Unas semanas después George consiguió que un amigo suyo me rentara un pequeño departamento sin demasiado preámbulo.
Finalmente había conseguido los créditos necesarios para graduarme y ya no debía asistir a clases. Esa mañana, mientras Kimmy estaba en el colegio. Cristina, George y yo fuimos a ver nuestro nuevo hogar.
Llegamos al centro de Pasadena a un edificio no muy antiguo, subimos hasta el piso 11 y nos detuvimos en el departamento "D". Ni bien la puerta se abrió tomé mi rostro entre mis manos. Estaba por demás emocionada de comenzar esta nueva etapa de nuestras vidas.
Estaba muy agradecida con ellos, por acogernos en tal mal momento y por ayudarnos. Disfrutábamos viviendo allí, pero de alguna manera, jamás me sentí en casa.
El lugar era pequeño. Un salón diminuto se unía a una cocina, lo único que los divid&ia
Me convertí rápidamente en una suerte de ama de casa y madre. Michelle había conseguido que el gobierno nos ayudara, me entregaban un aporte financiero por Kim y el bebé. Mi padre insistió en que quería seguir dándome dinero por mí y Kim, me negué a que lo hiciera por mí, pero a Kim podía darle lo que él quisiera. De todas maneras, Cristina se las arreglaba para traerme víveres una vez a la semana con la excusa de haber comprado cosas de más. Me causaba gracia su pretexto, pero la dejé sin oponerme. Sabía que lo hacía por cariño, se preocupaba por nosotras.Kim pasaba con ellos algunos fines de semana, en los que yo aprovechaba para invitar a mi querida amiga Jenny a visitarme, y nos pasábamos la noche entera charlando y riendo, como si nada hubiera cambiado.María y Theo también vinieron a conocer nuestro nuevo hogar y ella
Los primeros días de mayo, con un gigantesco vientre a punto de estallar, me la pasaba casi todo el día en la cama. La espalda me dolía horrores, y apenas si era capaz de caminar unos pocos pasos. Las clases estaban a punto de terminar, faltaba menos de un mes. Y Cristina se ofreció a llevar a Kim al colegio, considerando mi estado de encallamiento.Solo comía y dormía a partes iguales. El resto del tiempo me la pasaba haciendo pis.Luego del almuerzo, me fui al balcón a disfrutar del sol en la reposera acompañada de un libro. A los pocos minutos de haberme acomodado me entraron unas ganas incontrolables de hacer pis, como era costumbre. Me levanté con esfuerzo y cuando puse un pie dentro de la casa, sentí un dolor punzante en la barriga, en su parte más baja. Un líquido tibio resbaló por mis piernas y creí que me había hecho encima del dolor. Toqué mi vientr
Entramos al lugar y parecía un quirófano, los conocía bien, había sido intervenida por una fractura expuesta en mi pierna cuando tenía unos 7 años de edad.Volvieron a cambiarme de camilla, una enfermera muy amable me puso los pies sobre los estribos y colocó una manta sobre mis piernas. Me pusieron una mascarilla de oxígeno para ayudarme a respirar mejor.Las contracciones eran cada vez más y más seguidas, apenas si me dejaban recuperarme de una que enseguida llegaba la próxima.Alicia entró vestida con una bata quirúrgica y una mascarilla.—¿Lista preciosa? —preguntó. Yo asentí— Bien, comienza a pujar y mantén la fuerza hasta que Kate cuente hasta diez —prosiguió.Cuando sentí la contracción me esmeré en pujar con fuerza, como me habían enseñado en las clases prena
