El comienzo del verano trajo consigo una eterna despedida. Teníamos las semanas contadas para estar juntos, antes de la partida de Jake. Me armé de coraje, no me permití llorar y desperdiciar nuestro tiempo juntos.
Pasamos cada tarde en el muelle más apartado de la marina, solo los dos. Por la noche nos reuníamos con algunos amigos. Aunque otros como Mike, Dex y Cristal estaban de vacaciones fuera.
Jenny no me sacaba el ojo de encima, sabía por descontado, que, aunque lucía una gran sonrisa, por dentro lloraba a mares.
Por las noches paseábamos por la ciudad. O íbamos al cine y a cenar. Algunas noches nos juntábamos en la playa alrededor de una fogata. Fueron varias las noches que nos permitimos beber unas cuántas cervezas para tratar de llevarlo lo mejor posible esos días.
A modo de sorpresa le preparé a Jake un video casero con saludos de todo el mundo. Y un recordatorio de cuánto lo amaba y que lo esperaría por siempre.
Faltando unos días para su partida, pasó más tiempo en su casa, preparando lo que debería llevarse. Y por la noche volvía a mi habitación y dormiamos juntos.
Cuando Dex y Mike volvieron le prepararon una fiesta de despedida en la playa.
Llevé a Jake engañado diciéndole que quería dar un paseo. Aceptó a regañadientes.
Llegamos a la playa más alejada de la marina, donde podíamos festejar tranquilos. A lo lejos divisamos la fogata y enseguida vimos a nuestros amigos. Mi novio estaba realmente sorprendido por la fiesta y yo me animé un poco.
Unas cuántas cervezas después, casi involuntariamente comencé a caminar por la playa.
—¡Becks espera! —su voz me detuvo y al segundo estuvo a mi lado.
—Te amo demasiado Jake —dije finalmente y me quebré en llanto. La angustia se apoderó de mí y los sollozos me impidieron respirar con normalidad.
—Tranquila amor —me abrazó con fuerza y nos quedamos así por un buen rato. Luego tomó mi mano y nos alejamos del resto.
—Lo siento, me prometí no volver a hacerlo, te fallé.
—Tú jamás me fallas. Y no quiero que escondas tus sentimientos conmigo Becks.
—No sé si podré lograrlo Jake. No sé vivir sin ti.
—Haremos que funcione muñeca. Lo prometo.
—No quiero que te vayas. Quédate conmigo… por favor.
—Amor…
—Lo sé, sé que no es justo que te lo pida, pero tengo miedo.
—Siento hacerte pasar por esto. No te lo mereces.
—Abrázame por favor —supliqué echándome en su cuello y besando sus labios. Él me levantó por la cintura y profundizó el beso. No sé si fue el alcohol, la desesperación o el amor lo que me motivó, pero comencé a desnudarlo velozmente. Necesitaba sentirlo mío. Él no se quejó y de un solo movimiento se hundió en mí. Me apoyó en una roca, tomó mis caderas con ambas manos y me hizo el amor brutalmente. Yo no podía contener las lágrimas. Algo dentro mío se había roto y no podía parar. Cuando mi cuerpo se tensó, levanté la mirada y la fijé en sus ojos marrones que brillaban bajo la luz de la luna y ambos nos vinimos a la vez.
La mañana de su partida, el despertador sonó a las 7.00 a.m., salté de la cama, me lavé la cara y cepillé mis dientes. Me puse un short, una sudadera blanca y las sandalias. Tomé el paquete que le había armado y bajé las escaleras corriendo. Recogí mi bicicleta vieja y en unos minutos estuve en su casa. Justo cuando el coronel metía sus bolsos en el maletero del auto. Candice lloraba abrazada a su madre. Tiré la bicicleta a un costado y corrí a sus brazos, sin importarme que sus padres estuvieran allí. Lo alejaban de mí y a ellos no les importaba cuánto sufríamos por eso.
Me recibió con los brazos abiertos. A pesar de haber pasado la noche juntos, aún no me parecía suficiente. Me aferré a su cuello y él me sujetó con fuerza por la cintura.
