Las lágrimas rebalsaron por mis ojos. No podía creer lo que veía. No parecía Jake el que hablaba. ¿En qué se había convertido? ¿Cómo pudo dejar de amarme en tan poco tiempo?
¿Embarazo no deseado? Bueno, no lo buscamos es cierto. Pero aquí está y no lo había hecho yo sola.
«Olvídame. Como yo te he olvidado a ti», resonó en mi cabeza.
Por eso no me escribía, se olvidó de mí. No me amaba más. Inconscientemente llevé mi mano a mi imperceptible vientre.
—Lo siento manchita —dije entre sollozos.
Kimmy salió de la casa, me vio en ese estado y se asustó.
—¿Qué pasa Becca? —preguntó mientras se sentaba a mi lado. Pero las palabras parecían haberse desvanecido. Le entregué la carta y hundí mi rostro entre mis manos.
Dos días después, yo seguía sin reaccionar y no podía hacer que Kim parara de llorar. Fuimos hasta la morgue para pedir el cuerpo de mi madre, pero necesitaban un adulto responsable y no quisieron dármelo. Pregunté qué fue lo que había pasado con ella, mi madre siempre tuvo buena salud. El médico forense me explicó que la autopsia reveló que un aneurisma en su cerebro estalló sin previo aviso. Me preguntó si ella sufría de migrañas y le dije que sí, casi diariamente, pero que nos repetía que era solo cansancio. También me dijo que no había nada que yo pudiera haber hecho, que tarde o temprano, esto iba a pasar.Kim y yo seguíamos sin ir a la escuela. No teníamos ni las fuerzas, ni la cabeza para eso ahora. Yo continuaba desarmando mi cerebro, buscando una solución. No quería que nos llevaran a un hogar, ni que me sepa
Entramos en la oficina y enseguida pude ver a mi progenitor. Estaba sentado de espaldas a nosotras, pero estaba segura de recordar ese gran porte que él tenía.Tomé la mano de Kim con fuerza, cuando él se marchó, ella apenas tenía 9 meses de vida y no lo conocía.—Señor Baker, aquí están las niñas —dijo la asistente social poniéndose a su lado. Él se puso de pie y se giró a enfrentarnos. No éramos precisamente niñas, no al menos, las qué él recordaba. Ya éramos unas jóvenes.—Hola niñas —dijo con voz temblorosa.—Hola George —dije sin inmutarme. Miré a Kimmy, ella bajó la mirada y se sentó en el banco que estaba más alejado de él. Haciendo caso omiso a su presencia.—Rebecca, qué grande estás. Ya eres toda una herm
Al día siguiente realizamos una venta de garaje y lo que no pudimos vender lo donamos al ejército de salvación. La mayoría de las pertenencias de mi madre se las dimos a María y también mi vieja bicicleta a Theo.—¿Te importa si conservo el auto de mi madre para mí? —le pregunté a George y él accedió.Al otro día fuimos hasta el cementerio a despedirnos de mi madre. Todos sus compañeros de trabajo y amigos estaban allí. También mis amigas Jenny y Cristal, el director de la escuela, algunos compañeros nuestros y el señor P, también María y Theo, por supuesto.Durante el responso en la capilla Kim se mantuvo tranquila. Yo hice mi mejor esfuerzo por mantener la cordura. Aún no podía llorarla. Sentía que si lo hacía jamás me detendría, y necesitaba ser fuerte por Kimmy.Pero
Nos tomamos dos días para acomodarnos y habituarnos a la nueva casa y a compartir con esta familia de desconocidos nuestra vida.Cristina era encantadora, de inmediato nos sentimos muy cómodas con ella, y los niños eran adorables, la mayor parte del tiempo.Pero con George no teníamos relación.Debía hablar con él y ponerlo al tanto de todo y proponerle un trato que estaba segura no rechazaría. Por descontado que nos quería fuera de su perfecta vida.Esa noche luego de que los niños se fueran a la cama y mientras Kimmy estaba en la habitación, bajé a la cocina, ellos estaban sentados en el sofá, George veía un partido de futbol americano en la televisión y Cristina ojeaba una revista acompañada de una copa de vino.—Siento molestarlos, pero quisiera hablar con ustedes —dije tomando valor.—Claro Becca, sién
De inmediato nos reincorporamos a la escuela. Los maestros estaban bastante bien y pasamos desapercibidas. Kim no se quejó ni una sola vez. Y se concentró en los estudios.Durante el almuerzo comíamos juntas en la inmensa cafetería, vivir en California tenía sus ventajas, había tantos jóvenes en la prepa que apenas si se conocían entre ellos.Pedí deberes extras para poder obtener los puntos necesarios para graduarme cuanto antes. Y dediqué todo mi tiempo libre a ello. También ayudaba a Cristina con la casa, y a veces recogía a los niños de la escuela.La verdad era que ella me caía muy bien y no quería que fuéramos una carga.Por las noches y luego de la cena subía a la habitación a chatear con Jenny y la ponía al tanto de todo y ella me contaba acerca de nuestra escuela y amigos.El siguiente viernes, Crist
En medio de la clase de literatura una punzada me hizo doblar en el asiento. Involuntariamente puse la mano sobre mi vientre y entonces lo sentí. Una suave patada se asentó en mi barriga y sonreí. Acaricié con mis dedos la piel que se movía y volvió a hacerlo.—Yo también te siento manchita —dije dulcemente en un susurro apenas audible.Durante el almuerzo le conté a Kim lo que había pasado y ella se llevó las manos a la boca incrédula. En un movimiento imperceptible para el resto, apoyó su mano en mi vientre y lo acarició.—Muévete para mí, bebé —le susurró y él obedeció.Sonrió con lágrimas en los ojos al sentir su pequeña patada.Luego de las clases recogí a los niños en mi auto y fuimos por Piper. Cuando llegamos a la casa todos se amontonaron alrededor de
Unas semanas después George consiguió que un amigo suyo me rentara un pequeño departamento sin demasiado preámbulo.Finalmente había conseguido los créditos necesarios para graduarme y ya no debía asistir a clases. Esa mañana, mientras Kimmy estaba en el colegio. Cristina, George y yo fuimos a ver nuestro nuevo hogar.Llegamos al centro de Pasadena a un edificio no muy antiguo, subimos hasta el piso 11 y nos detuvimos en el departamento "D". Ni bien la puerta se abrió tomé mi rostro entre mis manos. Estaba por demás emocionada de comenzar esta nueva etapa de nuestras vidas.Estaba muy agradecida con ellos, por acogernos en tal mal momento y por ayudarnos. Disfrutábamos viviendo allí, pero de alguna manera, jamás me sentí en casa.El lugar era pequeño. Un salón diminuto se unía a una cocina, lo único que los divid&ia
Me convertí rápidamente en una suerte de ama de casa y madre. Michelle había conseguido que el gobierno nos ayudara, me entregaban un aporte financiero por Kim y el bebé. Mi padre insistió en que quería seguir dándome dinero por mí y Kim, me negué a que lo hiciera por mí, pero a Kim podía darle lo que él quisiera. De todas maneras, Cristina se las arreglaba para traerme víveres una vez a la semana con la excusa de haber comprado cosas de más. Me causaba gracia su pretexto, pero la dejé sin oponerme. Sabía que lo hacía por cariño, se preocupaba por nosotras.Kim pasaba con ellos algunos fines de semana, en los que yo aprovechaba para invitar a mi querida amiga Jenny a visitarme, y nos pasábamos la noche entera charlando y riendo, como si nada hubiera cambiado.María y Theo también vinieron a conocer nuestro nuevo hogar y ella