Mi pequeña razón para sonreír

Los primeros días de Hope en casa fueron difíciles. Ambas debíamos adaptarnos a nuestro nuevo papel. Ser madre era todo un desafío. La pequeña lloraba todo el tiempo y solo quería estar conmigo. Alimentarla, cambiarla, lograr que se durmiera. Todo era un continuo reto. Pero pronto, adoptamos un buen ritmo.

Su primer baño… bueno, creo que como mínimo lloré todo el tiempo, tenía miedo de lastimarla, pero por suerte Kimmy me ayudó y entre las dos logramos el cometido.

Cristina me había avisado que su ombligo se caería, pero igual me asusté cuando pasó.

Las clases terminaron a finales de mayo. Y ya recuperada del parto, pude asistir a mi graduación.

Mi padre, que venía cada día al salir del trabajo, a ver a Hope, me había regalado un precioso vestido de gasa negro, cubría mis rodillas y se ataba al cuello. Me puse

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