—Volveré pronto —susurró en mi oído para intentar calmar mi llanto. Pero algo dentro mío, me decía que esta sería la última vez que lo tendría en mis brazos.
—Esperaré por ti amor.
—Volveré Becks. No es un adiós, solo un hasta luego.
Cuando logré separarme de él le entregué el paquete.
—Ábrelo cuando llegues, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
—Te amo más que a mi vida. Recuérdalo.
—Yo te amo más muñeca.
—Imposible. Cuídate mucho Jake, promételo.
—Lo haré, no te preocupes. Te llamaré en cuanto pueda.
—No podrás llamar Jake, no vas de vacaciones. Es un entrenamiento militar muchacho. Ya debemos irnos —interrumpió su padre y mi corazón se encogió otro poco.
—Te amo…
—Y yo a ti —me besó con pasión entre mis lágrimas y cuando estuvo dentro del auto, recién ahí soltó mi mano. Me quedé parada en medio de la calle viendo cómo se alejaba de mí. Y con la certeza de que esa sería nuestro último momento juntos.
El primer día de clases se sintió raro. Jake no estaba para acompañarme a la escuela, en su lugar Kimmy comenzaba en la prepa.Esa mañana caminamos en silencio, al menos, yo. Kim se la pasó hablando todo el camino, de lo emocionada que estaba por comenzar en una nueva escuela. Y de las ganas que tenía de hacer nuevos amigos. Yo no podía dejar de pensar en lo diferente que sería todo desde ahora.Cuando llegué a mi casillero me abordó la primera sensación de vacío. Luego en la cafetería me volvió a pasar lo mismo. Cristal, Jenny y yo almorzamos con tristeza. Nuestros chicos se habían ido. Dexter se marchó a la Universidad de Colorado y Mike a la Universidad de Míchigan. Finalmente, Jenny nos confesó que ella y Mike habían estado juntos en la fiesta de despedida de Jake. Así que sumábamos un nuevo coraz&oacut
Pasé las dos horas que tuve que esperar por los resultados armando y desarmando mil escenarios en mi cabeza. Y cuando estaba a punto de salir corriendo, el médico regresó.—Bien Rebecca. Estás embarazada. Por el conteo calculo que de unas siete semanas.—No puede ser… —dije entre lágrimas. Él se acercó a mí y me palmeó la espalda tratando de reconfortarme.—Tranquila pequeña. No es el fin del mundo. Tienes muchas opciones. Mira este folleto y pide una cita con la doctora Gallaham. Ella te orientará y ayudará. Pero debes comenzar a alimentarte mejor, estás un poco anémica.—De acuerdo. Gracias.—Debo decirle a tu madre, eres menor de edad.—No, por favor… yo se lo diré.—Lo siento, no puedo hacerlo.—Por favor. Se lo diré yo. Solo dígale que est
Las lágrimas rebalsaron por mis ojos. No podía creer lo que veía. No parecía Jake el que hablaba. ¿En qué se había convertido? ¿Cómo pudo dejar de amarme en tan poco tiempo?¿Embarazo no deseado? Bueno, no lo buscamos es cierto. Pero aquí está y no lo había hecho yo sola.«Olvídame. Como yo te he olvidado a ti», resonó en mi cabeza.Por eso no me escribía, se olvidó de mí. No me amaba más. Inconscientemente llevé mi mano a mi imperceptible vientre.—Lo siento manchita —dije entre sollozos.Kimmy salió de la casa, me vio en ese estado y se asustó.—¿Qué pasa Becca? —preguntó mientras se sentaba a mi lado. Pero las palabras parecían haberse desvanecido. Le entregué la carta y hundí mi rostro entre mis manos.
