños de Becks. Y le tenía preparado un día maravilloso. Luego de la ducha bajé corriendo las escaleras y sin detenerme en la cocina salí de casa, tomé el auto de mi madre y manejé hasta la casa de Rebecca. Cuando llegué a su porche, llamé a la puerta, sabía que Karen estaría preparándose para ir a trabajar. Unos segundos después ella abrió con cara de sorpresa.—Buenos días Jake. ¿Te caíste de la cama?—Buenos días señora Baker. Madrugué para pedirle un favor.—Muy bien, dime.—Quisiera prepararle el desayuno a Becks y luego llevarla a pasear, no iremos lejos y cuidar&eac
La llegada de abril trajo consigo el tan esperado baile de promoción. Todos estaban ansiosos, como Junior, era la primera vez que podríamos participar y para los Senior, sería el último baile antes de la graduación. Durante el almuerzo Jenny y Cristal no paraban de hacer planes para ir de compras. Jake, Dex y Mike estaban más preocupados por los estatales que por el baile. Yo por mi parte, no podía dejar de pensar en lo poco que faltaba para que tuviéramos que separarnos. Los meses parecían haberse esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Y si bien tratamos de disfrutar al máximo cada día, en el fondo ambos estábamos temiendo que terminaran las clases.—Tierra llamando a Becks —bromeó en mi oído Jake. Traté de dibujar una sonrisa, pero no llegó a mis ojos.—Hola.—¿Otra vez amor?—No pasa nada
—Debes dejar de perder el tiempo Jake. Pronto serás un hombre —mi padre no me daba tregua, cada día lo mismo. Se la pasaba quejando que aún no tenía nada resuelto y en unas semanas estaría en la escuela de infantería.—Déjame disfrutar el tiempo que me queda aquí —me quejé cansado de sus sermones.—Crece de una vez. Es solo una chica. Conocerás miles durante tu vida.—Estás equivocado.—Ya verás Jake. El diablo sabe más por viejo que por diablo.—¿Puedo retirarme? —pregunté levantándome de la mesa, mi madre asintió y subí a mi habitación.Me tiré boca abajo en la cama. Rendido de las peleas, la tristeza por tener que irme y dejar a Becks, a mis amigos, a mi ciudad.Tarde en la noche me escabullí, como de costumbre, en el dormitorio de Re
El comienzo del verano trajo consigo una eterna despedida. Teníamos las semanas contadas para estar juntos, antes de la partida de Jake. Me armé de coraje, no me permití llorar y desperdiciar nuestro tiempo juntos.Pasamos cada tarde en el muelle más apartado de la marina, solo los dos. Por la noche nos reuníamos con algunos amigos. Aunque otros como Mike, Dex y Cristal estaban de vacaciones fuera.Jenny no me sacaba el ojo de encima, sabía por descontado, que, aunque lucía una gran sonrisa, por dentro lloraba a mares.Por las noches paseábamos por la ciudad. O íbamos al cine y a cenar. Algunas noches nos juntábamos en la playa alrededor de una fogata. Fueron varias las noches que nos permitimos beber unas cuántas cervezas para tratar de llevarlo lo mejor posible esos días.A modo de sorpresa le preparé a Jake un video casero con saludos de todo el mundo. Y un recor
El primer día de clases se sintió raro. Jake no estaba para acompañarme a la escuela, en su lugar Kimmy comenzaba en la prepa.Esa mañana caminamos en silencio, al menos, yo. Kim se la pasó hablando todo el camino, de lo emocionada que estaba por comenzar en una nueva escuela. Y de las ganas que tenía de hacer nuevos amigos. Yo no podía dejar de pensar en lo diferente que sería todo desde ahora.Cuando llegué a mi casillero me abordó la primera sensación de vacío. Luego en la cafetería me volvió a pasar lo mismo. Cristal, Jenny y yo almorzamos con tristeza. Nuestros chicos se habían ido. Dexter se marchó a la Universidad de Colorado y Mike a la Universidad de Míchigan. Finalmente, Jenny nos confesó que ella y Mike habían estado juntos en la fiesta de despedida de Jake. Así que sumábamos un nuevo coraz&oacut
Pasé las dos horas que tuve que esperar por los resultados armando y desarmando mil escenarios en mi cabeza. Y cuando estaba a punto de salir corriendo, el médico regresó.—Bien Rebecca. Estás embarazada. Por el conteo calculo que de unas siete semanas.—No puede ser… —dije entre lágrimas. Él se acercó a mí y me palmeó la espalda tratando de reconfortarme.—Tranquila pequeña. No es el fin del mundo. Tienes muchas opciones. Mira este folleto y pide una cita con la doctora Gallaham. Ella te orientará y ayudará. Pero debes comenzar a alimentarte mejor, estás un poco anémica.—De acuerdo. Gracias.—Debo decirle a tu madre, eres menor de edad.—No, por favor… yo se lo diré.—Lo siento, no puedo hacerlo.—Por favor. Se lo diré yo. Solo dígale que est