El despertador sonó a las 6.30 a.m. y salté como un resorte de la cama, era muy temprano y sábado. Pero no me importaba, era el día de los enamorados, pero más importante aún, el cumpleaños de Becks. Y le tenía preparado un día maravilloso. Luego de la ducha bajé corriendo las escaleras y sin detenerme en la cocina salí de casa, tomé el auto de mi madre y manejé hasta la casa de Rebecca. Cuando llegué a su porche, llamé a la puerta, sabía que Karen estaría preparándose para ir a trabajar. Unos segundos después ella abrió con cara de sorpresa.
—Buenos días Jake. ¿Te caíste de la cama?
—Buenos días señora Baker. Madrugué para pedirle un favor.
—Muy bien, dime.
—Quisiera prepararle el desayuno a Becks y luego llevarla a pasear, no iremos lejos y cuidaré de ella —dije atropelladamente sin detenerme.
—De acuerdo cariño. Pasa.
—Gracias. Usted es la mejor —agradecí mientras le dejaba un beso en la mejilla y ella me palmeaba el hombro.
Me metí en la cocina, comencé a sacar las cosas que había comprado el día anterior y que metí en la bolsa antes de venir. Rebusqué por una bandeja, ante la mirada divertida de su madre. Y al ver que no daba pie con bola, me alcanzó una que estaba sobre la heladera, la miré agradecido. Tomé una taza y serví café, luego un vaso de jugo de naranja, saqué de la bolsa un pequeño florero, lo llené de agua y dispuse un jazmín en él, luego la caja con el pastel individual en rosa y con miles de mariposas de distintos colores, las favoritas de Becks. Tomé un tenedor y una servilleta.
—Vaya Jake… que hermoso, Becca estará sorprendida.
—Gracias señora Baker. Quiero que sea un día especial para ella.
—Lo será. Me voy a trabajar. Que se diviertan.
—Que tenga buen día —me despedí mientras ponía el regalo en la bandeja y subía con cuidado hasta su habitación.
Becks aún dormía, dejé la bandeja a un costado y la observé por un minuto. Era tan hermosa… y lucía tan plácidamente dormida que sentí remordimiento de despertarla. Con cariño recogí el pelo de su cara, se lo acomodé detrás de su oreja y ella se removió. Me agaché para quedar frente a su boca y la besé suavemente. Al notar mi contacto extendió las manos, me tomó el rostro y sonrió mientras me besaba.
—Feliz cumpleaños amor —dije mientras le dejaba cientos de besos por toda la cara, besé sus ojos, su nariz, sus mejillas, su frente y volví a su boca.
—Buenos días…
—Abre los ojos —pedí mientras recogía la bandeja que había dejado en el piso. Mi muñeca se estiró y lentamente abrió los ojos. Me miró confundida, como si creyera que estaba soñando y acabara de darse cuenta que no era así.
—Jake…
—Feliz cumpleaños Becks y feliz San Valentín.
—Gracias amor. Feliz San Valentín para ti también.
—Esto es para ti, que lo disfrutes —sus ojos se abrieron aún más y se los frotó en un intento de recobrar la conciencia.
—¡Amor! Gracias, es hermoso.
—Tú eres mucho más hermosa —le di un casto beso en la boca, dejé la bandeja sobre sus piernas y me senté a verla devorar su desayuno.
—¿No me acompañas? —interrumpió de pronto.
—Es para ti.
—Pero yo quiero compartirlo contigo, anda.
—De acuerdo, ya vuelvo.
Bajé raudamente las escaleras, me serví una taza de café y volví a su lado en un suspiro. Ella sonrió ampliamente al verme, como si yo fuera lo mejor que le pasó en la vida. Y eso era suficiente para que mi día fuera perfecto. Desayunamos entre bromas y risas. Y cuando terminamos ella notó por fin su regalo.
—¿Para mí? —preguntó sonriendo.
—Claro que sí. ¿Para quién más podría ser?
Se mordió el labio inferior y rompió el papel envoltorio. Sus ojos se abrieron de par en par al ver el lector electrónico que le compré.
—Esto es demasiado Jake, no puedo aceptarlo.
—Claro que sí. Además, enciéndelo —lo hizo y lo primero que salió en pantalla fue una membresía para una biblioteca virtual, con miles de títulos a su disposición.
—No tengo palabras…
—Bien, no las necesito, solo bésame… —no terminé la oración, ella se lanzó a mis brazos y me besó con locura. volviéndome absolutamente loco y perdiendo por completo el control sobre mis movimientos. Luego de los arrumacos matutinos, Becks se metió en la ducha, yo la observé mientras se vestía y agradecí silenciosamente la oportunidad de poder observarla por completo. A veces me costaba creer que era solo mía. Era tan perfecta que me sentía un idiota al mirarla embelesado, pero no podía evitarlo. Era lo más hermoso que vieron mis ojos.