Dos días después, yo seguía sin reaccionar y no podía hacer que Kim parara de llorar. Fuimos hasta la morgue para pedir el cuerpo de mi madre, pero necesitaban un adulto responsable y no quisieron dármelo. Pregunté qué fue lo que había pasado con ella, mi madre siempre tuvo buena salud. El médico forense me explicó que la autopsia reveló que un aneurisma en su cerebro estalló sin previo aviso. Me preguntó si ella sufría de migrañas y le dije que sí, casi diariamente, pero que nos repetía que era solo cansancio. También me dijo que no había nada que yo pudiera haber hecho, que tarde o temprano, esto iba a pasar.Kim y yo seguíamos sin ir a la escuela. No teníamos ni las fuerzas, ni la cabeza para eso ahora. Yo continuaba desarmando mi cerebro, buscando una solución. No quería que nos llevaran a un hogar, ni que me sepa
Entramos en la oficina y enseguida pude ver a mi progenitor. Estaba sentado de espaldas a nosotras, pero estaba segura de recordar ese gran porte que él tenía.Tomé la mano de Kim con fuerza, cuando él se marchó, ella apenas tenía 9 meses de vida y no lo conocía.—Señor Baker, aquí están las niñas —dijo la asistente social poniéndose a su lado. Él se puso de pie y se giró a enfrentarnos. No éramos precisamente niñas, no al menos, las qué él recordaba. Ya éramos unas jóvenes.—Hola niñas —dijo con voz temblorosa.—Hola George —dije sin inmutarme. Miré a Kimmy, ella bajó la mirada y se sentó en el banco que estaba más alejado de él. Haciendo caso omiso a su presencia.—Rebecca, qué grande estás. Ya eres toda una herm
Al día siguiente realizamos una venta de garaje y lo que no pudimos vender lo donamos al ejército de salvación. La mayoría de las pertenencias de mi madre se las dimos a María y también mi vieja bicicleta a Theo.—¿Te importa si conservo el auto de mi madre para mí? —le pregunté a George y él accedió.Al otro día fuimos hasta el cementerio a despedirnos de mi madre. Todos sus compañeros de trabajo y amigos estaban allí. También mis amigas Jenny y Cristal, el director de la escuela, algunos compañeros nuestros y el señor P, también María y Theo, por supuesto.Durante el responso en la capilla Kim se mantuvo tranquila. Yo hice mi mejor esfuerzo por mantener la cordura. Aún no podía llorarla. Sentía que si lo hacía jamás me detendría, y necesitaba ser fuerte por Kimmy.Pero
Nos tomamos dos días para acomodarnos y habituarnos a la nueva casa y a compartir con esta familia de desconocidos nuestra vida.Cristina era encantadora, de inmediato nos sentimos muy cómodas con ella, y los niños eran adorables, la mayor parte del tiempo.Pero con George no teníamos relación.Debía hablar con él y ponerlo al tanto de todo y proponerle un trato que estaba segura no rechazaría. Por descontado que nos quería fuera de su perfecta vida.Esa noche luego de que los niños se fueran a la cama y mientras Kimmy estaba en la habitación, bajé a la cocina, ellos estaban sentados en el sofá, George veía un partido de futbol americano en la televisión y Cristina ojeaba una revista acompañada de una copa de vino.—Siento molestarlos, pero quisiera hablar con ustedes —dije tomando valor.—Claro Becca, sién
De inmediato nos reincorporamos a la escuela. Los maestros estaban bastante bien y pasamos desapercibidas. Kim no se quejó ni una sola vez. Y se concentró en los estudios.Durante el almuerzo comíamos juntas en la inmensa cafetería, vivir en California tenía sus ventajas, había tantos jóvenes en la prepa que apenas si se conocían entre ellos.Pedí deberes extras para poder obtener los puntos necesarios para graduarme cuanto antes. Y dediqué todo mi tiempo libre a ello. También ayudaba a Cristina con la casa, y a veces recogía a los niños de la escuela.La verdad era que ella me caía muy bien y no quería que fuéramos una carga.Por las noches y luego de la cena subía a la habitación a chatear con Jenny y la ponía al tanto de todo y ella me contaba acerca de nuestra escuela y amigos.El siguiente viernes, Crist