Los primeros días de Hope en casa fueron difíciles. Ambas debíamos adaptarnos a nuestro nuevo papel. Ser madre era todo un desafío. La pequeña lloraba todo el tiempo y solo quería estar conmigo. Alimentarla, cambiarla, lograr que se durmiera. Todo era un continuo reto. Pero pronto, adoptamos un buen ritmo.Su primer baño… bueno, creo que como mínimo lloré todo el tiempo, tenía miedo de lastimarla, pero por suerte Kimmy me ayudó y entre las dos logramos el cometido.Cristina me había avisado que su ombligo se caería, pero igual me asusté cuando pasó.Las clases terminaron a finales de mayo. Y ya recuperada del parto, pude asistir a mi graduación.Mi padre, que venía cada día al salir del trabajo, a ver a Hope, me había regalado un precioso vestido de gasa negro, cubría mis rodillas y se ataba al cuello. Me puse
La primera Navidad de Hope fue algo que siempre recordaré. Ver sus curiosos ojos mirando a Santa, mientras hacíamos la cola junto a los niños en el centro comercial, fue tan especial…La cena de Nochebuena, al igual que Acción de Gracias, lo pasamos en casa de mi padre. Cristina y yo cocinamos el banquete y fue una noche maravillosa. La mañana siguiente abrimos los regalos acompañados de chocolate caliente con malvaviscos. Mi pequeña recibió una gran cantidad de obsequios, pero se enamoró de un corderito de peluche que Kim le regaló.Por la tarde, ya en casa, Jenny vino a traer su regalo y disfrutar con nosotras de las exquisitas sobras.Año nuevo nos encontró en casa, María y Theo vinieron de visita. Cuando los pequeños se durmieron, nosotras descorchamos una botella de champaña fría.La mañana de mi cumpleaños. Kim junto a
A medida que Hope fue creciendo, también aumentaron los gastos de la casa. Así que tuve que tomar un segundo empleo. De lunes a sábados de 9 a 17 trabajaba en la cafetería y los viernes, sábados y domingos en un restaurante de 21 a 2 a.m. El poco tiempo libre que me quedaba lo ocupaba con mi pequeña y Kim. Por suerte a la noche ella se ocupaba de mi bebé. Y siempre podía contar con su abuelo y Tina, que adoraban cuidarla.Veía a Jenny de vez en cuando, entre sus clases, fiestas y mi trabajo apenas si teníamos tiempo de vernos una vez al mes. Pero el día que lo hacíamos hablábamos durante horas.Un día mientras estábamos en el parque, Hope miraba cómo un padre jugaba con su hijo y entonces de la nada dijo.—¿Papá? —su vocecita confundida me estrujó el corazón.—Papá está muy lej
Unos días después mientras atendía la barra de pedidos del café. Una hermosa sonrisa captó mi atención.—¿Qué haces aquí? —pregunté sorprendida. Corey estaba siguiente en la fila, tenía una sonrisa encantadora y lucía mejor de lo que recordaba. Ahora sin los efectos del alcohol, era más apuesto que en mis recuerdos, y mucho más alto.—Pedir un café… eso hacen aquí, ¿no? —dijo divertido.—¿No hay cafeterías por el campus?—Ninguna que sea atendida por una mujer con tu sonrisa —respondió y mis mejillas se encendieron. Sonreí como una tonta.—¿Qué tomas?—Latte grande.—Siéntate, ya te lo alcanzo yo —lo preparé y le pedí a Silvi, mi compañera, si podía cubrirme uno
El almuerzo con Corey fue maravilloso, me llevó a un restaurante de L.A. y comimos en la terraza. Luego paseamos por la ciudad. Por todo el Boulevard Hollywood. Reímos y hablamos mucho. Me contó un poco de su vida, su padre era inglés, conoció a su madre en la universidad y al poco tiempo de que él naciera se mudaron a New York. También me habló de sus hermanas y de cuánto las quería, pero que lo volvían loco. También de su amor por el cine. Tarantino era uno de sus directores favoritos. Me habló de sus sueños, y de lo mucho que yo le gustaba. Yo le conté un poco de mi vida, de la muerte de mi madre y cómo cambió nuestras vidas, de la mudanza a Pasadena y luego de Hope.—No quiero ser entrometido Becca, pero… ¿qué hay de su padre? —preguntó finalmente.—Su padre,