Eligió una remera negra que le tapaba el trasero con una imagen estampada en blanco, unas calzas rojas y las botas cortas, se puso la chaqueta y salimos.
—¿Dónde vamos? —preguntó curiosa cuando subimos al auto.
—Es una sorpresa, si te lo digo, ya no será una ¿no?
—Odio las sorpresas.
—No es cierto.
—Bien, me encantan, pero soy muy curiosa y no me aguanto.
—Lo sé. Pero harás un esfuerzo porque me amas.
—Es cierto, te amo más que a mi vida.
—Yo te amo más —concluí y puse toda mi atención en el camino. Unos cuantos minutos después llegamos a la Marina de Pittsburg y estacioné el auto, recogí una cesta de la parte de atrás y una manta. Tomé su mano y ella me miró mientras se remordía el labio nerviosa y ansiosa. Sonreí con malicia, sabía que la estaba matando la curiosidad. Pero ni modo.
—¿Jake? —dijo nerviosa.
—Solo unos minutos más, lo prometo.
—De acuerdo —respondió mientras seguimos caminando por la costa.
Unos minutos después nos detuvimos en un apartado muelle. Era un lugar precioso y tenía una playa perfecta para pasar un día de campo. Elegimos quedarnos en el borde de él, puse la manta y saqué algunas cosas de la canasta, me senté y tomándola de la mano la senté entre el hueco de mis piernas, ella recostó su espalda sobre mi pecho y descansó su cabeza en mi hombro. Yo hundí mi nariz en su cabello, llenándome de su maravilloso olor a lilas. La abracé con fuerza y solté un largo suspiro.
—Te amo Becks.
—Yo más a ti Jake.
—Imposible.
Pasamos la tarde comiendo, escuchando música y haciéndonos miles de arrumacos. Para el ocaso dimos un largo paseo por la marina y de regreso al muelle me detuve, tomé su rostro entre mis manos y mirándola a los ojos le dije lo que llevaba planeando desde hace rato:
—Becks sabes que eres lo más importante en el mundo para mí, ¿no?
—Y tú para mí amor.
—Prometo amarte para siempre muñeca. Siempre volveré a ti. Te lo prometo. No importa cuánto me cueste o cuánto me tarde. Promete que me esperarás.
—Por siempre amor.
—Para siempre Becks. Nuestro amor es para siempre.
—Para siempre.
Cuando estacionamos en su casa, salió Kim y nos alcanzó en un segundo.
—Jake mi madre dice que nos acompañes a cenar.
—De acuerdo Kimmy —Becks sonrió y negó con la cabeza. Entramos tomados de la mano y disfrutamos de una excelente cena de cumpleaños, el favorito de mi novia. Pollo frito. Karen acercó una tarta de cumpleaños con una foto de Becks cuando era pequeña y todos juntos le cantamos el feliz cumpleaños. Cuando dieron las 10.00 p.m. me marché a casa. Me despedí de todas.
—Volveré más tarde —admití en su oído y me fui.
La llegada de abril trajo consigo el tan esperado baile de promoción. Todos estaban ansiosos, como Junior, era la primera vez que podríamos participar y para los Senior, sería el último baile antes de la graduación. Durante el almuerzo Jenny y Cristal no paraban de hacer planes para ir de compras. Jake, Dex y Mike estaban más preocupados por los estatales que por el baile. Yo por mi parte, no podía dejar de pensar en lo poco que faltaba para que tuviéramos que separarnos. Los meses parecían haberse esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Y si bien tratamos de disfrutar al máximo cada día, en el fondo ambos estábamos temiendo que terminaran las clases.—Tierra llamando a Becks —bromeó en mi oído Jake. Traté de dibujar una sonrisa, pero no llegó a mis ojos.—Hola.—¿Otra vez amor?—No pasa nada
—Debes dejar de perder el tiempo Jake. Pronto serás un hombre —mi padre no me daba tregua, cada día lo mismo. Se la pasaba quejando que aún no tenía nada resuelto y en unas semanas estaría en la escuela de infantería.—Déjame disfrutar el tiempo que me queda aquí —me quejé cansado de sus sermones.—Crece de una vez. Es solo una chica. Conocerás miles durante tu vida.—Estás equivocado.—Ya verás Jake. El diablo sabe más por viejo que por diablo.—¿Puedo retirarme? —pregunté levantándome de la mesa, mi madre asintió y subí a mi habitación.Me tiré boca abajo en la cama. Rendido de las peleas, la tristeza por tener que irme y dejar a Becks, a mis amigos, a mi ciudad.Tarde en la noche me escabullí, como de costumbre, en el dormitorio de Re
El comienzo del verano trajo consigo una eterna despedida. Teníamos las semanas contadas para estar juntos, antes de la partida de Jake. Me armé de coraje, no me permití llorar y desperdiciar nuestro tiempo juntos.Pasamos cada tarde en el muelle más apartado de la marina, solo los dos. Por la noche nos reuníamos con algunos amigos. Aunque otros como Mike, Dex y Cristal estaban de vacaciones fuera.Jenny no me sacaba el ojo de encima, sabía por descontado, que, aunque lucía una gran sonrisa, por dentro lloraba a mares.Por las noches paseábamos por la ciudad. O íbamos al cine y a cenar. Algunas noches nos juntábamos en la playa alrededor de una fogata. Fueron varias las noches que nos permitimos beber unas cuántas cervezas para tratar de llevarlo lo mejor posible esos días.A modo de sorpresa le preparé a Jake un video casero con saludos de todo el mundo. Y un recor
El primer día de clases se sintió raro. Jake no estaba para acompañarme a la escuela, en su lugar Kimmy comenzaba en la prepa.Esa mañana caminamos en silencio, al menos, yo. Kim se la pasó hablando todo el camino, de lo emocionada que estaba por comenzar en una nueva escuela. Y de las ganas que tenía de hacer nuevos amigos. Yo no podía dejar de pensar en lo diferente que sería todo desde ahora.Cuando llegué a mi casillero me abordó la primera sensación de vacío. Luego en la cafetería me volvió a pasar lo mismo. Cristal, Jenny y yo almorzamos con tristeza. Nuestros chicos se habían ido. Dexter se marchó a la Universidad de Colorado y Mike a la Universidad de Míchigan. Finalmente, Jenny nos confesó que ella y Mike habían estado juntos en la fiesta de despedida de Jake. Así que sumábamos un nuevo coraz&oacut
Pasé las dos horas que tuve que esperar por los resultados armando y desarmando mil escenarios en mi cabeza. Y cuando estaba a punto de salir corriendo, el médico regresó.—Bien Rebecca. Estás embarazada. Por el conteo calculo que de unas siete semanas.—No puede ser… —dije entre lágrimas. Él se acercó a mí y me palmeó la espalda tratando de reconfortarme.—Tranquila pequeña. No es el fin del mundo. Tienes muchas opciones. Mira este folleto y pide una cita con la doctora Gallaham. Ella te orientará y ayudará. Pero debes comenzar a alimentarte mejor, estás un poco anémica.—De acuerdo. Gracias.—Debo decirle a tu madre, eres menor de edad.—No, por favor… yo se lo diré.—Lo siento, no puedo hacerlo.—Por favor. Se lo diré yo. Solo dígale que est
Las lágrimas rebalsaron por mis ojos. No podía creer lo que veía. No parecía Jake el que hablaba. ¿En qué se había convertido? ¿Cómo pudo dejar de amarme en tan poco tiempo?¿Embarazo no deseado? Bueno, no lo buscamos es cierto. Pero aquí está y no lo había hecho yo sola.«Olvídame. Como yo te he olvidado a ti», resonó en mi cabeza.Por eso no me escribía, se olvidó de mí. No me amaba más. Inconscientemente llevé mi mano a mi imperceptible vientre.—Lo siento manchita —dije entre sollozos.Kimmy salió de la casa, me vio en ese estado y se asustó.—¿Qué pasa Becca? —preguntó mientras se sentaba a mi lado. Pero las palabras parecían haberse desvanecido. Le entregué la carta y hundí mi rostro entre mis manos.
Dos días después, yo seguía sin reaccionar y no podía hacer que Kim parara de llorar. Fuimos hasta la morgue para pedir el cuerpo de mi madre, pero necesitaban un adulto responsable y no quisieron dármelo. Pregunté qué fue lo que había pasado con ella, mi madre siempre tuvo buena salud. El médico forense me explicó que la autopsia reveló que un aneurisma en su cerebro estalló sin previo aviso. Me preguntó si ella sufría de migrañas y le dije que sí, casi diariamente, pero que nos repetía que era solo cansancio. También me dijo que no había nada que yo pudiera haber hecho, que tarde o temprano, esto iba a pasar.Kim y yo seguíamos sin ir a la escuela. No teníamos ni las fuerzas, ni la cabeza para eso ahora. Yo continuaba desarmando mi cerebro, buscando una solución. No quería que nos llevaran a un hogar, ni que me sepa
Entramos en la oficina y enseguida pude ver a mi progenitor. Estaba sentado de espaldas a nosotras, pero estaba segura de recordar ese gran porte que él tenía.Tomé la mano de Kim con fuerza, cuando él se marchó, ella apenas tenía 9 meses de vida y no lo conocía.—Señor Baker, aquí están las niñas —dijo la asistente social poniéndose a su lado. Él se puso de pie y se giró a enfrentarnos. No éramos precisamente niñas, no al menos, las qué él recordaba. Ya éramos unas jóvenes.—Hola niñas —dijo con voz temblorosa.—Hola George —dije sin inmutarme. Miré a Kimmy, ella bajó la mirada y se sentó en el banco que estaba más alejado de él. Haciendo caso omiso a su presencia.—Rebecca, qué grande estás. Ya eres toda una herm